Tras algunos días de ausencia en la publicación de nuevos trabajos en este blog, de nuevo proseguimos con la tarea divulgativa. El motivo fue la ausencia de mi domicilio sin tener cobertura para poderme conectar, por lo cual les pido disculpas.
La vida es la armonía de los movimientos, resultante de los cambios incesantes en el seno de la naturaleza visible e invisible. Su manutención depende de la actividad de todos los mundos y de todos los seres.
La vida física es una experiencia iluminadora en la que se enfrentan innumerables desafíos, en su proceso de crecimiento, exigiendo esfuerzos bien dirigidos, con el fin de solucionarlos.
Formamos una gran familia, en la sublime familia universal, un equipo de espíritus afines. Vinculados unos a otros desde el instante divino en que fuimos creados por Dios, nuestro excelso Padre, venimos trabajando a jornal de penosas contribuciones de sufrimientos, en cuyas experiencias, poco a poco, colocamos los cimientos de seguridad para expresivas construcciones…
Errando repetimos la tarea, tantas veces como se nos hagan imprescindibles para la fijación de las lecciones superiores en lo recóndito del espíritu necesitado.
Cada individualidad, en la prueba, como en la redención, como en la gloria divina, tiene una función definida de trabajo y elevación de sus propios valores. Los que aprendieron los bienes de la vida y cuantos los enseñan con amor, multiplican en la Tierra y en los Cielos los dones infinitos de Dios.
La civilización y el progreso como la propia vida, dependen de los intercambios incesantes. El Universo en su constitución maravillosa, no creo ni sanciona leyes de aislamiento en la comunidad eterna de los mundos y de los seres. La existencia es una larga escalera, en la cual todas las almas deben darse las manos, en la subida para el conocimiento y para Dios.
El trabajo es una ley natural por lo mismo que es una necesidad, y la civilización obliga al hombre a mayor trabajo, porque aumenta sus necesidades y sus goces.
Las ocupaciones materiales no solo son trabajo, el espíritu trabaja como el cuerpo. Toda ocupación útil es trabajo.
El trabajo es impuesto al hombre porque es consecuencia de sus necesidades de evolución en su naturaleza corporal; una expiación y al mismo tiempo un medio de perfeccionar su inteligencia; sin el trabajo, el hombre no saldría de la infancia de la inteligencia y por esto solo a su trabajo y actividad debe su subsistencia, su seguridad y bienestar. Al que es débil de cuerpo Dios le da, en cambio, la inteligencia, pero siempre es trabajo.
Todo trabaja en la Naturaleza, los animales trabajan como nosotros, pero su trabajo, como su inteligencia, está limitado a las atenciones de su conservación y he aquí porque no es progreso para ellos, al paso que en el hombre tiene un doble objeto: la conservación del cuerpo y el desarrollo del pensamiento que también es una necesidad, y que le eleva por encima de sí mismo.
Cuando decimos que el trabajo de los animales está limitado a las atenciones de su conservación, se entiende que se habla del objeto a que se proponen al trabajar, pero a su pesar, y al mismo tiempo que proveen sus necesidades materiales, son agentes que secundan las miras del Creador, y su trabajo no deja de concurrir al objeto final de la Naturaleza, aunque, con mucha frecuencia, no descubra el hombre el resultado inmediato.
La Naturaleza del trabajo es relativa a las necesidades, y cuantos menos materiales son estas, menos lo es también aquel. No creamos, sin embargo, que el hombre permanece inactivo e inútil, la ociosidad seria un suplicio en vez de un beneficio.
El hombre rico, que posee bienes suficientes para asegurarse la existencia no está libre de la ley del trabajo, puede que se sienta libre del trabajo material; pero no de la obligación de hacerse útil según sus medios, de perfeccionar su inteligencia o la de otros, lo que también es trabajo. Si el hombre a quien Dios ha confiado bienes suficientes para asegurarse la existencia, no está obligado a mantenerse con el sudor de su frente, la obligación de ser útil a sus semejantes es tanto mayor para él en cuanto la parte que anticipadamente le ha sido asignada, le concede mayor desahogo para hacer el bien.
Para reparar las fuerzas del cuerpo es necesario el descanso con el dejamos un poco de libertad a la inteligencia con el fin de que se levante por encima de la materia.
El límite del trabajo es el límite de las fuerzas. Por lo demás Dios deja al hombre en libertad.
