LAS AFLICCIONES
Las vicisitudes de la vida son de dos clases o, si así se prefiere, tienen dos fuentes de origen muy distintos, que interesa distinguir: la causa de unas está en la existencia presente, y la de las otras, fuera de esta vida.
Remontándonos al origen de los males terrenos, reconoceremos que muchos de ellos son la natural consecuencia del carácter y conducta de aquellos mismos que los padecen.
¡Cuántos hombres caen por su propia culpa! ¡Cuántos son víctimas de su imprevisión, orgullo y ambición! ¡Cuán grande es el número de personas arruinadas por falta de orden, de perseverancia, por mala conducta o por no haber sabido trazar un límite para sus deseos! ¡Cuántas uniones desventuradas, porque se han fundado en un cálculo del interés o de la vanidad y porque el corazón no intervino en ellas en modo! Cuántas disensiones y querellas funestas hubieran podido evitarse si se hubiera tenido más moderación y menos susceptibilidad! ¡ Cuántas enfermedades y achaques son la consecuencia de la intemperancia y de los excesos de todo tipo!
¡ Y cuántos padres son desdichados a causa de sus hijos, porque no combatieron desde el principio las malas tendencias de éstos! Por debilidad o indiferencia permitieron que se desarrollaran en ellos los gérmenes del orgullo, el egoísmo y la tonta vanidad, que secan el corazón. Y más tarde, al cosechar según habían sembrado, esos padres se asombran y se atribulan ante la falta de respecto y la ingratitud de sus hijos.
Todos aquellos que han sido heridos en su corazón por las vicisitudes y desilusiones de la vida, interroguen con serenidad a su propia conciencia; remóntense paso a paso hasta la fuente misma de los males que les afligen, y comprobarán que en casi todos los casos pueden decirse: Si yo hubiera hecho (o no hubiera hecho) tal cosa, no me encontraría en esta situación.
Pues, ¿ a quién deben todas esas tribulaciones, más que a sí mismos? Porque muchisimas veces el hombre es el artífice de sus propios infortunios. Pero, en lugar de reconocerlo así encuentra más sencillo y menos humillante para su vanidad acusar de ellos a la suerte, a la Providencia, a la falta de oportunidades o a su mala estrella, que en rigor de verdad reside en su propia incuria.
Esta clase de males son, seguramente, muy numerosos dentro de las vicisitudes de la vida del hombre, que los evitará cuando trabaje tanto en pro de su mejoramiento moral como del intelectual.
La ley humana reprime ciertas faltas y las castiga. En un caso así, el condenado puede decirse a sí mismo que está sufriendo las consecuencias de lo que hizo. Pero aquella ley no alcanza ni puede abarcar todas las faltas. Reprime más especialmente a las que infligen un daño a la sociedad, y no a aquellas otras que sólo perjudican a quienes las han cometido. Pero Dios quiere el progreso de todas sus criaturas, de ahí que no deje sin sancionar ninguna desviación del recto camino. No hay una sola culpa, por leve que fuere, no existe una sola infracción a la ley de Dios que no tenga consecuencias forzosas e inevitables más o menos molestas. De ello se deduce que, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, el hombre es siempre castigado por donde pecó. Los sufrimientos resultantes de su falta son para él una advertencia de que procedió mal. Le dan experiencia, le hacen distinguir la diferencia existente entre el bien y mal y la necesidad de mejorarse para evitar en lo futuro lo que ha sido ya para él una fuente de pesares.
A no ser por esto, no tendría ninguna razón para enmendarse. Confiado en la impunidad, retrasaría su progreso y, por tanto, su felicidad venidera.
Pero suele suceder que la experiencia llegue a veces un poco tarde. Cuando la vida ha sido dilapidada sin provecho y perturbada, cuando las fuerzas se han gastado y el mal no tiene remedio, entonces el hombre se limita a decirse: ¨Si al principio de mi vida hubiera sabido lo que ahora sé, ¡cuántos pasos en falso me hubiera ahorrado!. Si tuviera que recomenzar, obraría de una manera muy distinta. Pero ya no queda tiempo." Así como el operario holgazán expresa: "Perdí el día", del mismo modo aquél piensa: "He desperdiciado la vida.".Pero, lo mismo que para el obrero el sol saldrá al día siguiente y una nueva jornada habrá de iniciarse, que le permitirá recobrar el tiempo perdido, no de otro modo para el hombre, después de la noche de la tumba, lucirá el sol de una nueva vida, en la cual podrá aprovechar la experiencia del pasado y las buenas resoluciones que ha tomado con respecto al porvenir.
