PANDEMIA DEPRESIVA
En el momento, cuando las conquistas libertadoras de la inteligencia alcanzan elevados índices de superior tecnología y de grandiosa comprensión científica en torno de la vida y de sus complejidades, así como del macro y del microcosmos, los desvaríos de la emoción se muestran por angustias desbastadoras en las existencias vacías de significado.
Paradójicamente, nunca hubo tanto confort, así como tantas concesiones al placer, al poder, al trabajo o al reposo, a la alimentación bien balancea, a los relacionamientos sexuales, a las comunicaciones y recreo, presentándose, simultáneamente, incontables aflicciones, graves desastres, trastornos de comportamiento, alineaciones mentales que se expresan de manera sutil o vigorosa, segando la alegría y el encantamiento de las criaturas humanas.
Cual morbo invisible, una voluminosa onda de desespero, silencioso en unos momentos y gigante en otros, toma cuenta de la sociedad terrestre, diezmando las bellas floraciones de la esperanza y lanzando a las personas desprevenidas a los hondos pozos del desinterés por la vida y por las luchas renovadoras…
La adquisición de todo cuanto parece constituir una meta, victoria existencial, súbitamente cede lugar al tedio, al debilitamiento de la voluntad, al desanimo, con indiscutibles perjuicios para la sociedad.
Al principio, se presenta en forma de tristeza pertinaz que se hace acompañar por un sequito de inflexibles adversarios de la paz, exaltando las emociones o amorteciéndolas, anulando los intereses por la permanencia de los objetivos esenciales, dando lugar a la melancolía que se instala, perniciosa, convirtiéndose en grave depresión.
El ser humano debe alcanzar los niveles superiores del conocimiento y del amor, viviendo la sabiduría, en una síntesis armónica de conquistas de la inteligencia y del sentimiento.
No obstante, a las aspiraciones exageradas y el movimiento continuo acaban en ansiedad, desgastando las energias nerviosas, dando lugar al desfallecimiento de las fuerzas, fragilizando al individuo.
De cierto modo, los acontecimientos psicosociales, tales como la desintegración de la familia, la perdida de las tradiciones, la soledad en el grupo social voluminoso, contribuyen para el aumento de los disturbios de la emoción y de trastornos psíquicos más severos. Aunque esos factores también ocurran en las familias ajustadas, en los grupos armonicos, en las sociedades equilibradas, se manifiestan más cuando esos valores son despreciados.
Innegablemente, el ser humano se encuentra enfermo, a veces en transitorio estado de bienestar que cede lugar a sucesivos desequilibrios, cuando surgen ocurrencias que predisponen al surgimiento de las disturbios…
Si desconsideráramos las causas que se originan en el interior , que son propiciadas por el Espíritu desde el momento de su reencarnación, aquellas que provienen del exterior como las perdidas, el miedo, las antes mencionadas facultan abrirse el abanico inmenso de la nefasta psicopatología depresiva.
Las estadísticas alarmantes de los suicidios encuentran su génesis, casi siempre, en la depresión, desencadenada por circunstancias aleatorias…
Sin objetivos bien delineados y sin seguridad intima que proporcionen el equilibrio real, el ser humano desfallece y se deja arrastrar por la virosis perversas y destructiva.
La depresión es enfermedad del espíritu, y en el espíritu debe ser tratada.
El surgimiento en la depresión, sin embargo, no tiene como finalidad esencial vivenciar apenas el dolor, el sufrimiento, más si proporcionarse el encuentro del ser con el mismo.
Depresión significa empujar para abajo permitiendo al Espíritu refugiarse en las reflexiones internas, para rehacer observaciones, para recorrer nuevos caminos.
Invitado el ser humano para las conquistas externas, casi todas sus aspiraciones se limitan a tener, a adquirir, a aparecer… Es en ese momento cuando ocurre el fenómeno de la melancolía, en razón del vacío que las conquistas externas proporcionan al ser interior, que no se siente pre henchido de objetivos reales, siendo conducido a la meditación profunda, de cuyo abismo podrá salir renovado y feliz.
