Por
esta ley todos los Seres experimentamos un desgaste físico con el
paso del tiempo. Esta ley natural supone una progresiva y necesaria
destrucción de todas las formas vivas para su posterior
transformación o renacimiento en otras formas nuevas o distintas,
regenerando y renovando así su esencia.
Se
trata de un mecanismo necesario para que pueda existir y continuar
una posterior transformación y mejora de todos los seres vivos.
Todas las formas materiales vivas son pasajeras y mas o menos
efímeras, pues la muerte las termina y la vida continúa
engrandeciendo su esencia.
En
la Naturaleza esta ley se está cumpliendo continuamente mediante la
cadena alimentaria de unos seres que dependen de otros para
subsistir, manteniendo de este modo un equilibrio ecológico que a
veces puede mostrarse como la cara cruel pero necesaria de la
Naturaleza, en donde se aprecia claramente como la destrucción o
muerte es necesaria para la vida, a la que acompaña siempre. La
destrucción supone renovación con el objeto de ir mejorando los
seres vivos.
Esta
destrucción natural que supone renovación, es el complemento del
proceso evolutivo por el que es preciso morir para después renacer ,
pasando así por millones de metamorfosis.
La
vida está en constante renovación, Hasta en nuestro mismo cuerpo
aun sin percibirlo, están las células de su organismo muriendo
constantemente al tiempo que van siendo sustituidas por otras nuevas
que nacen.
El
equilibrio ecológico se produce en la Naturaleza entre los animales
de un modo instintivo, controlando los excesos de nivel de
individuos en poblaciones que así fluctúan en busca de un
equilibrio necesario entre las especies animales y vegetales.
Resulta paradójico observar como mediante la recíproca destrucción
entre dos especies, dentro de una justa y equilibrada medida, ello
conduce a la conservación recíproca de ambas especies mediante el
equilibrio ecológico de su ecosistema.
Todos los
seres vivos mantenemos los instintos de reproducción y de
conservación, lo cual preserva el Principio Inteligente que
existe en todos los seres vivos a fin de que su desarrollo
evolutivo no se vea interrumpido antes de tiempo.
Precisamente por esto, considerando la Vida como un continuo
devenir de las formas físicas dentro de un proceso de
transformación y desarrollo continuos, se comprende la
necesidad de una permanente destrucción o desgaste de esas formas
físicas para dar paso a otras nuevas.
Al
observarse en la humanidad un nivel creciente de población, se
podría creer que vamos al caos; sin embargo de alguna forma el
Creador mantiene el equilibrio natural.
En el Ser
humano de hace varios cientos o quizás miles de años, la necesidad
de destrucción era mas intensa que ahora,- sin embargo actualmente
es muchísimo mas intensa su capacidad destructora , y a pesar de
esto, en el futuro , como resultado lógico de su evolución
espiritual y moral, la Humanidad está abocada a llegar a alcanzar
un nivel superior de conciencia , por lo que su instinto destructivo
actual y su capacidad destructora, no tendrán finalmente razón de
ser y terminarán por desaparecer por completo.
Los
periodos de destrucción y regeneración a lo largo de la historia de
los pueblos y civilizaciones, se han ido alternando. Así, a cada
periodo de decadencia ,destrucción o calamidad, le han seguido a
continuación periodos de regeneración, florecimiento y prosperidad,
con grandes avances sociales e intelectuales, lo cual nos indica
como esta ley de Destrucción también ha sido a su vez una gran
colaboradora e impulsora en la evolución del Ser humano a lo largo
de los tiempos.
También
a lo largo de la Historia humana han habido muchas civilizaciones,
razas y pueblos con cierto grado de desarrollo social y humano, que
han llegado a desaparecer por completo, dando paso a otros que les
han sucedido, a veces mas atrasados en sus comienzos, pero que
conservaron como semilla de desarrollo social y como punto de
partida, algún vestigio de herencia de esa civilización perdida en
los recuerdos del pasado. Han exisido pueblos y civilizaciones ,
muchas de ellas desconocidas o que han llegado a nuestro conocimiento
bajo forma mitológica, en los que tras un periodo de crecimiento
floreciente tuvieron otro de decadencia hasta su total desaparición.
