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lunes, 26 de enero de 2015

Las Evocaciones


                            LAS EVOCACIONES
La siembra mediumnica es un extenso y expresivo campo a ser trabajado que exige cuidados especiales y una esmerada dedicación. Las dificultades y las decepciones que se encuentran en su práctica tienen su origen en la ignorancia de los principios de esta ciencia.
 Para el intercambio mediumnico no basta solo, con colocar las manos sobre la mesa para hacerla girar, tener un lápiz para escribir, ni llamar a un espíritu para que este acuda.
 Aunque todos tengamos en si las cualidades para ser médium, estas en grado suelen ser muy diferentes en los seres, su desarrollo proviene de causas que no dependen de la persona hacerlas nacer a voluntad. Las reglas de la pintura, de la música, no hacen poetas, ni músicos a aquellos que no tienen el genio. En lo referente a la mediumnidad si la facultad existe, el objeto del espiritismo es el de indicar los medios para desenvolverla, y el de dirigir su empleo de una manera útil.
 Son muchos los obstáculos a vencer, pues existen siempre descuidos e imprudencias, problemas de filtración psíquica y principalmente, las delicadas situaciones relacionadas con la identidad de los espíritus.
 La mediúmnidad exige esfuerzo, conocimiento, realización, perseverancia, a fin de obtener resultados óptimos. Cuanto mayor sea el progreso del médium, más amplitud de registro de captación, tendrá, interesando a los espíritus Superiores el intercambio, para el que se ofrece de forma espontánea.
 Los espíritus se manifiestan espontáneamente o cuando se les evoca. Hay siempre alrededor del hombre Espíritus que casi siempre son de baja esfera y que no desean otra cosa que comunicarse; no llamando a ninguno en particular, se abre la puerta a todos los que quieran entrar. En una reunión el no conceder la palabra a nadie es dejarla a todos y se sabe lo que resulta de ello. La llamada que se hace a un Espíritu determinado, es un lazo entre el y nosotros;  al llamarlo por nuestro deseo ponemos una especie de barrera a los intrusos. Sin una llamada directa, un Espíritu no tendría muchas veces ningún motivo para venir a nosotros, no siendo nuestro espíritu familiar.
 Tanto las manifestaciones espontáneas, como las evocaciones tienen sus ventajas y el inconveniente seria el dejar de ejercerlas. Las espontáneas no tienen ningún inconveniente cuando se conocen a los espíritus, y se tiene la certeza que los malos no tomaran ningún imperio; entonces es muchas veces útil esperar la complacencia de los que quieran manifestarse, porque su pensamiento no sufre ninguna opresión, y de esta forma se pueden obtener cosas admirables; pues cuando se llama a un espíritu en especial no se sabe si el Espíritu está dispuesto para hablar ósea capacitado para hacerlo en el sentido que deseamos.
 El examen escrupuloso de la comunicación obtenida es una garantía para el caso de malas comunicaciones. En las reuniones regulares sobre todo en las de trabajo continuo, hay siempre espíritus a acostumbrados  que acuden a la cita, sin que nadie les llame, pues en razón a la regularidad de las sesiones, ya están prevenidos; a menudo toman la palabra espontáneamente para tratar algún asunto, desarrollar una proposición o escribir aquello que debe hacerse, y se les reconoce con facilidad, por la forma del lenguaje, que siempre es idéntico, por la escritura, o por ciertas costumbres que les son familiares.
 Cuando deseamos comunicarnos con un Espíritu determinado, es del todo necesario evocarlo y debemos considerar que todo deseo del aspirante a médium en principio es el de comunicarse con el espíritu de personas que le son queridas, y deben moderar su impaciencia, porque la comunicación con un espíritu determinado ofrece muchas veces dificultades materiales que la hacen imposible, para el principiante. Para que un espíritu pueda comunicarse es preciso que entre él y el médium haya relaciones fluidicas, que no se establecen siempre instantáneamente, sino a medida que la facultad se desarrolla y que el médium adquiere poco a poco la aptitud necesaria para entrar en relación con el primer espíritu que se presenta. Por consiguiente puede suceder que con aquel con quien deseamos comunicarnos no esté en condiciones propicias para hacerlo, a pesar de su presencia, así como también que no tenga la posibilidad ni el permiso para venir a la llamada que se le hace. Por esto al principio no conviene obstinarse en evocar a un espíritu determinado con exclusión de cualquier otro, porque acontece muchas veces que con aquel no se establecen las relaciones fluidicas con tanta facilidad, aunque se tenga la simpatía hacia el. Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones por tal o cual Espíritu, es necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y para esto es preciso hacer un llamamiento general y dirigirse sobre todo a su ángel guardián.
 En esto no hay formula sacramental; cualquiera que pretendiera dar una, puede tacharse resueltamente de falsa, porque los espíritus no atienden a la forma sino al fondo. La evocación debe hacerse siempre en nombre de Dios.
 Cuando se quiera evocar a un Espíritu determinado es esencial dirigirse primero a los que se sabe que son buenos y simpáticos y que tienen un motivo para venir como son los parientes o amigos. Y en este caso la evocación puede formularse de este modo: En nombre de Dios Todopoderoso ruego  permita al Espíritu tal, comunicarse conmigo. O bien: Ruego a Dios Todopoderoso permita al Espíritu tal, comunicarse conmigo. Las primeras preguntas que se formulen al espíritu, deberán ser conveniente se hagan de tal modo que simplemente requieran las respuestas de si o no, como por ejemplo: ¿Estas aquí? ¿Quieres responderme? En un principio solo se trata de establecer una relación, lo esencial es que la pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas de interés privado y, sobretodo, que sea la expresión de un sentimiento benévolo y simpático para el espíritu al cual nos dirigimos.
 Una cosa queda aun muy importante que resaltar en una evocación, y es la calma y el recogimiento unidos a un deseo ardiente de obtener buen éxito, no se trata de una calma efímera que tiene intervalos, interrumpiéndose a cada minuto por otras preocupaciones, sino la voluntad formal, perseverante, sostenida, sin impaciencia ni deseo, febril. La soledad el silencio y el alejamiento de todo lo que puede causar distracciones favorecen el recogimiento. Entonces solo queda una cosa por hacer, que es renovar todos los días las tentativas durante diez minutos o un cuarto de hora, todo lo más cada vez por espacio de quince días, un mes, dos meses, y más si es necesario; se conocen médium que no se han formado hasta después de seis meses de ejercicio, mientras que otros obtienen resultados desde la primera vez.
