La crisis de la muerte
Ernesto Bozzano |
Los casos que hasta aquí he contado son de difuntos que se encontraron en las diversas regiones, o estados, del plano astral, por la ley de afinidad, gravitan y permanecen, por lo que parece, durante cierto periodo de tiempo más o menos largo, todos los espiritus que vivieron en la Tierra de manera moralmente normal. Me resta narrar algunos casos en que se encuentren narrados los acontecimientos por los que pasan, durante y después de la crisis de la muerte, los Espíritus réprobos, obligados a gravitar, por la ley de afinidad, en las esferas de sufrimiento, correspondiente al infierno de los cristianos; infierno, bien entendido, sin torturas fisicas y donde los sufrimientos morales no serian eternos, sino transitorios. Debo, sin embargo, aclarar que no llegué a encontrar un solo ejemplo de difunto caído en las esferas infernales, que haya venido a transmitir mediúmnicamente la narración de su triste aventura.
El caso, sin embargo, se figura muy explicable, puesto que las relaciones mediumnicas con entidades existentes en las más bajas esferas de sufrimiento, parece que no se verifican con frecuencia; tal vez incluso no se verifiquen. Se conocen, así, las condiciones de esas esferas, por las descripciones que numerosas personalidades mediúmnicas han hecho.
Por lo que toca a los Espíritus que se encuentran en las esferas de sufrimiento intermediarias y poco inferiores al plano astral, observaré que algunas de ellas han descrito las vicisitudes de su entrada en el medio espiritual. De entre esos, puede señalarse el caso, ya ahora famoso, del escritor ingles Oscar Wilde, con el que ya me ocupe largamente, en esta revista (marzo y abril de 1926). Otro caso interesante es el de un ingles de familia noble, muerto a consecuencia de un accidente, después de una corta existencia de perversiones, pero no era naturalmente malo. Este se manifestó sucesivamente por la mediumnidad de Miss Aimee Earle y de Miss Florence Dismore y la historia de esas manifestaciones merece ser resumida.
Miss Aimee Earle es médium psicográfica y clarividente. Cierto día, en que estaba para escuchar un poco de música, que su amiga Florence Dismore tocaba al piano, tuvo la primera visión de un mozo moreno. Al día siguiente, estando las dos amigas juntas para leer y comentar una lectura espiritualista, Miss Earle vio aparecer al lado el mismo fantasma y entablar conversación con ella. Miss Florence Dismore describió de la manera siguiente ese primer encuentro:
Comenzó el por interrogarla acerca de las afirmaciones contenidas en el texto que las dos mozas se entretenían en leer y cuyo propósito pondero: ¡Más, yo no estoy muerto, puesto que estoy aquí! – El Espíritu guía de Miss Earle, vigilante, se hallaba también a su lado, conservándose invisible para el otro Espíritu, aconsejo a la médium que no respondiese a las preguntas de este último y continuase leyendo el libro. Ella obedeció y, terminada la lectura, el mozo moreno fue conducido a alguna parte, por sus guías espirituales.
En resumen: los Espíritus guías lo habían traído a la presencia de las dos mediúms, por lo que parece ser, para lograr convencerlo de que había muerto y se hallaba en el mundo espiritual. Comenzaban así su redención que, dotado el como estaba de aptitudes especiales, debía operarse, narrando su historia por aquellas mediúms, a titulo de edificación moral y espiritual, en provecho de los vivos. El no tardó, en efecto, en manifestarse spicograficamente por Miss Earle, comunicándole que tenía la misión de decirle la historia de su vida, lo que pasó luego a hacer. Miss Earle, cuyos días estaban ocupados por sus obligaciones profesionales, reconoció no disponer del tiempo necesario para recibir el dictado metódico de una exposición completa. Por eso, después del recibimiento de los tres primeros mensajes, decidió, de acuerdo con el Espíritu que se comunicaba, que este continuara dictando su historia a Miss Florence Dismore. Fue lo que se hizo, hasta que la exposición se terminó.
