ALGUNAS ANOTACIONES
DEL VIAJE ESPIRITA DE ALLAN KARDEC DE 1862
No somos escolares en el Espiritismo, en el estado actual de las cosas aquí en la Tierra, ¿cuál es el hombre que no tiene enemigos? Para no tenerlos sería preciso no habitar aquí, pues ello es una consecuencia de la inferioridad de nuestro planeta y de su condición de mundo de expiación. ¿Bastaría, para no encuadrarnos en esa situación, practicar el bien? ¡No! Ahí está Cristo para probarlo. Si el mismo Cristo, pues, la bondad por excelencia, sirvió de blanco a todo cuanto la maldad puede imaginar, ¿cómo habremos de extrañarnos por el hecho de que lo mismo suceda a quienes valen ciento de veces menos?
El hombre que practica el bien esto dicho como hipótesis General debe, pues, prepararse para ser herido por la ingratitud y tener contra él a aquellos que, no practicándolo, son envidiosos de la estima concedida a los que lo practican. Aquéllos, no sintiéndose dotados de fuerza para elevarse, procuran rebajar a los demás hasta su nivel, se obstinan en anularlos con la maledicencia y la calumnia y se ofuscan con sus actitudes.
Se oye decir constantemente que la ingratitud con que somos pagados endurece nuestro corazón y nos torna egoístas. Hablar así es probar que se tiene el corazón con predisposición para ser endurecido, dado que ese temor no podría detener al hombre verdaderamente bueno. El reconocimiento es ya una remuneración por el bien que se hizo; practicarlo teniendo en miras esa remuneración, es hacerlo por interés. Por otro lado, ¿qué sabemos si aquel que beneficiamos, y del cual nada esperamos, no será estimulado por más elevados sentimientos a un recto proceder? ¡Éste puede ser, tal vez, un medio de llevarlo a reflexionar, de enternecer su alma, de salvarlo! Esta esperanza constituye una noble ambición. Si nos menoscabamos, no realizaremos lo que nos compete hacer.
No podemos, por tanto, suponer que un beneficio, aparentemente estéril en la Tierra, sea para siempre improductivo. Es, muchas veces, una semilla sembrada que no germinará sino en una vida futura de aquel que la recibió. Muchas veces hemos observado a ciertos Espíritus ingratos, como los hay entre los hombres, embargados de emoción en el Espacio por el bien que se les hizo. Y ese recuerdo, despertando en ellos pensamientos benéficos les facilitó el tomar el camino del bien y del arrepentimiento, contribuyendo a abreviarles los sufrimientos. Sólo el Espiritismo podía revelar esta consecuencia de la benevolencia; sólo él está en condiciones de hacer conocer, por las comunicaciones recibidas del
Mundo Espiritual, el aspecto caritativo de esta máxima: Un beneficio nunca está perdido, sustituyendo al sentido egoísta que se le atribuye.
Entre quienes adoptan las ideas espíritas existen, tres categorías bien distintas:
1ª Los que creen pura y simplemente en los fenómenos, pero que de ellos no deducen ninguna consecuencia moral;
2ª Los que perciben el alcance moral de los mismos, más no lo aplican con los demás ni con ellos mismos;
3ª Los que aceptan personalmente todas las consecuencias de la Doctrina y la ponen en práctica, es decir, se esfuerzan por vivir su moral.
Éstos, son los espíritas practicantes o verdaderos espiritas. Esta distinción es importante, puesto que bien explica las anomalías aparentes, que se dan entre los que se dicen espiritas. Sin ella sería difícil comprender las actitudes de determinadas personas. ¿Cuál es la moral que preceptúa el Espiritismo? Amaos los unos a los otros; perdonad a vuestros enemigos; no tengáis ira, ni rencor, ni animosidad, ni envidia, ni orgullo, ni egoísmo; sed severos con vosotros mismos e indulgentes para con los demás. Tales deben ser los sentimientos del verdadero espírita, de aquel que se atiene al fondo y no a la forma, del que coloca al espíritu por encima de la materia. Éste puede tener enemigos, mas no es enemigo de nadie, puesto que no desea el mal de persona alguna, sea quien fuere, y con mayor razón, tampoco procura hacer mal a ninguno.
