Para el principiante, fumar o beber son simbólicos. Yo ya no soy más el hijo de mama, yo soy duro, soy un aventurero, no soy cuadrado… A la medida que el simbolismo psicológico pierde fuerza, el efecto farmacológico asume el comando para mantener el habito. Para el adepto del Espiritismo, el vicio de fumar o de beber, sobretodo, por causa de las reiteradas advertencias de los Benefactores Espirituales, esclareciendo sobre los maleficios que causan a la mediúmnidad. El médium, viciado en el humo, se consustancia integralmente en la “cachimbo” o “pitera” en las amarras de los inveterados fumadores del más Allá, y el viciado en el alcohol se torna blanco de los dilacerados alcohólicos del más allá del túmulo.
El viciado queda preso en las garras insaciables del parasitismo o del vampirismo. Vidas que podrían ser nobles, dignas, provechosas, se tornan vergonzosas e inútiles, estimuladas por capitulaciones desastrosas. Familias enteras son, algunas veces, afectadas por esos desastres morales de profunda repercusión. En verdad, el vampirismo es, apenas, un fenómeno de simbiosis, que tanto ocurre entre los encarnados, como entre los desencarnados, o sea, el vicio no termina con la muerte física.
El vicio azota las bases de la conciencia evangélica, desarmoniza la estructura fisio psíquica y las estructuras funcionales del periespíritu, que se impregna de toxinas. El alcohol y el humo afectan a los trillones de células unicelulares saturadas de vitalidad que componen el psicosoma, dejando secuelas específicas. En verdad, el tabaquismo y el alcoholismo atormentan a los desencarnados viciosos que se angustian ante el deseo de beber y fumar, irresistiblemente potencializado. El desgaste de la cuestión es consustanciado en la inexistencia de industrias de bebidas alcoholicas y de cigarros en la Erraticidad para abastecer a los Espíritus viciosos. Cara a eso, los “fantasmas” fumadores y alcohólicos, para materializar sus caladitas, se tornan protagonistas de la subyugación, transformándose en artífices del vampirismo sobre los encarnados de voluntad débil, que se sacian en los vapores etílicos y en las deletéreas bocanadas del mal olor del cigarro.
Esas son razones suficientes para prevenirnos contra los tóxicos, narcóticos, alcohol, y contra el uso demasiado de cualquier droga que vicien la composición fisiológica natural del organismo, hasta porque, disciplina, criterio y moderación garantizan el equilibrio y el bienestar de nuestra mente.
Jorge Hessen
Se tan fuerte que nadie pueda herirte, tan noble que nadie pueda ofenderte, tan humilde que todos quieran admirarte y tan original que nadie pueda imitarte.
- Mónica Boncini-
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