Todo aquel que atraviesa esa fase natural de la existencia física, manteniéndose lucido y resuelto a escudriñar el abismo de las reflexiones melancólicas, consigue superar las densas sombras y alcanza la claridad del día de la paz y la alegría de vivir.
Lamentablemente, el enfermo se entrega a la lamentación y al auto abandono, pasando a cultivar la auto compasión y la rebeldía en relación a los demás que tienen en cuenta como saludables, considerándolos inmerecidamente privilegiados.
Permitiéndose la auto conmiseración, piensa apenas en huir, desistiendo de la lucha, en razón de los conflictos que lo enseñorea y del desencanto que lo domina.
La vida impone esfuerzos que deben ser aplicados a beneficio de las desafiantes conquistas, que aguardan a aquellos que las desean alcanzar.
Quien se detiene en la marcha, señalando dificultades, o rechaza la tenacidad en el trabajo, se pierde en el camino de la evolución.
Aplicar el tiempo en el pesimismo, en las conjeturas deprimentes, es una manera de ampliar el cuadro de angustia malbaratando la oportunidad de liberarse de la presión penosa en que transita.
Todos los individuos experimentan dificultades y luchas, sufren tristezas y desencantos, negándose algunos a permanecer en ese estado de aflicción injustificable.
Cuando ocurre la aceptación pasiva de la dificultad y la sumisión a los fenómenos internos afligentes, el enfermo necesita de asistencia médica, no apenas de la natural psiquiatría, sino también del auxilio psicológico, con el fin de salir de la apatía, de romper las esposas opresoras de la emoción enfermiza…
La depresión puede ser superada, en el caso que el paciente opte por la lucha y a ella se entregue con ahínco.
La concentración mental en los ideales del bien lentamente llena el vacío existencial, estimulando los neuronios las sinopsis, restableciendo el ritmo y producción de los neuropeptidios responsables por la alegría y dinámica de la existencia.
En esos caminos, la oración debe ser transformada en habito de reflexión, utilizándola con frecuencia, de modo que pueda sintonizar con las fuentes del bien, de donde proceden las energías saludables, renovadoras.
Cualquier actividad, aun mismo constituyendo un gran esfuerzo, llevando a la transpiración, constituye también eficiente procedimiento terapéutico, al lado de los ejercicios físicos, tales como la gimnasia, la natación, el caminar…
Se torna indispensable que el enfermo realice la parte que le dice al respecto, de ese modo cooperando para el propio restablecimiento.
En la raíz del trastorno depresivo, existe siempre una psicogénesis de naturaleza espiritual de carácter obsesivo, resultante de la infeliz conducta anterior de la actual víctima, razón por la cual las psicoterapias del amor, de la oración, de la caridad, de la paciencia y de la resignación se tornan indispensables.
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Cuando sientas agravarse el desanimo en tu currículo de acciones, cuando seas victima de continuos episodios de insomnio con pensamientos conflictivos; cuando experimentes indiferencia afectiva con relación a las personas queridas; cuando el mal humor en forma negativa pase a caracterizarse; , cuando la indisposición para cualquier actividad se torne frecuente; cuando la irritación o el deseo de aislamiento social comiencen a dominarte; ten cuidado , puesto que estás en un proceso depresivo.
Atenta para la renovación interior, busca auxilio espiritual y el especializado, no apartándote del Psicoterapeuta sublime, porque estas caminando por la noche oscura a la que se refiere San Juan de la Cruz…
Libérate de la sombra morbosa e inúndate de la luz del sol de la alegría, rumbeando en dirección a la salud que te aguarda.
Naciste para conquistar el infinito, y eso depende exclusivamente de tí.
Extraído del libro “Entrégate a Dios” de Divaldo Pereira Franco
Traducido por M. C. R
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En principio el identificar un caso de obsesión, no es
muy sencillo, pues entramos en un campo en el que los psiquiatras y
psicólogos, deben intervenir solamente cuando estén seguros de que
están ante problemas mentales o psicológicos del orden de la salud,
pero cuando el caso escapa a una solución por parte de la ciencia y
no se definen claramente los síntomas en el campo de la salud, la
intervención solo cabe a espiritistas experimentados en hacer
trabajos de esta clase con el apoyo de alguna mediumnidad que
facilite la comunicación y consulta con el plano espiritual.