Esa obra trae el titulo: The Progression ot Marmaduke. El Espíritu relata en ella su historia mundana, las circunstancias de su muerte, los remordimientos que lo asaltaron después de su fallecimiento, la generosa intervención de un amigo muerto, que él, cuando estaba vivo, ofendió gravementemente, y las consecuencias de su arrepentimiento le abrieron el camino de la redención.
Si bien ese Espíritu se demoró poco en tratar la crisis de la muerte, con todo, no habiendo a mi disposición otros casos del mismo genero, me decido a reproducir lo poco que él dice al respecto. Es como empieza su mensaje, dictado a Miss A. Earle.
¡Que de cosas he de olvidar en la nueva existencia! ¡Cuantas! ¡Cuantas! ¿Más, como ha de hacer la criatura para redimirse? Es demasiado tarde para mí. Entretanto, tengo a mí alrededor Espíritus generosos, que me animan, abriéndome el corazón a la esperanza de que un día también para mi se realizara la visión espiritual y audición de las armonías celestes. En todo caso, ya no me siento egoísta y experimento viva simpatía por los otros. Me aplicaron el tratamiento que me convenía: enérgico, más necesario…
Estando yo vivo, un segundo me bastó para darme la muerte. Me hallaba recostado en la montaña en una ladera rocosa. Un bloque se desprendió allí de lo alto y me aplasto la cabeza, tornándome irreconocible el semblante. Me reconocieron únicamente por los papeles que llevaba en mi cartera.
Eso fue obra de un instante. Me vi de un golpe, sumergido en las más profundas tinieblas. Procure, tanteando, caminar a través de la oscuridad. No veía ninguna luz; al rededor. Mortal silencio: era una situación terrorífica. Me parecía, algunas veces, divisar a lo lejos una claridad y percibir sonidos musicales. ¿que significaban estos? Sentía que iba a enloquecer y luchaba contra lo desconocido como un hombre de vueltas con el vacio.
Al final, agotado, caí al suelo, en una crisis espantosa e indescriptible depresión moral. Maldecía a Dios y al género humano. ¡Quería morir y no podía!... ¡Me hallé, enseguida, no se como, junto a la montaña rocosa, donde se hallaba extendido mi cuerpo y lo vi! Trate de levantarlo, de resucitar, más me tuve que apartar, repelido por el hedor que se desprendía de él. Me hallaba en un extraño e incoherente estado del alma: no podía comprender donde me encontraba, ni lo que pasaba. Me vino la idea de que estaba loco; después, fui presa de horrenda pesadilla, de la cual precisaba librarme lo más prontamente posible. La idea, de que estaba muerto jamás me acudió al Espíritu.
Ignoro durante cuanto tiempo estuve errante por entre aquellos peñascos. Más, un día, finalmente, mi locura llegó a una fase inesperada: me hallé en un medio familiar, del cual participaba, sin embargo sin conocer a las personas que veía. Como quiera que sea, estaba allá y no me podía ir. La primera vez, oí música tocada al piano. La segunda, oí la lectura de un libro y las conversaciones que le siguieron después, que me hicieron saber que las dos señoras que allí estaban tenían conocimiento no solo de mi presencia, sino del móvil de mi carácter.
Se trataba de la circunstancia, mencionada antes, en que los guías del mozo moreno, que él, más allá, no percibía, y lo condujeron junto a las dos mediúms.