Sin embargo finalmente otros pueblos normalmente mas adelantados o
evolucionados, ocuparon posteriormente su lugar. Por la misma razón
es normal creer que algún día llegará en el que nuestra actual
civilización habrá pasado a la historia y otra nueva raza tal vez
nos haya sustituido.
- José L. Martín -
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“ Nada perece en el universo;
cuanto acontece en él no pasa de meras transformaciones.”
- Pitágoras-
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Joao Bautista Cabral |
Venza
la ansiedad
En los actuales dias que
vivimos en la Tierra con tanto progreso material, el ser humano vive
aturdido ante los graves conflictos: el miedo, la tristeza, la
depresión y la ansiedad. Esto tiene asolado a millones de personas
en todo el planeta y no son fáciles sus curas o alivio al amparo del
ser humano.
Inicialmente pretendemos ofrecer algunas definiciones
de este terrible drama:
"Ansiedad es la sensación , a veces vaga, de
que algo desagradable está a punto de suceder". El diccionario
Aurelio presenta estos conceptos: "Ansia, aflicción,
angustia....Perturbación del Espíritu causada por la incertidumbre
o por el recelo...; Ansiedad: estado afectivo caracterizado por un
sentimiento de inseguridad."
Lector amigo, observe entonces, que la ansiedad
está íntimamente ligada con las incertidumbres de la existencia en
la Tierra y en la vida espiritual, solo que son muchos los que se
afligen con lo que les podrá suceder después de la muerte.
Buda- el Iluminado- ya llamaba la atención para la
impermanencia de todo cuanto se refiere al cuerpo orgánico o al
espiritual, solo que son muchos los que se afligen con lo que les
podrá suceder. Platón, filósofo de la antigüedad, afirmaba que la
única cosaq que no cambia en el Universo es la Ley del Cambio.
Así,
por la dinámica de la Vida, en movimiento contínuo, nada permanece
estacionario. Criatura alguna, por fuerza de este movimiento
incesante, experimenta seguridad absoluta y permanente del cuerpo.
Todos estamos sujetos a cambios que pueden ocurrir en cualquier
momento. En relación a esta impermanencia y a esta inseguridad, se
comprende por qué la mayoría de los hombres vive abrazado a esa
sensación de que algo desagradable está a punto de suceder.
El ansioso crónico sufre, entre otras razones,
porque sueña en conseguir ciertos bienes y valores y sueña en
conservar siempre lo que viene a conquistar. Como no consigue todo lo
que desea, o como siente que no conservará para siempre lo
eventualmente conquistado, se angustia. Sufre con la sensación de
que no conseguirá alcanzar la meta o con la sensación de que en
cualquier momento perderá lo poco que conquistó!
,Se puede pues, decir entonces que la ansiedad es una
perturbación del espíritu causada por la incertidumbre o por el recelo.
Los estudiosos hacen una distinción importante entre el miedo y la
ansiedad; en cuanto el miedo es a la reacción al peligro externo y
real, la ansiedad significa"una expresión de conflictos
internos, la mayoría de las veces, inconsciente".
La ansiedad puede ser considerada normal o
patológica. La ansiedadnormal es aquella en la que el indivíduo
presentará las manifdestaciones psíquicas o físicas en intensidad
leve o moderada, no frecuentes y con una duraci-on limitada de
tiempo. La ansiedad será patológica siempre que las
manifestaciones psíquicas mencionadas se presenten a un nivel
acentuado, inaceptable. Traerá inclusive , maleficios para la
económia oránica, En este grado, la ansiedad solamente perturba y
perjudica.
El rencor y el resentimiento son otra enfermedad del
alma. La cura del rencor exige una reforma íntima profunda. Aquellos
que lo conservan, enferman, no solo no solo espiritual, sino
físicamente. La mejor terapia es la del perdón, no solo de palabras
sino sobre todo, del olvido del mal recibido.
La depresión es también una dolencia del alma y
está vinculada la mayor parte de las veces, al presente y al pasado
del Espíritu que vivió equivocado y contrarió esta u otras
vivencias anteriores a la conciencia de culpa. ¿Cómo vamos nosotros
a curar esas graves dolencias?. El Espiritismo,ampliando las
enseñanzas morales del mensaje de Jesús para los tiempos actuales,
nos ofrece alguna sugerencia?. Vamos a seguir algunas reglas que
pueden cambiar su vida:
1.-
Haga el bien a sí mismo y a sus semejantes;
2.-
Confíe en Dios, planee una vida y hágala.