El imponer a los inferiores un trabajo excesivo es una de las acciones más malas. Todo hombre que tiene mando es responsable del exceso de trabajo que impone a sus inferiores porque viola la ley de Dios.
En la vejez el hombre tiene derecho al descanso, pues solo está obligado a trabajar según las fuerzas, y estas en la vejez escasean. Equivocados están los que piensan que las personas mayores son como piezas inservibles, en el movimiento de la vida.
Nadie dejará de notar que ya no tienen las mismas capacidades físicas, los mismos reflejos y la misma disposición, que son características mayormente encontradizas en la fase de la juventud.
Muchos son los individuos, mujeres y hombres que tan pronto como pasan de los cincuenta, se ponen en situación psíquica de quien ya se encuentra marchando para el fin, para la estática.
Si el anciano no tiene recursos y no puede trabajar, su familia y a falta de esta la sociedad ha de hacer sus veces Esta es la ley de caridad.
Ellos deben hacer lo posible por no alejarse de las líneas de la utilidad, de la laboriosidad, desarrollando un arte cualquiera, hay mil ocupaciones que requieren poco esfuerzo y son tareas que permiten que la persona mayor se sienta útil, y activa, cooperando aunque sencillamente, con cualquier servicio.
De entre todos nosotros, Dios es el más viejo Anciano, y aun así, enseño a Jesús que El trabaja sin cesar, impulsándonos a hacer lo mismo. Mientras estamos hospedados en el cuerpo material, sepamos que existen motivos que a nosotros se nos escapan, pero que están en los planes del Señor. Por eso debemos persistir sirviendo y produciendo en los esfuerzos de la vida, al alcance de las condiciones generales.
No basta decir al hombre que ha de trabajar, sino que también es preciso que el que cifra la existencia en su trabajo encuentre ocupación, lo cual no sucede siempre. Cuando la suspensión del trabajo se generaliza toma las proporciones de una calamidad como la miseria. La ciencia económica busca el remedio en el equilibrio de la producción y el consumo; pero este equilibrio, aun suponiendo que sea posible, tendría siempre intermitencias, durante cuyos intervalos no deja de tener necesidades de vivir el obrero. Hay un elemento, con el cual no se ha contado bastante y sin él, la ciencia económica no pasa de ser una teoría. Este elemento es la educación, no la intelectual, sino la moral, y tampoco la educación moral que enseñan los libros, sino la que consiste en el arte de formar el carácter, la educación que da hábitos; porque la educación es el conjunto de hábitos adquiridos.
Cuando se piensa en la masa de individuos lanzados diariamente al torrente de la población, sin freno y sin principios y entregados a sus propios instintos, ¡ hay que admirarse de sus desastrosas consecuencias¡. Cuando se conozca, comprenda y practique aquel arte, el hombre llevara a la sociedad hábitos de orden y de previsión para sí y los suyos, de respeto hacia lo respetable, hábitos que le permitirán pasar menos penosamente los malos días inevitables. El desorden y la imprevisión son dos canceres que solo una educación bien entendida puede curar; este es el punto de partida, el elemento real del bienestar, la prenda de seguridad para todos.
El trabajo es una ley para las humanidades planetarias como para las sociedades del Espacio. Desde el ser más rudimentario hasta los Espíritus angélicos que velan por los destinos de los mundos, todos toman parte en el gran concierto universal.
Es penoso y grosero para los seres inferiores, el trabajo se suaviza a medida que la vida se refina. Se convierte, en un venero de goces para el Espíritu adelantado, que se hace insensible a las atracciones materiales, exclusivamente ocupado en los estudios más elevados.
Con el trabajo, el hombre domina a las fuerzas ciegas de la Naturaleza y se pone a salvo de la miseria; por el trabajo es por lo que se fundan las civilizaciones y por lo que se extienden el bienestar y la ciencia.
El trabajo es el honor y la dignidad del ser humano. El ocioso que, sin producir nada, se aprovecha de la labor de los demás, no es más que un parásito. Mientras el hombre se haya ocupado en su tarea se acallan sus pasiones. La ociosidad, por el contrario, las desencadena y les abre vasto campo de acción. El trabajo constituye también un gran consuelo, un derivativo saludable de nuestras preocupaciones y nuestras tristezas; calma las angustias de nuestro Espíritu y fecundiza lustra inteligencia. No existe un dolor moral, no existen decepciones ni reveses que no encuentren en él un apaciguamiento; no hay vicisitudes que resistan a su acción prolongada.
