Muchos son los que suponen que la muerte es un punto final a nuestros problemas, y otros muchos se creen privilegiados de la Infinita Bondad, por haber abrazado actitudes superficiales, en los templos religiosos.
El viaje a través del sepulcro, no obstante, nos enseño una lección grande y nueva: la de que nos hallamos indisolublemente ligados a nuestras propias obras.
Esto es el propósito de la vida, trabaja en nosotros y con nosotros, a través de todos los medios, con el fin de conducirnos a la perfección.
La prisión redentora de la carne, espera por nuestra vuelta.
Nuestros actos tejen alas de liberación o cadenas de cautiverio, para nuestra victoria o para nuestra derrota.
A nadie debemos nuestro destino, si no a nosotros mismos.
Aunque nos veamos en las ruinas de nuestras realizaciones deplorables, no debemos perder la esperanza, si Dios nuestro Padre no prescinde de la justicia para ponerse de manifiesto, esa misma justicia no se revela sin amor.
Si somos victimas de nosotros mismos, también somos beneficiarios de la Tolerancia Divina, que nos abre los santuarios de la vida física, para que sepamos expiar y resolver, restaurar y resarcir.
El pasado habla por nosotros con gritos de acreedor exigente, amontonando sobre nuestras cabezas los frutos amargos de las siembras que hicimos… De hay los desajustes y las enfermedades que nos asaltan la mente, desarticulando nuestros vehículos de manifestación.
Nadie avanza al frente sin pagar las deudas que contrajo.
¿Cómo trillar la ruta de los Ángeles, son los pies hundido en el camino de los hombres que nos acusan de nuestras faltas, obligando a nuestra memoria a sumergirse en las sombras?...
El Cielo representa una conquista, pero no una imposición.
La Ley Divina, cimentada en la justicia indefectible, funciona con absoluta igualdad para todos.
Por tal motivo, nuestra conciencia refleja las tinieblas o la luz de nuestras creaciones individuales.
La Luz, aclara nuestra vista, nos ilumina la estrada. Las tinieblas, cegándonos, nos encadenan en la cárcel de nuestros errores.
El Espíritu, en armonía con los Designios Superiores, vislumbra el horizonte próximo y camina, valeroso y sereno, con el fin de superarlo. No obstante, aquel que abusa de la voluntad y de la razón, rompiendo la corriente de las bendiciones divinas, crea la sombra en torno de si mismo, aislándose en pesadillas aflictivas, incapacitándose para continuar hacia el frente.
Aun sufriremos por mucho tiempo los efectos de las uniones con nuestros cómplices y asociados de intemperancia y desarreglo, pero, disponiendo de nuevas oportunidades de trabajo en el campo físico, nos es posible rehacer el destino, resolviendo oscuros compromisos, y sobre todo, promoviendo nuevas siembras de afecto y de dignidad, de esclarecimiento y de ascensión.
Ciñéndonos a las leyes que prevalecen en la esfera carnal, tendremos la felicidad de reencontrar viejos enemigos, que se hallan bajo el velo del temporal olvido, facilitándosenos, así, la valiosa reaproximación.
Somos espíritus endeudados, con la obligación de darlo todo a favor de nuestra propia renovación. Comencemos a articular ideas redentoras y edificantes, des ahora, favoreciendo la reconstrucción de nuestro futuro.
Dispongámonos a disculpar a los que nos ofendieron, con el sincero propósito de rogar el perdón a nuestras victimas.
Somos herederos de un pasado culpable, la esfera de las formas fisicas, simboliza la puerta de salida del infierno que hemos creado.
Pidamos y supliquemos al Señor nos conceda fuerzas para obtener la victoria. Victoria que nacerá en nosotros para lograr la comprensión. ¡Solamente, con el precio del sacrificio, en el reajuste, conseguiremos el pasaporte libertador!
Solo con el Amor que es la fuerza divina y que tomamos puro de la vida con el que el Señor nos creo, nos enredamos en pungentes laberintos, en lo tocante a la ley… Amor mal interpretado…. Mal conducido… con el inventamos el odio y el desequilibrio, la crueldad y el remordimiento, que nos sitúan indefinidamente en las sombras…
Cada uno de nosotros. Espíritus endeudados, al nacer en la carne, trasporta consigo un trozo de cielo que sueña conquistar, y un vasto manto de infierno que plasmó en si mismo. Cuando no tenemos fuerzas suficientes para continuar al encuentro del cielo que nos confiere oportunidades de ascensión, retornamos al infierno que nos fascina en la retaguardia…
Merchita (Extraído del libro Acción y Reacción)
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