3.-
Ame a su familia procurando mejorar sus relaciones familiares
4.-Aprenda
a dominar sus emociones
5.-
Sea Vd. Su psicoterapeuta descubriendo sus virtudes.
6.-Sea
competente planeando sus acciones.
7.-Vaya
más allá del bienestar material pensando en los valores de la
educación
del Espíritu.
8.-
Crézcase ante los obstáculos.
9.-
Viva bien con todos.
10.-
Cuide con celo de su cuerpo, pero principalmente, de la iluminación
interior.
...)
Creer en un Dios Todopoderoso, soberanamente justo y bueno;
creer en al alma y en su inmortalidad; en la preexistencia del alma
como única justificación del presente; en la pluralidad de
existencias como medio de expiación, de reparación y adelanto
intelectual y moral; en la perfectibilidad de seres más imperfectos;
en la felicidad creciente con la perfección; en la equitativa
remuneración del bien y del mal, según el principio: “a cada cual
según sus obras”; en la igualdad de la justicia para todos,
sin excepciones, favores ni privilegios para ninguna criatura; en la
duración de la expiación limitada a las imperfecciones; en el libre
arbitrio del hombre, que le deja siempre escoger entre el bien y el
mal; creer en la continuidad de las relaciones entre el mundo visible
y el mundo invisible; en la solidaridad que religa a todos los seres
pasados, presentes y futuros, encarnados y desencarnados; considerar
la vida terrestre como transitoria y una de las fases de la vida del
Espíritu, que es eterno; aceptar valerosamente las pruebas, en vista
de un futuro más deseable que el presente; practicar la caridad en
pensamiento, en palabras y obras en las más amplia acepción del
término; esforzarse cada día para ser mejor que en la víspera,
extirpando toda imperfección de su alma; someter todas las creencias
al control del libre examen y de la razón, y no aceptar nada por la
fe ciega; respetar todas las creencias sinceras, por más
irracionales que nos parezcan, y no violentar la conciencia de nadie;
ver, en fin, los descubrimiento de la Ciencia, la revelación
de las leyes de la Naturaleza, que son las leyes de Dios: ese es el
Credo, la religión del Espiritismo, religión que puede conciliarse
con todos los cultos, esto es, con todas las maneras de adorar a
Dios. Es el lazo que debe unir a todos los espíritas en una santa
comunión de pensamientos, esperando que una a todos los hombres
sobre la bandera de la fraternidad universal.
Con
la fraternidad, hija de la caridad, los hombres vivirán en paz y se
evitarán males innumerables, que nacen de la discordia, a su vez
hija del orgullo, del egoísmo, de la ambición, de la envidia y de
todas las imperfecciones de la Humanidad.
El
Espiritismo da a los hombres todo lo que es preciso para su felicidad
aquí en la Tierra, porque les enseña a contentarse con lo que
tienen.
Que los espíritas sean, pues, los primeros en aprovechar los
beneficios que el les trae, y que inauguren entre sí el reino de la
armonía, que resplandecerá en las generaciones futuras.
Los
Espíritus que nos acompañan aquí son innumerables, atraídos
por el objetivo que nos propusimos al reunirnos, a fin de dar a
nuestros pensamientos la fuerza que nace de la unión. Ofrezcamos a
los que nos son caros un buen recuerdo, y la garantía de nuestro
afecto, coraje y consuelos a los que de ello necesiten. Hagamos de
modo que cada uno recoja su parte de los sentimientos de caridad
benevolente de que estuviéremos animados, y que esta reunión
de los frutos que todos tienen derecho a esperar.
Allan
Kardec
(Últimos
cuatro párrafos. Extractado de Revista Espírita, diciembre de 1868)
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LA HUMILDAD DE SER HOMBRE
JOSE SANCHEZ JIMENEZ
La vida es el gran maestro del hombre, y como gran maestro, pone a disposición de todos sus discípulos, su inagotable capacidad de sabiduría.
De él recibimos cada día, cada momento, una lección para nuestro aprendizaje en el gran oficio de ser hombre humilde.