El que trabaja tiene asegurado un refugio para su sufrimiento y un verdadero amigo en la tribulación, no puede aceptar la vida con disgusto. En cambio, cuan digna de lastima es la situación de aquel a quien los achaques condenan a la inmovilidad y a la inacción; si este hombre ha sentido la grandeza y la santidad del trabajo, si por encima de su interés propio ve el interés general y el bien de todos y quiere contribuir a él, sufre uno de los padecimientos más crueles que se han reservado para el ser viviente
Tal es también la situación en el Espacio del Espíritu que falto a su deberes y disipo la vida. Comprendiendo demasiado tarde la nobleza del trabajo y la villanía de la ociosidad, sufre al no poder realizar lo que su alma concibe y desea.
El trabajo es la comunión de los seres. Por el nos aproximamos los unos a los otros, aprendemos a ayudarnos y a unirnos; de esto a la fraternidad no hay más que un paso.
La antigüedad romana deshonro el trabajo haciendo de él la condición propia del esclavo. Esto explica su esterilidad moral, su corrupción y sus secas y frías doctrinas. Los tiempos actuales tienen otra concepción completamente distinta de la vida. Buscan plenitud en una labor fecunda y regeneradora.
La filosofía de los Espíritus amplifica más aun esta concepción, indicándonos en la ley de trabajo el principio de todos los progresos y de todas las elevaciones, y demostrándonos que la acción de esta ley se extiende a la universalidad de los seres y de los mundos. Por eso estamos autorizados a decir: Despertad ¡OH, vosotros, todos los que dejáis adormecidas vuestras facultades, vuestras fuerzas latentes! ¡Manos a la obra! ¡Trabajad, fecundad la tierra; haced resonar en las fabricas el ruido del vapor! Agitaos en la colmena inmensa. Vuestra tarea es grande y santa. Nuestro trabajo es la vida, es la gloria y es la paz de la humanidad.
Obreros del pensamiento, escrutad los grandes problemas, propagad la ciencia, distribuid entre las multitudes los escritos y las palabras que reconfortan y fortifican. ¡Que de un confín del mundo al otro unidos en la obra gigantesca, cada uno de nosotros emita su esfuerzo, con el fin de contribuir a enriquecer el dominio material, intelectual y moral de la humanidad!.
La glorificación del trabajo es un servicio que ha venido cumpliendo el Evangelio.
Con anterioridad a la influencia del Maestro, la tierra era un vasto latifundio poblado por amos y esclavos. El servicio era considerado deshonra.
Dominadas por el principio de la fuerza, las naciones conservaban enorme semejanza con los agrupamientos de la comunidad primitiva. La notoriedad social provenía de la caza. Los tronos se erguían, casi siempre, sobre oscuros cimientos de pillaje.
Los favores de la vida pertenecían a los más astutos y a los más poderosos. Cualquier revés económico redundaba en cautiverio compulsivo.
El trabajo era sinónimo de envilecimiento.
Los espíritus más nobles, la mayoría de las veces, permanecían en absoluta dependencia, sudando y gimiendo para sostener el carro purpúreo de los opresores. En todas las ciudades pululaban los esclavos de todos los matices, y tan solo a ellos se les confería el deber de servir como severo castigo.
La Roma imperial estaba repleta de cautivos tomados a Egipto, a Grecia, a la Galilea y al Ponto. Tan solo en la revolución de Espartaco, en el año 71 antes de la era cristiana, fueron condenados a muerte en la Vía Apia, 30.000 esclavos cuya única falta era la de aspirar al trabajo digno en libertad edificante.
Con Jesús, sin embargo, surge una nueva época para el mundo. El ministerio del Señor es, sobre todo, de acción y movimiento. Se levanta el Maestro al Alba y se devoción al bien de los semejantes hasta muy entrada la noche.
Medico _ no descansa en el auxilio efectivo a los enfermos.
Profesor _no se fatiga con la repetición de las lecciones.
Bienhechor _ esparce sin cesar las bendiciones del amor infinito.
Sabio _ coloca a la ciencia del bien al alcance de todos.
Abogado _ defiende los intereses de los débiles y de los humildes.
