Ser totalmente conscientes de la realidad espírita nos ofrece vastos campos de aprendizaje y de crecimiento pero al mismo tiempo nos entraña una inquietud permanente. Sólo por el trabajo y el esfuerzo en la reforma moral encontraremos la paz del alma, fuente verdadera de felicidad, que podremos atisbar desde esta misma encarnación.
Estar en el mundo sin ser del mundo es una fuerte propuesta que Jesucristo nos hizo para la cual necesitaremos dar primacía en nuestras 24 horas diarias al trabajo en el bien en detrimento del trabajo por nuestro enriquecimiento o por la egoísta actitud de dedicarnos en exclusiva a nosotros mismos.
Como trabajadores de la última hora los espíritas habremos de limar las asperezas de la ignorancia que nos rodea.
La lima que está en nuestras manos es el conocimiento de la Doctrina Espírita que debemos ampliar con método en el estudio recogido y en el centro espírita.
Pasar la lima de la verdad por la sociedad es convertirnos en vivos reflejos de los principios morales en nuestros actos y actitudes. Es también contribuir, en nuestras posibilidades, con la divulgación de los principios espíritas.
Porque la necesidad mayor de los que nos rodean , en nuestro andar cotidiano, no está en el hambre o en las necesidades materiales. La mayor caridad que podemos hacer será la de llevar el gran Consolador, la nueva revelación, poniendo nuestras manos, nuestros corazones y nuestro empeño en colocar al Espiritismo al acceso de todos. Porque los males que nos rodean son internos, las necesidades son morales y las grandes luchas y crisis se encuentran en el dolor, la rebeldía, la incomprensión ante las pruebas y expiaciones que en este planeta aún inferior tocan a cada uno.
La eutanasia podría ser una lógica decisión para aquel que no sabe que después continúan los problemas que precisamente estaba solucionando con la prueba que le había sido impuesta o él mismo había elegido antes de encarnar.
Pero la eutanasia no deja por ello de ser un grave crimen con dolorosas consecuencias. Pretendiendo salir del dolor se contraen nuevos débitos para sufrimientos futuros.
Christopher Reeve, que entró en la inmortallidad del cine como Supermán, justificó que los verdaderos supermanes no se encuentran en la gran pantalla sino entre aquellos que sufren con resignación, buen ánimo y esperanza en las dificultades de la vida.
Loor a todos aquellos que demuestran día a día que la importancia de la vida no está limitada a poder mover unas piernas o unos brazos sino en trasladar la mente y el espíritu a los planos que se deseen.
Reproducido de la editorial de la revista FEE
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