Creaciones fluídicas. Fotografía del pensamiento.
Los fluidos espirituales, que constituyen uno de los estados del fluido cósmico universal, son, propiamente hablando, la atmósfera de los seres espirituales; es el elemento de donde ellos toman los materiales sobre los cuales operan; es el medio donde ocurren los fenómenos especiales, perceptibles a la visión y al oído del Espíritu, y que escapan a los sentidos carnales, impresionables únicamente por la materia tangible; donde se forma esa luz particular al mundo espiritual, diferente de la luz ordinaria por sus causas y sus efectos; es, en fin, el vehículo del pensamiento, como el aire lo es del sonido.
Los Espíritus actúan sobre los fluidos espirituales, pero no los manipulan como los hombres manipulan los gases, sino con la ayuda del pensamiento y de la voluntad. El pensamiento y la voluntad son para el Espíritu lo que la mano es para el hombre. Mediante el pensamiento, imprime a estos fluidos tal o cual dirección; los aglomeran, los combinan o los dispersan; forman conjuntos que tienen una apariencia, una forma o un color determinados; cambian sus propiedades como un químico cambia la de los gases u otros cuerpos, combinándolos según ciertas leyes. Es el gran taller o laboratorio de la vida espiritual. Algunas veces esas transformaciones son el resultado de una intención; con frecuencia, son el producto de un pensamiento inconsciente; basta al Espíritu pensar en una cosa para que ésta cosa se produzca, como basta modular el aire para que este aire repercuta en la atmósfera. Así es, por ejemplo, como un Espíritu se presenta a la vista de un encarnado, dotado de visión psíquica, bajo la misma apariencia que tenía cuando estaba vivo, en la época en que se conocieron, aun cuando haya pasado por varias encarnaciones. Se presenta con el traje, los signos exteriores –enfermedades, cicatrices, miembros amputados, etc.– que tenía entonces; un decapitado se presentará con la cabeza de menos. Esto no quiere decir que haya conservado estas apariencias; no ciertamente, porque como Espíritu, él no es ni cojo, ni manco, ni tuerto, ni decapitado; pero su pensamiento fijándose en la época en que era así, hace que su periespíritu tome de inmediato las apariencias que deja, asimismo, instantáneamente, desde que el pensamiento cese de actuar. Pues, si una vez fue negro y otra vez blanco, se presentará como negro o como blanco, según aquella de las dos encarnaciones, bajo la cual fuere evocado y donde se reportará su pensamiento. Por un efecto análogo, el pensamiento del Espíritu crea fluídicamente los objetos de que acostumbraba servirse: un avaro manipulará oro, un militar llevará sus armas y su uniforme, un fumador su pipa, un labrador su carreta y sus bueyes, una anciana su rueca para hilar. Estos objetos fluídicos son tan reales para el Espíritu, fluídico él mismo, como lo son en el estado material para el hombre vivo; pero por la misma razón que son creados por el pensamiento, su existencia es tan fugaz como el pensamiento. (1)
Siendo los fluidos el vehículo del pensamiento, éste actúa sobre los fluidos como el sonido actúa sobre el aire. Ellos nos transmiten el pensamiento como el aire nos transmite el sonido. Se puede decir, con toda certeza, que hay, en estos fluidos, ondas y rayos de pensamiento, que se entrecruzan sin confundirse, como hay en el aire ondas y rayos sonoros. Hay más: El pensamiento, creando imágenes fluídicas se refleja en la envoltura periespiritual como en un espejo; ahí toma un cuerpo y se fotografía de alguna forma. Si un hombre, por ejemplo, tiene la idea de matar a otro, por más impasible que sea en su cuerpo material, su cuerpo fluídico es puesto en acción por el pensamiento, del cual reproduce todos los matices; él ejecuta fluídicamente el gesto, o acto que tiene el deseo de cumplir; el pensamiento crea la imagen de la víctima, y la escena entera se diseña, como en un cuadro, tal como está en su espíritu. Es así que los movimientos más secretos del alma repercuten en la envoltura fluídica; que un alma puede leer en otra alma como en un libro, y ver lo que no es perceptible a los ojos del cuerpo. No obstante, viendo la intención, puede presentir el cumplimiento del acto, que habrá a continuación, pero no puede determinar el momento en que se cumplirá, ni precisar sus detalles, ni siquiera afirmar que ocurrirá, porque circunstancias ulteriores pueden modificar los planes urdidos y cambiar las disposiciones. No puede ver lo que aún no está en el pensamiento; lo que ve es la preocupación habitual del individuo, sus deseos, sus proyectos y propósitos buenos o malos.
(1) Revista Espírita, julio de 1859, página 184 El libro de los Médiums, Cap. VIII.
Extraído del libro "La Génesis".- Allan Kardec
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"Dentro del contexto de la educación Espírita, el individuo necesariamente llega a un momento en que le es imprescindible hacer la transición de un período de inconsecuencias, en que piensa que sus acciones, muchas veces automáticas, no generarán consecuencias, para asumir el control del proceso evolutivo de sí mismo".
Carlos Campetti,.- "Educación para un mundo mejor", Revista Espírita de la FEE, nº 3.
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Divulgación espírita.- Albaceteespirita.blogspot.com
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