Entradas populares

jueves, 6 de febrero de 2014

CONCIENCIA



Sebastián de Araúco

CONCIENCIA


El conocimiento espiritual nos enseña que el Espíritu necesita progresar constan­temente, y para cuyo objeto encarna repetidas veces en los mundos físicos. Y nos enseña también que, el camino del amor es el más seguro para acelerar ese progreso. 

Son muchas, pero muchas, las personas que por falta del conocimiento verdadero, suponen que no haciendo mal a nadie cumplen con la Ley Divina, con lo cual viven una vida para sí solamente y se estancan en su progreso; por lo que tienen que encarnar múltiples veces, hasta que el dolor sensi­bilice esa alma y comience a amar. 

No hacer el mal es importante, porque no se endeuda con la Ley, pero, no significa hacer el bien, que es necesidad para el progreso de la realidad espiritual. La prác­tica del bien, con amor sentido, en sus diversas manifestaciones, es la necesidad imperiosa para aquellos que quieren salir de los mundos inferiores de sufrimiento. 

Como reza una frase referida con anterioridad y que no aparece en las ver­siones actuales de los Evangelios: "Sólo por el amor será salvo el hombre". 

A este respecto, analicemos el contenido de un mensaje: "Constantemente os llegan "llamados" positivos y "llamados" negativos, dicho de otro modo, buenas y malas tenta­ciones, y vosotros deberéis decidir siempre vuestra acción en uno u otro sentido. Cuando más escuchéis los llamados negativos, mas os ensordecereis a los llamados positivos; porque la vibración negativa, mas en conso­nancia con la vibración densa que predomina en vuestro mundo, penetra muy fácil en vues­tra alma humana. 

Para poder elegir el camino del bien; sin equivocarse, nada hay como vuestra con­ciencia, esa "voz" sin palabras que os dice, mediante sensaciones de desagrado o agrado, que habéis obrado mal o habéis obrado bien. Esa "voz" que os advierte sobre los peligros espirituales; esa "voz" que os impide, muchas veces, realizar lo que vuestra ira, vuestro rencor o vuestra ambición os impele a rea­lizar. Esa lucha interna constante, que se establece en vosotros mismos en ciertos momentos, es el esfuerzo de vuestra Con­ciencia espiritual por formar y guiar vuestra conciencia humana a fin de evitaros caer en errores, de los cuales os lamentáis luego amargamente. 

Debéis acostumbraros a requerir y escu­char la voz de vuestra Conciencia, antes de obrar en cualquier sentido; porque, vuestra Conciencia os indicará siempre el camino seguro, y a medida que avancéis en el cono­cimiento espiritual, más os capacitaréis para interpretar y obedecer su voz. No supongáis que, porque solamente vosotros mismos podáis oir esa voz, su llamado no puede ser desoído impunemente; no. Porque, como bien sabéis, todo absolutamente todo, lo que hacéis, pen­sáis y sentís, es "registrado" fielmente por la ley. 

Vuestra propia vida, vuestra propia fuerza espiritual, está dentro de vosotros mismos. 0 sea que debéis vivir dentro de vosotros mismos más que fuera de vosotros. 

Todo debéis consultarlo internamente y todo debéis decidirlo después de esa consulta interna. Nunca obedezcáis a impulsos que os lleven a realizaciones negativas. Por el contrario, pensad que ése es un llamado externo, y que los llamados externos deben ser analizados y controlados siempre por vuestra conciencia superior, que es sabia e insobornable. 

Así, os evitaréis caer en el mal, así os facilitaréis el camino y la comprensión del bien; y así también obtendréis el progreso espiritual que os permitirá lograr las reali­zaciones que os esperan. Pero, no penséis en realizaciones espirituales verdaderas, si no habéis realizado primero esto: aprender a escuchar, a comprender y a obedecer, la voz de vuestra Conciencia. 

Cada vez que sintáis deseos o pensa­mientos que vuestra Conciencia os reproche o no apruebe, tened la certeza de que son las fuerzas negativas que están tratando de inci­dir en vosotros para separaros del camino de superación que habéis emprendido, del camino de vuestro progreso espiritual. Debéis saber que las fuerzas del mal perciben vuestros pensamientos, sentimientos y reacciones, y por ello conocen vuestros puntos débiles; por 

ARREPENTIMIENTO.- Variadas son las defi­niciones e interpretaciones de este concepto. Unas se acercan más a la Verdad que otras. 