 Para evitar tentativas inútiles, se puede interrogar por otro médium adelantado y formal. Podemos ser médium sin percibirlo y en un sentido diferente al que uno se cree. También es útil tomar en cuenta la naturaleza del Espíritu a quien preguntamos, pues los hay tan ligeros e ignorantes que responden a tontas y a locas como verdaderos cadáveres  atolondrados; por eso es aconsejable dirigirse a los espíritus ilustrados, que generalmente contestan gustosos a estas preguntas e indican la mejor marcha para tener buen resultado.
 El concurso de guías experimentados, es muy útil para hacer observar al principiante una porción de pequeñas precauciones que con frecuencia desprecia en detrimento de la rapidez de las primeras preguntas y de la manera de hacerlas. Su tarea es la de un profesor que deja de ser necesario cuando el médium es lo bastante hábil.
 Cuando se evoca a un Espíritu por primera vez, conviene designarlo con alguna precisión... es menester en las preguntas que se le hace evitar las formulas secas e imperativas, esto seria un motivo para alejarle. Estas formulas deben ser afectuosas o respetuosas, según el Espíritu y en todos los casos atestiguar el evocador su benevolencia.
 Hay Espíritus que sorprenden por su prontitud en presentarse cuando son evocados, se diría que están prevenidos, esto es lo que tiene lugar cuando uno se ha ocupado anticipadamente de su evocación. Esta preocupación es una especie de evocación anticipada, y como tenemos siempre a nuestros espíritus familiares que se identifican con nuestro pensamiento, preparan el camino de tal forma, que si no hay nada que lo impida, el Espíritu que se quiere evocar está ya presente.
 En el caso contrario, es el Espíritu familiar del médium, o del evocador, o incluso uno de los que están acostumbrados, el que va a buscarle, y para esto no necesita mucho tiempo. Si el Espíritu evocado no puede venir instantáneamente, el mensajero señala un tiempo, algunas veces de cinco minutos, un cuarto de hora, una hora muchos días; cuando ha llegado, entonces dice: ¡Aquí está!, y es cuando pueden dirigírsele las preguntas que quieran hacérsele.
No siempre es necesario el mensajero intermediario para llamar al Espíritu, la llamada del evocador puede ser oída directamente por el Espíritu.
 Cuando se aconseja hacer la evocación en el Nombre de Dios, esto quiere decir hacerla formalmente y no a la ligera.
 Las evocaciones ofrecen muchas veces más dificultades a los mediums, que los dictados espontáneos, sobre todo cuando se trata de obtener respuestas precisas a preguntas circunstanciadas. Para esto son necesarios mediums especiales, a la vez flexibles y positivos, y estos son bastantes raros, pues las relaciones fluidicas no se establecen siempre instantáneamente con el primer espíritu que llega. Por esto es útil que los mediums no se entreguen a las evocaciones detalladas, sino después de que estén seguros del desarrollo de su facultad y de la Naturaleza de los Espíritus que les asisten, porque entre aquellos que están mal acompañados las evocaciones no pueden tener ningún carácter de autenticidad.
 Los mediums suelen ser buscados la mayoría de las veces para evocaciones de interés privado, para comunicarse con seres que son queridos. Y los mediums no deben acceder a este deseo, sino con reserva, delante de las personas sobre cuya sinceridad no estén bien seguros y ponerse en guardia sobre trampas que pudieran tenderle, gentes malévolas. En segundo lugar, no prestarse bajo ningún pretexto, si ven un objeto de curiosidad o de interés, y no una intención formal de parte del evocador; rehusar toda pregunta ociosa que salga del círculo de aquellas que pueden dirigirse racionalmente a los Espíritus.
 Las preguntas deben ser hechas con claridad, limpieza y sin segunda intención, si se requieren respuestas categóricas. Rechazar las que tengan carácter insidioso, pues se sabe que los Espíritus no quieren las que tienen por objeto ponerles a prueba; insistir sobre las preguntas de esta naturaleza es querer ser engañados. El evocador debe marchar directamente al objetivo, sin subterfugios y sin medios capciosos; si teme explicarse, hará mejor en abstenerse.
 Conviene además, no hacer evocaciones en ausencia de las personas que hacen la demanda, sino con mucha prudencia, siendo preferible abstenerse del todo, siendo solo estas personas aptas para examinar las respuestas, juzgar su identidad, provocar aclaraciones, si hay lugar para ello y hacer preguntas incidentales que traen consigo las circunstancias. Además su presencia es un lazo que atrae al Espíritu; muchas veces poco dispuesto a comunicarse con extraños, por los cuales no tiene ninguna simpatía. En una palabra el médium, debe evitar todo lo que pudiera transformarle en un agente de consulta, lo que es sinónimo de decidor de la buenaventura.
 Se pueden evocar a todos los Espíritus cualquiera que sea la escala evolutiva a la que pertenezcan; lo mismo los buenos, que los malos, tanto los que recientemente desencarnaron como a los que vivieron en los tiempos más remotos, a nuestros amigos, a nuestros parientes, a los que nos son indiferentes pero esto no quiere decir que puedan venir siempre a nuestra llamada, pues el permiso puede serle denegado por un poder superior, incluso estar impedidos por motivos que no siempre nos está permitido penetrar. Casi siempre son individuales y dependen a menudo de las circunstancias, los obstáculos que impiden a un Espíritu evocado acudir a la cita.
 Entre las causas que pueden oponerse a la manifestación de un Espíritu, suelen ser dos unas personales y otras extrañas. Las primeras son sus ocupaciones o las misiones que cumple y de las cuales no puede separarse para acceder al deseo del evocador, en este caso, su visita solo queda aplazada. Hay además la propia situación del espíritu pues el estar encarnado suele ser un impedimento aunque no totalmente absoluto puede ser en ciertos momentos dados un impedimento, sobre todo cuando la encarnación tenga lugar en mundos inferiores y cuando el Espíritu está poco desmaterializado. En los mundos superiores, en aquellos que los lazos del Espíritu son muy sutiles, la manifestación es casi tan fácil que en el estado errante y en todos los casos es más fácil que en aquellos en que la materia es más compacta.
 Las causas extrañas al espíritu tienen relación principalmente con la naturaleza del médium, con la de la persona que evoca, con el centro en el cual se hace la evocación, y finalmente con el fin que uno se propone evocar.