El Evangelio según el Espiritismo
Allan kardec
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DE LA APRENSIÓN A LA MUERTE
El hombre, sea cual fuere el grado de la escala al que pertenezca, desde el estado salvaje, tiene el sentimiento innato del futuro. Le dice la intuición que la muerte no es la última palabra de la existencia y que aquellos que lamentamos no están perdidos sin retorno. La creencia en el futuro es intuitiva y infinitamente, más general que la de la nada. ¿Cómo es pues, que, entre los que creen en la inmortalidad del alma, aun se encuentra tanto apego a la cosas de la Tierra, y tan grande aprensión a la muerte?
La aprensión a la muerte es el efecto de la sabiduría de la providencia, y una consecuencia del instinto de conservación común a todos los seres vivos. Ella es necesaria en tanto el hombre no esté bastante esclarecido en cuanto a las condiciones de la vida futura, como contra peso a la tendencia que, sin ese freno, lo llevaría a dejar prematuramente la ida terrestre, a menospreciar el trabajo de aquí, que debe servirle para su adelantamiento.
En por seso que, en los pueblos primitivos, el futuro no pasa una vaga intuición, más tardes simple esperanza; en fin, más tarde una certeza, pero aún contrabalanceada por un secreto apego a la vida corporal.
A medida que el hombre comprende mejor la vida futura, disminuye la aprensión a la muerte; pero al mismo tiempo, comprendiendo mejor si misión en la Tierra, espera si fin con más calma, resignación y sin miedo. La certeza de la vida futura da otro curso a sus ideas, otro objetivo a sus trabajos; antes de tener certeza, solo trabaja para el presente; con esta certeza trabaja con vistas al futura, sin descuidar el presente, porque sabe que su futuro depende de la dirección, más o menos buena que de al presente. La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de continuar las relaciones que tuvo en la Tierra, de no perder el fruto de ningún trabajo, de crecer incesantemente en inteligencia y perfección, le da paciencia para esperar y coraje para soportar la momentánea fatiga de la vida terrena. La solidaridad que ve establecerse entre los muertos y los vivos, le hace comprender la que debe existir entre los vivos; desde entonces la fraternidad tiene su razón de ser y la caridad un objetivo en el presente y en el futuro.
Para liberarse de las aprensiones a la muerte, debe poder encararla bajo su verdadero punto de vista, esto es penetrar por el pensamiento en el mundo invisible y tener hecha una idea de él tan exacta cuando es posible, lo que denota en el Espíritu encarnado un cierto desarrollo y una cierta aptitud para desprenderse de la materia. En los que no son suficientemente avanzados, la vida material aún predomina sobre la vida espiritual, ligándose a lo exterior, el hombre sólo ve vida en el cuerpo, al paso que la vida real está en el alma; estando el cuerpo privado de vida, a sus ojos todo está perdido y se desespera. Si, en vez de concentrar el pensamiento en la vestimenta externa, la volviese para la fuente misma de la vida, sobre el alma, que es el ser real, sobreviviente a todo, lamentaría menos el cuerpo, fuente de tantas miserias y de tantos dolores. Pero para eso es preciso una fuerza que el Espíritu solo adquiere con la madurez.
La aprensión a la muerte depende, pues, de la insuficiencia de las nociones sobre la vida futura; pero denota la necesidad de vivir, y el miedo que la destrucción del cuerpo sea el fin de todo. Es, así, provocada por el secreto deseo de sobrevivencia del alma, aún velada por la incertidumbre.
La aprensión se debilita a medida que se adquiere la certeza; desaparece cuando la certeza es completa.
El hombre, sea cual fuere el grado de la escala al que pertenezca, desde el estado salvaje, tiene el sentimiento innato del futuro. Le dice la intuición que la muerte no es la última palabra de la existencia y que aquellos que lamentamos no están perdidos sin retorno. La creencia en el futuro es intuitiva y infinitamente, más general que la de la nada. ¿Cómo es pues, que, entre los que creen en la inmortalidad del alma, aun se encuentra tanto apego a la cosas de la Tierra, y tan grande aprensión a la muerte?
La aprensión a la muerte es el efecto de la sabiduría de la providencia, y una consecuencia del instinto de conservación común a todos los seres vivos. Ella es necesaria en tanto el hombre no esté bastante esclarecido en cuanto a las condiciones de la vida futura, como contra peso a la tendencia que, sin ese freno, lo llevaría a dejar prematuramente la ida terrestre, a menospreciar el trabajo de aquí, que debe servirle para su adelantamiento.
