La tecnología está tan presente en la vida cotidiana que no imaginamos el mundo sin su contribución. Ya sea en la tecnología de la información (ordenadores), las telecomunicaciones ((Teléfonos celulares), la genética (investigación con células madre), la biotecnología (OMG) en la conquista del espacio. La Ciencia, propiamente dicha, es una conquista reciente; no ultrapasa más de tres siglos, aunque sus primeras pruebas han comenzado en Grecia de la edad de oro VI, V a. C. Lo hemos representado por Arquímedes, cuya investigación dio base para la mecánica, por Pitágoras de Samos, por Thales de Mileto, Euclides de Alejandría en el desarrollo de las matemáticas y la estructura numérica.
Hemos encontrado en los investigadores Jónico escolares, como Leucipo, Demócrito y Empédocles, quien explicó los fenómenos naturales enraizados en la reducción de los elementos físico-atómicas, expresando el materialismo más avanzados (1). Destacamos al filosofo Sócrates que supero en inteligencia a su profesor Anaxagora, legando para la humanidad discípulos de la envergadura intelectual de Antistenes, Xenofonte y Platón. En su contexto, Aristóteles vio obligado a explicar los fenómenos astronómicos en el sesgo de la Eudoxo cosmológico geocéntrico Eudoxo (antiguo alumno de Platón), a diferencia de Aristarco que caminaba por instigar la teoría heliocéntrica.
Un milenio después de esas apoteóticas realizaciones griegas, ocurrió, en Europa, la desagregación del Imperio romano, en el siglo V, y el liderazgo cristiano surgió como los "bárbaros invasores agregación de enlaces" y se convirtió en una iglesia soberana de destino absoluto "espiritual" en Occidente. En sus anfitriones destacaban pensadores a quién Clemente, Orígenes, Tertuliano, San Agustín, ambos regresaron a la filosofía platónica y contribuyó al apoyo de una ética rígida bajo los auspicios de la trascendencia mística.
En el siglo IX, el emperador Carlomagno incrementó las bases culturales, la fundación de escuelas y templos, y desde el siglo XI, se han generalizado en Europa, universidades que se tornaron núcleos de reflexiones filosóficas. En el siglo XIII, Tomás de Aquino se destacó proponiendo la síntesis del cristianismo vigente con la visión aristotélica del mundo. En sus dos Súmame (2), sistematizó el conocimiento teológico y filosófico de entonces. En el siglo XIV, la Iglesia romana, bajo los guantes tomasistas, entronizó una teología (fundada en la revelación) y una filosofía (basada en el ejercicio de la razón humana) que se fundieron en una tesis definitiva: fe y razón, unidas en su orientación común rumbo al Creador. La tesis de Aquino afirmaba que no podía haber contradicción entre fe y razón y estableció el pensamiento filosófico- teológico manifestado en la truculenta filosofía de “Roma locuta causa finita ".
Durante los siglos XV y XVI, se intensificó en Europa, la producción literaria y artística. Este período se conoció como el Renacimiento o Renacentista. Mientras que en siglos pasados la vida humana debía estar centrada en Dios (teocentrismo), a partir de los siglos XV y XVI, el hombre se convierte en el personaje principal (antropocentrismo). Los pensadores criticaron y cuestionaron la autoridad de esa autoritaria Iglesia romana. En esa coyuntura la apropiación del conocimiento partia de la realidad observada por la experimentación, por la constatación, y, por fin, por la teoría, dando lugar a una ligación entre ciencia y técnica. En el siglo XVII, la primera gran teoría que se tiene noticia en la moderna ciencia versó sobre la gravitación universal elaborada por Newton, separada de las leyes de los movimientos planetarios de Kepler y en la Ley de Galileo sobre la caída de los cuerpos.
En el siglo XX, Albert Einstein propuso la teoría de la relatividad y otros presupuestos de las tesis newtonianas sobre la gravitación universal, llegando a conclusiones inusitadas en el abordaje sobre las realidades del micro o del macrocosmos, sobre todo en lo que reporta a tiempo y espacio en la dimensión material. Hasta entonces, la física tradicional era considerada la llave de las respuestas de la vida en el mundo palpable, estribado en el determinismo mecanicista. Todavía, en la década de 1920, las investigaciones de Brooglie, Bohr, Plank, en el universo de la física quántica, re direccionaran el pensamiento científico en la formulación heisenberguiana el "principio de indeterminación o incertidumbre “y con él se irrumpió un “irracionalismo” en la ciencia redimensionando la distancia del hombre de las realidades naturales de la vida.
El investigador no podía afirmar más que nada existía en la vida que la ciencia no explicase y que todas las cosas, fenómenos y ocurrencias podrían ser esclarecidos a través de causas materiales. Em medioa de esas trayectorias históricas, surge, en el escenario terrestre, en el siglo XIX, la personalidad luminosa de Allan Kardec, que, inspirado por los Benefactores del Más Allá, sentencio: “Fe verdadera es la que frente a frente enfrenta la razón en cualquier época de la humanidad”, esclareciendo los enigmas que desafiaban a las inteligencias de aquellos mismos que confiaban en los determinismos del nec plus ultra académico.
¿Quién somos? ¿Por qué nacemos? ¿De dónde venimos y para donde vamos después de la desencarnación? Eran cuestiones que el racionalismo académico no respondía en la época. El Espiritismo surgió en un momento de descubrimientos científicos y desequilibrios morales, trajo luz a la propia razón que estaba nublada momentáneamente por los excesos de sus anuncios. Los principios de la investigación científica se inició con la rebelión contra la intolerancia y el dogmatismo religioso, más la arrogancia del racionalismo la hizo camisa de fuerza del conocimiento, arrojándola en los misma mala dirección trillada por el agresivo y alienante dogma de la Iglesia.
El maestro de Lyon afirmo en otras palabras que “el Espiritismo independe de cualquier creencia científica o religiosa y no propone fuera del Espiritismo no hay salvación; tanto como no pretende explicar toda la verdad, razón por la cual nos propone fuera de la verdad no hay salvación”(3). Los preceptos Kardecianos se consustancian en el manantial más expresivo de las verdades eternas. La misión de la Doctrina Espirita se mueve a través del proceso de levantar el edificio desmoronado de la creencia cristiana.
Distante de los conflictos ideológicos, resultantes de batallas estériles en el campo intelectual con el objetivo de endosar el racionalismo para justificar “certezas” de las llamadas ciencias “exactas”, la lección espirita, como ciencia del alma, representa el asilo de los afligidos que escuchan aquella misericordiosa exhortación del Maestro: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y sobrecargados, y yo os aliviare”. Sin embargo, para que seamos consolados, urge estar dispuestos acompañar a Cristo tomando-Le la cruz siguiendo Sus pasos.
Jorge Hessen