La ciencia espiritual nos enseña que, el arrepentimiento por un error cometido, por una violación a la Ley del Amor o a las Leyes de la Vida, o por una conducta errónea, es positivo y de gran importancia, siempre que ese arrepentimiento sea verdaderamente sen­tido. 

Y ese sentimiento que surge en la persona, es la presión del Ego superior que se manifiesta a través de la facultad sensorial, y crea en la persona esa sensación de reconocimiento del error y pesadumbre. Sensación de mayor o menor intensidad, según sea el grado de evolución del ser. Y enton­ces, la persona ante esa presión de la Con­ciencia, percibe la intensidad del error y se determina a cambiar de conducta. Y ahí está el valor real del arrepentimiento, cual es el desviar a la persona del camino del error. 

En otras palabras, el arrepentimiento es la primera condición indispensable para la rectificación de conducta. Tan es así que, ningún ser de mediana evolución que desee volver a encarnar puede conseguir una nueva oportunidad si no está verdaderamente arrepentido de sus errores y determinado a corregirlos, o sea, rectificar rumbos en su conducta. Pero, ya en la carne, con el olvido del pasado ... 

SEBASTIAN DE ARAUCO
                                                            *************************

En la Naturaleza es principalmente donde el hombre puede observar la manifestación de Dios, 
Chico Xavier
                                                          **************************


         
             
 UNA VIVENCIA PERSONAL

En primer lugar un saludo y un buen deseo para todos.

Os quiero contar como llegué a tener conocimiento de la Doctrina Espirita y qué es el Espiritismo, palabra que muchas personas confunden su significado. Yo misma no había oído hablar mucho de ella.

Hace algún tiempo, en este lugar donde vivo, sé que mucha gente, hacía Espiritismo sin ninguna preparación y mal encaminado. Eso me daba miedo.
A mi no se me pasaba por la cabeza asistir a estas cosas porque me daba, como ya he dicho, mucho respeto. Aunque no obstante, siempre me llamaba mucho la atención leer cosas relacionadas con estos temas, con todo lo oculto, porque pienso que es bueno aprender para después saber lo que significan tantas cosas que nos pasan y no tenemos explicación.

Bueno, os cuento: 
Un buen día y en buena hora oí hablar que habían abierto una tienda esotérica en mi pueblo y allí me acerqué. Se lo conté a mi prima hermana y fuimos juntas. Nos gustaba mucho por cómo estaba decorada, el olor a incienso, había algo especial que no se cómo explicar, además nos sentíamos muy a gusto por lo que fuimos muchas más veces.
Compraba libros y nos enseñaban muchas cosas. Desde entonces seguimos viéndonos porque poco tiempo después comenzamos a estudiar la Doctrina Espirita, que a mí me ha cambiado la vida.
 A través de este estudio y de experiencias personales duras he comprendido el por qué de muchas cosas y de que nosotros mismos decidimos nuestra vida, que en nosotros está la decisión y la respuesta. Estoy segura de que si cada uno leyéramos un párrafo del “Evangelio Según el Espiritismo” nos sentiríamos mucho mejor ya que te ayuda a ver las cosas con otro color, a darte cuenta de si vas por el camino equivocado, te ayuda a saber perdonar, a hacer el bien y no esperar gratificaciones, a querernos sin dar más explicaciones y sobre todo a practicar la Caridad y a tener siempre nuestro pensamiento en Dios, que es nuestro creador y el de todas las cosas. Por todo esto nos tenemos que respetar y amar los unos a los otros.

Todo esto y muchas más cosas estoy aprendiendo y tratando de comprender, con estas dos personas tan maravillosas que tienen un corazón tan grande, que a veces se les escucha latir desde fuera y que hacen el bien sin límites. Doy las gracias a Dios por conocerlos y que Él los bendiga.

Si os animáis a venir al centro espirita con nosotros seguro que os gusta porque hacemos muchas actividades y nos divertimos mucho, hacemos excursiones y aprendemos a ser más humanos.

Me siento viva. Es bueno saber dar un sentido a todo lo que nos pasa. Estudiando espiritismo encontraremos las respuestas a tantas preguntas.

Un saludo y un abrazo.

Mª Ángeles.
 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

                                 *******************


    RELATO MEDIÚMNICO DE UN MARINO


—Buenas noches en el nombre de Dios. Sabéis, hermanos, que cuando os reunís con los elevados propósitos que lo hacéis vienen a oíros y oírnos infinidad de seres del espacio que están sedientos de conocer y estudiar las inspiradas palabras que Dios pone en boca de sus hijos. Ese es el caso de esta noche.

