Matrimonio y divorcio
Para ser felices todos precisamos de un compañero con quien compartir ansiedades, resolver problemas cotidianos, confiar triunfos y reveses, y principalmente realizar nuestros deseos de dar y recibir cariño.
Los objetivos principales que han de ser alcanzados en el matrimonio es el conseguir establecer vínculos de amor, comprensión y fidelidad entre marido y mujer, asegurando así el equilibrio emocional.
El matrimonio constituye uno de los primeros actos de progreso en las sociedades humanas; porque establece la solidaridad fraterna y se encuentra en todos los pueblos, aunque en condiciones diversas. Abolir el casamiento seria retroceder a la infancia de la Humanidad y colocar al hombre por debajo incluso de ciertos animales que les dan el ejemplo de uniones constantes.
Casarse es tarea para todos los días, por lo que solamente de la comunión espiritual gradual y profunda es que surgirá la integración de los cónyuges en la vida permutada, de corazón a corazón, en la cual el matrimonio se lanza siempre para lo Más Alto, en plenitud de amor eterno.
El porvenir de toda criatura está llenos de incertezas e inseguridades, por eso al contar con un (compañero) u (compañera) que nos ampare y asista en caso de enfermedad o en la vejez, es lo ideal, para la soledad que es muy triste. Los dolores compartidos, duelen menos, y las alegrías con alguien que vibre a nuestro lado, ganan en sabor e intensidad.
Durante el enamoramiento y el noviazgo, los jóvenes, deseosos, de causarse, recíprocamente, favorable impresión, empeñándose en mantener una buena conducta, procurando esconder o camuflarlos aspectos indeseables de sus caracteres.
Viven en estado de encantamiento, estimulados por la atracción física, evitando la menor alusión a episodios desagradables del pasado de cada uno, para entregarse apenas a devaneos y fantasías, en el ante gozo de las deliciosas promesas del futuro.
Aunque se observe características comprometedoras o menos dignas, creen, ingenuamente, que el matrimonio las eliminará o que tendrán fuerzas suficientes para soportarlas, sin prejuicio de la “eterna felicidad” con la que sueñan.
Sin embargo, después de casados, al conocer la realidad de la vida, comprenderán que la vida no está hecha apenas de momentos románticos, exigiéndoles, ahora, arduos trabajos y no pocos sacrificios para los cuales no siempre están convenientemente preparados.
Algunas veces, sobrevienen dificultades de orden financiero, que los llevan a sufrir privaciones nunca antes experimentadas y con ellas acusaciones y quejas del uno contra el otro.
Las facetas uno del otro que intentaron no tomar en cuenta, empiezan a manifestarse con toda crudeza, generando conflictos, discusiones, enfados y represalias.
No existe una formula única y por supuesto infalible para la conquista de la felicidad en el matrimonio.
Existe, sin embargo determinadas condiciones y ciertos preceptos, dictados por la prudencia y por la experiencia de cónyuges bien sucedidos, que, si son observados podrán ofrecer a los jóvenes alguna garantía de que “su” matrimonio venga a ser lo más venturoso posible.
Uno de los primeros puntos a considerar es la edad para ese paso. Ninguna fijación rigurosa, cabe aquí, ya que los grados de madurez varían de individuo a individuo, en cualquier fase de la vida, en función de las experiencias adquiridas en esta encarnación y en las precedentes.
En la actualidad, la edad más propicia para un matrimonio estable y feliz, se sitúa entre 23 y 26 años para los chicos y 21 a 24 para las chicas. Diversas investigaciones llegaron a la conclusión de que los matrimonios malogrados fueron, en su mayoría, motivados por la precipitación, es decir por haberse realizado demasiado temprano.
Otra cosa que influye en el matrimonio es el grado de cultura y educación. Lo deseable es que ambos tengan el mismo nivel cultural y hayan sido educados por padrones éticos semejantes, pues esto facilitará grandemente la adaptación entre sí.
Las profundas diferencias, una vez pasada, “la luna de miel” en la que todo es deslumbramiento e ilusión, el refinamiento social del cónyuge mejor dotado choque con la bozalidad, la inepcia, el desaseo y el mal gusto del otro, lo que tornará insostenible una vida en común, dando lugar a que alguno o ambos pasen a buscar compensaciones fuera del hogar, junto a otra u otro que mejor les comprendan, aprecie du modo de ser y responda a sus necesidades más intimas.