Trabajador Divino _ sirve a todos sin reclamos y sin esperar recompensa.
El ejemplo de Cristo es sublime contagioso. Cada compañero de apostolado se aparta luego de la comodidad, para ayudar en su nombre y abrir horizontes más amplios a la comprensión de la vida, en regiones distantes de la cuna que los viera nacer.
Más tarde en Roma, el deseo de ayuda mutua entre los cristianos, alcanza realizaciones inconcebibles en el capítulo del trabajo.
Personas convertidas al Evangelio se consagran por entero al servicio, con el objeto de amparar a los compañeros necesitados.
Los aprendices de la Buena Nueva se esparcen en las actividades de la industria y la agricultura, de las artes y las ciencias, de la instrucción y el comercio, de la asistencia y la limpieza pública, disputando medios para el auxilio a los socios del ideal, en la servidumbre o en la indigencia, en el sufrimiento o en las prisiones.
Hay quien ayuna durante dos o tres días seguidos, a fin de economizar dinero para los servicios de asistencia al prójimo, bajo la dirección de un pastor. El trabajo pasa entonces a ser interpretado como bendición Divina.
Paulo de Tarso, cuando se traslada de la dignidad del sanedrín a la ruda labor del telar y confecciona tapices para no ser carga de nadie, a fin de garantizar de esa manera su libertad de palabra y acción, es el símbolo del cristiano que educa y realiza, a la vez que demuestra que a la pureza de la enseñanza debe aliarse la gloria del ejemplo.
Y honrado hasta hoy, en el trabajo digno a su principal norma de acción, el Cristianismo es la fuerza libertadora de la Humanidad, en todos los rincones del mundo.
Muchos negadores de la sobre vivencia del Espíritu, interrogan, acerca de cuestiones que desearían ver solucionadas sin la contribución del esfuerzo, personal, que pertenece a la criatura humana.
Preguntan con inteligencia ¿por qué razón no se materializan los Espíritus, que todo lo pueden, a fin de demostrar sin sombra de duda la inmortalidad?
¿Por qué los Muertos, que pueden penetrar en el futuro, no traen las for-mulas eficaces para acabar con las enfermedades, reduciendo así los dolores que sufren los hombres?
¿Por qué los orientadores de la humanidad, no nos esclarecen sobre la patogénesis de las neoplasias malignas, modificando los panoramas de la salud, en el planeta terrestre?
¿Por qué los Benefactores de la criatura humana, ya desencarnados, no presentan hábiles soluciones para los graves problemas de la alineación mental?
¿Por qué los Guías del destino humano, no nos proporcionan, los métodos para combatir la súper población, impidiendo que se corporifiquen nuevas criaturas, mediante lo cual evitarían las colectivas calamidades sociales, económicas y morales, que azotan a decenas de millones de hambrienta y enfermos?
¿Por qué los Instructores Espirituales no actúan directamente sobre los jefes de Estado, impeliendo que los mismos accionen las armas de guerra, con las cuales dominan naciones y victiman a un incalculable numero de criaturas?
Son interrogantes, que se caracterizan por el comodísimo mental, en un proceso de transferencia de responsabilidad y acción, se multiplican en innumerables ítem.
No obstante, las respuestas se encuentran en el cuerpo de la Doctrina que se empeñan en ignorar y que no se permiten conocer por medio del estudio ni de la meditación.
El Espiritismo enseña, a trabes de su lógica de bronce, que la muerte no modifica intrínsecamente a nadie.
Morir, como reencarnar, significa salir del cuerpo o entrar en el sin alteración real de los valores morales ni del comportamiento personal.
Asimismo, aclara que no existen formulas mágicas para lograr soluciones de ocasión, lejos del esfuerzo de cada cual y sin la activa contribución de cada uno.
Lo que la Doctrina Espirita pretende es la transformación interior del ser, allí donde se encuentre, prosperando así en beneficio propio y en el de su prójimo, al servicio de la vida.
Lo que a los hombres corresponde realizar no puede transferirse a los Amigos Espirituales.
Si los Educadores realizan las tareas de sus discípulos, no harían más que promover en ellos la inutilidad, la ignorancia, la pereza...
Debido a sus conquistas y conforme las necesidades que les son compatibles, periódicamente permite la Divinidad que se corporifiquen, como misioneros de la evolución y del progreso humano Einstein, un Gandhi, un Pasteur, un Fleming, un Francisco de Asís y otros, enseñando la belleza y convocando a la lucha sin cuartel del trabajo y de la renovación personal.