Entre los muchos de estos hermanos que asisten esta noche hay uno que tiene algo de luz, de sabiduría y mucho de fe y entendimiento, que os suplica hagáis la caridad de oírle unos momentos, ya que lo que os quiere contar está relacionado con el estudio del poder de la intuición y la plegaria que estabais desarrollando.

—Con mucho gusto le oiremos —.

—Dios os lo pague. Dejo paso a este hermano.

—Que la luz esplendorosa del Todopoderoso os acompañe cuando divulguéis las verdades que conocéis. Nunca tienen los seres más pureza que cuando saben elevar las plegarias a Dios, ya que si en ellas han puesto todo su empeño, su voluntad, su cariño y todo su poder de luz, en esa cuantía es oída la súplica y en esa cuantía es remediado el mal que solicita amparo o perdón. Nunca se engrandece más el ser, aunque esté encarnado, que cuando se arrodilla y, mirando con su alma hacia las grandiosidades del infinito, pide al Todopoderoso, según su imaginación y modalidad religiosa, para alcanzar su perdón, su amparo o su ayuda.

Su alma se engrandece y eleva, y también eleva a los que están junto a ella, toda vez que el bien se extiende a los demás cuando se ha recibido puro y en gran cantidad. Si os cansara, decírmelo.

—Al contrario, te oímos con mucha atención —se le contesta.

—Una de mis encarnaciones en el planeta Tierra fue en el siglo pasado. Era hijo de unos pescadores de un pueblo que se llama Betanzos, en el norte de vuestra patria. Desde pequeño me entusiasmaba mirar al mar. No solamente por razón del oficio de mi padre, sino porque yo notaba, sin poder explicármelo, lo que me enamoraba y atraía aquella grandeza. Bastantes tardes, cuando a fuerza de muchos ruegos, me llevaba mi padre en la barca a pescar, para mí era un acontecimiento extraordinario. Me quedaba mirando el horizonte, donde parece ser que se besan el mar y el cielo y, sin saber explicármelo, concebía la magnitud de aquella manifestación del poder divino. Cuando veía aquel torrente de luz que procedente del astro rey se estrellaba en las embravecidas olas, mi alma se ensanchaba, se engrandecía, quería penetrar en aquellas olas y confundirme con el agua y los rayos maravillosos que producían aquel sin igual espectáculo. Cuando me quedaba en tierra tenía la costumbre de ir a sentarme sobre unos acantilados, desde donde observaba el movimiento bullicioso y elegante, podríamos decir, de las olas en su trajín eterno. Cada vez me extasiaba más mirando cuando el sol rompe la quietud del agua y los cambiantes de luz me obligaban a cerrar los ojos, porque no podían mirar tanta luz y tanta grandeza.

Cada vez más entusiasmado, comencé a estudiar en la escuela algo de cartografía, según se podía estudiar entonces. Mi padre veía en mí no un pescador, sino un marino. Muchas veces, paseando por la fina arena, cuando venía de vez en cuando a besar mis pies alguna ola tranquila, elegante y señorial, me daban intenciones de arrojarme al mar y captar en sus profundidades, de una forma más clara y patente, la obra incomparable de Dios.

—Voy a aligerar mucho mi relato porque me estoy extendiendo demasiado.

—Al contrario, nos parece muy amena tu narración. Continúa, hermano.

Por fin llegó mi hora. Un día me llevó mi padre a un puerto que llamáis La Coruña, y me enroló de grumete en un mercante australiano. Mi primer viaje —no me da pena decirlo— me entristeció un poco al ver lo pequeño que yo era y lo grande que era aquel camino inmenso e interminable que surcaba el barco. Las operaciones de los grumetes ya las conocía.

Fui poco a poco estudiando el movimiento. Me fijaba muchísimo en las maniobras marineras, y cada vez más entusiasmado, más dichoso, me consideraba feliz con mi profesión, que era la que sentía mi alma. Al cabo de algunos viajes y de algunos años llegué a mayor. La enseñanza que había adquirido me sirvió mucho. Los capitanes que veían en mí que abrazaba con toda mi alma la profesión de marino, también se esforzaban en que conociera a fondo todos los secretos de la navegación. Pasé a una escuela, donde aprendí la Cartografía marina y demás conocimientos, y, resumiendo, llegué con el tiempo, mi experiencia y mis estudios a mandar un buque. Ese buque se llamaba «La Estrella Matutina». Nuestra misión era viajar desde España a América transportando víveres y trayendo de América los productos necesarios para nuestra patria. En mi vida de capitán supe siempre comportarme fielmente con los hombres a mi órdenes. Fui caritativo y severo, siempre correcto y respetuoso con su humildad para que ellos respetaran mi rango y mi cargo en el buque.