Este es un principio, general del cual toda persona puede extraer un beneficio. Si tengo enemigos, pues, ellos no pueden ser tenidos en la categoría de espíritas, puesto que, admitiendo que tuviesen motivos legítimos de queja contra mí, cosa que me esfuerzo por evitar, esa no sería una razón para odiarme, y más cuando nunca les he hecho ningún mal. El Espiritismo tiene por divisa: Fuera de la caridad no hay salvación, lo que equivale a decir: Fuera de la caridad no puede haber verdadero espírita. Os solicito inscribir, de aquí en adelante, esta divisa en vuestras banderas, dado que ella resume al mismo tiempo la finalidad del Espiritismo y el deber que él impone.
Estando reconocido que no se puede ser un buen espírita con sentimientos de rencor en el corazón, yo me alegro de contar sólo como amigos a los auténticos espíritas, puesto que si yo tengo defectos ellos sabrán disculpármelos.
Las causas que pueden excitar ciertas animosidades, se dan desde que comenzaron las primeras manifestaciones de los Espíritus, algunas personas vieron en ellas un medio de especulación, una nueva mina para ser explotada. Si esta idea hubiese seguido su curso, habríamos visto pulular por todas partes
a médiums y seudo médiums, ofreciendo consultas a un determinado precio por sesión. Los periódicos contarían con gran cantidad de esos anuncios. Los médiums se habrían convertido en decidores de la suerte y el Espiritismo se habría ubicado en la misma línea de la adivinación, de la cartomancia, de la necromancia, etcétera. Ante tal desconcierto, ¿cómo podría el público diferenciar la verdad de la mentira? Poner al Espiritismo a salvo en medio de tal confusión, no sería cosa fácil. Fue imperioso impedir que él se encaminara por esa vía funesta. Era preciso cortar por la raíz un mal que lo habría atrasado por más de un siglo. Fue lo que se esforzó en hacer Allan Kardec, demostrando desde el principio el carácter grave y sublime de esta nueva ciencia, haciéndola salir del camino exclusivamente experimental para hacerla penetrar en el de la filosofía y la moral, revelando, finalmente, la profanación que sería explotar el alma de los muertos, al tiempo que cubrimos sus despojos con el mayor respeto.
Gracias a la tenacidad de los esfuerzos realizados por el codificador Allan Kardec, los médiums profesionales son hoy raras excepciones en Europa. Donde sea que sus obras penetraron y sirven de guía el Espiritismo es visto en su genuino aspecto, esto es, en su carácter esencialmente moral. Por todas partes los médiums sinceros y desinteresados que comprenden la responsabilidad de su misión, se ven rodeados de la consideración que les es debida, cualquiera sea su posición social. Y esa consideración crece en sentido paralelo con el mayor desinterés.
El no pretendía decir que entre los médiums profesionales no existan muchos que sean honestos y dignos de consideración. Pero la experiencia le demostró a él y a muchos otros, que el interés es un poderoso estimulante del fraude, puesto que tiene por miras el lucro; y si los Espíritus no colaboran lo que frecuentemente ocurre, puesto que no están para satisfacer nuestros caprichos la astucia, fecunda en estos trances, encuentra con facilidad un medio de suplirlos. Para uno que actúe con lealtad, habrá cientos dispuestos al abuso, lo que afectará la reputación del Espiritismo.
Por otro lado, nuestros adversarios no descuidarán el explotar en provecho de sus críticas los fraudes que pudieran comprobar, concluyendo con ello que todo en el Espiritismo es falsedad y que urge, por tanto, oponerse a ese nuevo género de engaño. En vano se podrá decir que la Doctrina no es responsable de tales abusos. Bien conocéis el proverbio: "Cuando se desea matar al perro, se dice que está rabioso".
