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domingo, 31 de octubre de 2010

El horror de la muerte


Aquella tarde de invierno, en un día nublado, frío y triste que cayó sobre aquel pueblo, muchos vecinos hablaban en voz baja, impresionados con lo que estaba aconteciendo. Y es que en el fondo, se sentían como una gran familia, y uno de sus miembros acababa de fallecer.

 Esa mujer que ayer mismo aún respiraba, se movía, nos hablaba de sus preocupaciones y temores; nos contaba sus historias y vivencias, se había ido;Ya no está; pero, ¿por qué?;  ¿que ha pasado?;  ¿por qué ayer sí, y  hoy  ya no?; ¿ volverá?.; parece mentira... El caso es que hoy se ha ido y ya no está,... pero la vida, como un reloj sin alma, sigue  caminado y continúa impasible desgranando sus horas y sus días como si nada pasase ni le afectase, con arreglo a lo determina su mecanismo ciego e  imperturbable.
  
    Mientras tanto, ella ya no está, pero el escenario de su vida permanece; sus cosas, su casa, sus ropas, sus cuadros, su ambiente y hasta los olores que tenía la casa cuando ella aún estaba.

   Algunos presenciaron con horror como la tapadera de la caja mortuoria, se cerraba para siempre, guardando al ser querido; ¿ o no era aquello el ser querido, y solamente era una inerte apariencia de su imagen?

   En el templo religioso, solamente se aumentó la tristeza y la amargura de los allegados, alimentando su desespero al contemplar un ritual con un discurso vacío, ininteligible y que no aportaba ningún consuelo. ¿ Pero, por qué ella ya no estaba?; ¿ Qué es lo que se quedó guardado  dentro de aquella caja ?.

   La procesión que se formó después acompañando el cadáver a su última morada, caminó lentamente, salpicada por una fría llovizna y en medio de un silencio cabizbajo, roto solo por algún sollozo mal contenido , formando así   una comitiva que avanzaba lenta , acompañando  al ser querido en  su  camino sin retorno.

   ¡ Qué dolor y qué tormento!, cuando en aquel oscuro y estrecho agujero entró la caja de madera con su doloroso contenido, a donde iba destinado a permanecer para siempre, con la sola y horrible compañía de otra osamenta, la de su madre, que en el interior de un saco de tela quedó depositada  para siempre a su lado.

    Después que el nicho fue sellado bajo la mirada perdida de sus deudos, de sus vecinos y de sus amistades,en medio de un silencio roto solamente por el llanto y la desesperación de algún ser querido y allegado, que lleno de incomprensión se rebelaba contra la irreversible y horrorosa situación que atravesaba como si de la peor pesadilla posible se tratase. “¿ Por qué nos pasa esto a nosotros?”; Dios mío, si existes, ¿por qué te la llevas ahora ?;¿Por qué nos la quitas?. En esos instantes de dolor arrasador nadie le puede aliviar ni contestar a esos humanos y desesperados interrogantes.

   Ante semejante cuadro sufro por sentirme  torpe e  impotente  por  no poder ayudar de algún modo en aquellos tristes momentos.

   Me parece tener las respuestas que deberían aliviar sus almas atormentadas, y sin embargo no me atrevo ni a ponerme en su  lugar, a practicar eso que llaman empatía, porque a pesar de mis conocimientos y respuestas, pienso que tal vez, si fuese yo quien atravesase ese drama en primera fila de protagonismo, posiblemente también sucumbiría al dolor.

    Siempre tendemos a hablar bien de los que ya se han ido de este mundo, pero lo cierto es que esta mujer, y no lo digo porque ya no esté entre nosotros,  siempre demostró ser una persona buena y hospitalaria. Además , ciertamente siempre fue una excelente y abnegada madre y esposa.  No la conocí durante mucho tiempo, pero sí el suficiente como para llegar a quererla a ella y a su familia, gente sencilla, buena y noble por naturaleza.

