NUESTROS PODERES
Existen en nosotros poderes divinos que, por nuestra ignorancia y dejadez permanecen dormidos, comprenderemos que, nuestra falta de capacidad para el desarrollo de ciertas realizaciones, es nuestra falta de fe...
Investigaciones en el campo de la psicología, han descubierto los efectos del éxito sorprendente obtenido sin mayores recursos intelectuales, pero con una gran fe en sí mismos...
Pues, aun cuando las facultades intelectuales son muy valiosas, sin la energía que la fe proporciona, esas facultades no entran en acción. Y aquí está, el quid de la cuestión.
Si todas las personas se percataran de la poderosa energía creadora de la fe, y la utilizaran debidamente en las vicisitudes adversas de la vida. No habría fracasados, indigentes ni desquiciados; que son el fermento de las desarmonías sociales.
La ignorancia en el destino de la vida y la falta de fe en los propios recursos internos para realizar su destino, son las causas que forman hoy esos cuadros penosos de frustrados...
Si no queremos ser víctimas de los efectos perjudiciales de esos aspectos negativos: duda, temor, miedo, etc.; no demos cabida, nunca, a pensamientos deprimentes, que son equivocaciones de la imaginación carente de control.
Cuando la fe vacila, nos encontramos psíquicamente deprimentes, cual si nos faltara el estimulo esencial para la lucha en la vida, y las fuerzas decaen.
Terminando por envolvernos en las brumas de la duda, que pronto invaden la mente, impidiendo la actuación de las facultades racionativa y volitiva, de la Mente.
En cambio, con la fe puesta en Dios de Amor y Poder, y en nosotros mismos como parte de El, nos será fácil expulsar de la mente humana todo pensamiento de duda y temor.
Que son impedimento de progreso y felicidad; y con lo cual, nos sentiremos más fuertes, alegres y felices. No permitamos, nunca, que nuestra fe flaquee, ya que daríamos entrada a la duda, y ésta nos impediría atraer las fuerzas positivas, realizadoras, privándonos de sus maravillosos efectos.
Nada ni nadie puede detener a aquella persona que, con una fe firme, se determine a realizar algo; porque, la energía que genera con esa fe pone en acción la fuerza realizadora de la Mente.
Tened fe en todo aquello que, con elevación de miras, os propongáis realizar. Y esa fe os dará fuerzas para superar todas las vicisitudes adversas y obstáculos que se os presenten.
Curso del Conocimiento Espiritual
Sebastián de Arauco
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La práctica constante del deber nos conduce al perfeccionamiento. Para acelerar éste, conviene primero estudiarse a sí mismo con atención y someter nuestros actos a un juicio escrupuloso. No se puede remediar el mal sin conocerlo. Podemos, incluso, estudiarnos en los demás hombres. Si cualquier vicio, si cualquier enojoso defecto nos choca en ellos, indaguemos con cuidado si existe en nosotros un germen idéntico, y, si lo descubrimos, dediquémonos a arrancárnoslo. Consideremos nuestra alma como lo que es realmente, es decir, una obra admirable, aunque muy imperfecta, y hemos de notar que estamos en el deber de embellecerla y adornarla sin cesar. Este pensamiento de nuestra imperfección nos hará más modestos y alejará de nosotros la presunción y la necia vanidad. Sometámonos a una disciplina rigurosa. Como se dan al arbusto la forma y la dirección convenientes, podemos también modificar las tendencias de nuestro Ser moral. La costumbre del bien hace cómoda su práctica. Sólo los primeros esfuerzos son penosos. Aprendamos, ante todo, a dominarnos. Las impresiones son fugitivas y cambiantes; la voluntad es el fondo sólido del alma. Aprendamos a gobernar esa voluntad, a hacernos dueños de nuestras impresiones, a no dejarnos nunca dominar por ellas. El hombre no debe aislarse de sus semejantes. Le importa, sin embargo, escoger sus relaciones, sus amigos, decidirse a vivir en un ambiente honrado y puro donde no reinen más que las buenas influencias, donde sólo existan fluidos tranquilos y bienhechores. Evitemos las conversaciones frívolas, las charlas ociosas que conducen a la maledicencia. Cualquiera que pueda ser el resultado, digamos siempre la verdad. Sumerjámonos con frecuencia en el estudio y el recogimiento. El alma encuentra así nuevas fuerzas y nuevas luces. Que podamos decirnos al final da cada día: “He hecho una obra útil, he logrado un éxito sobre mí mismo, he socorrido, he consolado a los desgraciados, he esclarecido a mis hermanos, he trabajado por hacerlos mejores, he cumplido con mi deber”. León Denis Extraído del libro "El Camino Recto"
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