En por seso que, en los pueblos primitivos, el futuro no pasa una vaga intuición, más tardes simple esperanza; en fin, más tarde una certeza, pero aún contrabalanceada por un secreto apego a la vida corporal.
A medida que el hombre comprende mejor la vida futura, disminuye la aprensión a la muerte; pero al mismo tiempo, comprendiendo mejor si misión en la Tierra, espera si fin con más calma, resignación y sin miedo. La certeza de la vida futura da otro curso a sus ideas, otro objetivo a sus trabajos; antes de tener certeza, solo trabaja para el presente; con esta certeza trabaja con vistas al futura, sin descuidar el presente, porque sabe que su futuro depende de la dirección, más o menos buena que de al presente. La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de continuar las relaciones que tuvo en la Tierra, de no perder el fruto de ningún trabajo, de crecer incesantemente en inteligencia y perfección, le da paciencia para esperar y coraje para soportar la momentánea fatiga de la vida terrena. La solidaridad que ve establecerse entre los muertos y los vivos, le hace comprender la que debe existir entre los vivos; desde entonces la fraternidad tiene su razón de ser y la caridad un objetivo en el presente y en el futuro.
Para liberarse de las aprensiones a la muerte, debe poder encararla bajo su verdadero punto de vista, esto es penetrar por el pensamiento en el mundo invisible y tener hecha una idea de él tan exacta cuando es posible, lo que denota en el Espíritu encarnado un cierto desarrollo y una cierta aptitud para desprenderse de la materia. En los que no son suficientemente avanzados, la vida material aún predomina sobre la vida espiritual, ligándose a lo exterior, el hombre sólo ve vida en el cuerpo, al paso que la vida real está en el alma; estando el cuerpo privado de vida, a sus ojos todo está perdido y se desespera. Si, en vez de concentrar el pensamiento en la vestimenta externa, la volviese para la fuente misma de la vida, sobre el alma, que es el ser real, sobreviviente a todo, lamentaría menos el cuerpo, fuente de tantas miserias y de tantos dolores. Pero para eso es preciso una fuerza que el Espíritu solo adquiere con la madurez.
La aprensión a la muerte depende, pues, de la insuficiencia de las nociones sobre la vida futura; pero denota la necesidad de vivir, y el miedo que la destrucción del cuerpo sea el fin de todo. Es, así, provocada por el secreto deseo de sobrevivencia del alma, aún velada por la incertidumbre.
La aprensión se debilita a medida que se adquiere la certeza; desaparece cuando la certeza es completa.
ALLAN KARDEC
Revista Espírita, febrero 1865
Extraído por Juan C. Mariani de la Revista “La Idea” N° 614
Revista Espírita, febrero 1865
Extraído por Juan C. Mariani de la Revista “La Idea” N° 614
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Conducta de misericordia
...Sé un momento de esperanza para quien te busque, o una oportunidad de renovación para quien te perturbe o te desafíe, permaneciendo en paz contigo mismo cualquiera sea la situación.
- Joana de Ángelis -
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SÓCRATES
Y LA INMORTALIDAD
DEL ALMA
En el año 399 antes de la era cristiana, el Tribunal de los Heliastas, compuesto por representantes de las diez tribus que componían la demócrata Atenas, se reunía con sus 501 miembros para cumplir una obligación bastante difícil.
Representantes del pueblo, escogidos aleatoriamente, estaban allí para juzgar al filósofo Sócrates.
El pensador era acusado de rechazar a los dioses del Estado, y de corromper a la juventud.
Figura muy controvertida, Sócrates era admirado por unos, criticados por otros.
Tenía la costumbre de andar por las calles con grupos de jóvenes, enseñándolos a pensar, a cuestionar sus propios conocimientos sobre las cosas y sobre sí mismo.
Sócrates desenvolvió el arte del diálogo, la mayéutica, este momento del “parto” intelectual, de la búsqueda de la verdad en el interior del hombre.
Su decir “Sólo sé que no sé nada” representa la sapiencia mayor de un ser, reconociendo su ignorancia, reconociendo que necesitaba aprender, buscar la verdad.
Por eso fue sabio, y además de sabio, dio ejemplos de conducta moral inigualables.
Vivió en la simplicidad y siempre reflexionó al respecto del mundo materialista, de los valores ilusorios de los seres, y de las creencias vigentes en su sociedad.
Frente a sus acusadores fue capaz de dejarles lecciones importantísimas, como cuando afirmó:
“No tengo otra ocupación sino la de persuadiros a todos, tanto viejos como jóvenes, de que cuidéis menos de vuestros cuerpos y de vuestros bienes que de la perfección de vuestras almas.