   Creo que lo que quedó encerrado en el interior de aquella caja, era solo materia; una materia de la que ella se revistió humanamente cuando estuvo aquí, pero lo que me resulta evidente es que aquella materia no era ella, el ser amigo y querido , ahora ausente. ¡ Qué horrible de verdad sería solamente la posibilidad de que ella de verdad hubiese quedado encerrada allí, para siempre!.  No me extraña que  alguno de esos familiares dolidos por su pérdida, ante la envoltura yacente como un cascarón vacío, puedan confundir la realidad con que el ser amado queda allí metida, y eso, es peor que el peor de los infiernos imaginados por la teología.  Y es que las religiones, aun las llamadas “cristianas”, nunca han abordado esta realidad tal como es, sino que “ se han ido por las ramas” del dogma y la fantasía. Nunca han hablado claramente de lo que es la muerte; el para qué y el por qué estamos aquí; el por qué nacemos y morimos; qué sentido tiene todo esto, y tantos y tantos interrogantes que en el fondo, la mayoría nos hemos hecho alguna vez, y para los cuales nunca han dado respuestas filosoficamente correctas y coherentes, y cuando las han querido dar, estas han sido tan ambíguas  e incomprensibles, basadas en la obligada creencia dogmática, que en el fondo solamente han dejado un vacío y un estado de confusión e incertidumbre  en nuestro interior, o sea una falta de luz y de la necesaria y auténtica fe, que es aquella que no ofende a la razón y al sentido de lo lógico y coherente.

    Ojalá algún día, estas personas , y tantas y tantas que como ellas se enfrentan a esta realidad de la que  jamás nadie estaremos libres, que puedan encontrar alguna respuesta aceptable que les reporte algo de luz y de consuelo.

   Mientras, a mi me queda el consuelo de saber, más que de creer, que nuestra amiga sigue viviendo en otra dimensión. Esto es algo así como considerar que la vida es como quien contempla un río que nos trae y que se lleva de todo: penas, alegrías, esperanzas, luchas, pruebas, que llegan y pasan. Cuando el río de la vida nos trae nuestra  propia muerte, la vida no cambia, sigue su rumbo de traer y  de llevarse aquello que nos trajo; lo único que cambió es que se nos llevó a nosotros mismos a la otra orilla del río, la otra dimensión,  desde la cual seguimos viendo transcurrir la vida, pero desde el otro lado, de modo que los que quedaron en la orilla anterior, no nos ven, y piensan que nos hemos ido con la corriente del río como todo lo demás, pero sin embargo, esa misma corriente al cabo de mas o menos tiempo, termina por devolvernos de nuevo a esta orilla, en donde seguiremos viendo el río y aprendiendo de todo lo que nos trae. No recordamos detalles más concretos de nuestras vidas anteriores porque nuestra materia orgánica está limitada en el tiempo, con un principio y con un final; es parte de lo que nos trae y de lo que después se vuelve a llevar el mencionado río de la vida.

    Cuando se penetra un poco en el estudio del Espiritismo, enseguida encontramos numerosos testimonios mediúmnicos que nos aclaran y nos describen como es esa “ otra orilla”, en medio de una lógica y avalado por unas pruebas inapelables de que, en efecto, sigue la vida después de la muerte del cuerpo, sabemos lo que hay tras el “Velo de Isis” de este mundo  en el que nos creemos vivos y además los únicos seres vivos que existen en medio del universo infinito.  Por eso creo que es tan importante seguir avanzando en el estudio  y el aprendizaje del  conocimiento espiritual libre de dogmas y preconceptos religiosos. Para las religiones  solamente son creencias que hay que admitir por la fe impuesta. Para los estudiosos y adeptos de la doctrina espírita, este conocimiento es razonado y razonable, y supone cuando se adquiere, acompañarnos de una seguridad y una serenidad y aceptación ante hechos humanos como los aquí relatados, que la gente no termina de comprender y si acaso los achaca al escudo autoprotector ante el dolor  con el que, dicen, que  los espíritas nos defendemos de los golpes que da la vida. Nos proporciona una paz y un equilibrio interior, que a veces podemos transmitir a los demás, aliviando así , al menos en parte, esos cuadros de dolor humano que se originan ante la pérdida de seres queridos.

- Jose Luis -


Morir y liberarse

Divaldo P. Franco

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Contra más violentos y vulgares son los comportamientos humanos, los hombres se convierten en presas más fáciles, sometidos a sus verdugos desencarnados. Los hacen sufrir penosas exigencias, alimentándoles las fuerzas, mediante las densas emanaciones mentales y exteriorizaciones fluídicas, en las cuales ellos se saturan, formando grupos de asedio en amplia subyugación de reparación improbable. Les explotan las energías los Espíritus que, a su vez, pasan a depender de las victimas en infeliz parasitosis desequilibrada.

No hay muertes iguales, teniendo en cuenta las conquistas de cada persona, los requisitos espirituales que a cada cual tipifican, los apegos o no a la materia, las fijaciones y juegos de intereses, las dependencias fisicas y mentales, la desencarnación varia de un hombre a otro, el cual experimenta, a su debido tiempo, la perturbación correspondiente, al estado intimo en que se sitúa.

