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sábado, 24 de enero de 2015

Afloramiento de la Mediumnidad


6:35am Mar 4
LIBRE ALBEDRIO Y PROVIDENCIA
La cuestión del libre albedrío es una de las que más han preocupado a los filósofos y a los teólogos. Conciliar la voluntad, la libertad del hombre con el juego de las leyes naturales y con la voluntad divina ha aparecido tanto más difícil cuanto que la fatalidad ciega parecía pesar, a los ojos de la mayoría, sobre el destino humano. La enseñanza de los espíritus ha dilucidado el problema. La fatalidad aparente que siembra de males el camino de la vida no es más que la consecuencia de nuestro pasado, el efecto volviendo hacia la causa; es el cumplimiento del programa aceptado por nosotros antes de renacer, siguiendo los consejos de nuestros guías espirituales, para nuestro mayor bien y nuestra elevación.
En las capas inferiores de la creación, el ser se ignora aún. Sólo el instinto y la necesidad le conducen, y sólo en los tipos más evolucionados aparecen, como un pálido amanecer, los primeros rudimentos de las facultades. En la humanidad, el alma ha llegado a la libertad moral. Su juicio y su conciencia se desarrollan cada vez más, a medida que recorre su inmensa carrera. Colocada entre el bien y el mal, compara y escoge libremente. Esclarecida por sus decepciones y sus males en el seno de los sufrimientos es donde se forma su experiencia y donde se forja su fuerza moral.
El alma humana, dotada de conciencia y de libertad, no puede caer en la vida inferior. Sus encarnaciones se suceden hasta que ha adquirido estos tres bienes imperecederos, finalidad de sus prolongados trabajos: la bondad, la ciencia y el amor. Su posesión le emancipa para siempre de los renacimientos y de la muerte y le abre el acceso a la vida celestial.
Por el uso de su libre albedrío, el alma fija sus destinos y prepara sus goces y sus dolores. Pero nunca, en el transcurso de su carrera, en el sufrimiento amargo como en el seno de la ardiente lucha pasional, nunca le son rehusados los socorros de lo alto. Por poco que se abandone a sí misma, por indigna que parezca, en cuanto despierta su voluntad de emprender el camino recto, el camino sagrado, la Providencia le proporciona ayuda y sostén.
La Providencia es el espíritu superior, el ángel que vela sobre el infortunio, el consuelo invisible cuyos fluidos vivificadores sustentan a los corazones anonadados; es el faro encendido en la noche para salvación de los que vagan por la mar procelosa de la vida. La Providencia es, además y sobre todo, el amor divino vertiéndose a oleadas sobre la criatura. ¡Y cuánta solicitud, cuánta previsión hay en este amor! ¿No ha sido sólo para el alma, para que sirva de espectáculo a su vida y de teatro a sus progresos, para lo que ha suspendido los mundos en el espacio, para lo que ha encendido los soles, para lo que ha formado los continentes y los mares? Sólo para el alma se ha realizado esa gran obra, se combinan las fuerzas naturales y brotan los universos del seno de las nebulosas.
El alma ha sido creada para la felicidad; pero para apreciar esta felicidad en su valor, para conocer su importancia, debe conquistarla ella misma, y, para ello, desarrollar libremente las potencias que lleva en sí. Su libertad de acción y su responsabilidad crecen con su elevación, pues cuanto más se ilumina, más puede y debe conformar el juego de sus fuerzas personales con las leyes que rigen el universo.
La libertad del ser se ejerce en un círculo limitado, de un lado, por las exigencias de la ley natural, que no puede sufrir ninguna modificación, ningún desvío en el orden del mundo; de otro lado, por su propio pasado, cuyas consecuencias resaltan a través de las épocas hasta la reparación completa. En ningún caso el ejercicio de la libertad humana puede entorpecer la ejecución de los planes divinos; de lo contrario, el orden de las cosas sería turbado a cada instante. Por encima de nuestras opiniones limitadas y cambiantes, se mantiene y continúa el orden del universo. Somos casi siempre malos jueces en lo que significa para nosotros el verdadero bien; y si el orden natural de las cosas debiera doblegarse a nuestros deseos, ¿qué perturbaciones espantosas no resultaría de ello?
El primer uso que el hombre haría de una libertad absoluta sería apartar de sí todas las causas de sufrimiento y asegurarse desde aquí abajo una vida de felicidades. Ahora bien; si hay males a los que la inteligencia humana tiene el deber y posee los medios de conjurar y de destruir -por ejemplo, los que provienen del ambiente terrestre-, hay otros, inherentes a nuestra naturaleza moral, que sólo el dolor y la represión pueden domar y vencer: tales son nuestros vicios. En este caso, el dolor se convierte en una escuela, o, más bien, en un remedio indispensable, y los padecimientos soportables no son más que un reparto equitativo de la justicia infalible. Es, pues, nuestra ignorancia acerca de los fines perseguidos por Dios lo que nos hace renegar del orden del mundo y de sus leyes. Si los censuramos, es porque desconocemos sus resortes ocultos.
El destino es la resultante, a través de nuestras vidas sucesivas, de nuestros actos y de nuestras libres resoluciones. Más esclarecidos en el estado de espíritus con relación a nuestras imperfecciones, y preocupados por los medios de atenuarlos,aceptamos la vida material bajo la forma y en las condiciones que nos parecen propias para realizar este fin.
Los fenómenos del hipnotismo y de la sugestión mental explican lo que ocurre en semejante caso bajo la influencia de nuestros protectores espirituales. En el estado de sonambulismo, el alma, bajo la sugestión de un magnetizador, se compromete a realizar un acto determinado dentro de un espacio de tiempo señalado. Vuelta al estado de vigilia, sin haber conservado ningún recuerdo aparente de semejante sorpresa, la ejecuta punto por punto. Del mismo modo, el hombre parece no haber conservado en la memoria las resoluciones adoptadas antes de renacer; pero llega la hora, corre al encuentro de los acontecimientos previstos y participa de ellos en la medida necesaria a su adelanto o para la ejecución de la ley ineludible.