Al respecto, son diversos los cambios en los
comportamientos que se pueden observar en personas que comienzan a
padecer esta clase de mal espiritual, por ejemplo los hábitos y
reacciones habituales de la persona se modifican, llegando a asumir
posiciones y actitudes extrañas y perjudiciales, inducidas sobre
aquellos que se les someten , por mentes obsesoras, cayendo como en un bosque de sombras del que es muy difícil y penoso salir.
Conforme sea la constitución temperamental, que es un
factor de relevante importancia, el obsesado se vuelve apático, o
tiende a la depresión y a la melancolía, en razón del mensaje
telepático deprimente que recibe, así como a los clichés
mentales pesimistas que resuenan en su conciencia.
En el otro extremo, con una constitución nerviosa
excitable, se producen casos de agresividad y violencia . En
desarmonía con sus actitudes habituales explota frecuentemente por
tonterías, de lo cual luego se arrepiente, exponiendo la
constitución psíquica a altas cargas de energías que dañan los
nervios, con los correspondientes perjuicios para su organismo
físico-psíquico.
A los hábitos saludables habituales, van sucediendo las
reacciones intempestivas, perdiendo los criterios de concepto y de
valor que dan lugar a extravíos y extrañas formas de conducta.
Cuando
la Subyugación es insistente, puede llevar a una especie de locura
que no responde a tratamientos psiquiátricos con una medicación
normal. Esta “locura” solo se puede tratar con grandes
posibilidades de cura, mediante el adoctrinamiento y la formación
moral que se pueden ofrecer al Espíritu obsesor, llevándole al
arrepentimiento, así como también a su víctima ;
sin embargo el
solo tratamiento con medicamentos puede terminar por dañar su
cerebro y entonces la víctima es cuando se convierte en un
auténtico lisiado mental.
La Subyugación puede ser física o psíquica, o
de ambas formas a la vez, según la forma como se manifieste. La
primera no implica la pérdida de lucidez mental e intelectual,
porque actúa directamente sobre los centros motores, obligando al
individuo aunque se niegue a obedecer y a ceder ante la violencia
que le oprime el obsesor. Llegado a este punto es donde pueden
aparecer las enfermedades orgánicas ante el cambio de condiciones
celulares adecuadas que facilitan sus enfermedades orgánicas por
el acceso de virus y bacterias.
Mediante esta vigorosa y contínua acción
fluídica, pueden terminar por dañar los tejidos orgánicos,
perturbando tanto el anabolismo como el catabolismo, influyendo así
en el trastorno del metabolismo en general con los consiguientes
perjuicios físicos.
En el segundo caso el paciente se ve dominado
mentalmente permaneciendo en un estado de pasividad, no siendo
extraña la tortura emocional y llegando a perder por completo la
lucidez.. Así pierde temporal o definitivamente el área de la
consciencia, siendo incapaz de expresarse libremente, permaneciendo
aturdido. Su visión, su audición y los demás sentidos confunden la
realidad objetiva con el imperio de tantas vibraciones que registra
desordenadamente en la esfera física y en la espiritual.
Estos casos se pueden ayudar a través de un
diagnóstico espiritual hecho por alguna persona con una
facultad intuitiva y de videncia muy experimentada en tratar esta
clase de problemas, y que pueda llegar a establecer el origen del
conflicto entre el espíritu obsesor y el obsesado para
definir las causas del problema existente entre ambos.