Es un deber del buen espirita combatir esos abusos, y a quienes se quejaren, pues, de haber sido engañados o de no haber obtenido las respuestas que deseaban, podemos decirles: "Si hubieseis estudiado el Espiritismo, sabríais en qué condiciones él puede ser experimentado con provecho; conoceríais cuáles son los legítimos motivos de confianza y de duda y qué es, en suma, lo que puede esperarse de él; no habríais pedido lo que él no puede dar; no hubierais ido a consultar a un médium como a un cartomántico para pedirle a los Espíritus revelaciones, consejos sobre herencias, descubrimientos de tesoros y otro ciento de cosas semejantes que no son incumbencia del Espiritismo. Si fuisteis engañados, debéis culparos sólo vosotros".
Es evidente que no se puede considerar una explotación la mensualidad que se paga a una sociedad para solventar las expensas de su sostenimiento. De igual manera, la más elemental equidad nos dice que no se puede imponer esa contribución a personas que no disponen de posibilidades financieras o de tiempo para frecuentar con asiduidad como asociados. La especulación consiste en hacer de la situación una industria, atrayendo al primero que fuere, curioso o indiferente, exigiéndole dinero. Una sociedad que así actuase sería tan reprensible, o más aún, que un individuo, y no merecería ninguna confianza. Una institución espírita debe proveer a sus necesidades. Ella debe compartir entre todos sus integrantes los gastos y nunca cargarlos sobre uno solo; esto es justo, y con este criterio no existe ni explotación ni especulación. En cambio, el caso sería muy distinto si el primero que se presentase pudiese adquirir el derecho de entrada por medio de un pago, pues esto sería desnaturalizar la finalidad esencialmente moral e instructiva de las reuniones de este género, haciendo de ellas un espectáculo para curiosos.
Allan Kardec sintió que se hizo de muchos enemigos al frustrarles sus ideas especulativas, que nos podíamos dar por contentos si en nuestra ciudad no había surgido la explotación del Espiritismo. Animándonos a no comprometernos con tal cosa para que las censuras que se originen no vayan a caer sobre la pureza de la Doctrina.
Junto a la especulación material existe aquella otra a la cual podríamos llamar especulación moral, esto es, la satisfacción del orgullo, del amor propio. Es el caso de quienes intentan, al margen de todo interés pecuniario, hacer del Espiritismo un pedestal honorífico para colocarse en evidencia. A éstos muy poco los favoreció en sus escritos, y sus consejos, por otro lado, desvirtuaron más de un intento premeditado y calculista, probando que las cualidades del verdadero espirita son la abnegación y la humildad, conforme a la máxima de Cristo: "Quien se exalta será humillado".
Éstos son los que integran el segundo grupo y que en él se encuentran los portadores de las ambiciones frustradas y de los amores propios resentidos. En esta clase de personas están las que no perdonan el hecho a Allan Kardec de haber logrado éxito. Para ellas, el suceso de sus obras es causa de disgusto y motivo que les hace perder el sueño cuando asistían a los testimonios de simpatía que espontáneamente le eran dispensados. Este grupo de envidiosos lo constituyen todos aquellos que, por temperamento, no toleran ver a un hombre elevar un poco la cabeza sin intentar nada por sumergirlo.
Otro grupo no menos irascible, seguramente, es el constituido por médiums, no por médiums mercenarios, sino, por el contrario, desinteresados, materialmente hablando. Son los médiums obsesados, o mejor dicho, fascinados. Algunas
Consideraciones a este respecto no dejarán de tener su utilidad.
Éstos, por su orgullo, están de tal forma persuadidos de que todo cuanto reciben es sublime y sólo puede provenir de los Espíritus superiores, que se irritan con la menor observación crítica, al punto de enemistarse con sus amigos cuando éstos manifiestan la inhabilidad de no admirar lo que les parece absurdo.
En esto reside la prueba de la mala influencia que los domina, puesto que, suponiéndose que por falta de capacidad de juzgar o de conocimiento no estuviesen sus críticos en condiciones de percibir claramente, esto no puede constituir un motivo para tener prevención respecto a ellos, que no se hallan en su misma posición. Pues bien, esa es la tarea de los Espíritus obsesores, los cuales, para mantener mejor al médium bajo su dependencia, lo inducen al alejamiento y rechazo de toda persona que esté en condiciones de abrirle los ojos.
