Médiums inspirados.
182. Toda persona que, ya sea en estado normal, ya sea en estado de éxtasis, recibe por el pensamiento comunicaciones extrañas a sus ideas preconcebidas, puede colocarse en la
categoría de médiums inspirados; como se ve, es una variedad de la mediumnidad intuitiva; con la sola diferencia de que la intervención de esta potencia oculta es todavía mucho menos
sensible, porque en el inspirado es aún más difícil de distinguir el pensamiento propio del que es sugerido. Lo que caracteriza a este último, sobre todo, es la espontaneidad. La inspiración nos viene de los Espíritus que nos influyen en el bien o en el mal, pero antes es la obra de aquellos que nos quieran bien, y cuyos consejos dejamos de seguir muy a menudo; se aplica a todas las circunstancias de la vida, en las resoluciones que debemos tomar; bajo este aspecto se puede decir que todos son médiums, porque no hay persona que no tenga sus Espíritus protectores y familiares que hacen todos sus esfuerzos para sugerir a sus protegidos pensamientos saludables. Si nos penetráramos de esta verdad, recurriríamos más a menudo a la inspiración de nuestro ángel guardián en los momentos en que no sabemos qué decir o qué hacer. Que se le invoque con fervor y confianza en caso de necesidad y nos admiraremos de ideas que muchas veces surgirán como por encanto, ya sea que debamos tomar un partido, ya sea que tenga que componerse alguna obra. Cuando no acude ninguna
idea es porque será preciso esperar. La prueba de que la idea que sobreviene es extraña a uno mismo, es que si hubiera estado en nosotros siempre hubiéramos sido dueños de ella y no habría motivo para que no se manifiestaran cuando quisiéramos. El que no es ciego abre los ojos para ver cuando quiere; del mismo modo aquel que tiene ideas en sí las tiene siempre a su disposición; si no acuden como lo desea, es porque está obligado a tomarlas en otra parte que en su propio fondo.
Se pueden también colocar en esta categoría las personas que, sin estar dotadas de una inteligencia fuera de lo vulgar, y sin salir del estado normal, tienen rayos de una lucidez intelectual que les da momentáneamente una facilidad desusada de concepción y elocución, y en ciertos casos el presentimiento de las cosas futuras. En estos momentos que se llaman justamente de inspiración, las ideas abundan, se siguen, se encadenan, por decirlo así, por ellas mismas y por una impulsión involuntaria y casi febril; nos parece que una inteligencia superior viene a ayudarnos, y que nuestro espíritu se desembaraza de un peso.
183. Los hombres de genio en todos los géneros, artistas, sabios, literatos, son, sin duda, Espíritus avanzados, capaces por sí mismos de comprender y de concebir grandes cosas;
precisamente porque se les juzga capaces es por que los Espíritus que quieren el cumplimiento de ciertos trabajos les sugieren las ideas necesarias, y por esto muy a menudo son médiums sin saberlo. Tienen, no obstante, una vaga intuición de una existencia extraña, porque el que recurre a la inspiración no hace otra cosa sino una evocación; si no espera ser oído, por qué exclama tan a menudo: ¡Mi buen genio, ven en mi ayuda!Las respuestas siguientes confirman esta aserción.
–¿Cuál es la causa primera de la inspiración?
Espíritu que se comunica por el pensamiento.
–¿La inspiración sólo tiene por objeto la revelación de la grandes cosas?
No, tiene muchas veces relación con las circunstancias más ordinarias de la vida. Por ejemplo, tú quieres ir a alguna parte, y una voz secreta te dice que no lo hagas porque hay peligro para ti; o bien te dice que hagas una cosa en la cual no pensabas; esto es la inspiración. Hay muy pocas personas que no hayan sido más o menos inspiradas en ciertos momentos.
–Un autor, un pintor, un músico, por ejemplo, en los momentos de inspiración, ¿podrían ser considerados como médium?