Tomado por el Sr. Mariani de "Después de la muerte", de León Denis.

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Todo saludo debe basarse en pensamientos de paz y alegría.
Piense en su alegría cuando alguien le dirige palabras de afecto y
simpatía y haga lo mismo con los demás.
Movilice el capital de la sonrisa y observará que semejante inversión
le traerá precioso rendimiento de colaboración y felicidad.
Una frase de bondad y comprensión opera prodigios en la construcción
del éxito.
Auxilie a los familiares con su palabra de entendimiento y esperanza.

Si usted tiene cualquier disgusto remanente de la víspera, empiece
el día a la manera del Sol: -olvidando la sombra y brillando de nuevo.

FRANCISCO CÂNDIDO XAVIER
POR EL ESPÍRITU ANDRÉ LUIZ
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AFLORAMIENTO DE LA MEDIÚMNIDAD
El ejercicio saludable de la mediúmnidad exige un conjunto de factores que, en el Centro Espírita, se encuentran a disposición de los interesados, desde que el programa ahí desarrollado esté basado con rigor en los postulados registrados en la Codificación Kardecista.
La mediúmnidad es una facultad portadora de intrincados, sutiles y complejos mecanismos, que tiene mucho que ver con el pasado del mediador, así como se relaciona con sus posibilidades de servicio y de integración en el programa de iluminación de la propia y de otras conciencias.
La puerta estrecha, invariablemente es instrumento de auto-encuentro y de crecimiento moral-espiritual, un puente por donde transitan los Espíritus que permanecen vinculados a aquellos que prosiguen reencarnados en los paisajes terrenales.
Siendo el Centro Espírita la escuela educativa y la oficina de trabajo donde el amor y el conocimiento orientan las vidas en rumbo de la autoconciencia, ahí deben estar las posibilidades para que se adquiera calidad en la práctica mediúmnica.
El médium es, esencialmente, un Espíritu en prueba, rescatando equívocos y deudas que le quedaron en la retaguardia moral. La presencia de la facultad no les concede cualquier tipo de privilegio o destaque en la comunidad, no debiendo serle motivo de orgullo o de ostentación, antes siéndole un especial instrumento para ayudar en la reparación de deudas y adquirir el equilibrio espiritual.
Incluso cuando el fenómeno se le presenta ostensivo, ello no significa destino para ser misionero de uno momento a otro.
El mediunato es adquirido mediante sacrificio personal y mucha renuncia, trabajo incesante y humildad en el desempeño de las tareas que le dan respeto.
La práctica mediúmnica, en consecuencia, debe ser realizada con seriedad, elevación y constancia, siguiéndose, al pie de la letra las directrices establecidas en El Libro de los Médiums, de Allan Kardec y la contribución complementaria que viene siendo presentada, después de la Codificación, por estudiosos encarnados y por los Espíritus encargados de mantener la Obra conforme se encuentra consolidada en la Doctrina Espírita.
En el complejo mecanismo de la conciencia humana, la paranormalidad desabrocha, alargando horizontes de la percepción sobre las realidades profundas del ser y de la vida.
La mediúmnidad, que rige latente en el organismo humano, se perfecciona con la contribución de la conciencia de responsabilidad y mediante la atención que el ejercicio de su función bien dirigida le conceda.
Espontánea, surge en cualquier edad, posición social, denominación religiosa o escepticismo en el cual se encuentre el individuo.
Normalmente llama la atención por los fenómenos insólitos de que se hace portadora, produciendo efectos físicos e intelectuales, así como manifestaciones en el área visual, auditiva, presentándose con una variada gama conforme las diversas expresiones intelectuales, materiales y subjetivas que se exteriorizan en el día a día de todos los seres humanos.
La forma en que se presenta en el ser humano es, explotando con relativa violencia en determinados individuos, gracias a cuya manifestación surgen perturbaciones de variada orden, en otros aparece sutilmente, favoreciendo la penetración en más amplias franjas vibratorias, aquellas de donde se procede antes del cuerpo y para cuyo círculo se retorna después del desgaste carnal.