Una vez comprendida la dinámica reencarnatoria que nos
relaciona a todos desde unas vidas a otras, se puede llegar a la
solución del caso mediante el adoctrinamiento y esclarecimiento de
ambos , desmontando así los vínculos de odio y de venganza que les
unen, y que actúan como un imán entre el obsesor y su víctima; y ,
por supuesto, con mucha oración por ellos y a ser posible, junto a
ellos. Hay que hacerles sentir que la única salida para sus
respectivos sufrimientos generados en un pasado común, es el perdón
y el reconocimiento fraterno mutuo como hijos de un mismo Padre. Hay
que hacerles comprender a los obsesados que permaneciendo en la
construcción del bien, difícilmente podrán asimilar las
inducciones perversas o criminales procedentes de los estadios de las
regiones inferiores del astral, sin embargo si permanecen en
posiciones de vulgaridad, placer, impiedad, vicio o desorden, reciben
mayor influjo de ondas mentales equivalentes, cayendo cada vez más
hondo en precipicios de aturdimiento y desequilibrio.
Tales personas acuden al descanso físico
buscando revivir y recrear en su mente las ambiciones
desenfrenadas o las pasiones perturbadoras, vitalizándolas cuando
no encuentran medios de realizarlas físicamente. Después durante el
sueño se desdoblan reencontrándose con afines- encarnados o
desencarnados- con los cuales se identifican, recibiendo una mayor
carga de sensaciones de esas necesidades falsas, o dando cabida a
esos estados anhelados que les turban o afligen. Cuando despiertan
encuentran su mente atribulada con estas
emociones, así como un incómodo cansancio físico y psíquico,
encontrando dificultad para fijarse en las oportunidades de
realizaciones positivas que la vida les ofrece, mientras tanto la
idea obsesora fijada y viciosa , ya ha quedado establecida a través
de ese intercambio mental nocturno.
Sin los ejercicios de reflexión mas profunda y sin los
hábitos saludables de edificación del bien en si mismos; sin el
constante ejercicio de la oración como intercambio de fuerzas
parafísicas, llegan a aparecer esas actitudes sorpresa que le llegan
a empujar hacia la idea engañosa del suicidio en medio de cuadros
neuróticos, psicóticos o esquizofrénicos.
- Jose Luis Martín-
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“Entre las causas más
comunes de la obsesión encontramos las siguientes: Malos hábitos y
conductas desordenadas”.
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Juan Luis Sánchez -
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Parece
ser que esta variedad de obsesión en cuanto a su forma de
manifestarse, es particularmente frecuente entre las personas que
tienen una facultad mediúmnica. Y esto es así no solamente por
constituir la mediumnidad una ventana natural que facilita la
relación con el otro lado de la vida, sino por el fastidio que a
los obsesores les causa el que otros seres espirituales puedan
acceder a esta ventana que les comunica con este mundo.
Consiste en que la persona con este problema, escucha dentro de su cabeza, murmullos como griterios de gentes,
entre los que aparecen a veces de forma nítida voces que
provienen de los espíritus obsesores.. Esto supone para el medium
un transtorno psíquico que les causa cierto desconcierto por
el barullo característico que sienten dentro de su propio
cráneo, alterando el estado emocional que les impide la
necesaria concentración para ejercer la psicografía, causándoles
intranquilidad.
Pueden cesar por un tiempo y
reaparecer más tarde con mayor intensidad. En este barullo de
voces y sonidos, se llega a distinguir la voz nítida de los
obsesores enemigos que perturban la tranquilidad interior
con sugestiones desagradables e inducciones al
desequilibrio, burlas y sarcasmos, insultos y calumnias
maledicientes dirigidas al círculo de sus amistades,
etc. Todo este conjunto y modos de ataques llegan a impedir la
normalidad del pensamiento.
Se debe tener mucha calma ante esta
situación, intentando conversar con esos hermanos infelices
que son los obsesores que acosan, rogándoles paciencia y
comprensión ante la actividad mediúmnica. De este modo se ha
llegado a comprobar que hasta un 80% de los casos desisten
de sus siniestros propósitos para pretender retardar y
entorpecer las tareas normales de la mediumnidad.
Aunque se pueden solapar, no se debe
confundir esta clase de obsesión con la
“Clariaudiencia”, pues en esta última no suelen
haber entidades perturbadoras que insistentemente traten
de desequilibrar a la persona y a su mediumnidad psicográfica.