Existen también los dotados de una susceptibilidad que linda con el exceso. Se molestan hasta con los más insignificantes detalles, como ser: por el lugar que se les destina en las reuniones, si éste no es de relevancia, así como por el orden establecido para el examen de las comunicaciones que recibieron o por el hecho de negarse la lectura de una de aquéllas, cuyo tema no fue considerado oportuno para el momento. Algunos se fastidian cuando no son invitados a brindar su concurso con asiduidad, otros se disgustan porque el orden de los trabajos no es invertido, de manera de favorecer sus conveniencias. Hay, además, aquellos que les agradaría ser considerados médiums titulares de un grupo o de una sociedad, ser allí los dueños y señores y que sus Espíritus guías sean tomados por árbitros infalibles de todas las cuestiones, etcétera, etcétera... Esos motivos son tan pueriles y tan mezquinos, que ninguno de ellos se anima a confesarlos. Mas no por eso dejan de constituir una fuente de sórdida animosidad que, tarde o temprano, se manifiesta a través de las discordias y los alejamientos. Sin tener razones objetivas que ofrecer por su retiro, muchos, poniendo de lado los escrúpulos, presentan pretextos o alegaciones imaginarias. El hecho de no haber satisfecho jamás las pretensiones de esas personas fue considerado por ellas como un grave error nuestro, o mejor dicho, como un crimen, razón por la cual, naturalmente, dieron la espalda a Kardec, gesto ese al cual él reaccionó, una vez más según ellos erróneamente, no dándoles ninguna importancia. ¡Todo esto es imperdonable! decían. ¿Concebiréis esta palabra en los labios de personas que se dicen espíritas? Este es un vocablo que debería ser quitado del léxico espírita.
Esos desagrados los han experimentado, la mayor parte de los directores de grupos o de sociedades, y a todos Kardec invita a que tomen su actitud, esto es, la de no dar importancia a esos médiums que más constituyen un inconveniente que un recurso. En su presencia se está siempre molesto y con el temor de herirlos, hasta con las acciones más simples y candorosas.
Esos inconvenientes eran muchos más antes que ahora en la actualidad, porque entonces había menos médiums.
Dejándose a un lado el grado de la facultad, las cualidades de un buen médium son la modestia, la sencillez y la devoción. Él debe ofrecer su colaboración teniendo por miras el ser útil y no el de satisfacer su vanidad. Nunca debe atenerse a las comunicaciones que recibe, pues de tal manera podría pensarse que hay en ellas algo suyo, algo que tiene interés en defender. Debe aceptar la crítica, e incluso solicitarla, sometiéndose a las advertencias de la mayoría sin intenciones premeditadas. Si lo que recibe es falso, malo o detestable, todo eso es preciso que se le diga sin ningún temor de herirlo, e incluso con la seguridad de que tal cosa no ha de ocurrir. Esos son los médiums verdaderamente útiles a un grupo, con los cuales jamás habrá motivos de desinteligencias, puesto que comprenden muy bien la Doctrina. De igual forma son ellos los que reciben las mejores comunicaciones, dado que no se dejan dominar por los Espíritus orgullosos. Los Espíritus mentirosos no se les acercan, puesto que se reconocen impotentes para poderlos utilizar. En cuanto a los demás, ellos no comprenden la Doctrina o no la quieren comprender.
Allan Kardec no despreció nunca a nadie y se condolió de quienes actuaban mal, rogando a Dios y a los Espíritus buenos para que hagan nacer en ellos mejores sentimientos. Todo aquel que se marchaba disgustado de su lado, si volvía era aceptado, pero él no iba a buscarlo pues disponía de poco tiempo, y este lo dedicaba a las personas de buena voluntad, además el no daba a ciertos individuos la importancia que ellos se atribuían. Para él, un hombre era un hombre, ¡nada más! Medio su valor por sus actos, por sus sentimientos, nunca por su posición social. El coloco, en primera instancia, el consuelo que era preciso ofrecer a los que sufren, levantar el ánimo de los caídos, liberar a un hombre de sus pasiones, de la desesperación, del suicidio, ¡detenerlo, tal vez, al borde mismo del crimen! Para él valía eso mucho más que los blasones de la nobleza.
