El Arte de Meditar
Hugo de San Victor
Hugo de San Victor |
(Hugo de San Víctor en Sajonia, que hoy forma parte del territorio de Alemania, en el año 1096. Aun joven sintió la vocación religiosa y se mudó para París con la intención de ingresar en el Monasterio de San Víctor, en el cual residió hasta su muerte en 1141. Él vivió, por tanto, en la primera mitad de los años 1100)
I – LOS TRES GÉNEROS DE MEDITACIÓN
La meditación es la reflexión frecuente, que investiga el modo, la causa y la razón de cada cosa.
En el modo, investigar lo qué es; en la causa, porqué es; en la razón, cómo es
Sus géneros son tres: el primero es sobre las criaturas, el segundo sobre las escrituras, y el último sobre las costumbres.
La meditación de las criaturas surge de la admiración; la meditación de las escrituras, de la lectura; la meditación de las costumbres de la circunspección, del atento examen de los hechos, pensamientos y obras humanas.
II – LA MEDITACIÓN DE LAS CRIATURAS
En la meditación de las criaturas la admiración genera la cuestión, la cuestión genera la investigación, la investigación el descubrimiento.
La admiración considera la disposición, la cuestión busca la causa y la investigación, la razón.
Admiramos la disposición cuando consideramos la diferencia entre el cielo, donde todo es igual, y la tierra, donde existe lo alto y lo bajo.
De aquí pasamos a cuestionar la causa, qué es que la tierra ha sido hecha para la vida terrena.
La investigación, finalmente, buscará la razón, descubriéndola al encontrar que tal como es la tierra, tal es la vida terrena; y tal como es el cielo, tal es la vida celeste.
III – LA MEDITACIÓN DE LAS ESCRITURAS
En la meditación sobre las Escrituras, la consideración debe ser realizada del siguiente modo.
La meditación se inicia con la lectura: ella es la que suministra la materia para conocerse la verdad. Le sigue la meditación, que la une. A esta se añade la oración, que la eleva; la operación, que la compone; y la contemplación, que en ella se regocija. Nuestra intención ahora es tratar apenas de la meditación.
En las Escrituras la meditación versa sobre cómo es importante conocer. Tomemos un ejemplo. Este texto escrito:
“Desvíate del mal, y haz el bien”.
Salmo 36
Salmo 36
A la lectura sobreviene la meditación. ¿Por qué dice primero “desvíate del mal” y después “haz el bien?” La causa es porque, a no ser que los males sean primero removidos, los bienes no pueden venir. La razón; así como primero se erradica las malas simientes, después las buenas son plantadas. Y también, por qué dice: ¿“Desvíate del mal”? Porque ocurren en el camino.
Dice también “desvíate”, porque donde por la fuerza no podemos resistir, por el consejo y la razón escapamos desviándonos.
Desviándonos también del mal evitando la materia del pecado, como por ejemplo, por causa de la soberbia, evitándose las riquezas; por causa de la incontinencia, la abundancia; por causa de la concupiscencia, la inclinación de la carne; por causa de la envidia y del litigio, el amor por la posesión. Esto es desviarse.
Del mismo modo, si nos es dado el precepto de desviarnos de todo el mal, también somos ordenados a que hagamos todo el bien. Aquel que no se desvía de todo el mal es reo; así es reo también aquel que no hace el bien. Pero, si es así, ¿quién no es reo? Somos, por tanto, ordenados a que nos desviemos de todo el mal. En cuanto a los bienes, sin embargo, hay algunos que son necesarios; otros, voluntarios. Son bienes necesarios aquellos contenidos en los preceptos y en el voto; en cuanto a los restantes, si algo fuera hecho, se le recompensará; si es nada, no serán imputados.
La meditación sobre una cosa leída debe versar también sobre cómo son las cosas que son sabidas porque lo son y como deben ser hechas. La meditación debe ser una reflexión del consejo sobre cómo realizar las cosas que son sabidas, porque inútilmente serán sabidas si no fueran realizadas.
Tres consideraciones a ser hechas
en la meditación sobre las escrituras
En la meditación acerca de una lectura deben hacerse tres consideraciones:
· Según la historia,
· Según la alegoría, y
.· Según la tropología.
1 – La consideración es según la historia cuando buscamos la razón de las cosas que se hicieron, o las admiramos en su perfección de acuerdo con los tiempos, los lugares o los modos convenientes con que se realizan. La consideración de los juicios divinos ejercita a quien medita que en ningún tiempo faltó o que fue recto y justo, en todos los cuales fue hecho lo que importaba y fue recompensado lo que fue justo.