La verdad cambia mucho entre los hombres, a semejanza de una luz filtrada por vidrios de diferentes tonalidades, y tampoco todos pueden afrontar esa verdad mientras viven.
Si millones de criaturas, estando aun en la carne, se toparan frente a frente con la verdad simple y cruda, de la vida más allá de la tumba, sin diálogos directos con los inmortales corporificados entre ellos, enloquecerían de pavor, arrojándose en suicidios infelices, en desdichados y espectaculares intentos de fuga de la realidad...
Si los Espíritus aportasen rápidas respuestas para los problemas que tiene la función de fomentar el progreso, la parálisis inutilizaría brazos y mentes, que llegarían a atrofiarse, perdida la finalidad que tienen destinada en el mecanismo de la evolución.
Los hombres disfrutan conforme sus merecimientos, reciben de acuerdo con lo que realizan y cosechan la sementera dejada en el pasado.
En su inevitable proceso de desarrollo, el Espíritu es, en el cuerpo, o fuera de él, el autor de su destino.
Los desencarnados no son poseedores de toda la sabiduría. Si eso fuera posible, como consecuencia del puro y simple fenómeno de la muerte ellos se volverían dioses, tal como lo sostiene las concepciones de la ortodoxia mitológica del pasado.
Jesús es el Señor que a todos nos estimula, invitándonos a las conquistas superiores, portador, El sí, del conocimiento pleno.
Revelándonos al Padre, en ningún momento tuvo el deseo de igualarlo, en cambio, nos enseño a adorarlo en condición de Entidad máxima, y a Él, nuestro Maestro y Benefactor, a seguir imitándolo en todos los caminos , para adquirir la paz.
Honrando al trabajo, como ley que fomenta la evolución afirmo También “El Padre hasta hoy trabaja”, legándonos la honra del Servicio intransferible como un apoyo resistente para la victoria sobre las dificultades personales y para la liberación de todas las circunstancias afligidas y dolorosas, por nosotros mismos engendradas.
¡AMAD EL TRABAJO Y ENGRANDECERLO!
Es por el que la civilización se levanta, que la educación se realiza y que nuestra felicidad se perpetúa. En la Patria de las Almas llora amargamente el espíritu que desprecio su riqueza oculta, por haberse olvidado que solamente por medio del trabajo podemos desarrollar nuestras posibilidades de crecimiento hacia la inmortalidad.
Cristo nos convoca, al despertar y al trabajo de elevación personal, que en último análisis es el de elevación de la Tierra misma.
Cuando se preparaban los días de la Codificación Espirita, cuando se convocaban trabajadores dispuestos a la lucha, cuando se anunciaban las horas predichas, cuando se enrolaban viñadores para la Tierra, escuchamos la invitación celeste y nos apresuramos a ofrecer nuestras parcas fuerzas como nosotros mismos, a fin de servir, en la ínfima condición de surcadores del suelo donde deberán caer las semillas de luz del Evangelio del reino.
No ha sido pequeño el trabajo emprendido por los Administradores Espirituales de nuestras vidas, a fin de reunirnos, de acercarnos unos a otros, después de incesantes periodos de disputas infelices, de justas e inexplicables, de idiosincrasias domesticas…
Hay mucho por hacer, que debe ser hecho. Sin la presunción jactanciosa, que infecta las mejores expresiones del servicio, ni los justificables recelos, que enturbian la claridad de los horizontes de trabajo.
Conscientes de las propias responsabilidades no esperemos en demasía por la transformación exterior, más mancomunémonos esfuerzos para el mejoramiento interior.
Sin veleidades, iniciemos el trabajo de construcción del nuevo mundo, retirando de los escombros del “yo” enfermizo los materiales aprovechables para las nuevas edificaciones a la que nos debemos dar con euforia y santificación.
Debidamente, ilusionados, iniciemos la labor, partiendo del hogar, que deberá permanecer sobre las bases solidas de amor, de entendimiento y de fraternidad, de modo a resistir las embestidas de la insensatez y la liviandad, que no nos podemos permitir.
Estamos en el lugar apropiado, al lado de las personas correctas, viviendo con ellos que son los mejores elementos para la ejecución del programa.