 Ciertos mediums reciben particularmente más comunicaciones de sus Espíritus familiares, que pueden ser más o menos elevados; otros son aptos para servir de intermediarios para todos los espíritus; esto depende de la simpatía o antipatía, de la atracción, o de la repulsión, que el Espíritu personal del médium ejerza sobre el Espíritu extraño, que puede tomarle por interprete con gusto o con repugnancia. Esto depende también de las cualidades intimas del médium que no les ofrezca ningún obstáculo material. Lo mismo sucede  en cuanto a las condiciones morales; con la facilidad de escribir o de expresión, más generalizan sus relaciones con el mundo de los espíritus.
 Da más facilidad la costumbre de comunicarse con tal o cual Espíritu; con el tiempo, el Espíritu de identifica con el médium, y con el evocador. Dejando a parte la cuestión de simpatía, se establece entre ellos relaciones fluídicas que hacen la comunicación más pronta; por esto la primera conversación no es siempre tan satisfactoria como se podría esperar, y es también los mismos Espíritus los que piden se les vuelva a llamar. El Espíritu que esta acostumbrado a venir está como en su casa, familiarizado con sus oyentes y sus interpretes; habla y obra más libremente.
 En fin, de lo que se ha expuesto resulta; que la facultad de evocar a cualquier Espíritu no implica para el Espíritu la obligación de estar a nuestras ordenes; que el puede venir en un momento y no en otro, con tal médium o tal evocador que le plazca y no con el otro; decir lo que el quiere sin que se le pueda obligar a decir lo que no quiera, marcharse cuando le convenga; en fin, que por causas, dependientes o no de su voluntad, después de haberse manifestado asiduamente durante algun tiempo, de repente puede dejar de venir.
 Por todos estos motivos, cuando uno quiere llamar a un Espíritu nuevo, es necesario preguntar a su guía protector si la evocación es posible; en el caso de que no lo sea, generalmente da los motivos y entonces es inútil insistir.
 Dependiendo del objeto que uno se propone y el ascendiente que se puede tener sobre ellos es que hay o no inconveniente en evocar a los Espíritus malos. El inconveniente es nulo cuando se les llama con un objeto formal, instructivo y con el fin de mejorarles; por el contrario, es muy grande si es  por pura curiosidad o diversión, o si uno se pone bajo su dependencia pidiéndoles algun servicio. Los Espíritus buenos, en este caso, pueden darles el poder de hacer aquello que se les pide, dejando a salvo y para más tarde  castigar severamente al temerario que se hubiera atrevido a invocarles en su socorro y creerles con más poder que a Dios. En vano se prometería hacer un buen uso para lo sucesivo, y despedir al servidor una vez obtenido el servicio; aun este servicio que se ha solicitado, por pequeño que sea, es un verdadero pacto hecho con un Espíritu malo, y este no deja la presa fácilmente.
 Algunas personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas la facultad medianimica, demasiado lenta a su parecer, han tenido la idea de llamar en su ayuda a un Espíritu cualquiera, aunque fuera malo, contando poderlo despedir enseguida.
 Muchos servidos enseguida a su gusto, han escrito inmediatamente; pero el espíritu, haciendo poco caso de que el objeto de llamarle es porque no podían escribir, no han sido tan dóciles en irse como en presentarse. Se saben de algunos que han sido castigados con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas satisfacciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias materiales, y las crueles decepciones por creerse bastantes fuertes para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde luego abiertamente malvado, después hipócrita a fin de hacer creer o en su conversión o en la pretendida potencia de subyugado para echarle a su voluntad. Es muy importante no caer sin quererlo bajo la influencia de los Espíritus malos, pero lo es más hacerlo voluntariamente, y es preciso evitar que un deseo inmadurado de escribir haga creer que es diferente el dirigirse al primero que se presenta, del que no se podrá  desembarazar más tarde, si no conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu  impunemente, pues este hace pagar caro sus servicios.
 El ascendiente solo se ejerce sobre los Espíritus malos por la superioridad moral. El nombre de Dios que se invoca contra ellos es a menudo impotente y esto es Asi porque no tiene influencia sobre los Espíritus imperfectos sino en la boca de aquel que puede servirse de el con autoridad por sus virtudes; en la boca del hombre que no tenga sobre el Espíritu ninguna superioridad moral, en nombre de Dios, es una palabra como otra cualquiera.
 El grado de inferioridad o superioridad, de los espíritus indica, el tono que conviene tener con ellos. Cuanto más elevados están, más derecho tienen a nuestro respeto, a nuestra consideración y a nuestra sumisión. Y nuestro respeto solo ha de ser dirigido a su superioridad moral. La elevación moral les impide valorar las adulaciones y no es por las palabras, que podemos obtener su benevolencia, sino por la sinceridad de nuestros sentimientos. Un buen pensamiento les es más agradable que los honores más laudables; si no fuera así, no estarían más elevados que la humanidad.
 En cuanto a los Espíritus inferiores su carácter nos traza el lenguaje que conviene  tener con ellos. Muchos aunque, inofensivos e incluso benévolos, son ligeros y atolondrados; tratarles de la misma forma que a los Espíritus formales; seria igual que si nos inclinásemos delante de un aprendiz o un asno con el collar de doctor. Un tono familiar es el más adecuado para ellos.
 Entre los Espíritus inferiores los hay que son infelices. Cualquiera que sean las pruebas que expían, sus sufrimientos son títulos tanto más grandes para nuestra conmiseración, pues ninguna persona puede olvidarse de las palabras de Jesús: “Qué el que esté sin pecados tire la primera piedra”. La benevolencia que se tiene para con ellos es un consuelo; a falta de simpatía, deben encontrar la indulgencia que se quiere para si mismo.
 Los Espíritus que demuestran en su lenguaje, cinismo, mentiras, bajeza de sentimientos, sus consejos suelen interesar menos que su arrepentimiento; al menos la piedad que se concede a los criminales es la que hay que mostrarles y es el medio de reducirles al silencio y el manifestarse superior a ellos. Ellos se dedican sobre todo a las personas que ellos creen que nada tienen que temer; porque los Espíritus perversos reconocen a sus señores en los hombres de bien como en los Espíritus Superiores.
 En resumen  es irreverente  tratar de igual a igual a los Espíritus Superiores; como ridículo el tener una misma deferencia para todos sin excepción. Hay que tener veneración para quienes la merecen, reconocimiento para los que nos protegen y asisten; para toda la otra benevolencia pues más tarde puede ser que la necesitemos nosotros.