Se extienden estas lecciones a todos los órdenes de la vida, pero principalmente, son las lecciones de observación, de percepción, de sensibilidad. Y, no podemos sacar buen provecho de ellas si no somos buenos y atentos observadores, perceptores y sensibles a todo cuanto nos rodea. Porque, si no observamos, no percibimos, y si no percibimos no sentimos, y sin sentimiento, la vida no tendría sentido.
Queda bien probado este hecho, no ya en el sentimiento que posee todo ser humano, por ser un ser racional, sino en el profundo sentimiento que existe en todo ser irracional o animal por feroz que éste sea. Es decir, que el sentimiento es fundamento primordial para el progreso humano.
Por eso, las lecciones más importantes que nos hace aprender el sabio maestro, que es la vida primero que ninguna, son las del sentimiento, porque es la que más falta nos hace para nuestra completa y mejor formación de hombre.
Para desgracia de todos, son éstas las lecciones menos asimiladas, menos percibidas por la generalidad de los hombres; son las que pasan constantemente junto a nosotros sin fijar en ellas los ojos de la sensibilidad que son los que recogen con mayor exactitud las realidades de la vida.
Por el contrario, las lecciones captadas con los ojos de la cara, con los ojos materiales, dejan mayor impresión en nosotros y somos arrastrados por ellas porque éstas suelen ser de mayor agrado a los apetitos, deseos o pasiones del cuerpo.
Por otra parte también recibimos en la vida las llamadas lecciones intelectuales y técnicas. Para mi concepto, éstas son el complemento de las anteriores. No obstante las anteponemos a ellas en la creencia de que las lecciones intelectuales son las principales y más importantes para el progreso del hombre.
Si como progreso entendemos solamente los conocimientos que se adquieren por el estudio de las ciencias y las artes, desde luego que sí; pero, si el conocimiento de la ciencia lo entendemos como complemento del progreso del hombre que ya de por sí es ciencia, sabiduría y entendimiento en su forma espiritual según la elevación adquirida por cada cual, llegaremos a la lógica conclusión de que el hombre progresa porque es causa y no efecto de la ciencia; porque es espíritu antes que materia.
Soy de los convencidos de que en el fondo de cada ser humano existe una gran porción de bondad, de predisposición a lo bueno, a lo razonable, a lo justo, ya que el ser esencial es el espíritu y éste procede de la inmaculada fuente del bien; pero al mismo tiempo, también lo estoy de que la mayoría de los seres humanos hacemos poco aprecio, poco uso de esas virtudes, porque tenemos la creencia de que no son agradables, que no satisfacen las necesidades del cuerpo.
Esta creencia es el producto de un error, y, como todas las cosas, tiene su causa en el desconocimiento de los placeres espirituales, producidos por la admiración de las cosas con los ojos del espíritu, que son los que nos trasmiten dichos placeres a través del sistema nervioso que es conductor de los placeres espirituales y materiales a la vez; pero en esta transmisión nos cabe a cada cual la obligación de distinguir estas sensaciones, estos placeres, porque el cuerpo material precisa y siente necesidades y placeres totalmente distintos a los placeres y necesidades del espíritu.
Por conducto del sistema nervioso, nos damos cuenta de la necesidad de comer, beber, dormir; sentimos el frío, el calor, el dolor y las sensaciones de agrado o desagrado que percibimos por el paladar, el olfato o la vista. De todas estas sensaciones rechazamos las que no nos agradan y nos quedamos con las que nos agradan.
Pues, exactamente igual ocurre con las sensaciones espirituales, las recibimos a través de los nervios, éstos nos las transmiten al corazón y este las pasa al cerebro, que es el encargado, valiéndose de la inteligencia, que no tiene forma material, de transformarlas en acciones y obras. En la realización de esas obras y acciones está la parte directamente responsable del hombre. Por ellas, por las obras y acciones que realizamos, queda reflejado y comprobado quienes somos, porque con ellas demostramos si somos modestos u orgullosos; si somos sinceros o hipócritas; si leales o falsos; si tolerantes o intransigentes; si bondadosos o egoístas, virtudes y defectos adheridos al hombre como la sombra al cuerpo, y que le acusa como un severo fiscal que posee todas las pruebas acusatorias.
El hombre no quiere darse cuenta de este peso acusatorio, que, a través de los años de cada cual, se van acumulando y forman un pesado legajo en nuestra conciencia, cuyo peso no nos deja vivir tranquilamente, los que llamamos últimos días de nuestra vida porque los años juveniles los pasamos con más irresponsabilidad, por lo que cometemos mayores desaciertos, ya que todas las cosas las vemos de color de rosa y las basamos en ilusiones vanas.