Morir no siempre significa liberarse. La muerte es orgánica, pero la liberación es de naturaleza espiritual.

Esa turbación espiritual puede demorarse breves minutos, en los Espíritus nobles, como consecuencia de la gran cirugía y hasta siglos, en los más embrutecidos que nos e dan cuenta de lo que sucede….

En las desencarnaciones violentas, el periodo e intensidad del desajuste espiritual corresponde a la responsabilidad que rodeó el proceso fatal.

En los accidentes de los que no se tiene verdadera culpa, una vez pasado el brusco choque, siempre dura el periodo de perturbación al que ocurre en condiciones de carencia moral, cuando la persona pasa a ser considerada en la condición de suicida indirecto.

Lo mismo sucede en los casos de homicidio, en que la culpa sea o no de quien perece, responde por los efectos en aflicciones que continúa experimentando.

Los suicidas, por la gravedad del gesto de rebeldía contra los códigos divinos, se lastiman y sufren muchos años la desdicha, que enfrentan, en estado lamentable y complicado, el problema del que pretenden huir, sufriendo la persecución de crueles adversarios que reencuentran más allá de la tumba, que los someten a cruciales procesos de sufrimientos en dolores morales y físicos, frente a la destrucción del organismo que fuera preparado para un periodo más largo en la Tierra…

En las muertes violentas, las lamentaciones y los improperios por la falta de fe religiosa, a la par de la angustia dolorosa y la rebeldía, promueven escenas que al espíritu del fallecido, le produce desconsuelo, porque al atravesar momentos de alta sensibilidad psíquica, automática vinculación con el cuerpo sin vida y la familia, se transforma en una lluvia de centellas ardientes, que le alcanzan, hiriéndolo y dándole la sensación de ácidos que lo corroen por dentro.

Al ser llamado y no poder comunicarse, experimenta dolores que lo hieren, además de la desesperación moral que lo domina.

La misericordia divina lo adormece en los primeros periodos para tratar de ponerlo a reposar, lo que difícilmente consigue por las exageradas lamentaciones de los familiares. Cuando logra hacerlo, al no haber sabido valorar los tesoros de la vida con la consiguiente preparación para el viaje inevitable, se siente confundido por el choque de la desencarnación y se agita en angustiosas pesadillas, que son la liberación de imágenes perturbadoras de ls zonas profundas del inconsciente…

Para que se pueda completar una reencarnación desde el principio de la fecundación, transcurren años que se extienden hasta la primera infancia. Es natural que la desencarnación necesite de tiempo suficiente para que el espíritu se desprenda de los fluidos más groseros, en los cuales estuvo sumergido…

La violencia en la forma como ocurre en un accidente, mata solamente el cuerpo físico, sin que ellos signifiquen la liberación del ser espiritual.

Las enfermedades de larga duración, soportadas con resignación, Ayudan a liberar al espíritu de la materia, teniendo el espíritu tiempo para pensar en las legitimas realidades de la vida., despegarse de las personas, pasiones y cosas, pensar con más propiedad en lo que le aguarda más allá del cuerpo, movilizar el pensamiento en círculos de aspiraciones superiores.

Al evocar a los familiares que ya partieron, se vincula a ellos por los delicados hilos de los recuerdos, recibe de los mismos la inspiración y ayuda al desprendimiento del organismo fisiológico.

Los dolores morales bien aceptados proveen aspiraciones y ansias de paz en otras dimensiones, desenvolviendo las fuerzas constrictoras que lo atan al mundo de las formas.

El conocimiento de los objetivos de la reencarnación y el comportamiento correcto en el ejercicio de las funciones fisicas contribuyen también, al desprendimiento en el fenómeno de la muerte.

Con esas acciones no se pretende transformar la vida, en un sufrir sin esperanzas, en una renunciación sin limites, lejos de la alegría y de la paz.

Debemos entrenarnos para enfrentar el instante de la muerte que inevitablemente nos llegará.

El Espíritu en el Más Allá, es el conjunto de sus experiencias vividas.
Nadie puede desperdiciar los dones de Dios y permanecer libre de la reparación.
Trabajo extraído  por Merchita del libro “En las Fronteras de la Locura” Divaldo Pereira Franco-   



Qué es el Espiritismo?