Escuché atentamente y aprendí que aquellas dos damas acreditaban que el hombre posee un Espíritu, que sobrevive a la muerte del cuerpo. Pensé: ¡Que absurdo! Más, de repente, alguien me esclareció el Espíritu, transmitiéndome la verdad, de cuánto me decía al respecto: ¡Yo entonces estaba muerto! ¿Más, en ese caso, donde me hallaba? ¿Qué había sido de mi? Desde que me convencí de que estaba muerto, las cosas cambiaron. Me vi rodeado de Espíritus que parecían deseosos de asistirme… No podéis haceros una idea de lo que significaba para mí ese cambio. Dije: Estoy confuso y desorientado. ¡Me juzgaba loco, más estoy muerto! Muerto únicamente para el mundo material, de la visión física, de la audición física; más vivo, sin embargo, más que nunca para el mundo espiritual, con una visión y audición espiritual. Tú te encuentras en otro mundo de existencia: es todo. También nosotros tuvimos que pasar por nuestras crisis, antes de acomodarnos en nuestro mundo. Desde que te interesas de las condiciones que te encuentras, empezarás a progresar para la redención…
Con gran sorpresa mía, fuí informado de que esa asamblea de Espíritus se reunía para venir en mi auxilio y que eso se daba por efecto de la solicitación de uno de mis amigos de otros tiempos. Cuan lejos estaba yo de imaginar quien era ese amigo generoso. Me dijeron que me tocaba entrar de nuevo, por algún tiempo, en el medio horrible donde me habían arrojado; mas que un rayo de luz iba a penetrar en las tinieblas que me rodeaban, mientras tanto, desde que un rayo de luz penetra en un alma, nunca más se apaga: ese rayo de luz iba a brillar para mi como estrella de esperanza, que al final me haría guiar para salir de las tinieblas y caminar para la luz.
Poco después, me hallé en el mismo medio que antes, mas una pálida luz brillaba a mi lado y se torno mi estrella polar. Cuando la contemplaba, poseído de un deseo vivo, más intenso se le tornaba la luminosidad. Se mostraba, ahora a mi derecha, ahora a mi izquierda, sin embargo nunca se apagaba. No me seria posible calcular el tiempo que pase en esas tinieblas, atenuadas por un rayo de esperanzas…
Dudo ahora en proseguir la narrativa de los acontecimientos por lo que paso mi alma.
La magnanimidad de otro – absolutamente digno de Jesús de Nazaret – precipita mi Espíritu en el abismo del remordimiento. Mi iniquidad se yergue ante mi, como un fantasma perseguidor, proclamándome el más miserable de los pecadores. Entre tanto debo continuar, pues mi narración tiene que dar una pálida idea del poder del Amor en el medio espiritual. No existe más que una sola ley: el Amor, que es Perdón; el Perdón, que es Amor. En fin, voy a darme prisa en confesar. ¡Perdóname, pudieras! En cuanto a mi, no puedo. Me siento desfallecer. Aquel que me supo perdonar es el más sublime de los hombres, sin embargo su generosidad me destroza el corazón y la iniquidad de mi falta se levanta, monstruosa, ante mí. ¡El amigo que tenia cuando estaba vivo, que abandone a su destino, que reduje a ser un proscrito de la sociedad, fue quien reunió ese grupo de Espíritus para asistirme!... Vi que esos mismos Espíritus abrían paso a otro espíritu que se dirigía hacia mí, sonriendo. Lo miré atentamente. ¡Era el! ¡Asombroso! ¡El amigo que yo traicioné! Me extendió el brazo. Oculte mi rostro avergonzado, en su pecho, para sentirme más saturado de sus pensamientos de perdón y piedad… ¡Paro! ¡Paro! Basta por hoy...
Interrumpo aquí, las citaciones, a fin de no salirme del tema que me propuse.
Conforme lo enseña el caso por encima, que concuerda con los otros del mismo genero, los sufrimientos expiatorios, que atañen a los réprobos, serian principalmente, de naturaleza moral; consistirían, primeramente, en todo suerte de recuerdos y de deseos insatisfechos e imposibles de dar satisfacción; después, toda suerte de remordimientos dilacerantes. Parece igualmente que, cuando para un Espíritu reprobó comienza la crisis de los remordimientos, ha dado el primer paso en el camino de su redención. De esta crisis, larga y a veces terrible, no podría, en efecto, quien quiera que sea, eximir al Espíritu, visto que solamente pasando por ella, llega su cuerpo a ser etéreo, lo que nos enseñan los Espíritus – a librarse de los fluidos impuros, de los que se lleno y cargó, fluidos impuros que sobre el se acumularon, a consecuencia de la repercusión vibratoria que sobre su organismo muy delicado ejerció su proceder despreciable o indigno, en el transcurso de la existencia terrestre. Y, del mismo modo que esos fluidos impuros había fatalmente – por virtud de la ley de afinidad – obligado al Espíritu a gravitar para las regiones infernales, también, en consecuencia de la purificación operada por la crisis de los remordimientos, su cuerpo etéreo, tornado más leve, se elevaría y gravitaría, siempre de acuerdo con la ley de afinidad – para la esfera espiritual inmediatamente superior.