 Penetrando en el mundo incorpóreo, aprendemos el modo de conocerlo y este conocimiento debe arreglar las relaciones con aquellos que lo habitan. Los antiguos, en su ignorancia; les levantaron altares; hoy en dia el hombre sabe que solo son criaturas más o menos perfectas y no levantan altares sino a Dios.
 Los Espíritus superiores cuando son evocados al igual que los grandes personajes de la antigüedad, dan comunicaciones preciosas llenas de enseñanza. Estos Espíritus por su perfección abrazan una esfera de ideas más extensa, penetran los misterios que están fuera del alcance vulgar de la humanidad y por lo tanto inician mejor al hombre que los otros en ciertas cosas.
 Esto no quiere decir que de los espíritus menos elevados sus comunicaciones sean inútiles; el observador saca de ellas  más de una instrucción. Para conocer las costumbres de un pueblo es necesario estudiar todos los grados de la escala. El que solo lo ve bajo una faz, lo conoce mal. La historia de un pueblo no es la de los reyes y personajes sociales; para conocerle es preciso verle en la vida intima, en sus costumbres privadas.
 LOS Espíritus superiores son los personajes del mundo de los Espíritus; su elevación los coloca por encima del hombre, hasta el punto de estar tan separados de nosotros que la distancia nos asustaría.
 Los Espíritus más burgueses hacen más palpable las circunstancias de su nueva existencia. Entre ellos el lazo de la vida corporal con la vida del espíritu es más íntimo, la comprendemos mejor porque nos toca más de cerca. Sabiendo por ellos mismos lo que son, lo que piensan lo que experimentan los hombres de todas las condiciones y de todos los caracteres, los hombres de bien como los viciosos, los grandes como los pequeños, los felices y los infelices y los infieles del siglo, en una palabra, los hombres que han vivido entre nosotros, que vimos y conocimos, cuya vida real sabemos, sus extravagancias y virtudes, comprendemos sus goces y sus sufrimientos, nos asociamos a ellos y sacamos una enseñanza moral tanto más provechosa cuanto más intimas son las relaciones entre ellos y nosotros. Es más fácil ponerse en el lugar de aquel que a sido igual que nosotros, que no en el de aquel que solo vemos a través de la ilusión de una gloria celeste. Los Espíritus vulgares enseñan la aplicación práctica de las grandes y sublimes verdades cuya teoría nos enseñan los Espíritus superiores.
 La evocación de los Espíritus vulgares, tiene además, la ventaja de ponernos en relación con los Espíritus que sufren, a los cuales podemos aliviar y facilitar su adelantamiento por medio de consejos útiles. Instruyéndose el hombre se hace útil, pues si solo busca su satisfacción hay egoísmo en la conversación con los Espíritus, desdeñando tenderles una mano demuestra el hombre su orgullo. De nada sirve tener buenas recomendaciones de los Espíritus de importancia, si no nos hacemos mejores, más caritativos y más benévolos para nuestros hermanos del mundo espiritual y corporal. ¿Pues que seria de los enfermos  si los médicos rehusasen tocar sus heridas?
 El Espíritu, en el espacio, es como un viajero en medio de un vasto campo, que oyendo de repente pronunciar su nombre, se vuelve del lado que lo llaman.
 El Espíritu evocado puede rehusar acudir, a la llamada, pues si no fuera así ¿Dónde estaría su libre albedrío? Esto referente a la llamada del evocador, porque un Espíritu inferior puede ser obligado a acudir por un Espíritu superior.
 Cuando son evocados muchos Espíritus en una reunión donde solo hay un médium, uno de ellos contesta por todos y manifiesta el pensamiento colectivo.
 Al igual que el mismo Espíritu podría comunicarse a la vez por dos Mediums diferentes, estando en la sesión, incluso en idiomas diferentes, con respuestas idénticas en el sentido, algunas pueden ser la traducción literal de la otra.
 Dos Espíritus evocados simultáneamente por dos Mediums pueden establecer entre ellos una conversación, ellos no necesitan esta especie de comunicación pues se leen el pensamiento recíprocamente, ellos se prestan para la instrucción del hombre. En el caso de Espíritus inferiores, como están imbuidos de pasiones terrestres y de ideas corporales, pueden llegar a discutir y lanzarse palabras groseras, incluso se echan en cara sus faltas, y si es a través de la escritura se tiren los lápices. Si el Espíritu es elevado, cuando es evocado en sitios diferentes, puede contestar simultáneamente a las varias preguntas. Pues el pensamiento del Espíritu es como una chispa que proyecta a lo lejos su claridad y puede ser percibida en todos los puntos del horizonte. Cuanto más puro es el Espíritu, más irradia su pensamiento y se hace más extensivo como la luz. Los Espíritus inferiores son demasiado materiales; no pueden contestar sino a una sola persona y si se les llama en otra parte tampoco pueden ir.
El Espíritu  Superior, llamado a un mismo tiempo en dos puntos diferentes, responderá las dos evocaciones si son tan formales y fervientes uno como los otros; en el caso contrario, dará preferencia a la más formal.
 Se puede evocar a los Espíritus puros, pero, rara vez se comunican, sólo lo hacen a los corazones puros y sinceros, y no a los orgullosos y egoístas, es meneste3r desconfiar de los Espíritus inferiores que toman esta cualidad para darse más importancia a los ojos de los hombres.
 Los hombres juzgan a los Espíritus como ellos, y es un error; después de la muerte del cuerpo, las categorías terrestres no existen; no hay más distinción entre ellos que la bondad, y los que son buenos son por todas partes donde se puede hacer el bien. En el mismo momento de la muerte, puede evocarse al Espíritu pero como está aun en turbación, responde imperfectamente.
 Siendo muy variable la duración de la turbación, no puede haber plazo para hacer la evocación a un Espíritu en el instante de su muerte, sin embargo es muy raro, que al cabo de ocho días el Espíritu no se reconozca bastante para poder responder, algunas veces a los dos días o tres, después de la muerte suelen responder; en todos los casos se puede ensayar al respecto. La evocación en el instante de la muerte es más penosa para el Espíritu, es algunas veces como salir del sueño antes de despertar completamente. Sin embargo hay algunos que no son contrariados y aun les ayuda incluso a salir de la turbación.
 En el caso de la muerte de un niño, se suele pensar que por su corta edad y no tener conciencia de sí mismo, su Espíritu no puede responder con conocimiento de causa, y esto no es así. El alma de un niño es un Espíritu envuelto en los lazos de la materia; pero separado de ella, goza de las facultades del Espíritu, porque los Espíritus no tienen edad, lo que prueba que el Espíritu del niño ha vivido ya. Sin embargo, hasta que esté completamente desprendido, puede conservar en su lenguaje algunos trazos del carácter de la infancia.