Cuando los años han pasado sobre nosotros y vemos la vejez acercarse, es cuando nos quisiéramos descargar del peso de nuestros errores, del peso de nuestras culpas. Por esta razón es por lo que el resto de la existencia la pasamos intranquilamente, en la mayoría de los casos, deseando que la muerte nos alivie de dicho peso. El deseo de morir es el mayor error que podemos cometer en nuestra vida, ya que la muerte es continuación y no fin de la existencia, y con ella no descansamos, sino que continuamos la marcha emprendida hacia nuestra propia regeneración, nuestra propia elevación y salvación.
Para llegar al punto de salvación no hay otros medios y procedimientos más sencillos y prácticos que los imperecederos que el gran maestro Jesús enseñó en el sermón de la montaña: «Amaos los unos a los otros y no quieras para otro lo que no quieras para ti.
Son estas palabras sencillas, pero profundas y sabias. Por su sencillez pueden penetrar en todos los corazones y cerebros humanos, por su filosófica sabiduría son insustituibles como procedimiento de salvación y convivencia humana.
En todos los tiempos han aparecido muchas doctrinas filosóficas con los sanos propósitos de redención y emancipación de la sociedad, pero ninguna, hasta hoy, ha conseguido su propósito de imponerse, ni tampoco el de eliminar aquella fértil semilla sembrada en el huerto del olivo, sino que, por el contrario, se van eliminando unas a otras a medida que los hombres van comprobando sus fracasos, y. las reponen o cambian por otras que pronto terminan también por agotarse o desaparecer, y, así, de esta manera ininterrumpida y errónea van los hombres desgastando sus fuerzas físicas, morales y espirituales, sin conseguir un resultado positivo que libre a la humanidad del peligro de destrucción que sobre ella se cierne.
Tiene el hombre en sus manos el poderoso instrumento de salvación contra ese peligro, pero el hombre cierra los ojos y no quiere verlo; no quiere ver que ser hombre es cosa humilde; no quiere admitir que mientras no emplee el arma de la humildad y no el de la soberbia y el egoísmo no puede haber paz ni seguridad en los bienes ni en las almas; no quiere comprender ni conocer que lo más grande, sabio y poderoso es saber valorar la humildad de ser hombre ante Dios, ante los demás hombres y ante sí mismo.
Humildad ante Dios como prueba del conocimiento de su sabiduría, de su justicia, de su amor, de su infalibilidad, de su omnipotencia; humildad ante los demás hombres en prueba del reconocimiento de que todos somos hermanos eternos y como tales nos debemos un recíproco amor, sin el cual no existe la forma de convivencia humana de la que tanto se habla ahora; y, humildad ante uno mismo, como prueba de conformidad de nuestra condición de hombres, que reconocemos la soberanía de las LEYES DIVINAS y nos encontramos dispuestos a cumplirlas, como único medio de salvación y felicidad humana.
Tiene el hombre en sus manos el poderoso instrumento de salvación contra ese peligro, pero el hombre cierra los ojos y no quiere verlo; no quiere ver que ser hombre es cosa humilde; no quiere admitir que mientras no emplee el arma de la humildad y no el de la soberbia y el egoísmo no puede haber paz ni seguridad en los bienes ni en las almas; no quiere comprender ni conocer que lo más grande, sabio y poderoso es saber valorar la humildad de ser hombre ante Dios, ante los demás hombres y ante sí mismo.
Humildad ante Dios como prueba del conocimiento de su sabiduría, de su justicia, de su amor, de su infalibilidad, de su omnipotencia; humildad ante los demás hombres en prueba del reconocimiento de que todos somos hermanos eternos y como tales nos debemos un recíproco amor, sin el cual no existe la forma de convivencia humana de la que tanto se habla ahora; y, humildad ante uno mismo, como prueba de conformidad de nuestra condición de hombres, que reconocemos la soberanía de las LEYES DIVINAS y nos encontramos dispuestos a cumplirlas, como único medio de salvación y felicidad humana.
Tomado del Congreso Nacional de Espiritismo 1981
Publicación De La Asociación Parapsicològica Villenense
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