En cuanto a los Espíritu réprobos endurecidos en el mal, incapaces de sentir remordimiento, permanecerán en la región infernal, inmersos en tinieblas más o menos profundas, las más de las veces en soledad, muchas veces en compañía de otros Espíritus de la misma categoría, hasta que la hora del arrepentimiento también para ellos suene, y que solo se da después de siglos, según las revelaciones; más que, al final, suena para todos, pues ni los propios Espíritu réprobos están abandonados a si mismos, sin embargo, si, asistidos y socorridos por Espíritus misioneros, propuestos para esa obra.
En el caso que acabamos de tratar, se ve que el Espíritu afirma ignorar el tiempo que estuvo errante en las tinieblas y en el aislamiento. Hace notar que, en el mundo de los vivos, la misma cosa se da con los pacientes hipnóticos puestos en estado de sonambulismo vigilado, para los cuales el tiempo deja de existir. Por eso es que responden al experimentador, cuando este los despierta al cabo de veinticuatro horas, que durmieron un minuto. En una de mis obras anteriores, referente a los fenómenos de obsesión, cite el caso de un Espíritu obsesante, al cual el Doctor Wickland pregunta en que año supone el estar y que responde: se muy bien que estamos en 1902. Estaba en 1919. Más, el hombre murió en 1902 y errara en las tiniebla durante diecisiete años, juzgando estar en aquella situación solo penas algunos días.
Con relación a la concordancia episódica a señalar en el caso que nos ocupa, consideradas en confrontación con otros casos citados procedentemente, no pueden dejar de ser muy limitadas, por tratarse de entidades de difuntos que se hallan en medios espirituales diferentes. Señalaré, todavía, las concordancias relativas a los detalles fundamentales de costumbre: el Espíritu no tiene conciencia de estar muerto; se halla con forma humana en el mundo espiritual; no percibiendo la presencia de los Espíritus que le son jerárquicamente superiores y que por él velan y lo guían, en su rebeldía.
En cuanto al detalle enteramente capital, concerniente al poder creador del pensamiento en el medio espiritual, anotaré que el Espíritu alude a eso muchas veces en sus mensajes, acrecentando detalles interesantes, lo que lleva a extraer algunos pasajes más del texto.
Se expresa, asi:
En el mundo espiritual el pensamiento lo es todo – lo que no se da en el mundo espiritual de los vivos- nos comunicamos entre nosotros por el pensamiento, es por la fuerza del pensamiento, combinada con la voluntad, como podemos crear todas las cosas de que tenemos necesidad. Para utilizar esta fuerza del pensamiento, no basta que pensemos en el objeto que deseamos. Es precisa una concentración firme del pensamiento sobre ese objeto, pensando en todos sus detalles. Por ejemplo, si pensáramos en una túnica blanca, podríamos crearla en su más simple forma; sin embargo, si quisiéramos producirla de forma especial, de color especial, con un determinado diseño, precisaremos fijar el pensamiento en cada uno de esos detalles, según la manera por que queremos se presenten en la túnica. Del mismo modo, si quisiéramos crear por el pensamiento una pintura – por ejemplo, la reproducción de un paisaje, debemos concebirlo en el Espíritu con la mayor nitidez. Es por eso que, ejercitándose en las creaciones del pensamiento, los Espíritus llegan a pensar con una nitidez cada vez mayor y concentrar la voluntad con una eficacia siempre más importante. El hecho es muy útil, pues en el mundo espiritual también hay gran necesidad de pensar con claridad….
Ernesto Bozzano
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