 En el caso de los locos, la influencia corporal que se hace sentir en el Espíritu que muere en estado de locura es muy es muy semejante a la del niño. El Espíritu del loco, por sí mismo no es loco, pero sabemos que ciertos Espíritus creen durante largo tiempo estar aun en el mundo; no es extraño, que en el caso del loco el Espíritu se resienta aun de las trabas que durante la vida se oponían a su libre manifestación, hasta que esté completamente desprendido. Este efecto sería según las causas de la locura, porque hay locos que recobran toda la lucidez de sus ideas inmediatamente después de su muerte. La evocación a los animales no es posible, después de la muerte del animal, el principio inteligente que estaba en él, está en un estado latente; al momento es utilizado por ciertos Espíritus encargados de este cuidado para animar nuevos seres, en los cuales continua la obra de elaboración. De este modo el mundo de los Espíritus no hay Espíritus de animales errantes, sino únicamente Espíritus humanos.
 Cuando se afirma que en la evocación de un animal se ha obtenido respuesta; es un error creer que ha sido el animal, siempre son Espíritus que se prestan a tomar la palabra para todo. Los Espíritus ligeros se aprovechan siempre de la inexperiencia de los que preguntan; pero se guardan de dirigirse a aquellos que saben que son ilustrados y descubren sus imposturas y que no creen en sus cuentos. Lo mismo sucede entre los hombres.
 Los Espíritus encarnados también pueden ser evocados, en sus momentos de libertad se pueden presentar, sin ser evocados; esto depende de su simpatía por las personas por las cuales se comunica.
 La libertad del Espíritu de un ser vivo es cuando está dormido, es cuando el Espíritu es libre.
 El cuerpo de un Espíritu nunca puede despertarse mientras el Espíritu esté ausente. El Espíritu de un cuerpo vivo nunca está completamente separado; a cualquier distancia que se transporte, está unido a él por un lazo fluídico que sirve para llamarle cuando es necesario; este lazo no se rompe sino con la muerte.
 Mediums videntes han percibido muy a menudo este lazo fluidico. Es una especie de rastro fosforescente que se prende en el espacio y en la dirección del cuerpo. Ciertos Espíritus han dicho que en esto se reconocen aquellos que pertenecen al mundo corporal.
 Si durante el sueño y en ausencia del Espíritu, el cuerpo fuese herido mortalmente, el Espíritu sería advertido y volvería a entrar antes que la muerte se consumase. Nunca el cuerpo podría morir en la ausencia del Espíritu; esto sería contrario a la ley que rige la unión del alma y del cuerpo. Aunque fuera golpeado súbitamente y de improviso, el Espíritu sería avisado antes que se diera el golpe mortal.
El Espíritu evocado de una persona dormida, no es tan libre de comunicarse como el de una persona muerta, su materia influye siempre poca o mucha. Incluso el Espíritu puede hallarse en otro lugar, y no acude a la evocación, y sobre todo, si es hecha por alguien que no le interesa.
 Es muy difícil el evocar el Espíritu de una persona despierta, no es absolutamente imposible, porque si la evocación llega, puede suceder que la persona se duerma; pero el Espíritu no puede comunicarse, como Espíritu, sino en los momentos en que su presencia no es necesaria para la actividad inteligente del cuerpo.
 La experiencia nos prueba que la evocación hecha durante el estado de vela puede provocar el sueño, o al menos una observación vecina del sueño, pero este efecto no puede tener lugar sino por una voluntad muy enérgica y si existen lazos de simpatía entre las dos personas; de otra manera la evocación no tiene resultado. Al igual que la evocación puede provocar el sueño, si el momento es inoportuno, y no queriendo dormir, la persona opondrá resistencia, y si sucumbe su Espíritu estará turbado y difícilmente responderá. Resulta de esto que el momento más favorable para evocar a una persona viva es en su sueño natural, porque siendo esta libre, su Espíritu puede venir al que le llama de la misma manera que podría ir a otra parte.
 Cuando la evocación se hace con el consentimiento de la persona y ésta se esfuerza en dormirse para ese objetivo, puede suceder que esta preocupación retarde el sueño y turbe su Espíritu; por esto el sueño no forzado es el preferido.
 La persona evocada la mayoría de las veces no tiene conciencia  de ello y al despertar muchas veces hemos sido evocadas sin saberlo. Solo el Espíritu lo sabe y puede algunas veces conservar una vaga impresión como de un sueño.
 Cuando se es un Espíritu inferior se nos puede evocar, en otras existencias hemos podido ser una persona conocida en este mundo y en otros, igualmente nuestros parientes y amigos. Supongamos que un Espíritu haya sido en otra existencia padre de otra persona; pues bien; cuando esta persona evoque a su padre, será el espíritu de este ser el que será evocado y responderá. Lo que quiere decir que al igual que nos pueden evocar seres de esta existencia actual, podemos ser evocados por seres de otras existencias pero que responderá al mismo Espíritu.
 Las ideas de una persona se pueden modificar algunas veces en estado de vela, obrando sobre su Espíritu durante el sueño; el Espíritu no está ya unido a la materia por los lazos íntimos; por esto es más accesible a las impresiones morales, y estas impresiones pueden influir sobre su manera de ver en el estado ordinario. Desgraciadamente sucede muy a menudo que al despertarse, la naturaleza corporal le conduce a hacerle olvidar las buenas resoluciones que haya podido tomar.
 Las personas vivas al ser evocadas tienen sus facultades de Espíritu y por consiguiente su libre albedrío, y como tiene más perspicacia, es también más circunspecto que citando está despierto.
 Una persona viva, cuando es evocada, nunca puede ser obligada a decir lo que quiere callar, pero puede ser que como Espíritu de menos importancia a ciertas cosas que en el estado ordinario; su conciencia puede hablar con más libertad. Si no quiere hablar, podrá siempre evadirse de las impertinencias marchándose, porque no puede detenerse a su Espíritu como se retiene a su cuerpo.
 Es fácil que cuando se evoca a una persona viva, sobre todo cuando la intención del evocador no sea pura, que un Espíritu mentiroso tome su lugar.
 Se debe evocar a las personas vivas solo para obtener un estudio psicológico; debiendo abstenerse siempre que no podamos tener de ello un resultado instructivo.
 Pues siempre pueden tener inconvenientes, y tener peligro, todo depende de la posición de la persona evocada, pues si está enferma puede aumentar sus sufrimientos.
 Las personas vivas que pueden tener más inconvenientes al ser evocadas suelen ser: los niños de corta edad, las personas gravemente enfermas, los ancianos achacosos, en una palabra, todos los que tienen el cuerpo debilitado.