En el año 1848, llamaron la atención en los Estados Unidos de América diversos fenómenos extraños, que consistían en ruidos, golpes y movimientos de objetos sin causa conocida. Estos fenómenos, con frecuencia, tenían lugar espontáneamente con una intensidad y persistencia singulares; pero se notó también que se producían, más particularmente, bajo la influencia de ciertas personas que se designaron con el nombre de médiums, quienes podían, hasta cierto punto, provocarlos a su voluntad, lo que permitió repetir los experimentos.


Con preferencia se servían de mesas, no porque este objeto fuese mejor que otro, sino simplemente porque es móvil, más cómodo y porque podemos más fácil y naturalmente sentarnos junto a una mesa que junto a cualquier otro mueble. Se obtuvo de este modo la rotación de la mesa, después movimientos en todas direcciones, saltos, caídas, elevaciones, golpes violentos, etc. Este fenómeno fue designado, en un principio, con el nombre de mesas giratorias o danza de las mesas.
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Hasta aquí el fenómeno podía explicarse perfectamente por una corriente eléctrica o magnética, o por la acción de un fluido desconocido, y ésta fue la primera opinión que se formó. No tardó en reconocerse, en estos fenómenos, efectos inteligentes de manera que los movimientos obedecían a la voluntad; la mesa se dirigía a la derecha o a la izquierda de una persona determinada, se levantaba, cuando se le mandaba, sobre una o dos patas, daba los golpes que se le pedían, marcaba el compás, etc. Quedó probado desde entonces, con evidencia, que la causa no era puramente física, y según el axioma de que si todo efecto tiene
una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, se dedujo que la causa de este  fenómeno debía ser una inteligencia

¿Cuál era su naturaleza? Esta era la cuestión. El primer pensamiento fue que podía ser un reflejo de la inteligencia del médium o de los asistentes, pero la experiencia demostró muy pronto la imposibilidad de que así fuera, porque se obtuvieron cosas completamente ajenas al pensamiento y conocimiento de las personas presentes, y hasta en contradicción con sus ideas, su voluntad y sus deseos; no podía proceder sino de un ser invisible. El medio de cerciorarse de esto era muy sencillo: se trató de entrar en conversación con aquel ser, lo que se hizo por medio de un convenido número de golpes que significaban sí o no o designaban las letras del alfabeto, y se obtuvieron de este modo respuestas a las diferentes preguntas que se le hacían.

Este fue el fenómeno que se designó con el nombre de mesas parlantes. Preguntados todos los seres que se comunicaban de este modo sobre su naturaleza, declararon ser espíritus y pertenecer al mundo invisible. Habiéndose producido los mismos efectos en un gran número de localidades, por medio de diferentes personas, y siendo observados, además, por hombres muy respetables y muy ilustrados, no era posible que fuesen juego de una ilusión. Este fenómeno, de América, pasó a Francia y al resto de Europa, y durante algunos años, las mesas giratorias o parlantes estuvieron de moda, llegando a ser la diversión de los salones.

Luego, el fenómeno presentó un nuevo aspecto que le hizo salir del círculo de simple curiosidad.
Las comunicaciones por golpes eran lentas e incompletas; se notó que adaptando un lápiz a un objeto movible, como una cestita, tablita u otra cosa sobre la cual se apoyaban los dedos, se ponía el objeto en movimiento y trazaba caracteres. Más tarde, se reconoció que aun estos objetos no eran más que accesorios, de los cuales se podía prescindir. La experiencia demostró que el espíritu, obrando sobre un cuerpo inerte para dirigirlo a su voluntad, podía tener acción del mismo modo sobre el brazo o la mano para conducir el lápiz.

Entonces se obtuvieron médiums escribientes, esto es, personas que escribían de una manera involuntaria a impulso de los espíritus, las cuales venían a ser de este modo instrumentos e intérpretes de los espíritus.
Desde este momento, las comunicaciones no tuvieron límites y el cambio de pensamientos pudo hacerse con tanta rapidez y extensión como entre los vivos. Era, pues, un vasto campo abierto a la exploración, el descubrimiento de un nuevo mundo: el mundo de los invisibles, como el microscopio había hecho descubrir el mundo de los infinitamente pequeños. ¿Qué espíritus son éstos? ¿Qué destino tienen en el Universo? ¿Con qué fin se comunican con los mortales? Tales fueron las primeras preguntas que se trataron de resolver.