El gran filósofo fue condenado a la muerte por cerca de 60 votos de diferencia.
La gran mayoría quería que él intentase negociar su pena, asumiendo el crimen, e intentase librarse del castigo capital, con el pago de algunas monedas.
Con seguridad, todos saldrían con las conciencias menos culpables.
Todos, menos Sócrates que, de ninguna forma, se permitió ir contra sus principios de moralidad íntimos. Así, aceptó la pena impuesta.
Preso cerca de 40 días, tuvo oportunidad de escapar, dado que sus amigos consiguieron una forma ilícita de darle la libertad.
No la aceptó. No permitió ser deshonesto con la ley, por más que esta lo hubiese condenado injustamente. Una vez más ejemplificó la grandeza de su alma.
Y fueron extremadamente tranquilos los últimos instantes de Sócrates en la Tierra.
Una calma espantosa invadía su semblante, y causaba admiración en todos los que iban a visitarlo.
Indagado al respecto de tal sentimiento, el pensador reveló lo que le animaba el espíritu:
“¡Todo hombre que llega a donde voy ahora, que enorme esperanza no tendrá de que poseerá allí lo que buscamos en esta vida con tanto trabajo!
Este es el motivo de que este viaje que ordenan me trae tan dulce esperanza.”
Sí, Sócrates tenía la seguridad íntima de la inmortalidad del alma, y dejó eso bien claro en varios momentos de sus diálogos.
La perspicacia de sus pensamientos y reflexiones ya habían llegado a tal conclusión lógica.
El gran filósofo partía, cierto de que continuaría su trabajo, de que proseguiría pensando, dialogando, y de que desvelaría un nuevo mundo, una nueva perspectiva de la vida, que es una sola, sin muerte, sin destrucción.
- Mercedes Cruz -
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EL TIEMPO Y SU FORMA ESPECIAL DE MOVERSE
El tiempo tiene su manera especial de moverse rápidamente y tomarnos desprevenidos del paso de los años. Parece que solo ayer era joven, recién casada y embarcándome en mi nueva vida con mi pareja. Pero de cierta forma parece que fue hace mucho tiempo y ahora pienso, a donde se fueron los años? Sé que los he vivido todos. Tengo visiones como fue entonces y de todas mis esperanzas y sueños. Pero, aquí se aproxima el invierno de mi vida y "me agarra por sorpresa". Como llegue aquí tan rápido? Donde se fueron los años? Adonde se fue mi juventud?
Aunque por los estándares de hoy en día, todavía no he llegado al invierno de ella, pero si se que ya estoy en mi otoño. El otoño de nuestras vidas es la estación donde tal ves por primera vez podemos pensar mas en nosotros mismos, sin sentir ninguna clase de remordimiento por hacerlo. Nuestros hijos ya son adultos, con sus vidas ya trazadas. Para muchos de nosotros desgraciadamente nuestros padres han partido y hemos formado a ser los patriarcas de la familia.
Recuerdo bien haber visto personas mayores a través de los años y pensaba que aquellas personas mayores aun estaban muy lejos de mí y que ese invierno estaba tan lejos que no me podía imaginar cómo sería....... Pero aquí está, mis amigos están retirados y volviéndose "grises", se mueven más lento y ahora veo esa persona mayor en ellos. Algunos están en mejor forma, otras peor que yo, pero todos hemos cambiado. No los veo como los que recuerdo cuando eran jóvenes y vibrantes, sino como yo, su edad se empieza a mostrar y ahora somos aquellas personas mayores que solía ver.
Últimamente me estoy acordando de las cosas que mi abuelita me decía, Como cuando encontraba que solo el tomar una ducha era uno de los acontecimientos importantes del día! Y que tomar una siesta ya no era algo agradable que le gustaba hacer de vez en cuando, sino que era algo obligatorio! Porque si no lo hacia por su propia voluntad, simplemente se quedaba dormida donde estaba sentada!
Estoy consciente que esa nueva etapa de la vida se aproxima, sin preparación alguna para todos los dolores y achaques que tengo consciencia llegaran y la pérdida de fuerza o habilidad para ir y hacer todas las cosas que quisiera hacer!! Pero, por lo menos se, que aunque el invierno se aproxima rápidamente y no estoy segura cuánto va a durar, pero de algo si estoy segura, es que cuando mi invierno se acabe en esta tierra, no es el final. Estoy convencida que otra aventura empezara!