El cuerpo de la persona evocada sufre las consecuencias de lo que pasa en su Espíritu pues para hacernos una idea, supongamos que nuestro espíritu es como un globo atado a un poste que es nuestro cuerpo, nuestro cuerpo sufre las sacudidas del globo.
 Dos personas evocándose recíprocamente pueden transmitir sus pensamientos y establecer una correspondencia, esta telegrafía humana un dia será el medio universal de correspondencia.
 Ya sucede hoy en dia, pero no por todo el mundo; es menester que los hombres se depuren para que su Espíritu se desprenda de la materia, y esta es también una razón para hacer la evocación en nombre de Dios. Hasta entonces está circunscrito a las almas elegidas y desmaterializadas, que se encuentran raramente en el estado actual de los habitantes de la Tierra.
Considerando la propia situación frente a las enseñanzas del Espiritismo cristiano, examinar como se actúa, como se vive y que se pretende, es medida reflexiva que no debe faltar en ningún seguidor.
 Si en verdad eres del grupo que vive caminando para la Vida, no te detenga en el charco de las lamentaciones ni te pares en el pozo oscuro de la rebeldía; quiebra  las cadenas que te unen al error, aprovecha la preciosa gema de la oportunidad y tórnate actuante instrumento de esos muertos diligentes en quienes crees y quien amas, de quienes te habla el mensaje ESPIRITA, ofreciendo la contribución valiosa de tu esfuerzo para que, también tú, después de la muerte, seas uno de esos incansables muertos.
 Todas las civilizaciones de la Antigüedad oriental expresaban culto de respeto  y de cariño a los antepasados y a los muertos. Las pirámides de Egipto nos presentan el significado de lo que rodeaba a los exequias fúnebres, inscriptos en las piedras o registrados en las paginas del “Libro de los Muertos”
 Con Jesús, las consideraciones  a los desencarnados perdieron toda y cualquier significación, ocupando estos el lugar que les es propio, en la condición de espíritus inmortales. Y atestiguando la configuración inmortalista de ellos, varias veces el Rabí los atendió, manteniendo expresivo intercambio fraterno de esclarecimiento y socorro,
El Espiritismo, a su vez, vino a ofrecer el testimonio elocuente de la inmortalidad, brindando experiencias valiosas para la dignificación del hombre a la luz de las enseñanzas sorbidas en la boca de los inmortales.
 …Y la muerte no significa más que vehículo para los horizontes sin fin de la verdadera vida.
 Entre tanto, es necesario considerar a muertos y muertos.
 No todos los que viven en la carne son vivos, ni tampoco los considerados muertos son muertos.
 Algunos viven, es cierto, pero pocos están vivos para la vida…
 “La instrucción espiritista no comprende solo la enseñanza moral dada por los Espíritus, sino también el estudio de los Hechos; a ella incumbe la teoría de todos los fenómenos, la investigación de las causas y, como consecuencia, la confirmación de lo que es posible y de lo que no lo es; en una palabra, la observación de todo aquello que puede hacer avanzar la ciencia.”
 En cualquier circunstancia se torna necesario e inevitable buscar en Jesucristo la Fuente de Equilibrio en la cual se saciará el alma sedienta de estabilidad y de paz.
 -Mercedes Cruz-