Se supo muy pronto, por ellos mismos, que no son seres excepcionales en la Creación, sino las mismas almas de aquellos que han vivido en la Tierra o en otros mundos;que estas almas, después de haberse despojado de la envoltura corporal, pueblan y recorren el espacio.
No fue ya lícito ponerlo en duda cuando entre ellos se reconocieron parientes y amigos, con los cuales se pudo entablar conversación, al venir a dar pruebas de su existencia, a demostrar que sólo muere el cuerpo, que el alma o espíritu vive siempre; y nos hicieron comprender que están aquí a nuestro lado, como durante su vida, viéndonos, observándonos, rodeando solícitos a aquellos a quienes han amado y cuyo recuerdo es para ellos una dulce satisfacción.

Los golpes y los movimientos son, para los espíritus, un medio de atestiguar su presencia y llamar sobre ellos la atención, de la misma manera que lo haría una persona para avisar que alguien llama. Los hay que no se limitan a ruidos moderados, sino que producen un alboroto semejante al de la vajilla cuando se rompe, al de las puertas cuando se abren y cierran o al de los muebles cuando son arrastrados por el suelo.
Por medio de estos golpes y movimientos convencionales han podido expresar sus pensamientos: pero la escritura ha puesto a su alcance un medio más completo, más rápido y más cómodo, y por esto la prefieren a todos los otros.
Por la misma razón que pueden formar caracteres, pueden guiar la mano para hacer trazar dibujos, escribir música, ejecutar un trozo de ella en un instrumento cualquiera; en una palabra, en defecto de su propio cuerpo, que no tienen ya, se sirven del cuerpo del médium para manifestarse a los hombres de una manera palpable.
Los espíritus pueden también manifestarse de muchas maneras, entre ellas la visión y la audición. Ciertas personas llamadas médiums auditivos tienen la facultad de oírles, y pueden así conversar con ellos; otros los ven: éstos son médiums videntes.
Los espíritus que se manifiestan a la vista se presentan generalmente bajo una forma análoga a la que
habían tenido durante su vida, pero vaporosa: otras veces esta forma tiene todas las apariencias de un ser viviente, hasta el extremo de producir completa ilusión y de que a veces se les haya tomado por personas de carne y hueso, con las cuales se ha podido hablar y cambiar apretones de manos, sin saber que se trataba con los espíritus más que por su desaparición instantánea.
La vista general y permanente de los espíritus es muy rara, pero las apariciones individuales son muy frecuentes, sobre todo en el momento de la muerte. El espíritu, desprendido del cuerpo, parece que se da prisa en ir a ver a sus parientes y amigos, como para advertirles que acaba de dejar la Tierra y manifestarles que vive aún. Evoque cada uno sus recuerdos, y entonces verá cuántos hechos auténticos de este género, a los cuales no se ha hecho caso, han tenido lugar, no solamente por la noche durante el sueño, sino en
pleno día y en el estado más completo de vigilia.
En otro tiempo se miraban estos hechos como sobrenaturales y maravillosos, y se atribuían a la magia y a la brujería; hoy los incrédulos los achacan a la imaginación; pero desde que la ciencia espiritista ha dado la clave de ellos, se sabe cómo se producen y que no salen del orden de los fenómenos naturales. El Espiritismo, sin embargo, no es un descubrimiento moderno; los hechos y los principios en que descansa se pierden en la oscuridad de los tiempos, porque se encuentran sus huellas en las creencias de los pueblos, en todas las religiones, en la mayor parte de los escritos sagrados y profanos, sólo que los hechos incompletamente observados han sido interpretados con frecuencia con arreglo a las ideas supersticiosas de la ignorancia, y sin haber deducido de ellos todas las consecuencias.
En efecto, el Espiritismo está fundado en la existencia de los espíritus, pero no siendo estos más que las almas de los hombres, desde que hay hombres hay espíritus. El Espiritismo, pues, ni los ha descubierto ni inventado. Si las almas o espíritus se manifiestan a los vivos, es porque esto es natural, y desde luego han debido hacerlo en todas las épocas. Así es que de todas ellas y en todas partes se hallan pruebas de sus manifestaciones, las cuales abundan, mayormente, en los relatos bíblicos. Lo moderno es la explicación lógica de los hechos, el conocimiento más completo de la naturaleza de los espíritus, de su misión y de su modo de obrar, la revelación de nuestro estado futuro, y en fin, su constitución en cuerpo científico y doctrinario y sus diversas aplicaciones.