Al principio, surge como sensaciones extrañas de presencias psíquicas o físicas algo perturbadoras, generando miedo o ansiedad, inquietud o incerteza.
En algunos momentos, se turba la lucidez, para, en otros, abrirse brechas luminosas en la mente, percibiéndose otro tipo más sutil de realidad.
El médium ante ese brote de registros de la presencia de otros seres debe silenciar la inquietud y analizarse por medio de la meditación.  Auscultando la conciencia. Procura desdoblar la percepción psíquica sin ningún recelo y oirá palabras confortadoras, y verá personas queridas que se te acercan.
A veces, cuando aparece la mediúmnidad, surgen varios disturbios, sea en el área orgánica, a través de desequilibrios y dolencias, o mediante inquietudes emocionales y psiquiátricas, por debilidad de su constitución fisiopsicológica.
No es la mediúmnidad que genera el disturbio en el organismo, sino la acción Fluídica de los Espíritus que favorece la atonía o no, de acuerdo con la calidad de que esta se reviste.
Por otro lado, cuando la acción espiritual es saludable, un aura de paz y de bienestar envuelve al medianero, auxiliándolo en la preservación de las fuerzas que lo nutren y sustentan durante la existencia física.
La mediúmnidad, en sí misma, no es buena ni mala, antes, se presenta en carácter de neutralidad, dándole la oportunidad al hombre de utilizarla conforme desee, de ese uso derivarán los resultados que acompañarán al medianero hasta el momento final de su etapa evolutiva en el cuerpo.
 El periodo inicial de la educación mediúmnica siempre se da bajo acciones tormentosas. El médium es un Espíritu endeudado, en si mismo, con vasta copia de compromisos a rescatar, cuando se desdobla, trayendo matrices que facultan el acoplamiento de mentes perniciosas del Más Allá, que lo impelen al trabajo de auto-perfección, sobre el ejercicio de la caridad, de la paciencia y del amor para con los mismos. Aparte de eso, considerando sus débitos, se vincula a los cobradores que no quieren perder de vista, sitiándole la casa mental, afligiéndolo con el recurso de un campo precioso y vasto, como es la percepción mediúmnica, intentado impedirle el crecimiento espiritual, mediante el cual lograría liberarse del infeliz yugo. Crean  estratagemas, situaciones difíciles, predisponen mal a aquel que las sufren, rodeándolo de impresiones, porque viven en diferente franja vibratoria, peculiar, diversa a los que no poseen disposiciones medianímicos.
La fase inicial del ejercicio y desdoblamiento de la mediúmnidad es un bendito calvario. Por otro lado, este es el medio de ampliar, desarrollar el entrenamiento del sensitivo, que aprende a discernir el tono psíquico de los que lo acompañan, en espíritu, tomando conocimiento de las “leyes de los fluidos” y armándose de resistencia para combatir las “malas inclinaciones” que son los imanes que atraen a los que se encuentran en estado de Erraticidad inferior.

Extraído del libro “Calidad de la practica Mediúmnica” PROYECTO
Manuel Philomeno de Miranda

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P.Germán
EN LA CULPA ESTÁ EL CASTIGO

El padre German solía escribir en su manuscrito querido, todas las experiencias que vivía en su aldea. Yo particularmente me sentí inclinada por la que voy a relatar, muchas personas que le he recomendado la lectura de este libro, me lo han agradecido, además de sorprenderme, mucho de ellos, con alguna lagrima que dejaban escapar al leer algún capitulo que de entre todos les toco el corazón. 

En este capítulo el padre German, expresa su gran amor por los niños, huérfano desde bien pequeño, y con la nostalgia de su madre, hizo todo lo posible para ayudar a los niños huérfanos, que como el nunca habían sentido el amor de sus madres, también ayudaba a los que malvivían  , que sufrían la agresividad de sus progenitores,  que eran abandonados y que sufrían hambre y necesidad, el los rodeo de cariño y atenciones y en la aldea todos los niños lo amaban y respetaban.

En la tarde aquella el oraba fervorosamente por los habitantes de la aldea, una tormenta tremenda, destrozaba todo lo que pillaba a su paso, la lluvia desenfrenada, el aire huracanado, y los grandes truenos y descargas eléctricas, hacían estremecer a todos, y todos oraban pidiendo ayuda a lo alto.

