ASTROLOGÍA Y ESPIRITISMO
La astrología es la ciencia de los astros.
Este término viene del griego “astron” que significa astro y “logos” que quiere decir ciencia. De manera general, es el arte de predecir los eventos de acuerdo con la observación de los astros. Tiene también otra definición que la describe como el arte de determinar el carácter y prever el destino de los hombres por el estudio de las influencias astrales, el aspecto de los astros y los signos del zodíaco.
La actividad de los planetas y la situación de los astros en el cielo siempre han intrigado e interesado a los hombres. De esta observación del cielo, ha derivado un movimiento mediante el cual los miembros, los adeptos a la astronomía de hace milenios o los astrólogos de hoy, tratan de dar explicaciones al comportamiento humano, que está vinculado a los fenómenos naturales.
Sus versiones populares son los horóscopos de las revistas o las afinidades de los signos del zodíaco. Así, los planetas tienen una influencia cierta en nuestro carácter desde nuestro nacimiento, los cálculos permiten predecir los eventos de un día, de un mes o de un año, eventos que serán los mismos para todas las personas que pertenecen al mismo signo zodiacal.
Otros cálculos permiten predecir los eventos del nuevo año para nuestra sociedad o para el planeta.
Hoy en día no se puede negar la influencia del entorno natural sobre nuestro modo de ser o de reaccionar. La astrología ayudaría así a comprender mejor nuestro comportamiento y a las personas de nuestro entorno cercano.
¿Qué nos revela el Espiritismo? Nos enseña que somos espíritus encarnados en la materia, por tanto que somos perfectibles, es decir que tenemos la posibilidad de crecer intelectual y moralmente por medio de las vidas sucesivas. Y es durante este camino reencarnacionista que se crean y se desarrollan nuestro carácter y nuestra psicología. Nuestro yo, nuestro ego es el resultado de nuestras vidas anteriores, hoy somos pues producto de lo que hemos vivido, tanto en esta vida como en las anteriores.
Nuestros temores, nuestras angustias, nuestros deseos, nuestras pasiones, nuestras predilecciones no son resultado de la influencia de ciertos planetas, sino en realidad consecuencia de lo que hemos vivido y de las experiencias que nos han forjado tal y como somos hoy.
Además, una carta astral realizada a partir de la fecha de nacimiento de un individuo no puede ser sino falsa, pues en espiritismo sabemos que el espíritu integra la materia en el momento de la concepción y no del nacimiento. Y aun cuando el astrólogo tomara en cuenta este dato, no integraría el conjunto de las vidas pasadas que están registradas en la memoria del espíritu y no en algunos planetas o mapas del cielo. Que se encuentren similitudes en unos u otros es lo más normal, pues unos y otros han podido vivir experiencias similares que no necesariamente son comunes y que dejarán en ellos la misma impresión, lo cual se traducirá, en lo negativo por la misma fobia, por ejemplo, o en lo positivo por el mismo entusiasmo, la misma pasión.
Nuestra vida se expresa en acciones diversas que todas tienen consecuencias, ya sea sobre nuestro futuro inmediato, o sobre nuestro futuro a mediano o largo plazo. Sucede así con nuestra vida personal, pero igualmente con la vida de nuestras sociedades, compuestas de hombres y mujeres, que a su vez actúan.
Que los caracteres o las situaciones políticas sean puestos en evidencia por un astrólogo, puede ser una realidad. No porque en la circunstancia haya ninguna influencia de planetas y constelaciones, sino por una posible capacidad telepática relacionada con la clarividencia simple.
El astrólogo entra en telepatía con las vibraciones cercanas, las capta, las recibe y las expresa por el verbo o la escritura. En la misma forma que el clarividente puede utilizar como soporte para su concentración, una foto, un mechón de cabello o un simple nombre escrito sobre un trozo de papel, el astrólogo utiliza como soporte para su concentración, el mapa del cielo y los diferentes cálculos de cartas astrales puestos a su disposición, para expresar lo que percibe.
Nuestro porvenir no depende pues de la influencia de los planetas, sino de lo que hacemos de nuestra vida, de nuestros empeños, de nuestras elecciones o de nuestra inercia, a saber, ser simplemente un espectador o un actor de nuestra vida. Existe sin embargo, y con certeza, una influencia de la luna, satélite de nuestro planeta, sobre el hombre en general.