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HABLEMOS DE LA
 ENFERMEDAD
  La vida a veces nos resulta difícil, y  muy angustiosa, y hoy vamos a tratar de la enfermedad. ¿Quien en algún momento de su vida, no ha estado enfermo? ¿Quién no lo ha estado en su mayor parte? La enfermedad  a veces es como todas las demás cosas, la forma en cómo la sobrellevamos, como la tratamos que se adueñe de todo nuestro ser, o que la dominemos, hasta el punto, de  esforzarnos al máximo, por sobrevivir y hacerlo de una forma natural, sin auto compadecernos.
 Hay muchas personas, que en cuanto le diagnostican una enfermedad  de esas que necesitan un tratamiento exhaustivo durante toda la vida, se auto justifican  a través de ella, para negarse a cualquier tipo de esfuerzo, ello las hace depender de aquellos que la rodean, se niegan a trabajar, alegando siempre el que no pueden hacerlo.
Muchas se aficionan a cualquier tipo de entretenimiento, como puede ser, hacer punto, coser,  escribir, leer, o cualquier otra cosa que les guste, y se niegan a cocinar, hacer las tareas del hogar, acudir al trabajo, esperando que todo se le dé por añadidura. No desean esforzarse, y todo aquel que le diga algo referente a que se esfuerce, que no está impedido, que la enfermedad tiene que dominarla, porque si no lo hace, pese a que se trate con el debido medicamento, la ira haciendo más inútil, se enojan, se auto justifican con cualquier pretexto y pasan la vida a expensas de los demás.
Esto es un grave error, además de una falta de caridad, porque mantenemos a los hermanos que conviven con nosotros, esclavos haciendo que sus tareas estén aumentadas por las nuestras.
Muchas veces, espíritus perezosos  se  posesionan de su voluntad, y les hace negarse a todo, ellos terminan auto compadeciéndose, y nada avanzan, teniendo el tiempo dedicado para su persona,  sin pensar que deberían tratar de educar su enfermedad, haciendo dentro de ella, lo que marcan los médicos, y no lo que ellos quieren para no hacer nada.
La pereza nos aleja de nuestros objetivos. Hace que el desempeño en cualquier área de nuestra vida sea pobre, mediocre. La pereza puede provenir de la falta de energía y un buen recurso para proporcionársela al cuerpo es el movimiento, por contradictorio que parezca.
La pereza nos induce a ver las dificultades antes que los beneficios que obtenemos al finalizar la tarea. Acostumbrarse a estar activos a lo largo del día, hará que se nos hagan menos cuesta arriba las tareas tediosas. Hemos de retarnos a nosotros mismos, para obtener poco a poco el dominio sobre nuestro organismo.
La función del Espiritismo es la de “curar el espíritu enfermo” siendo un vehículo beneficioso que instiga al hombre a despertar su conciencia hacia los deberes y responsabilidades del espíritu inmortal.
Delante del sufrimiento correctivo decretado por la Ley de Causa y Efecto no hay la menor duda, de que fracasarán  el médico y el médium, pues el dolor, en ese caso, no es accidente ni enfermedad, sino un recurso disciplinario para que el espíritu retorne a su verdadera ruta espiritual evitando mayores prejuicios para el futuro.
Aunque el Espiritismo no sea un movimiento llamado a competir con la medicina oficial, corresponde a la promesa bendecida de Cristo, cuando prometió, el envió del Consolador en el momento oportuno para curar a los enfermos de Espíritu, aunque eso se consiga curando primero el cuerpo físico
Los espiritas siempre bendicen el  sufrimiento y el dolor, reconociendo que la enfermedad los conduce a la sombra amiga y confortadora de la doctrina espirita, tonificando notablemente  la personalidad humana, por el tratamiento sencillo del agua fluidificada, del pase mediúmnico o por la receta de los desencarnados.
Todas las molestias físicas ceden con suma facilidad  al tratamiento medicinal o psíquico, siempre que el enfermo se disponga  y esfuerce en espiritualizarse, en el sentido de mejorar su conducta particular y social, pues ningún tratamiento es más eficiente que el remedio bendecido y prescripto por el Evangelio de Jesús.  La evangelización del espíritu enfermo no siempre llega a tiempo para curarle el cuerpo físico, que está saturado de venenos psíquicos generados en vidas pasadas y en la existencia actual.
El mantenimiento del equilibrio psíquico y emocional es de fundamental importancia para la sustentación de la salud.
El visualizarse saludable y cultivar pensamientos optimistas, cimentado en el amor, en la acción dignificante, en la esperanza.
Liberar todo residuo mental, que pueda significar una fuente de intoxicación y estimulo  a las vidas microbianas perturbadoras, conservando la paz intima.
Volvamos a abastecer  nuestra casa mental con pensamientos de paz, de compasión, de solidaridad, de perdón y ternura; y comprometamosno emocionalmente con la Vida, a fin de que nos sintamos integrados en ella, conscientes y felices.
La enfermedad en cualquier circunstancia, es una prueba bendita, excepto cuando, el ser mutiladora, alienante  o limitadora, constituye una expiación oportuna de la que las Soberanas Leyes se valen para auxiliar a los transgresores que, de un modo u otro, somos todos nosotros.
-Merchita-
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   LEY DE REPRODUCCIÓN