Los niños entraron eufóricos, gritando: ¡Padre German venid, hay un anciana que necesita de vos, ella esta blasfemando, dice que Dios no existe. ¡Que mala debe ser esa mujer! Decían los niños espantados.

El sintió que las acusaciones de los niños le hacían daño, y les dijo cariñoso: Que nadie tenía derecho a juzgar a nadie.

Cuando llegaron, otros niños estaban con ella, estaba medio desnuda, sucia, con los cabellos sueltos, los ojos hundidos pero abiertos, y tenían una fijación aterradora.

El sintió una voz en su interior, que le decía, que la mirara bien y que retrocediera en el tiempo, repitiéndole más a tras, mas, mucho más… hasta que llego a su niñez, y al sentir despotricar a aquella mujer el en sus palabras reconocía las de su madre, cuando presa de la bebida lo maltrataba, un temblor lo domino y lagrimas de fuego le fluían de los ojos partiéndole el corazón. Llorando de pena y de vergüenza.

¿Los niños le preguntaron que aria el si esa fuera su madre? Amarla, respondió el, pues siempre debemos mirar como a un ser sagrado, a la mujer que nos llevo en su seno.

¿Y si blasfemase como esta?
Del mismo modo debemos amarla, y más aun, mucho más, porque los enfermos son los que necesitan de médicos.

El se acerco a ella, y la acarició con ternura, le dijo que no temiese nada, que el la cuidaría, mandando a los niños a buscar ayuda. En seguida vinieron varios hombres, y la transportaron a la aldea, allí la rehabilitaron y en menos de un mes, era otra persona.

Pero  volviendo a las andadas, llego a ser un escándalo publico, todos se quejaban de su conducta, pues llego a hacer proposiciones deshonesta a los niños y jóvenes, ella seguía sintiendo a sus otros nueve hijos que abandono, ellos habían muerto, pero ella los veía enroscarse a su cuello e intentar de ahogarla, era un proceso de locura que a ella le hacia odiar la vida, querer morirse, maldecir, blasfemar y hasta incluso odiar a todos.

Todos los de la aldea no creían lo que veían, no comprendían como el padre German tan recto y disciplinado, podía admitir a una persona así, entre ellos, llegando hasta incluso a pensar mal de el.

Las cosas llegaron hasta tal punto, que analizando la situación, el padre German comprendió que se debía  a sus semejantes, no a sus afecciones exclusivas.  Sintiendo que los habitantes de la aldea era su familia espiritual, y que su deber era velar por su reposo, que si la mano derecha es motivo de escándalo debía cortársela, porque el bienestar de uno  no debía sacrificar  la  tranquilidad de muchos.

Sintiéndose débil para corregir a su madre, y no teniendo más remedio que hacerlo, pidió ayuda a un sacerdote gran amigo suyo, que tenia  una asociación religiosa, hospital y asilo, para que en calidad de enferma, fuese admitida, y la sometiesen a un régimen curativo, único medio de dominar sus vicios. Al saberlo ella se exaspero, el la llegó a calmar, hablándole de su hijo German, era el único que ella no veía a su lado, junto a los otros. El muchas veces estuvo tentado de  revelarle que el era su hijo, pero algo le detenía para hacerlo.

Una mañana, acompañada de seis hombres salio de la aldea, montada en una yegua pacifica. El quedo sufriendo, una determinación así, era muy dura para el, si hubiera estado libre, el la habría ayudado, pero el no era libre, lloro y recordó todos los detalles desde su niñez hasta aquella tarde, cuando de pronto sintió que los hombres volvían, ellos expusieron que al reposar  en lo alto de un desfiladero,  la yegua que era mansa como un cordero, se encabrito, rompió las riendas y se lanzo al galope, saltando zanjas y precipicios y la ciega agarrada a las crinas la azuzaba a su cabalgadura para que corriera más, desapareciendo. Cuatro dais estuvieron buscándola, pero imposibilitados para descender al abismo, no encontraron sus restos.

El dolor y el remordimiento hicieron enmudecer al sacerdote, dejándose caer en su lecho estuvo muchos días entre la vida y la muerte.

El quería huir de su culpa, porque en ella estaba el castigo. Pero sentía el regocijo de que Gracias a Dios, su familia universal no había tenido que avergonzarse de su padre, había sufrido, luchado, había hecho pedazos su corazón, pero había vencido dominando sus pasiones, que es lo que el hombre debe dominar primero.

Es un trabajo extraordinario el realizado por el padre German, os recomiendo leer el libro, el sensibilizara vuestros corazones, y os invitara a reflexionar sobre la vida que os rodea, y aplicar en ella, su gran enseñanza, porque está llena de moral y sentimiento, cosas que nos benefician mucho en los tiempos actuales.

-Merche-
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