2 – La consideración es según la alegoría en cuanto la meditación se ocupa sobre las disposiciones de los hechos pasados, considerándoles la significación de los futuros. Considera también la admirable razón y providencia que fueran adaptados a la inteligencia y las formas de la fe a ser edificada.
3 – En la antropología la meditación se ocupa del fruto que pueden traer las cosas que fueron dichas, indagando lo que insinúan que se debe hacer, o lo que es para ser exhortado, lo que es para consolar, lo que es para temerse, lo que es para iluminar el vigor de la inteligencia, lo que es para alimentar el afecto, y cuál es la forma de vivir para el camino de la virtud.
IV – LA MEDITACIÓN SOBRE LAS COSTUMBRES
La meditación sobre las costumbres debe tener por objeto los afectos, los pensamientos y las obras.
Los afectos
Se debe considerar en los afectos que sean rectos y sinceros, esto es, orientados para aquello que deben serlo y según el modo con que deben serlo.
Amar aquello que no se debe es malo, y semejantemente amar de un modo indebido aquello que debe ser amado también es malo: el buen afecto existe cuando se dirige para aquello que es debido y segundo el modo con qué es debido.
Amnon amó a la hermana, y este era un afecto a algo que era debido, pero porque la amó mal, no lo era según el modo como era debido.
El afecto puede ser dirigido a aquello a que es debido y no ser del modo debido; nunca, sin embargo, podrá serlo de modo debido si no fuera dirigido a aquello a que es debido.
El afecto es recto según se dirija a lo que es debido, y es sincero según sea del modo debido.
Los pensamientos
En los pensamientos se debe considerar que sean puros y ordenados.
Son puros cuando ni son generados de malos afectos, ni generan malos afectos.
Son ordenados cuando advienen racionalmente, esto es, en su tiempo. De hecho, en el tiempo que no es el suyo, incluso el pensar en lo que es bueno no es ser vicio, como en la lectura pensar en la oración, y en la oración pensar en la lectura.
Las obras
En las obras se debe considerar primero que sean hechas con buena intención´.
. La buena es la que es simple y recta.
Es simple la que es sin malicia.
.
Es recta la que es sin ignorancia.
La intención que es sin malicia posee celo. Pero la que es por ignorancia y no es según la ciencia, sólo por causa de eso ya no posee celo.
Así, importa que la intención sea recta por la discreción, y simple por la benignidad.
Además, más allá de la buena intención se debe considerar también en las obras que sean conducidas desde la recta intención concebida hasta su fin por un perseverante fervor, de tal modo que ni la perseverancia se entorpezca, ni el amor se enfríe.
V – OTROS REQUISITOS DE LA
MEDITACIÓN SOBRE LAS COSTUMBRES
La meditación sobre las costumbres debe discurrir, además, por dos consideraciones, que son la externa y la interna. La consideración externa es la consideración en cuanto a la forma; la consideración interna es la consideración en cuanto a la conciencia.
En la consideración externa, debemos examinar lo qué es decente y lo que es conveniente.
La decencia debe ser considerada por el ejemplo dado en relación al prójimo. La conveniencia debe ser considerada por el mérito en relación a nosotros.
En la consideración interna, en cuanto a la conciencia, debemos examinar si la conciencia es pura y si no pueda ser acusada tanto por el sopor en el bien como por la presunción en el mal. La conciencia es pura cuando ni es acusada del pasado, ni se regocija injustamente en el presente
El origen y la tendencia de todos los movimientos del corazón
La meditación sobre las costumbres debe ejercer también su consideración en el sentido de percibir todos los movimientos que se originan en el corazón, de dónde viene y para dónde tienden.
Debe examinar de dónde viene según el origen, y para dónde tiende según el fin: todo movimiento es proveniente de algo y se dirige para algo.
Los movimientos del corazón, sin embargo, a veces tienen un origen manifiesto, otras veces oculto. Los que la tienen manifiesta, aun a veces la tienen manifestadamente buena, otras veces manifiestamente mala.
El origen que es manifiestamente bueno es de Dios; la que es, sin embargo, manifiestamente mala es del demonio o de la carne. Todas las sugestiones y todas las aspiraciones que invisiblemente advienen al corazón proceden de estos tres autores.
Las cosas ocultas a veces son buenas y ocultas, otras veces malas y dudas. Las que son buenas son de Dios; las que son malas del demonio o de la carne.