Durante el plenilunio, por ejemplo, al estar la luna y el sol sensiblemente en el mismo eje, actúan concertadamente y las mareas son mayores. Se pueden constatar modificaciones del carácter, el cabello cortado crece más rápido, los partos parecen más numerosos durante esos períodos, etc. La explicación es de orden telúrico. Esta energía, llamada telúrica no tiene nada en común con la teluria de los subsuelos terrestre
El plenilunio es la fase lunar durante la cual la luna aparece más brillante desde la Tierra pues casi toda su superficie está iluminada por el sol. Por la enseñanza de los espíritus sabemos que la luz de la luna y la de las estrellas es captada constantemente por la roca granítica que cubre gran parte de nuestro planeta.
Ese granito está constituido por componentes como cuarzo, mica y biotita. La luz estelar penetra la biotita, se fija en la mica y se refleja en el cuarzo.
La energía telúrica que impregna la piedra granítica es beneficiosa para nuestros periespíritus, eso quiere decir que nuestras células periesprituales se benefician con esa energía, energía suplementaria y natural que tendrá influencia tanto sobre nuestro espíritu como sobre nuestro cuerpo físico, y de un modo más importante durante el plenilunio, pero nada más.
Para concluir, y ustedes lo habrán comprendido muy bien a través de esta exposición, no hay que hacer comparación o amalgama entre espiritismo y astrología.
por
CATHERINE GOUTTIÈRE
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" La doctrina de que el hombre queda consciente en la muerte, y más aún la creencia de que los espíritus de los muertos vuelven para servir a los vivos, preparó el camino para el espiritismo moderno. Si los muertos son admitidos a la presencia de Dios y de los santos ángeles y si son favorecidos con conocimientos que superan en mucho a los que poseían anteriormente, ¿por qué no habrían de volver a la tierra para iluminar e ilustrar a los vivos? Si, como lo enseñan los teólogos populares, los espíritus de los muertos se ciernen en torno de sus amigos en la tierra, ¿por qué no les sería permitido comunicarse con ellos para prevenirlos del mal o para consolarlos en sus penas? ¿Cómo podrán los que creen en el estado consciente de los muertos rechazar lo que les viene cual luz divina comunicada por espíritus glorificados? Representan un medio de comunicación considerado sagrado, del que Satanás se vale para cumplir sus propósitos. Los ángeles caídos que ejecutan sus órdenes se presentan como mensajeros del mundo de los espíritus. Al mismo tiempo que el príncipe del mal asevera poner a los vivos en comunicación con los muertos, ejerce también su influencia fascinadora sobre las mentes de aquéllos."
- KARDEC-
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EL PAPEL DE LOS MEDIUMS
225. La disertación siguiente, dada espontáneamente por un Espíritu superior, que se ha revelado por las más elevadas comunicaciones, resume de la manera más clara y más completa la cuestión de papel de los médiums.
Cualquiera que sea la naturaleza de los mediums escribientes, mecánicos, semimecánicos o simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de comunicación con ellos no varían
esencialmente. En efecto, nos comunicamos con los Espíritus encarnados, como con los Espíritus propiamente dichos, por la sola difusión de nuestro pensamiento.
Nuestros pensamientos no tienen necesidad de la palabra para que sean comprendidos por los Espíritus, y todos perciben el pensamiento que deseamos comunicarles con sólo dirigirlo hacia ellos, y esto es en razón de sus facultades intelectuales, es decir, que tal pensamiento puede ser comprendido por algunos, según su adelantamiento, mientras que para otros, no despertándoles este pensamiento ningún recuerdo, ningún conocimiento en el fondo de su corazón o de su cerebro, no que perceptible para ellos. En este caso es Espíritu encarnado que nos sirve de médium es más propio para manifestar nuestro pensamiento a los otros encarnados, aun cuando él no lo comprenda, que un Espíritu desencarnado y poco avanzado no podría hacerlo sin estar obligado a recurrir a su intermediario; porque el ser terrestre pone su cuerpo como instrumento a nuestra disposición, lo que no puede hacer el Espíritu errante. De este modo, cuando encontramos un médium con el cerebro bien provisto de conocimientos adquiridos en la vida actual y su Espíritu rico de conocimientos anteriores latentes propios para facilitar nuestras comunicaciones, nos servimos de él con preferencia, porque con él, el fenómeno de la comunicación no es mucho más fácil que con un médium cuya inteligencia fuse limitada y cuyos conocimientos anteriores hubiesen quedado insuficientes. Vamos a ver si podemos hacernos comprender por algunas explicaciones limpias y precisas.