Sí, porque en estos momentos su alma es más libre y está como separada de la materia; recobra una parte de sus facultades de Espíritu y recibe más fácilmente las comunicaciones de los otros Espíritus que le inspiran.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC
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EL ENFRENTAMIENTO CON LA MUERTE
El temor a la muerte desaparece cuando es comprobado científicamente por el Espiritismo que, sin lugar a dudas, existe la sobre vivencia del individuo después de la muerte física.
Así la humanidad desechará los prejuicios ancestrales y admitirá los errores de conceptos, arrastrados durante siglos bajo la forma de dogmas y verdades establecidas e inamovibles.
La vejez es la antesala del cambio de estado y como tal significa una preparación para afrontar tal circunstancia. Esta etapa se convierte en una oportunidad con nuevos intereses, se disfruta del enriquecimiento logrado por las experiencias vividas, se puede ofrecer el servicio y el consuelo a otros, para así colaborar en el desarrollo y progreso ajeno, a la par que se comienza una preparación basada en el estudio y la meditación, conducente a la reflexión sincera de las propias imperfecciones.
Se alcanza la serenidad, por medio de la comprensión de la realidad de la vida, el logro de una experiencia espiritual superior, y la esperanza alentadora de nuevas oportunidades. Esa inteligencia íntima otorga relajación y quietud en la proximidad de la muerte, no se conoce el miedo y se tiene la convicción de la tarea cumplida, y la expectativa de una nueva experiencia.
La vida es una cuestión individual y cada uno tiene su propio destino, edificado con su trabajo personal, de acuerdo a la forma en que se reacciona frente a las experiencias vividas.
La vida y la muerte son experiencias individuales, porque las percepciones en cada una de ellas, dependen del patrón de conciencia de cada ser, en cada una de esas etapas.
Cuando un ser ha vivido una experiencia completa y fructífera, y se encuentra en la última etapa, cuando el organismo físico sufre el deterioro normal, consecuencia del patrón genético individual y de las vicisitudes propias de la materia orgánica, no es caritativo retenerlo en contra de su voluntad, como frecuentemente hacen sus seres queridos. Se puede alegar el sentimiento de amor, pero muchas veces está confundido con el egoísmo, porque no se desea la muerte del ser querido, sólo por no perderlo.
No es raro el espectáculo de hijos que les piden a sus padres que tengan fortaleza para seguir viviendo, cuando sus organismos agotados se desploman y no le prestan utilidad; ni el de padres que ante la pérdida de un hijo no pueden controlar su dolor y fomentan el apego emocional del niño fallecido con sus progenitores, sobre todo con su madre.
El sentimiento profundo no tiene fronteras de tiempo ni espacio y algunos se aferran a la idea de su hijo, tal como fue hasta su muerte, permaneciendo en una fijación emocional que enlaza parasitariamente y no permite la libertad de acción de ninguno de los seres involucrados.
Distinta sería su reacción si aceptaran la existencia de una realidad espiritual que transciende la muerte física, donde el espíritu que encarnó al niño, continuará su desarrollo.
Es más fácil enfrentarse a la muerte cuando se tiene la convicción de que se ha agotado el tiempo previsto, que se ha logrado el propósito de la vida y que se está listo para el cambio.
Partir con tranquilidad es la expresión de dejar todo en orden, tanto lo referente a la dimensión material como a la moral. El apego sano y no parasitario a lo que se abandona, permitirá no sentir dolor por lo que ya no se tiene, y dejará en libertad a los seres que continúan en su experiencia encarnatoria, para ejercer su labor sin interferencias y sin restricciones.
Pero, al mismo tiempo, disfrutar de la esperanza del reencuentro con seres amados que se adelantaron en el proceso de cambio, como también con aquellos de quienes se aleja transitoriamente, pero que también cambiarán de estado, cuando terminen su labor como encarnados.
