Recibido el 30 de abril de 1869 en la Sociedad de París
Vengo esta noche, amigos míos,a hablaros durante unos instantes. En la última sesión no os respondí; estaba ocupado en las alturas. Nuestros trabajos como Espíritus son mucho más extensos de lo que os podáis suponer y los instrumentos de nuestros pensamientos no siempre están disponibles.
Tengo aún algunos consejos que daros sobre la marcha que debéis seguir ante el público,como el hecho de hacer progresar la obra a la que dediqué mi vida corporal, y cuyo perfeccionamiento acompaño en la erraticidad.
Lo que os aconsejo antes que nada es sobre todo, la tolerancia,el afecto, la simpatía de unos para con los otros y también para con los incrédulos.
Cuando veaís un ciego en la calle, vuestro primer sentimiento debe ser lacompasión. Que así sea también para con vuestros hermanos cuyos ojos están cerrados y velados por las dificultades de la ignoranciao de la incredulidad. Lamentarlo en vez de censurar. Por vuestra dulzura,mostrar vuestra resignación para soportarlos males de esta vida, vuestra humildad en medio de las satisfacciones, ventajas y alegrías que Dios os envía; mostrar que hay en vosotros un principio superior, un alma obediente de la ley, una verdad también superior: el Espiritismo.
Los escritos,los diarios,los libros,las publicaciones de toda especie son medios poderosos de introducir la luz por todas partes,más y más seguro, o más íntimo es lo más accesible atodos y un ejemplo de caridad, dulzura y amor.
Agradezco a la Sociedad por ayudar a los verdaderos infortunios que le son indicados. Es el buen Espiritismo, es la verdadera fraternidad. Ser hermanos, es tener los mismos intereses, los mismos pensamientos, el mismo corazón.
Espíritas, sois todos hemanos en la más santa acepción del término. Pidiendo que os améis unos a otros, me limito a recordar la divina palabrade aquel que hace mil ochocientos años,por primera vez trajo a la Tierra el germen de la igualdad. Seguir su ley, que es la vuestra. Nada más hacer que volver más palpables algunas de sus enseñanzas. Oscuro operario de aquel maestro, de aquel Espíritu superior salido de la Fuente de Luz, reflejar esa luz como una luciérnaga refleja laclaridad de una estrella. Pero la estrella brilla en los cielos y el gusano de luz brilla en la tierra, entre las dificultades. Esa es la diferencia.
Seguir las tradiciones que os dejé al partir.
Que elmás perfecto acuerdo,la mayor simpatía, la más sincera abnegación, reinen en el seno de la Comisión.Espero que ella sepa cumplircon honra, felicidad y consciencia, el mandato que le he confiado.
¡Ah ! cuando todos los hombres comprendan todo lo que encierran las palabras amor y caridad, en la Tierra no habrá más soldados ni enemigos; solo habrá hermanos; no habrá más miradas desconfiadas o irritadas; ¡ sólo habrá frentes inclinadas hacia Dios !
Hasta luego, queridos amigos, y agradecido en nombre de aquél que no olvida que el vaso de agua es la ofrenda de la viuda.
Allan Kardec
Fonte: Revista Espírita - junio de 1869
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