Con un médium cuya inteligencia actual o anterior se encuentra desarrollada, nuestro pensamiento se comunica instantáneamente de Espíritu a Espíritu, por una facultad propia a la esencia del mismo Espíritu. En este caso encontramos en el cerebro del médium los elementos propios para dar a nuestro pensamiento la forma de la palabra correspondiendo a este pensamiento, y esto que el médium sea intuitivo, semimecánico o mecánico puro. Por esto cualquiera que sea la diversidad de los Espíritus que comunican con el médium, los dictados que se obtienen por él, aunque procedan de Espíritus diversos, llevan el sello de la forma y el calor personal de este médium. Sí; bien que el pensamiento sea del todo extraño a él, bien que el asunto salga del círculo en el cual se mueve habitualmente, o bien que lo que nosotros queremos decir no provenga de ningún modo de él, no por esto deja de influir menos la forma, por las cualidades y las propiedades que son adecuadas a su individuo. Es absolutamente como cuando vosotros miráis deferentes puntos de vista con anteojos de diferentes matices, verdes, blancos o azules: aun cuando los puntos de vista u objetos mirados estén enteramente opuestos y enteramente independientes los unos de los otros, no por esto afectan menos siempre un tinte que proviene del color de los anteojos. Mejor aún, compararemos los médiums a estas vasijas llenas de líquidos de colores y transparentes que se ven en el mostrador de los farmacéuticos; pues bien: nosotros somos como las luces que iluminamos ciertos puntos de vista morales, filosóficos e internos a través de los médiums, azules, verdes o encarnados, de tal modo que nuestros rayos luminosos, precisados a pasar a través de los cristales, más o menos bien tallados, más o menos transparentes, es decir, por médiums más o menos inteligentes, no llegan sobre los objetos que queremos iluminar sino tomando el tinte, o mejor, la forma propia y particular de estos médiums. En fin, para terminar por la última comparación, nosotros, los Espíritus, somos como los compositores de música, que hemos compuesto o queremos improvisar un aire y no tenemos a la mano sino un piano, un violín, una flauta, un bajo o un silbato de dos cuartos. Es incontestable que con el piano, la flauta o el violin, ejecutaremos nuestro fragmento de una manera muy comprensible para los oyentes; y aun cuando los sonidos proviniendo del piano, del bajo o del clarinete, sean esencialmente diferentes los uno de los otros, nuestra composición será idénticamente la misma, salvo los cambios del sonido. Pero si sólo tenemos a nuestra disposición un silbato o un embudo, esta es nuestra dificultad.
Cualquiera que sea la naturaleza de los mediums escribientes, mecánicos, semimecánicos o simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de comunicación con ellos no varían
esencialmente. En efecto, nos comunicamos con los Espíritus encarnados, como con los Espíritus propiamente dichos, por la sola difusión de nuestro pensamiento.
Nuestros pensamientos no tienen necesidad de la palabra para que sean comprendidos por los Espíritus, y todos perciben el pensamiento que deseamos comunicarles con sólo dirigirlo hacia ellos, y esto es en razón de sus facultades intelectuales, es decir, que tal pensamiento puede ser comprendido por algunos, según su adelantamiento, mientras que para otros, no despertándoles este pensamiento ningún recuerdo, ningún conocimiento en el fondo de su corazón o de su cerebro, no que perceptible para ellos. En este caso es Espíritu encarnado que nos sirve de médium es más propio para manifestar nuestro pensamiento a los otros encarnados, aun cuando él no lo comprenda, que un Espíritu desencarnado y poco avanzado no podría hacerlo sin estar obligado a recurrir a su intermediario; porque el ser terrestre pone su cuerpo como instrumento a nuestra disposición, lo que no puede hacer el Espíritu errante. De este modo, cuando encontramos un médium con el cerebro bien provisto de conocimientos adquiridos en la vida actual y su Espíritu rico de conocimientos anteriores latentes propios para facilitar nuestras comunicaciones, nos servimos de él con preferencia, porque con él, el fenómeno de la comunicación no es mucho más fácil que con un médium cuya inteligencia fuse limitada y cuyos conocimientos anteriores hubiesen quedado insuficientes. Vamos a ver si podemos hacernos comprender por algunas explicaciones limpias y precisas.