Aquellos que se aferran a su ambiente material, que luchan por no dejar sus adquisiciones ni las personas que compartieron sus experiencias, que desean continuar en sus labores de encarnados, en ocasiones muy valiosas pero ya caducas, que creen que no pueden dejar sus responsabilidades porque no habrá nadie que los supla, encuentran muy difícil la separación.
La muerte se convierte para ellos en una injusticia o al menos, en una experiencia inoportuna, y su pensamiento queda anclado en sus deseos e insatisfacciones, mientras su desprendimiento del cuerpo se hace lento, penoso y difícil.
MECANISMO DE LA MUERTE:
La muerte física no es más que un cambio de estado, y consiste en la destrucción de la forma frágil, que ya no proporciona las condiciones necesarias para el funcionamiento y la evolución de la vida.
Las sensaciones que preceden y siguen a la muerte son infinitamente variadas, y dependen sobre todo del carácter, los méritos y la dimensión moral del espíritu que abandona su estado orgánico. La separación es casi siempre lenta, la liberación del alma se opera gradualmente y comienza a veces, mucho tiempo antes de la muerte, aunque no es completa sino cuando los últimos lazos energéticos espirituales quedan rotos. Es obvio deducir que la impresión experimentada, es tanto más penosa y prolongada cuanto más firmes y numerosos sean estos lazos.
La separación es seguida por un período de turbación, más corta para el espíritu equilibrado y adelantado, pero muy prolongada para las almas impregnadas de energías pesadas que la acercan y la anclan en la materia.
El espíritu no muere, conserva su individualidad preservada por su envoltura energética modeladora (Periespíritu) , y continúa evolucionando en estado desencarnado.
Tiene por delante un futuro de proyectos, todos elaborados para conseguir el progreso; su pensamiento se perfeccionará según su esfuerzo; su Periespíritu se hará cada vez más sutil, necesitando encarnaciones en medios materiales cada vez menos densos; hasta que en un infinito inimaginable, pueda conseguir la perfección suficiente para no necesitar encarnar nuevamente, y continuar entonces su progreso, en estados espirituales y en labores ignorados por nosotros.
COROLARIO:
La Doctrina Espírita establece:
-“La causa de la muerte en los seres orgánicos es la extenuación de los órganos”.
-“La muerte se puede comparar a la cesación del movimiento de una máquina desorganizada, porque si la máquina está mal dispuesta, se rompe el resorte, y si es malo el cuerpo, la vida le abandona”.
Allan Kardec reflexiona:
“Los órganos están impregnados, por decirlo así, del fluido vital, que da a todas las partes del organismo una actividad que, en ciertas lesiones, opera la adhesión de aquellas y restablece funciones suspendidas momentáneamente.
Pero cuando son destruidos los elementos esenciales al funcionamiento de los órganos, o están alterados profundamente, el fluido vital es impotente para la transmisión del movimiento de la vida, y el ser muere. Los órganos reaccionan más o menos necesariamente los unos sobre los otros, y de la armonía de su conjunto resulta su acción recíproca. Cuando una causa cualquiera destruye la armonía, se detienen sus funciones, como el movimiento de un mecanismo, cuyas partes esenciales están descompuestas” .
(“El Libro de los Espíritus” – Cáp. IV, punto 2: La vida y la muerte)
Tomado del libro: “Invetigaciones Sobre La Muerte”
CLAUDIA M. MAGLIO-ESTEBAN
Adaptación: Oswaldo E. Porras
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COMPORTAMIENTO PESIMISTA
El hábito de la lamentación y de la queja se torna, cada vez más común, por el pesimismo y la perturbación.
Caracterizado por un comportamiento enfermizo, se generaliza, contagioso, arrastrando a multitudes al desanimo o azuzando temperamentos rebeldes a la violencia, en tentativas infelices que desvían el curso de los acontecimientos y las circunstancias que condenan con acritud.
Poseyendo una óptica distorsionada sobre la realidad, todo aquel que cultiva la queja sistemática toma la observación exclusivamente direccionada para el lado negativo de los hechos, complaciéndose en vituperar, presentándose como víctima inocente de todo cuanto le sucede, sin anotar las innumerables caras positivas y concesiones que le son ofrecidas por la Vida, en una ruda forma de ingratitud con sus infelices consecuencias.