Tampoco se le debe confundir con la esquizofrenia, enfermedad mental
que presenta unos síntomas parecidos en cuanto a lo de oír voces,
solo que en este caso son inconexas y carentes de sentido,
presentándole al enfermo un estado acentuado de mayor confusión
entre la realidad que le rodea y lo que no lo es. Así, cuando en
primera instancia el sujeto es tratado por un psiquiatra que lo
medica convenientemente con arreglo a la enfermedad esquizofrénica,
y tras un tiempo no mejora nada o incluso empeora, es entonces cuando
se debe pasar a considerar que el problema pueda tener un origen
espiritual.
-- Jose Luis Martín -
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“Están
llevando a cabo una solapada invasión de nuestras mentes,
inculcándonos todo tipo de ideas extrañas, con el fin de
convertirnos en sus marionetas humanas, y en algunas cosas lo están
consiguiendo”.
- Juan Luis Sánchez –
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LA CRUEL INDIFERENCIA
Basta mirar en las grandes ciudades y allá esta el retrato de la indiferencia. Gente maltratada, infeliz, enferma, paupérrima si están caminando por las calles, extendiendo las manos, pidiendo, suplicando.
Del interior de los coches, con las ventanas cerradas, refrescados por el aire acondicionado, perfumados y alimentados, miramos esas escenas como si estuviésemos viendo una película.
Algunos hasta reaccionan con cierta irritación. Culpan al Gobierno, reclaman de las diferencias sociales, llaman a los vagabundos los andrajosos que miran para ellos con aire cabizbajo o infeliz.
Otros viran el rostro, enojados por el espectáculo de la miseria y del abandono.
Y hay los que se compadecen, más tiene miedo de abrir la ventana, de extender la mano, se sonreír.
Todos esos, invariablemente, olvidan los espectáculos de la pobreza enseguida que llegan a casa, a la oficina o a los locales de ocio.
¿En los restaurantes, quien se acuerda de los hambrientos? Delante de los platos fragantes meticulosamente adornados, quien habría de recordar a los niños esqueléticos, a las madres que mueren de hambre?
En los cines, las lágrimas nos vienen a los ojos ante las películas que retratan la desigualdad social avasalladora, más salimos de allá impasibles ante el hombre torturado que sufre a nuestro lado.
¿Que hicimos de nuestra sensibilidad ante el dolor ajeno? ¿En qué punto de nuestra vida la indiferencia se instaló en nuestro pecho y, con manos de hielo, nos tomo el corazón?
Ciertamente que la caridad no excluye la prudencia. Y es claro que no debemos responsabilizarnos por todos los dolores del Mundo.
Más, reflexionemos: ¿Estaremos haciendo de hecho todo lo que nos es posible hacer?
De momento damos las sobras de nuestra mesa, las ropas usadas, algunos pocos reales para una institución, todo muy loable.
¿Más estaremos aun mismos así contribuyendo para reducir la desigualdad aterradora que se ve en el Mundo?
Cada uno de nosotros, en el papel que desempeña, en el ambiente profesional, puede contribuir, si, para cambiar ese estado de cosas.
¿Quién de nosotros vive tan aislado que no pueda estimular a alguien al estudio, al trabajo? ¿Quién de nosotros, de excelente condición financiera, escoge un niño pobre y le da la oportunidad de estudiar en buenas escuelas?
¿Cuantas veces tenemos la oportunidad de cambiar la vida de alguien desvalido y nos callamos, nos omitimos, encojemos?
Para aquel que tiene voluntad real de contribuir, la vida ofrecerá oportunidades impares de hacer la diferencia.
Por eso, abra su corazón para el amor. Desde hoy, deje que sus ojos contemplen el Mundo con mucha más bondad.
Procure ver en cada criatura sufrida a un hermano que tantea, ciego, en busca de la mano amiga que le ofrezca apoyo y seguridad.
La indiferencia es la oscuridad del alma. Encienda la candela de un corazón sensible y traiga luminosidad para su vida y para la de sus compañeros de jornada.
Redacción de Momento Espirita
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