Sí, tengo arrepentimientos. Hay cosas que hubiese querido no haber hecho, cosas que debí haber hecho, pero de verdad, hay muchas mas otras de las que estoy contenta porque las hice y como las hice. Así que si todavía no estás en el otoño de tu vida, permíteme recordarte que estarás aquí mucho más rápido de lo que piensas. Por lo tanto, cualquier cosa que quieras lograr en tu vida, por favor hazlo rápido. No lo pospongas por mucho tiempo. La vida se pasa rápido. Haz todo lo que puedas hoy, porque nunca estarás seguro si ya es tu otoño o el principio de tu invierno o no! No tienes promesa que veras todas las estaciones de tu vida, así que vive por el hoy y di todas las cosas que quieres decir a tus seres queridos, para que te recuerden con amor, por todas las cosas que les dijiste e hiciste por ellos en el pasado !!
Mi recomendación para aquellos que aún se encuentran en el verano de sus vidas es que siempre recuerden que la vida es un regalo, que puede terminar en cualquier momento., el otoño ni el invierno le está garantizado a nadie, solo llegan de sorpresa. La forma en que decidimos vivir es el regalo que le dejamos a los que vienen atrás. Haz de este viaje algo único y fantástico. Viviendo bien, gozando bien, sintiéndote feliz y agradecido del maravillosa regalo que la vida es!
Aunque por los estándares de hoy en día, todavía no he llegado al invierno de ella, pero si se que ya estoy en mi otoño. El otoño de nuestras vidas es la estación donde tal ves por primera vez podemos pensar mas en nosotros mismos, sin sentir ninguna clase de remordimiento por hacerlo. Nuestros hijos ya son adultos, con sus vidas ya trazadas. Para muchos de nosotros desgraciadamente nuestros padres han partido y hemos formado a ser los patriarcas de la familia.
Recuerdo bien haber visto personas mayores a través de los años y pensaba que aquellas personas mayores aun estaban muy lejos de mí y que ese invierno estaba tan lejos que no me podía imaginar cómo sería....... Pero aquí está, mis amigos están retirados y volviéndose "grises", se mueven más lento y ahora veo esa persona mayor en ellos. Algunos están en mejor forma, otras peor que yo, pero todos hemos cambiado. No los veo como los que recuerdo cuando eran jóvenes y vibrantes, sino como yo, su edad se empieza a mostrar y ahora somos aquellas personas mayores que solía ver.
Últimamente me estoy acordando de las cosas que mi abuelita me decía, Como cuando encontraba que solo el tomar una ducha era uno de los acontecimientos importantes del día! Y que tomar una siesta ya no era algo agradable que le gustaba hacer de vez en cuando, sino que era algo obligatorio! Porque si no lo hacia por su propia voluntad, simplemente se quedaba dormida donde estaba sentada!
Estoy consciente que esa nueva etapa de la vida se aproxima, sin preparación alguna para todos los dolores y achaques que tengo consciencia llegaran y la pérdida de fuerza o habilidad para ir y hacer todas las cosas que quisiera hacer!! Pero, por lo menos se, que aunque el invierno se aproxima rápidamente y no estoy segura cuánto va a durar, pero de algo si estoy segura, es que cuando mi invierno se acabe en esta tierra, no es el final. Estoy convencida que otra aventura empezara!
Sí, tengo arrepentimientos. Hay cosas que hubiese querido no haber hecho, cosas que debí haber hecho, pero de verdad, hay muchas mas otras de las que estoy contenta porque las hice y como las hice. Así que si todavía no estás en el otoño de tu vida, permíteme recordarte que estarás aquí mucho más rápido de lo que piensas. Por lo tanto, cualquier cosa que quieras lograr en tu vida, por favor hazlo rápido. No lo pospongas por mucho tiempo. La vida se pasa rápido. Haz todo lo que puedas hoy, porque nunca estarás seguro si ya es tu otoño o el principio de tu invierno o no! No tienes promesa que veras todas las estaciones de tu vida, así que vive por el hoy y di todas las cosas que quieres decir a tus seres queridos, para que te recuerden con amor, por todas las cosas que les dijiste e hiciste por ellos en el pasado !!
Mi recomendación para aquellos que aún se encuentran en el verano de sus vidas es que siempre recuerden que la vida es un regalo, que puede terminar en cualquier momento., el otoño ni el invierno le está garantizado a nadie, solo llegan de sorpresa. La forma en que decidimos vivir es el regalo que le dejamos a los que vienen atrás. Haz de este viaje algo único y fantástico. Viviendo bien, gozando bien, sintiéndote feliz y agradecido del maravillosa regalo que la vida es!
- Mercy Ingaro -
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