En uno de mis viajes a América, cuando estábamos pasando las costas de Terranova, vino una niebla densísima que me obligó a subir al puente, en donde estuve siete u ocho horas examinando lo que podía examinar del horizonte, observando los aparatos, que mal decían u orientaban la dirección, atisbando en todas direcciones cualquier señal o luces, como hacen todos los capitanes en estos casos tan difíciles. Cuando más preocupado me hallaba en mis observaciones vino el contramaestre a decirme:

—Mi capitán: siento mucho tener que comunicarle una mala noticia.

— ¿Qué ocurre? —pensé en alguna vía de agua o algo grave.

—Mi capitán, es que de los 32 hombres que componen la tripulación, 22 han comido unas conservas que estaban echadas a perder y están envenenados. El médico dice que es muy difícil salvarles porque ni tenemos medios ni medicinas convenientes, ni estamos próximos a dónde conseguirlas.

Yo, hermanos de mi alma, me quedé estupefacto. El sudor brotaba de mi frente más copioso que el agua fría con que me envolvía la niebla.

Subió el médico y me dijo: «Señor capitán, los hombres se mueren. Es preciso andar más de prisa y llegar a Quebec (Canadá), donde hay un hospital y podríamos salvarles.»

Yo, mirándoles, les dije: « ¿Cómo queréis que vayamos de prisa si la niebla nos aprisiona, si el buque no puede navegar, si las máquinas están medio paradas porque tememos chocar o tropezar con un arrecife, porque vamos a lo imprevisto y la «rosa de los vientos» no señala el rumbo como debiera y la densidad de la niebla es cada vez mayor?»

Entonces, en medio de gran desesperación por la situación tan difícil en que nos encontrábamos, bajé a mi camarote (yo siempre he sido creyente, continuamente he elevado mis plegarias a JESÚS para que El, mucho más puro que yo, las elevara al Todopoderoso). Allí, con el fervor de toda mi alma, me arrodillé y fue mi plegaria la siguiente: «JESÚS mío poderoso; Ser bendito, Hijo santo predilecto del Todopoderoso, Tú que siempre has sido mi guía; en las grandes tempestades, en los terribles tifones e imponentes tornados, siempre he recurrido a Ti y has salvado a mi barco y a los hombres que han estado bajo mi amparo y dirección. ¡¡Ampárame, Jesús mío, que podamos llegar a Quebec pronto y se salven estos hombres inocentes!!»

Terminé mi plegaria, en la que puse todo mi fervor y toda mi fe...

Y sentí una voz clara, terminante, pero con una melodía divina y dichosa, que me dijo:

—Sube y da la orden de que pongan el barco a toda máquina y dile al timonel que no se alarme.

Como lo oí, hermanos de mi alma que me estáis oyendo, subí y di la orden. El contramaestre, los oficiales y los maquinistas creyeron que me había vuelto loco, porque cuando se navega con niebla, lo más fácil es chocar o encallar.

Con gran autoridad, exclamé: «He dicho a toda máquina el buque!!», grité.

Empezamos a correr vertiginosamente. El timonel me llamó, asustado: «Mi capitán, mi capitán, el timón no obedece, el rumbo lo pierde, vamos a estrellarnos!!»

Entonces le dije yo humildemente: «Calla y obedece a Quien lo lleva, que tú lo que haces es aparentemente tu trabajo.»

Pasó una hora. Atravesamos los densos bancos de niebla a toda velocidad. Pudimos llegar doce horas antes a Quebec, desembarcar los enfermos, llevarlos al hospital y, allí, ya atendidos por los médicos y con los medios y medicación adecuada, a los ocho días estaban todos a salvo. La plegaria había sido oída por el Divino JESÚS, que la había transmitido al TODOPODEROSO.

Adiós, hermanos de mi alma, y que Dios os bendiga a todos. —Gracias, hermano, nos agradaría conocer tu nombre.

—Mi nombre fue Salvio Martínez; mi buque, «La Estrella Matutina».

Desde La Otra Vida
                                                 *****************