Bajo pretexto de nuevas experiencias o fascinados `por la utopía de nuevas emociones, no perturbemos el culto de los deberes a que nos vinculamos con fidelidad.
Ninguna justificación para el equívoco, ningún desvió de la responsabilidad.
Afirmados en el amor fraterno y cimentados en el estudio consciente de los postulados espiritas, promovamos el idealismo ardiente, productivo, abrasador, con el que se forjan legítimos servidores de causas superiores, reunamos en nuestro equipo de trabajo, a los compañeros que prefieren la investigación consciente y metódica, sistemática y racional permitiéndoles profundizar observaciones y divulgarlas en términos con dicientes con los conocimientos de los días actuales.
Sin prisa, por significar ese trabajo excelente campo para comprobaciones firmes e indudables, perseveremos, aun cuando, aparentemente, los resultados parezcan tardar o no correspondan a nuestras aspiraciones…
Si no conseguimos avanzar en grupo, sigamos, así mismo, conforme a nuestras fuerzas.
Por último, el Industrial estadounidense Henry Ford, 1863-1947. De la compañía Ford Motor Company decía: Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizá esa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen.
Actualmente en nuestra sociedad parece ser que son pocas las personas que practican el trabajo de pensar, quizás porque les resulta una tarea ardua y difícil. Prefieren acomodarse al sistema establecido, que se encarga de pensar por ellas y de programar sus vidas, diciéndoles en todo momento como deben ser y lo que deben hacer. Otras personas sin embargo, prefieren pensar, no viendo en ello dificultad alguna. Estas personas, desarrollan su propio pensamiento, agudizan su mente y adquieren plena consciencia de la realidad. Su modo de proceder es conforme a sus gustos y preferencias y toman sus propias decisiones en función de su criterio y voluntad. Ellas en definitiva, al pensar, pueden ejercer realmente el libre albedrío, porque es precisamente en su pensamiento donde se origina su actitud.
Todos somos piezas del engranaje feliz para la construcción del “reino de Dios” que ya se instala en la Tierra.
Solo la muerte del cuerpo nos deberá impedir de actuar sobre él, en las labores de Dios, mientras ella no llegue, continuemos trabajando.
Jesús decía: ¡Aquel que quiera venir en pos de Mi, que tome su cruz y sígame!
Con estas palabras invitaba a los hombres a trabajar llevando sus aflicciones hasta el fin con resignación y paciencia. Nunca debemos estar de brazos cruzados, una labor de la que nos podemos sentir orgullosos es la de nuestra reforma intima, porque ella ara que la lucha exterior sea fructífera, beneficiando nuestro entorno , facilitando la labor de todos los que nos rodean, sin crear impedimentos seremos allanadores del camino de la redención, muchas veces sin nosotros querer y sin apenas darnos cuenta ofrecemos obstáculos e impedimentos a labores que beneficiarían la paz del mundo y que los holgazanes y los refractarios del bien entorpecen.
HISTORIA
SUSPIRABA TODA ALEGRE LA DAMA QUE ARRODILLADA ANTE EL Señor, daba gracias por la felicidad que se desarrollaba a su alrededor, nunca había pensado ni temido que la seguridad de la que ella y los suyos gozaban, económicamente, y en el aspecto familiar donde los hijos y el esposo sanos y fuertes gozaban de un bienestar común, podría cambiar.
Todos los días al atardecer acudía a la iglesia de su ciudad, donde con devoción y beatitud se sumaba a un circulo que la estimaba y la tomaba en cuenta, formando así a su alrededor un prestigio y una buena reputación en la sociedad de su pueblo.
Pero un DÍA las cosas cambiaron, la enfermedad vino a visitar su casa y su es-poso idiotizado quedo postrado en una silla de ruedas, ella acostumbrada a su compañía para todo, amigo fiel y padre excelente solucionador de cualquier situación, se quedo inútil.
Ella no experimentaba el mismo amor, algo había cambiado en su sentir. El silencioso y lanzado gritos y muecas a cual más desagradable, cambiaron su cara.
Se regocijo en sus hijos, ellos intentaban suavizar la situación, mimándola e intentando prestarle mayor atención, para remediar el mal trato que la dama empezaba a utilizar con el esposo.
Los hijos ya adultos vieron que ellos tendrían que trabajar, continuar la labor de mantener la casa como su padre lo había hecho, y unos antes y el menor después partieron para la ciudad buscando un trabajo digno.