Con un médium cuya inteligencia actual o anterior se encuentra desarrollada, nuestro pensamiento se comunica instantáneamente de Espíritu a Espíritu, por una facultad propia a la esencia del mismo Espíritu. En este caso encontramos en el cerebro del médium los elementos propios para dar a nuestro pensamiento la forma de la palabra correspondiendo a este pensamiento, y esto que el médium sea intuitivo, semimecánico o mecánico puro. Por esto cualquiera que sea la diversidad de los Espíritus que comunican con el médium, los dictados que se obtienen por él, aunque procedan de Espíritus diversos, llevan el sello de la forma y el calor personal de este médium. Sí; bien que el pensamiento sea del todo extraño a él, bien que el asunto salga del círculo en el cual se mueve habitualmente, o bien que lo que nosotros queremos decir no provenga de ningún modo de él, no por esto deja de influir menos la forma, por las cualidades y las propiedades que son adecuadas a su individuo. Es absolutamente como cuando vosotros miráis deferentes puntos de vista con anteojos de diferentes matices, verdes, blancos o azules: aun cuando los puntos de vista u objetos mirados estén enteramente opuestos y enteramente independientes los unos de los otros, no por esto afectan menos siempre un tinte que proviene del color de los anteojos. Mejor aún, compararemos los médiums a estas vasijas llenas de líquidos de colores y transparentes que se ven en el mostrador de los farmacéuticos; pues bien: nosotros somos como las luces que iluminamos ciertos puntos de vista morales, filosóficos e internos a través de los médiums, azules, verdes o encarnados, de tal modo que nuestros rayos luminosos, precisados a pasar a través de los cristales, más o menos bien tallados, más o menos transparentes, es decir, por médiums más o menos inteligentes, no llegan sobre los objetos que queremos iluminar sino tomando el tinte, o mejor, la forma propia y particular de estos médiums. En fin, para terminar por la última comparación, nosotros, los Espíritus, somos como los compositores de música, que hemos compuesto o queremos improvisar un aire y no tenemos a la mano sino un piano, un violín, una flauta, un bajo o un silbato de dos cuartos. Es incontestable que con el piano, la flauta o el violin, ejecutaremos nuestro fragmento de una manera muy comprensible para los oyentes; y aun cuando los sonidos proviniendo del piano, del bajo o del clarinete, sean esencialmente diferentes los uno de los otros, nuestra composición será idénticamente la misma, salvo los cambios del sonido. Pero si sólo tenemos a nuestra disposición un silbato o un embudo, esta es nuestra dificultad.
- EL lIBRO DE LOS MEDIUMS -
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LA ESENCIA DEL SER
Sabrás del dolor y de la pena de estar con muchos, pero vacío.
Sabrás de la soledad de la noche y de la longitud de los días.
Sabrás de la espera sin paz y de aguardar con miedo.
Sabrás de la soberbia de aquellos que detentan el poder y someten sin compasión.
Sabrás de la deserción de los tuyos y de la impotencia del adiós.
Sabrás que ya es tarde y casi siempre imposible.
Sabrás que eres tú el que siempre da y sientes que pocas veces te toca recibir.
Sabrás que a menudo piensas distinto y tal vez no te entiendan.
Pero sabrás también:
Que el dolor redime. Que la soledad cura. Que la fe agranda. Que la esperanza sostiene. Que la humildad ennoblece Que la perseverancia templa Que el olvido mitiga. Que el perdón fortalece. Que el recuerdo acompaña. Que la razón guía, Que el Amor dignifica... Porque lo único que verdaderamente vale es aquello que está dentro de ti, y por encima de todo esta Dios solo tienes que descubrirlo y así hallarás la verdadera Paz."
Juan XXIII
Sabrás del dolor y de la pena de estar con muchos, pero vacío.
Sabrás de la soledad de la noche y de la longitud de los días.
Sabrás de la espera sin paz y de aguardar con miedo.
Sabrás de la soberbia de aquellos que detentan el poder y someten sin compasión.
Sabrás de la deserción de los tuyos y de la impotencia del adiós.
Sabrás que ya es tarde y casi siempre imposible.
Sabrás que eres tú el que siempre da y sientes que pocas veces te toca recibir.
Sabrás que a menudo piensas distinto y tal vez no te entiendan.
Pero sabrás también:
Que el dolor redime. Que la soledad cura. Que la fe agranda. Que la esperanza sostiene. Que la humildad ennoblece Que la perseverancia templa Que el olvido mitiga. Que el perdón fortalece. Que el recuerdo acompaña. Que la razón guía, Que el Amor dignifica... Porque lo único que verdaderamente vale es aquello que está dentro de ti, y por encima de todo esta Dios solo tienes que descubrirlo y así hallarás la verdadera Paz."
Juan XXIII
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