Lo que es manifiesto, sea bueno o sea malo, es juzgado por su primer origen. Lo que, entre tanto, es dudoso en su origen, es probado por el fin. El fin manifiesta lo que en principio se encubría; por causa de esto, quien no puede juzgar sus movimientos por el principio, investigue el fin y la consumación.
Las cosas, por tanto, que son dudosas o inciertas son bienes o malos ocultos. Las que son males, conforme fue dicho, son del demonio o de la carne. Ellas no se distinguen por el hecho de ser malas; se distinguen por el hecho de que las de la carne frecuentemente surgen por causa de una necesidad, en cuanto las del demonio lo hacen sin una razón, pues aquello que es sugerido por el demonio, así como es ajeno al hombre, así frecuentemente es ajeno a la razón humana. Las obras del demonio se disciernen, pues, por ser extrañas al hombre y ajenos a la razón humana, en cuanto que las de la carne y las sugestiones frecuentemente tiene una necesidad, crecen hasta la superfluidad.
El discernimiento entre el bien y el mal, y de los bienes entre sí.
La meditación de las costumbres también debe ejercerse por los tres juicios siguientes.
El primer es el juicio entre el día y la noche.
El segundo es el que juzga entre el día y el día.
El tercero es lo que juzga todo el día.
Juzgar entre el día y la noche es dividir las cosas malas de las buenas.
Juzgar entre el día y el día es tener el discernimiento entre lo bueno y lo mejor.
Julgar o dia todo é avaliar cada um dos bens singulares pelo seu mérito.
El fin y la dirección de todos los trabajos
.
La meditación de las costumbres debe también considerar el fin y la dirección de todos los trabajos.
El fin es aquello a lo cual se tiende.
La dirección, aquello a través de lo cual más fácilmente se llega.
Todo aquello que tiende a algún fin a él se dirige según algún camino propio, y aquello que prosigue del modo más directo, más rápidamente llega. Hay algunos bienes en los cuales hay mucho para mover y poco para promoverse.
Estos, por tanto, que más aprovechan, deben ser discernidos y más escogidos: son los mejores, e importa juzgar todo trabajo según su fruto.
Muchos, no poseyendo este discernimiento, trabajaran mucho y progresaran poco, ya que pusieron sus ojos apenas externamente en la belleza de la obra, y no internamente en el fruto de la virtud. Se elogiaran más en hacer grandes cosas que ejercitar lo que es útil, y amaran más aquello en que pudiesen ser vistos, de lo que aquello en que pudiese enmendarse.
El discernimiento de los grados de las obligaciones
La meditación de las costumbres debe considerar siempre en primer lugar las cosas que son debidas, sea por el precepto, sea por el voto, y juzgarlas como las primeras a ser hechas. Estas obras, si son hechas, poseen mérito; si no son hechas, generan penitencia. Deben, por tanto, ser hechas en primer lugar, y no pueden ser dejadas sin culpa.
Después de estas, le son añadidas otras por un ejercicio voluntario, esto deberá ser hecho de tal manera que no sea impedido lo que es debido.
Hay quien quiera lo que no debe, no queriendo lo que debe; otros, aun, queriendo lo que deben, aun ponen impedimentos voluntarios queriendo lo que no deben.
(Trabajo de origen desconocido, incompleto pero de interés espiritual, motivo por el cual ha sido aquí publicado).
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ESPIRITISMO
En su acepción primitiva, y por su etimología, la palabra milagro significa “cosa extraordinaria”; “cosa admirable de ver”, pero esta palabra, como tantas otras, se ha separado de su sentido originario, y hoy día se dice (según la Academia) “de un acto de la potencia divina contrario a las leyes comunes de la Naturaleza. Tal es en efecto su acepción usual, y sólo por comparación y por metáfora se aplica a las cosas vulgares que nos sorprenden y cuya causa es desconocida. No entra, de ninguna manera, en nuestras miras examinar si Dios ha podido juzgar útil en ciertas circunstancias, derogar las leyes establecidas por él mismo; nuestro fin es únicamente demostrar que los fenómenos espiritistas, por extraordinarios que sean, no derogan de ningún modo estas leyes, no tienen ningún carácter milagroso, como tampoco son maravillosos o sobrenaturales. El milagro no se explica; los fenómenos espiritistas, al contrario, se explican de la manera más racional; éstos no son, pues, milagros, sino simples efectos que tienen su razón de ser en las leyes generales. El milagro tiene además otro carácter, el de ser insólito y aislado. Luego, desde el momento que un hecho se reproduce, por decirl así, a voluntad y por diversas personas, éste no puede ser milagro. La ciencia hace todos los días milagros a los ojos de los ignorantes; he aquí porque en otro tiempo, los que sabían más que el vulgo pasaban por hechiceros; y como se creía que toda ciencia sobrehumana venía del diablo, se les quemaba. Hoy día que se está mucho más civilizado, se contentan con enviarles a los manicomios.