Toda triste y ante su esposo que le resultaba extraño, lloraba desconsolada, las amigas la empezaron a echar de menos, ya no acudía con la misma frecuencia a la iglesia, pero aquella tarde, sentía algo especial y decidida salió para ir a la iglesia.
Arrodillada le pedía a Dios: ¡ dame una solución¡ ¡Padre mío¡ permite que alguien cure a mi esposo, que vuelva a ser el mismo de siempre¡. Ella sabía de sobra que eso era un imposible, los médicos la habían informado que su esposo estaba sano como una pera, pero la parálisis cerebral le había dejado en ese estado, y no había remedio alguno.
Sin darse cuenta inconscientemente pedía su muerte alegando que ella deseaba partir con sus hijos y el era un impedimento que su hogar se le caía encima.
¡Había cambiado su vida, no se explicaba como El la había olvidado¡
No se creía merecer lo que le estaba sucediendo.
Justificándose decía: me duele verle así, él que disfrutaba de inteligencia y lozanía, para mí no es el mismo, no lo puedo ver en ese estado
Intentando guardar su sentir, no se explicaba como aquella tarde sin ella quererlo, lo había hecho, intentaba justificar algo que no tenía justificación alguna. Su conciencia no la tenía tranquila, lloraba desconsolada, la imagen de Jesús le había dado confianza, y le pedía ayuda para llevar su cruz.
Todo en su hogar cambio, su crueldad con el esposo, y la ausencia de los hijos la hacían cada DÍA más ingrata y ausente.
Mil ideas disparatadas le acudían a la mente y una de ellas era la de que él debía morir, él era el obstáculo para ir con sus hijos y dejar aquel lugar y al círculo de amistades que le tenía lo que ella no quería de nadie !lastima¡.
El cura la vigilaba, sus amigas, le decían que confiara en Dios y ella colérica decía dentro de sus pensamientos !no estoy dispuesta a adorar a un Dios que no me escucha, que se ha olvidado de mi¡.
Poco a poco iba dándole cabida a la idea de la muerte del esposo, con pensamientos disparatados, sin tener valor para llevarlos a la práctica, mentalmente enferma, pidió ayuda a su hijo mayor, diciéndole que el mundo se le caía encima.
Sentada ante él, e intentando convencerlo, rompió a llorar y le expuso sus sentimientos, el joven sintió ternura y abrazándola le decía:
¡Madre la razón y el sentido , muchas veces se pierden ante el sufrimiento, porque nos negamos al trabajo que nos compete, tú tienes la misión de cuidar de Papa.
El trabajo para nosotros, durante toda su vida, vivió para nosotros y el te necesita ahora, tú no puedes darle la espalda. Ahora es cuando puedes demostrarle tu cariño, sacrificándote por él como hasta ahora lo has hecho.
La dama no esperaba esa respuesta de su hijo, ella esperaba que él se condoliera y así exponerle sus intenciones, a las que había llegado con total frialdad.
No se atrevía a exteriorizar, que había pensado mandar al esposo a un centro especializado donde le cuidaran y al que ella pensaba visitar ella era joven, quería salir de allí, ocuparse en otros menesteres la vida le sonreiría si el desaparecía de su entorno.
La desesperación la debilitaba cada DÍA mas, y desesperada convirtió su vida en un infierno presa de una obsesión la de quitarse de encima al esposo.
Un DÍA aprovechando la venida de los hijos al hogar, salió con el pretexto de realizar unas compras, y partió sin rumbo no volviendo nunca, sus hijos la buscaron pero de ella nunca más se supo.
Sus deseos de internar al esposo se cumplieron, los hijos no tenían otra solución, ellos debían trabajar para vivir.
En un asilo no muy lejos de aquella ciudad, una anciana loca gritaba pidiendo ser atendida, sucia y severa intentaba llamar la atención de las asistentas para que calmaran su dolor de cabeza, siendo estos tan intensos que le bombardeaban todo el cerebro.
Las enfermeras sintiendo y soportando los improperios no le hacían caso, hubieron de atarla en varias ocasiones con una camisa de fuerza porque ingrata acometía con todo lo que le salía al paso, sabían que su mal no tenia cura solo los calmantes la podían serenar, dejándola dormida para descanso de ellas.