Aquí solo se expone contenidos de una mínima parte de ese viaje espirita, concretamente hasta la pagina 30, seguiremos puntualizando esa riqueza valiosa que el verdadero espirita o el que desee llegar a serlo a de tomar en consideración, porque todo lo obtenemos a través del esfuerzo, y teniendo claras las ideas y las concepciones de la Doctrina Espirita, como es dado en la actualidad, es una pérdida de tiempo no llevarlas a la práctica, para nuestra conducción en la vida y dentro de las filas de la Doctrina, además si así fuera y no las tomáramos en serio, todo redundaría en nuestro prejuicio, y al llegar al otro lado de la vida no podríamos alegar ignorancia y si ,despreocupación.
Mercedes Cruz Reyes
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El bien y el mal
. ¿Qué definición se puede dar de la moral?
- La moral es la regla para conducirse bien, vale expresar, la
distinción entre el bien y el mal. Se basa en la observancia de la ley de Dios. El hombre se comporta bien cuando hace todo con miras al bien de todos, porque en tal caso está observando la ley de Dios.
. ¿Cómo podemos distinguir el bien del mal?
- El bien es todo aquello que está de acuerdo con la ley de
Dios, y e mal, todo lo que de ella se aparta. Así pues, realizar el bien es conformarse a la ley de Dios. Hacer el mal, infringir dicha ley.
. ¿Tiene el hombre, de por sí, los medios para distinguir lo que está bien de aquello otro que está mal?
- Sí, cuando cree en Dios y quiere saberlo. Dios le ha concedido la inteligencia para discernir lo uno de lo otro.
. El hombre, sujeto como está al error, ¿no puede equivocarse en la evaluación del bien y el mal, y creer que hace bien cuando en realidad está haciendo mal?
- Jesús os lo dijo: Ved lo que quisierais que se os hiciese o no se os hiciese. Todo está allí. No os equivocaréis
El libro de los Espiritus.
Allan kardec.
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Espiritismo Doctrina Espírita
¿QUÉ ES ?
El conjunto de leyes y los principios revelados por los Espíritus Superiores, contenidos en las obras de Allan Kardec, que constituyen la Codificación Espírita: El Libro de los Médium Libro de los Espíritus, El Evangelio Según el Espiritismo, El Cielo y el Infierno y La Génesis .
· Es el Consolador prometido, que vino a su debido tiempo, recordar y complementar lo que Jesús enseñó, restaurando todas las cosas en su verdadero sentido, con lo que por lo tanto la base para la Humanidad para su espiritualización real.
El REVELA QUE
· Revela conceptos nuevos y más profundos acerca de Dios, el Universo, el Ser Humano, a los Espíritus ya las Leyes que rigen la vida.
· Por otra parte, pone de manifiesto lo que somos, de dónde venimos, a dónde vamos, cuál es el propósito de nuestra existencia y por qué el dolor y el sufrimiento.
¿CUÁL ES SU COBERTURA ?
· Traer nuevos conceptos sobre el hombre y todo lo que les rodea, el Espiritismo abarca todas las áreas del conocimiento, la actividad y el comportamiento humano.
· Se puede y debe ser estudiado, analizado y practicado en todos los aspectos fundamentales de la vida, tales como: científico, filosófico, religioso, ético, moral, social, educativo,.
QUÉ ENSEÑA (puntos clave)
• Dios es la inteligencia suprema causa, en primer lugar de todas las cosas. Es eterno, inmutable, inmaterial, omnipotente, único, soberanamente justo y bueno.
· El universo es creación de Dios, abarca todos los seres racionales e irracionales, animados e inanimados, materiales e inmateriales.
· Además del mundo corporal, morada de los Espíritus encarnados (los hombres), hay un mundo espiritual, morada de los Espíritus no encarnados.
· En el Universo hay otros mundos habitados por seres de diferentes grados de evolución: iguales, más evolucionados y menos evolucionados que los hombres.
· Todas las Leyes de la Naturaleza son leyes divinas, porque Dios es su autor. Abarcan tanto las leyes físicas y leyes morales.
· El hombre es un Espíritu encarnado en un cuerpo material. El periespíritu es el cuerpo semi-material que une el Espíritu al cuerpo material.