Viviendo el pesimismo, que se deriva de la auto conmiseración, se complace en atormentarse, pasando a atormentar también a las criaturas incautas, que se le asocian, contagiándolos con los miasmas venenosos, aumentando así el numero de deprimidos, entorpecedores de los ideales de ennoblecimiento humano.
Mediante esa actitud se agravan más los hechos censurables, equivocados, cuando lo correcto sería abandonar la derrotista critica, contribuyendo a favor de la rectificación de los errores, alterando así el rumbo de los sucesos perjudiciales.
De tal manera se agrava ese comportamiento que, tales individuos, en vez de promover estímulos saludables, sus comentarios se dirigen siempre a la valorización de los males que les afligen.
Detallan el cuadro de las enfermedades de que se dicen objeto, real o imaginariamente, cultivando el pesimismo en cuanto a la probable recuperación, no teniendo en cuenta la contribución de la mente saludable actuando sobre los implementos celulares, los delicados mecanismos nerviosos, los sutiles equipamientos cerebrales que, de esa manera, sufren los vertidos tóxicos de vibración metafísicas.
La conducta pesimista constituye un vicio grave del Espíritu comprometido con la propia conciencia.
El fenómeno natural de la vida es saludable. La enfermedad constituye disturbio de la conducta moral, que el alma inculpe en las delicados tejidos organicos solicitando reparación.
Cuando no es considerada con el respeto que merece, esa distonía de los fenómenos vitales da lugar a la instalación de la enfermedad. Solamente cuando el campo vibratorio del ser humano está en desarmonía, en razon de los referidos factores profundos, la fauna y la flora microbiana se instalan, produciendo la degeneración.
La vida avanza para la plenitud.
Todo contribuye para el crecimiento y sublimación del ser.
Aspirar por alcanzar las cumbres de la evolución es impulso del pensamiento; conseguirlo, es resultado del esfuerzo por la acción.
Teniéndose en vista las admirables dadivas de Dios al ser humano, se descubre que los limites y las dificultades que surgen por el camino son también desafíos que deben ser vencidos por el esfuerzo personal y con satisfacción.
La queja complica el cuadro de la realización, y el pesimismo es el toxico que termina por victimar a aquel que lo cultiva.
Dirigido a la gloria estelar, el Espíritu asciende etapa a etapa, trabajando, a través de las conquistas intelecto morales otras veces vivenciando las experiencias de los sufrimientos que fijan las lecciones de la vida indeleblemente, contribuyendo para intentos más nobles y elevados.
La confianza en Dios, el optimismo y la alegría de vivir, deben ser los recursos valiosos que se pueden utilizar para liberarse de los atávicos comportamientos pesimistas, que deben ser abandonados a favor de la auto realización, de la auto planificación.
Portado por Marco Aurelio Rocha.
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La felicidad tiene su base en el deber cumplido. Y todos nosotros sabemos que no podemos aspirar a la paz en nuestro alrededor sin el fiel cumplimiento de todos nuestros deberes. Como, madres, esposas, compañeras de trabajo, en la doctrina en todas partes tenemos una función que cumplir, un fin, y aunque sea de mero espectador en algunos casos, hemos de realizarlo para sentirnos realizados en la vida.
Cuando la criatura se evade de sus sagrados, deberes, es muy difícil que se libere de la red de amarguras y tentaciones que la constriñen. No puede haber paz fuera del deber cumplido; no hay alegría sin la aprobación de la conciencia tranquila.
Cuando cumplimos nuestro deber ante Dios y la conciencia, la grosería o la ingratitud de los otros son relegadas al bajo plano al que pertenecen.
Por muy oscura que sea la condición del hombre, por muy oscura que sea su suerte, el deber domina y ennoblece su vida. La serenidad del espíritu es gracias al deber cumplido, también la calma interior, que es más preciosa que todos los bienes de la Tierra.