Que un hombre realmente muerto, como hemos dicho al principio, vuelva a la vida por una intervención divina, eso sería un verdadero milagro, porque es contrario a las leyes de la Naturaleza. Pero si este hombre tiene sólo las apariencias de la muerte, si hay todavía en él un resto de “vitalidad latente”, y que la ciencia o una acción magnética consigue reanimarle, para las gentes ilustradas, es un fenómeno natural; pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho pasará por milagroso, y el autor será apedreado venerado, según el carácter de los individuos. Que en medio de ciertas aldeas un físico lance un cometa eléctrico y haga caer el rayo sobre un árbol, este nuevo Prometéo será ciertamente mirado como armado de una potencia diabólica; y sea dicho de paso, Prometéo nos parece singularmente haber adelantado a Franklin; pero Josué deteniendo el movimiento del Sol, o mejor, de la Tierra, he aquí el verdadero milagro, porque nosotros no conocemos ningún magnetizador dotado de tan gran potencia para operar tal prodigio. De todos los fenómenos espiritistas, uno de los más extraordinários es, sin contradicción, el de la escritura directa, y uno de aquellos que demuestran de manera más patente la acción de las inteligencias ocultas; pero aunque el fenómeno sea producido por seres ocultos, no es más milagroso, que los otros que son debidos a agentes invisibles, porque estos seres ocultos,que pueblan los espacios, son una de las potencias de la Naturaleza, potencia, cuya acción es incesante sobre el mundo material, así como sobre el mundo moral.El Espiritismo ilustrándonos sobre esta potencia nos da la llave de una porción de cosas inexplicadas e inexplicables, por cualquier otro medio, y que han podido en tiempos anteriores pasar por prodigios; revela lo mismo que el magnetismo, una ley, si no desconocida, al menos mal comprendida; o por mejor decir, se conocían los efectos, porque se han producido en todo tiempo, pero no se conocía la ley, y la ignorancia de esta ley es la que ha engendrado la superstición. Conocida esta ley, lo maravilloso desaparece, y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí porque los espiritistas no hacen milagros haciendo girar una mesa o escribir a los difuntos, como el médico haciendo revivir a un moribundo, o el físico haciendo caer el rayo. Aquel que pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería, o un ignorante de la cosa o una farsante.
Que un hombre realmente muerto, como hemos dicho al principio, vuelva a la vida por una intervención divina, eso sería un verdadero milagro, porque es contrario a las leyes de la Naturaleza. Pero si este hombre tiene sólo las apariencias de la muerte, si hay todavía en él un resto de “vitalidad latente”, y que la ciencia o una acción magnética consigue reanimarle, para las gentes ilustradas, es un fenómeno natural; pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho pasará por milagroso, y el autor será apedreado venerado, según el carácter de los individuos. Que en medio de ciertas aldeas un físico lance un cometa eléctrico y haga caer el rayo sobre un árbol, este nuevo Prometéo será ciertamente mirado como armado de una potencia diabólica; y sea dicho de paso, Prometéo nos parece singularmente haber adelantado a Franklin; pero Josué deteniendo el movimiento del Sol, o mejor, de la Tierra, he aquí el verdadero milagro, porque nosotros no conocemos ningún magnetizador dotado de tan gran potencia para operar tal prodigio. De todos los fenómenos espiritistas, uno de los más extraordinários es, sin contradicción, el de la escritura directa, y uno de aquellos que demuestran de manera más patente la acción de las inteligencias ocultas; pero aunque el fenómeno sea producido por seres ocultos, no es más milagroso, que los otros que son debidos a agentes invisibles, porque estos seres ocultos,que pueblan los espacios, son una de las potencias de la Naturaleza, potencia, cuya acción es incesante sobre el mundo material, así como sobre el mundo moral.El Espiritismo ilustrándonos sobre esta potencia nos da la llave de una porción de cosas inexplicadas e inexplicables, por cualquier otro medio, y que han podido en tiempos anteriores pasar por prodigios; revela lo mismo que el magnetismo, una ley, si no desconocida, al menos mal comprendida; o por mejor decir, se conocían los efectos, porque se han producido en todo tiempo, pero no se conocía la ley, y la ignorancia de esta ley es la que ha engendrado la superstición. Conocida esta ley, lo maravilloso desaparece, y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí porque los espiritistas no hacen milagros haciendo girar una mesa o escribir a los difuntos, como el médico haciendo revivir a un moribundo, o el físico haciendo caer el rayo. Aquel que pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería, o un ignorante de la cosa o una farsante.