· Los Espíritus son los seres inteligentes de la creación. Constituyen el mundo de los Espíritus, que preexiste y sobrevive a todo.
· Los espíritus creados simples e ignorantes. Desarrollar intelectual y moralmente, pasando de un orden inferior a otro superior, a la perfección, cuando gozan de inalterable felicidad.
· Espíritus mantienen su individualidad, antes, durante y después de cada encarnación.
· Los Espíritus reencarnan tantas veces como sea necesario para su mejora.
· Los espíritus evolucionan siempre. En sus múltiples existencias corporales pueden estacionarse, pero nunca retroceder. La velocidad de su progreso, intelectual y moral, depende de los esfuerzos que hacen para alcanzar la perfección.
· Los Espíritus pertenecen a diferentes órdenes de acuerdo con el grado de perfección que hayan alcanzado: Espíritus Puros, que han alcanzado la máxima perfección, de buen humor, cuyos deseos del bien es predominante; Espíritus Imperfectos, caracterizados por la ignorancia, el deseo el mal y las pasiones inferiores.
· Las relaciones de los Espíritus con los hombres son constantes y han existido siempre. Los Espíritus buenos nos inducen al bien, nos sustentan en pruebas de la vida y nos ayudan a soportar con valor y resignación. El imperfecto nos obligan a mal.
· Jesús es el guía y modelo para toda la humanidad. La doctrina que enseñó y ejemplificó es la expresión más pura de la Ley de Dios.
· La moral de Cristo, que figura en los Evangelios es el guión para la evolución segura de todos los hombres, y su práctica es la solución a todos los problemas humanos y el objetivo a alcanzar por la humanidad.
· El hombre tiene libre albedrío para actuar, pero responder por las consecuencias de sus acciones.
· Las reservas de vida futura a los hombres penas y gozos compatibles con el respeto o no la ley de Dios.
· La oración es un acto de adoración a Dios. Es la ley natural, y es el resultado de un sentido innato del hombre, como es la idea innata de la existencia del Creador.
· La oración hace que el mejor hombre. Aquel que ora con fervor y confianza es más fuerte contra las tentaciones del mal, y Dios le envía a los buenos Espíritus para asistirlo. Es esta asistencia nunca se niega, cuando es pedido con sinceridad.
Práctica espírita
· Toda práctica espírita es gratuita, en el comienzo del Evangelio: Entonces, ¿qué sin gracia recibida.
· Práctica espírita es realizada sin ningún tipo de formas externas de culto dentro del principio cristiano que Dios debe ser adorado en espíritu y verdad.
· El espiritismo no tiene un cuerpo de sacerdotes, y no adopta ni usa en sus reuniones y sus prácticas: altares, imágenes, flotadores, velas, procesiones, sacramentos, bebidas alcohólicas o alucinógenas, incienso, tabaco, talismanes, amuletos, horóscopos, la adivinación, pirámides, cristales, conchas u otros objetos, rituales o formas de culto exterior.
· El Espiritismo no impone sus principios. Invita a los interesados en los conoce a presentar sus enseñanzas al tamiz de la razón antes de aceptarlas.
· La mediumnidad, que permite a los espíritus para comunicarse con los hombres, es una facultad que muchas personas traen consigo al nacer, independientemente de su religión o de creencias que abraza la vida.
· La mediumnidad es la práctica sólo lo que se ejerce sobre la base de los principios de la Doctrina Espírita y dentro de la moral cristiana.
· El Espiritismo respeta todas las religiones, los valores de todos los esfuerzos para hacer buenas obras y de compañerismo entre todos los hombres, sin distinción de raza, color, origen nacional, religión, cultural o social. También reconoce que la persona verdaderamente bueno es aquel que cumple con las leyes de la justicia, de amor y caridad en su más alta pureza.
· El nacimiento, la muerte, el renacimiento y el progreso ha sido siempre, esta es la ley.
· Fe inquebrantable sólo es lo que puede hacer frente a la cara a cara la razón, en todas las épocas de la humanidad.
· Sin caridad no hay salvación.
· El estudio de las obras de Allan Kardec es fundamental para el correcto conocimiento de la Doctrina Espírita.
(Extraído de la Reforma, marzo de 1997 pg 32).
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