El sentimiento del deber echa raíces profundas en todo Espíritu elevado. Este recorre su camino sin esfuerzo; por una tendencia natural, resultado de los progresos adquiridos-se aparta de las cosas viles y orienta hacia el bien los impulsos de su Ser. El deber convierte entonces en una obligación de todos los instantes.
El deber tiene formas múltiples. Existe el deber para con nosotros mismos, que consiste en respetarnos, en gobernarnos con cordura, en no querer, en no realizar sino lo que es digno, útil y bueno. Existe el deber profesional, el cual exige que cumplamos con conciencia las obligaciones de nuestro cargo. Existe el deber social, que nos invita a amar a los hombres, a trabajar por ellos, a servir fielmente a nuestro país y a la humanidad. Existe el deber para con Dios. el deber no tiene límites. Siempre puede mejorarse, y en la inmolación del si mismo el Ser encuentra el medio más seguro para engrandecerse y purificarse.
La práctica constante del deber nos conduce al perfeccionamiento. Para acelerar a este, conviene primero estudiarse a sí mismo con atención y someter todos los actos a un juicio escrupuloso. No podemos remediar el mal sin conocerlo.
Podemos estudiarnos en los demás hombres. Si observamos cualquier vicio, cualquier defecto nos choca en alguien, preguntémonos si no existe en nosotros un germen idéntico, y si lo descubrimos, debemos procurar por todos los medio arrancarlo de raíz.
Nuestra alma es una obra admirable, aunque muy imperfecta, y tenemos el deber de embellecerla, y adornarla sin cesar. Este pensamiento de nuestra imperfección nos hará más modestos y alejará de nosotros la presunción y la necia vanidad.
Sometiéndonos a una disciplina rigurosa, daremos forma y dirección convenientes, a nuestro Ser el cual modificará sus tendencias morales. La costumbre del bien hace cómoda su práctica. Solo los primeros esfuerzos son penosos. Aprendamos, ante todo, a dominarnos. Las impresiones son fugitivas y cambiantes; la voluntad es el fondo sólido del alma. Aprendamos a gobernar esa voluntad, a hacernos dueños de nuestras impresiones, a no dejarnos nunca dominar por ellas.
El hombre no debe aislarse de sus semejantes. Ha de elegir sus relaciones, sus amigos, decidirse a vivir en un ambiente honrado y puro donde no reinen más que las buenas influencias, donde solo existan fluidos tranquilizantes y bienhechores.
Evitemos las conversaciones frívolas, las charlas ociosas que conducen a la maledicencia. Cualquier que pueda ser el resultado, digamos siempre la verdad. Sumerjámonos con frecuencia en el estudio y el recogimiento el alma encuentra así nuevas fuerzas y nuevas luces. Que podamos decirnos al final de cada día: “He hecho una obra útil, he logrado un éxito sobre mi mismo; he socorrido, he consolado a los desgraciados, he esclarecido a mis hermanos, he trabajado para hacerlos mejores, he cumplido con mi deber”.
El que ha sabido comprender todo el alcance moral de la enseñanza de los Espíritus tiene del deber una concepción más alta, sabe que la responsabilidad es correlativa con el saber; que la posesión de los secretos de ultratumba le impone la obligación de trabajar con más energía por su mejoramiento y el de sus hermanos. Las voces de lo Alto han hecho vibrar en él sus ecos y han despertado fuerzas que duermen en la mayor parte de los hombres, solicitándole poderosamente en su marcha ascensional.
Cada ser se vincula a un programa redentor, gracias a las causas a que se imanta por el impositivo de la reencarnación. Tu y yo ya estamos vinculados en el Espiritismo, ¡Cumplamos con nuestro deber! ¡En todos existe un grado de responsabilidad, que nunca deberemos eludir o pasar por alto! ¡Porque mucho se le pide, al que mucho se le da!
- Merchita-
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