Los antiguos conocían el principio, los modernos conocen los detalles. En la antigüedad, el estudio de esos fenómenos era privilegio de ciertas clases, que no los revelaban más que a los iniciados en sus misterios. En la Edad Media, aquellos que se ocupaban de ellos ostensiblemente eran vistos como hechiceros y se les quemaba. Pero hoy no hay misterios para nadie, a nadie se quema, todo se hace a la luz del día, y todo el mundo está dispuesto a ilustrarse y a practicar, porque en todas partes se encuentran médiums y cada uno puede serlo, más o menos.
La doctrina que enseñan hoy los espíritus no tiene nada de nuevo; se encuentran fragmentos de ella en la mayor parte de los filósofos de la India, de Egipto y de Grecia, y completa en la enseñanza de Cristo. ¿A qué viene, pues, el Espiritismo? A confirmar con nuevos testimonios, a demostrar con hechos, verdades desconocidas o mal comprendidas, y a restablecer en su verdadero sentido aquellas que han sido mal interpretadas o voluntariamente alteradas.
Cierto es que el Espiritismo no enseña nada nuevo: ¿pero es poco probar de una manera patente e irrefutable la existencia del alma, la supervivencia al cuerpo, su individualidad después de la muerte, su inmortalidad y las penas y recompensas futuras?
Desde el punto de vista religioso, el Espiritismo tiene por base las verdades fundamentales de todas las religiones: Dios, el alma, la inmortalidad, las penas y las recompensas futuras, pero es independiente de todo culto particular. Su fin es probar la existencia del alma a los que la nieguen o dudan de ella; que sobrevive al cuerpo, y que sufre después de la muerte las consecuencias del bien o del mal que ha hecho durante la vida corporal, lo cual pertenece a todas las religiones.
Como creencia en los espíritus, pertenece a todas las religiones y forma parte de todos los pueblos, puesto que donde hay hombres hay almas o espíritus, y puesto que las manifestaciones han tenido lugar siempre, y su relato se encuentra en todas las religiones sin excepción. Se puede ser, pues, griego o romano, protestante, judío o musulmán, y creer en las manifestaciones de los espíritus, y por consiguiente, ser espírita; la prueba está en que el Espiritismo tiene adeptos en todas las sectas.
Como moral, es esencialmente cristiano, porque la que enseña no es más que el desarrollo y la aplicación de la de Cristo, la más pura de todas y cuya superioridad no es negada por nadie; prueba evidente de que es la ley de Dios, y que la moral está a disposición de todo el mundo.
Siendo independiente el Espiritismo de toda forma de culto, no prescribiendo ninguno, y no ocupándose de dogmas particulares, no es una religión especial, porque no tiene sacerdotes ni templos. A los que le preguntan si hacen bien o mal en seguir tal o cual práctica, responde: Si creéis vuestra conciencia obligada a hacerlo, hacedlo: Dios tiene siempre en cuenta la intención. En una palabra, no se impone a nadie; no se dirige a los que, teniendo fe, están satisfechos con ella, sino a la numerosa categoría de los vacilantes e incrédulos. No los arrebata a la iglesia, puesto que moralmente se han separado de ella total o parcialmente; les hace recorrer las tres cuartas partes del camino para volver a aquélla, a la cual toca hacer lo demás.
.Es verdad que el Espiritismo combate ciertas creencias, tales como las penas eternas,el fuego material del infierno, la personalidad del diablo, etc., ¿pero no es verdad que estas creencias, impuestas como absolutas, han creado en todas las etapas de la Humanidad incrédulos y los hacen aún hoy en nuestros días? Y si el Espiritismo, dando a estos y a otros dogmas una interpretación racional, conduce a la fe a aquellos que la abandonan, ¿no presta un servicio a la religión? Así es que un venerable eclesiástico decía con respecto a este asunto: "El Espiritismo hace creer algo, y vale más creer algo que nada creer del todo."

No siendo los espíritus más que las almas, no pueden negarse aquéllos sin negar éstas. Admitiendo las almas o espíritus, la cuestión, reducida a su más simple expresión, es ésta: ¿las almas de aquellos que han muerto se pueden comunicar con nosotros? El Espiritismo prueba la afirmación con hechos materiales: ¿qué prueba puede darse de que no sea posible? Si lo es, todas las negaciones del mundo no impedirán que lo sea, porque esto no es ni un sistema, ni una teoría, sino una ley de la Naturaleza, y contra las leyes de la Naturaleza es impotente la voluntad del hombre. Es, pues, preciso aceptar de buen o de mal grado las consecuencias y conformar a ellas sus creencias y sus costumbres.                                                                  ¿Qué es el Espiritismo?
                                                  

Introducción al conocimiento del mundo invisible por las
manifestaciones de los espíritus
POR
Allan Kardec