Divaldo P. Franco
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Comprended y perdonad
Hijos, la comprensión es la virtud que os predispone naturalmente al perdón. Comprended para perdonar. No conservéis resentimientos en el corazón, sabiendo que aquel que os decepciona es un compañero vencido por sus propios conflictos.
No exijáis a las otras infalibilidades.
Los amigos que siguen a vuestro lado, cuales os acontecen, son espíritus señalados por muchas limitaciones, aparentando exteriormente lo que aun no son. Compadeceos de los males ajenos, no sobrecargando los hombros de aquellos que avanzan, aguantándose mal el peso de la cruz.
No condicionéis vuestra conducta en el bien a la conducta de quien quiera que sea; que vuestra fe no dependa de la demostración de fe de los que os inspiran en la jornada…
Solamente en Jesús Cristo deberéis encorajaros en la lucha.
Los hermanos de creencia espírita, principalmente los que se encuentran sirviendo en la mediumnidad y los que ocupan posiciones de liderazgo, son, al final, espíritus comprometidos con el pasado: ninguno de ellos se encuentra inmune al asedio de las tinieblas.
No es raro, el personalismo y la vanidad apenas ocultan en las almas una estameña de llagas…
Los que intentan brillar para el mundo están lejos de poseer luz propia.
A rigor, muchos de nosotros no estamos aun siquiera preparados para una mayor proximidad con el Cristo –la posibilidad de semejante convivencia más estrecha nos llevaría al delirio.
Quien, desde hace siglos, se habituó en las sombras, solo poco a poco se acostumbra a la claridad.
El hombre sin mayor entendimiento del Evangelio transfiere su ambición concerniente a las cosas materiales para las cosas divinas. ¿Los apóstoles no llegaron a disputar entre si la primacía de estar, en el Reino Celeste, al lado del Señor?
Así, tomad vosotros mismos la iniciativa de la ejemplificación y del coraje de vivir, de forma irreprensible, la creencia que abrazasteis.
Bezerra de Menezes
Extraído del libro “A coragen de Fé”
Carlos A. Baccelli
Traducido por Jacob
Hijos, la comprensión es la virtud que os predispone naturalmente al perdón. Comprended para perdonar. No conservéis resentimientos en el corazón, sabiendo que aquel que os decepciona es un compañero vencido por sus propios conflictos.
No exijáis a las otras infalibilidades.
Los amigos que siguen a vuestro lado, cuales os acontecen, son espíritus señalados por muchas limitaciones, aparentando exteriormente lo que aun no son. Compadeceos de los males ajenos, no sobrecargando los hombros de aquellos que avanzan, aguantándose mal el peso de la cruz.
No condicionéis vuestra conducta en el bien a la conducta de quien quiera que sea; que vuestra fe no dependa de la demostración de fe de los que os inspiran en la jornada…
Solamente en Jesús Cristo deberéis encorajaros en la lucha.
Los hermanos de creencia espírita, principalmente los que se encuentran sirviendo en la mediumnidad y los que ocupan posiciones de liderazgo, son, al final, espíritus comprometidos con el pasado: ninguno de ellos se encuentra inmune al asedio de las tinieblas.
No es raro, el personalismo y la vanidad apenas ocultan en las almas una estameña de llagas…
Los que intentan brillar para el mundo están lejos de poseer luz propia.
A rigor, muchos de nosotros no estamos aun siquiera preparados para una mayor proximidad con el Cristo –la posibilidad de semejante convivencia más estrecha nos llevaría al delirio.
Quien, desde hace siglos, se habituó en las sombras, solo poco a poco se acostumbra a la claridad.
El hombre sin mayor entendimiento del Evangelio transfiere su ambición concerniente a las cosas materiales para las cosas divinas. ¿Los apóstoles no llegaron a disputar entre si la primacía de estar, en el Reino Celeste, al lado del Señor?
Así, tomad vosotros mismos la iniciativa de la ejemplificación y del coraje de vivir, de forma irreprensible, la creencia que abrazasteis.
Bezerra de Menezes
Extraído del libro “A coragen de Fé”
Carlos A. Baccelli
Traducido por Jacob
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