Caridad material y caridad moral
La caridad según el apóstol Pablo, expresando amor cristiano, debe abarcar todas las manifestaciones de nuestra vida.
No existe en ningún tópico de la literatura mundial figura más expresiva que la del samaritano generoso, presentado por Jesús para definir la psicología de la caridad.
“Amar al prójimo como a sí mismo, hacer a los otros lo mismo que nos gustaría hiciesen con nosotros, es la expresión más completa de la caridad, porque resume todos los deberes para definir la psicología de la caridad.
La caridad espiritual es aquella que, para ser practicada, no reclama la existencia de cosa alguna que represente valor material entre los hombres, y la caridad material es la que se traduce por la dadiva representativa de algún valor.
En los seres atrasados, la caridad se muestra en un estado de preludio, bajo el punto de vista intelectual y moral, ya que apenas comienza a esbozarse algún sentimiento noble y elevado, y ellos apenas lo perciben.
El preludio de la caridad moral se expresa por la limosna, limosna que la mayoría de las veces es dada más para satisfacer la propia vanidad que por aliviar la suerte del desgraciado. Cuando la caridad está en el ser en sus primeros grados, escasean en ella los sentimientos elevados, capaces de revelarse conscientemente.
No se puede condenar alguna cosa que pueda dar un buen fruto, en mayor o menor cantidad, aunque parezca malo el árbol que lo produce. Por muy malo que parezca el ama humana llegará a ser buena, condición, que se dará gradualmente. Cada uno expresa sus sentimientos buenos de la forma que puede, el cual es de la forma que corresponde al plano de conciencia en el que se halla.
La limosna, bajo la más imperfecta forma, y todos los sentimientos buenos expresados de forma más grosera, son preludios de la caridad.
La caridad, cualquiera que sea la forma por la que se exprese, debe tener siempre por efecto estrechar los lazos de afecto humano, de la fraternidad entre las almas.
La caridad triunfa siempre en los individuos y en las masas, por más que los miopes de entendimiento no lo sepan comprender. Los más opuestos sentimientos contribuyen para que ella triunfe; los hechos más contradictorios conducen a la misma finalidad; cualquier episodio, acontecimiento, o acto, en la que intervengan las criaturas humanas, o sean por ellas presenciado, facilitan la solución del problema, haciendo que triunfe la caridad.
El Bien y la caridad son una misma cosa, donde se piensa en el Bien, por débil que sea el pensamiento, esto es caridad abriendo paso, saturando, en la medida de lo posible, amorosamente, el corazón y la mente de los que actúan.
La caridad y el sentimiento del Bien que es una misma cosa, se desenvuelven igualmente en las masas, como en los individuos. Primero en los individuos, después en las masas, porque las características de estas siempre proceden de su composición. Hay caridad en el hablar y oír, impedir y favorecer, olvidar y recordar. Tiempo vendrá en que la boca, los oídos y los pies serán aliados de las manos fraternas en los servicios del bien supremo.
No es con palabras como se obtiene que el Bien triunfe, es con hechos correspondientes a ideas de cuño divino, cuando los postulados morales, se repitan menos con los labios, y más se cristalicen en la acción de todos, estará próximo la solución del problema de la caridad, la apoteosis de esta excelsa virtud, su definitivo triunfo en la Tierra, el cual marcará el momento feliz de iniciarse en ella el reinado de Jesús, profetizado desde los tiempos evangelicos.
La parábola del samaritano, es un poema de la más profunda psicología del Maestro hacia la Humanidad, que después de oírla conscientemente , nunca más podrá ser la misma, tornándose necesario a cada individuo atender al mandato: “Entonces, ve, dijo Jesús, y haz lo mismo:
Ayudar es auxiliarse, libertar es la forma noble de tornarse libre.
Trabajo realizado por Merchita
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