Ella se lo había buscado, su mal comportamiento y desinterés por las tareas encomendadas por la ley de causa y efecto, la habían llevado a aquella situación tan lamentable.
Dada por desaparecida, sin saber ella quien era siquiera, intentaba soltarse de las ataduras que la sujetaban, pedía la muerte.
Sin una expresión de cariño la enfermera le dio el calmante y al fin quedo dormida, sola y despreciada por los que la atendían vivió la cruel mujer, hasta que sus días se cumplieron, ella pedía morir pero la inmovilidad de sus miembros le impedían cometer el suicidio.
Trabajar con Cristo, es realizar la misión que nos es dada, tanto en espíritu como encarnados, la vida no es así porque si, la vida es la misión con la cual logramos nuestro adelanto y la liberación de deudas del ayer Seguir a Cristo es aceptar sin murmurar, la existencia que libremente elegimos y tomar nuestra cruz y seguirle, imitándolo a Él pues nada ni nadie puede eximirnos del trabajo a realizar.
En la obra de Dios, la paz sin trabajo es ociosidad con usurpación por eso no debemos apartar nuestra mirada del cuadro de sacrificios que nos corresponde hacer a favor de nosotros mismos.
El Espiritismo tiene como función diseminar entre los espíritus que encarnan en la forma humana, principalmente del occidente, las ideas concernientes a las leyes naturales que rigen el Universo. Kardec, con la asistencia de los espíritus superiores, comandados por nuestro gran Maestro Jesús, tuvo el trabajo de recopilar informaciones a través de médiums destinados a recibir lo que sería posible en aquel tiempo. Allá fueron plantadas las simientes que germinarían en forma de impulso a una nueva evolución más consistente visando la transición del planeta para el mundo de regeneración. Allí fue detonado un proceso acelerado en cuanto a los aspectos científicos y filosóficos que producen efectos morales y éticos muy profundos. El Espiritismo no vino a competir con ninguna religión, pues esa no es su función. Cuando las ideas espiritas estuvieran diseminadas por nuestro orbe la meta estará cumplida, pues los espíritus humanos comprenderán su situación ante la Vida y tendrán la oportunidad de avanzar más rápidamente en el proceso de evolución. Nosotros los Espiritas debemos, en la medida de nuestras posibilidades, pregonar el universalismo, la tolerancia y la fraternidad. El conocimiento y la moral son las dos alas de progreso que nos son ofrecidas como instrumento, haciendo que adquiramos sabiduría. No es por azar que el Libro de los Espíritus nos dice que la felicidad de los espíritus puros está en el conocimiento de todo. Nuestro tesón y nuestro trabajo consisten en hacer todo lo que podamos dentro de nuestras áreas de actuación para la llegada de un mundo mejor. Hagamos lo que pudiéramos y será hecho lo necesario. Que la Fuerza Suprema sea cada vez más sentida por todos nosotros.
Jesús trajo al mundo un derrotero de trabajo que es necesario conocer y seguir, en el influyen las mayores dificultades. Para elaborarlo es indispensable tomar nuestros sentimientos y raciocinios como campo de observación y experiencia, trabajando diariamente con Jesús en la construcción del arca intima de nuestra fe. Esta edificación naturalmente no prescinde del material adecuado, construido por las virtudes y conocimientos nobles que adquirimos en el curso de la vida. Esos son elementos que buscamos en la pesca de luces celestiales, para que recibiendo los consuelos de Jesús, seamos igualmente laboriosos trabajadores.
Amigos hasta aquí mi exposición sobre el el trabajo en el espiritismo, espero que os haya gustado, y solo me queda informaros que todos estos datos han sido extraídos de libros de Divaldo Pereira Franco, Chico Xavier y Allan Kardec que tocaban el tema del trabajo, y la historia ha sido de mi inspiración.
Merchita
Buen día....
La palabra mágica que faltaba esta mañana y viene a expresarte el maravilloso amanecer que te deseo, repleto de amor, prosperidad y paz...
Hoy, ciertamente, todo se hará realidad, y tu camino será suavizado por la brisa delicada, trayendo con ella el aroma de las flores, que darán colorido a tu día.
Todo eso Dios lo pone a nuestro alcance, para avalar un magnífico presente en el que estamos vivos, y sobre todo en el que podemos decir: ¡¡ BUEN DÍA !!.
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