El Espiritismo, ya se ha pronunciado en cuanto a la Ley de Reproducción. Podeis, comparar lo que el Espiritismo ha expuesto con lo que El Papa Francisco expone. Eso te conduce a definir una posición en este tema. Solo tu debes  hacerlo.

- Frank Montañez-
                                                         

                     III. Ley de Reproducción – Libro de Los Espíritus
Población del globo • Sucesión y perfeccionamiento de las razas • Obstáculos para la reproducción • Matrimonio y celibato • Poligamia
Población del globo


• 686. La reproducción de los seres vivos, ¿es una ley de la naturaleza?
“Eso es evidente. Sin la reproducción el mundo corporal perecería.”

• 687. Si la población de la Tierra sigue siempre la progresión creciente que observamos, ¿llegará un momento en que será excesiva?
“No. Dios provee a ello y mantiene siempre el equilibrio. Él no hace nada inútil. El hombre, que sólo ve un ángulo del cuadro de la naturaleza, no puede juzgar la armonía del conjunto.”

Sucesión y perfeccionamiento de las razas

• 688. En la actualidad hay razas humanas cuya disminución es evidente. ¿Llegará el momento en que hayan desaparecido de la Tierra?
“Debe hacerse todo para alcanzar la perfección, y el propio hombre es un instrumento del que Dios se sirve para alcanzar sus fines. Dado que la perfección es el objetivo al que tiende la naturaleza, favorecer esa perfección es corresponder a los designios de Dios.”

• [692a] – No obstante, en sus esfuerzos para mejorar las razas, en general el hombre sólo es impulsado por un interés personal, y su único objetivo es aumentar sus goces. ¿No disminuye eso su mérito?
“¿Qué importa que su mérito sea nulo, con tal de que el progreso se cumpla? A él le corresponde hacer que su trabajo sea meritorio por la intención. Por otra parte, mediante ese trabajo ejerce y desarrolla su inteligencia, y es en ese aspecto que saca mayor provecho.”

Obstáculos para la reproducción

• 693. Las leyes y las costumbres humanas que tienen por objetivo, o por efecto, poner obstáculos para la reproducción, ¿son contrarias a la ley natural?
“Todo lo que obstaculiza la marcha de la naturaleza es contrario a la ley general.”

• [693a] – Sin embargo, hay especies de seres vivos –animales y plantas–cuya reproducción ilimitada sería perjudicial para otras especies, y de las cuales pronto sería víctima el propio hombre. ¿Comete él un acto reprensible al impedir esa reproducción?
“Dios ha dado al hombre un poder sobre todos los seres vivos, que debe usar para el bien, sin abusar de él. Puede regular la reproducción conforme a las necesidades, pero no debe obstaculizarla sin necesidad. La acción inteligente del hombre es un contrapeso establecido por Dios para mantener el equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza. Esa acción es incluso lo que distingue al hombre de los animales, porque la lleva a cabo con conocimiento de causa. No obstante, los propios animales cooperan también en ese equilibrio, pues el instinto de destrucción que se les ha dado hace que, mientras proveen a su propia conservación, impidan el desarrollo excesivo, y tal vez peligroso, de las especies animales y vegetales con que se alimentan.”

• 694. ¿Qué hay que pensar de los procedimientos que tienen por efecto impedir la reproducción humana con miras a satisfacer la sensualidad?
“Eso demuestra el predominio del cuerpo sobre el alma y cuán inmerso en la materia está el hombre.”

Matrimonio y celibato

• 695. El matrimonio, es decir, la unión permanente de dos seres, ¿es contrario a la ley natural?
“Es un progreso en la marcha de la humanidad.”

• 696. ¿Qué efecto tendría en la sociedad humana la abolición del matrimonio?
“El regreso a la vida de los animales.”
o La unión libre y fortuita de los sexos forma parte del estado de naturaleza. El matrimonio constituye uno de los primeros actos de progreso en las sociedades humanas, porque establece la solidaridad fraternal y se lo encuentra en todos los pueblos, aunque en condiciones diversas. La abolición del matrimonio sería, pues, el regreso a la infancia de la humanidad, y colocaría al hombre por debajo incluso de algunos animales que le dan el ejemplo de uniones constantes.

• 697. La indisolubilidad absoluta del matrimonio, ¿está en la ley natural o sólo en la ley humana?
“Es una ley humana muy contraria a la ley natural. Con todo, los hombres pueden cambiar sus leyes. Sólo las de la naturaleza son inmutables.”

• 698. El celibato voluntario, ¿es un estado de perfección meritorio ante Dios?
“No, y los que viven así por egoísmo desagradan a Dios y engañan a todo el mundo.”

• 699. El celibato, por parte de algunas personas, ¿no es un sacrificio que realizan con el objetivo de consagrarse por completo al servicio de la humanidad?
“Eso es muy diferente. He dicho: ‘por egoísmo’. Todo sacrificio personal es meritorio cuando se lo hace para el bien. Cuanto mayor sea el sacrificio, mayor será el mérito.”
o Dios no puede contradecirse ni encontrar malo lo que Él mismo ha hecho. Por consiguiente, no es posible que vea un mérito en la violación de su ley. No obstante, si el celibato no es de por sí un estado meritorio, no sucede lo mismo cuando constituye, mediante el renunciamiento a las alegrías de la familia, un sacrificio que se cumple en provecho de la humanidad. Todo sacrificio personal con miras al bien, sin una segunda intención egoísta, eleva al hombre por encima de su condición material.

Poligamia

• 700. La igualdad numérica que existe aproximadamente entre los sexos, ¿es un indicio de la proporción en que deben unirse?
“Sí, porque todo tiene un objetivo en la naturaleza.”

• 701. Entre la poligamia y la monogamia, ¿cuál de las dos está más de acuerdo con la ley natural?
“La poligamia es una ley humana cuya abolición señala un progreso social. El matrimonio, según los designios de Dios, debe basarse en el afecto de los seres que se unen. Con la poligamia no hay afecto real, sino apenas sensualidad.”
o Si la poligamia estuviera de acuerdo con la ley natural debería ser universal, lo que sería materialmente imposible, en vista de la igualdad numérica de los sexos. La poligamia debe ser considerada como un uso o una legislación particular adecuada a ciertas costumbres, a la cual el perfeccionamiento social hace desaparecer poco a poco.

L.E.

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