Otro contingente más de la armonía conyugal es el sentimiento religioso, el cual no debe ser subestimado. Al considerar que la religión es una característica de la personalidad, se torna penoso, por ejemplo, a uno de los cónyuges que desease cumplir fielmente los deberes establecidos por la Iglesia o por las propias convicciones religiosas, tener que soportar, sin enfado o protesta, las propuestas del otro, ateo o indiferente, que considerase tales deberes mera simplezas, infantilismo mental, etc.
Es muy difícil mantener la paz doméstica, con un esposo, fanático e intransigente, que intenta convertir al otro a su credo, importunándolo a cada instante y con cualquier pretexto con sus discursos de catequesis.
La conciencia del exacto papel de cada uno en la construcción y manutención del hogar; la identidad de propósitos en lo tocante al planeamiento familiar; a la finalidad espiritual; a la filosofía de vida que esposen; a la certeza de que se aman; a pesar de los defectos de cada uno, incluso sabiendo que ellos persistan después del matrimonio, la aceptación de la familia del futuro cónyuge, tal como ella es; la capacidad reciproca de divergir, sin discutir, y de argumentar, sin pelear, la buena disposición de ambos de acatarse las opiniones y favorecer la solución de problemas de interés común, etc. Son otros tantos factores que contribuyen para un matrimonio afortunado.
En la unión de los sexos, a la par de la ley divina material, común a todos los seres vivos, hay otra ley divina, inmutable como lo son todas las leyes de Dios, exclusivamente moral. Quiso Dios que los seres se uniesen no solo por los lazos de la carne, sino también por los lazos del alma, con el fin de que el afecto mutuo de los esposos se transmitiese a los hijos y que fuesen dos, y no uno solamente, a amarlos, a cuidar de ellos y hacerlos progresar.
La felicidad conyugal tiene un precio bastante alto, tan alto que solo podrá ser pagado, a largo plazo, mientras dure el matrimonio, en monedas de humildad, comprensión, paciencia, espíritu de renuncia y gran dosis de buena voluntad en el sentido de adaptación mutua.
Para conseguir la felicidad en común, cada uno de los cónyuges precisa sacrificar un poco de su “yo” para que el “nosotros” se fortalezca y se vuelva cada vez más agradable. Para ello la primera cosa que debe ser cultivada, de parte a parte, es el don de perdonar.
Conflictos, discusiones, mal entendidos… son hasta cierto punto normales en la vida de una pareja, y, si no hay comprensión y tolerancia reciproca, sentido de minimizarlos y superarlos, el hogar acabara dejando de ser un reducto de amor, de paz y de alegría, para transformarse en campo de negligencias, deprimente y deplorable.
El apoyo mutuo y un poco de humildad espiritual, harían desaparecer tantos antagonismos irreductibles en las relaciones familiares. La Evangelización en el hogar también es otro recurso muy preciado, ya que el recuerdo de los preceptos de Jesús, sus divinas enseñanzas junto con la misericordia, les harían soportar las faltas y las flaquezas de los que los rodean sin guardarles resentimiento, perdonándolos de corazón.
Sabrían que “ El verdadero carácter de la caridad es la modestia y la humildad, que consisten en ver cada uno apenas superficialmente los defectos del otro y esforzarse en hacer que prevalezca lo que hay en el de bueno y virtuoso.
Otro factor imprescindible para la preservación de la felicidad conyugal es el dialogo entre los esposos. “El sublime amor del altar domestico anda muy lejos, cuando los cónyuges pierden el gusto de conversar entre sí.
La vanidad y el orgullo son dos sentimientos de los más comunes que pueden anidarse en lo íntimo de las personas. Y son ellos los que, a menudo, provocan el estremecimiento de las relaciones entre marido y mujer.
“La caridad sublime, que Jesús enseño, también consiste en la benevolencia que uses siempre y en todas las cosas para vuestro prójimo. Por eso la pareja puede ejercitar esa virtud sublime, dirigiendo palabras de consuelo, de encoraja miento, de amor.
No estamos en la obra del mundo para aniquilar lo que es imperfecto, sino para completar lo que se encuentra inacabado.
En las esferas elevadas, los espíritus evolucionados consideran motivo de honra el amparo a los compañeros menos desenvueltos que se adiestran en planos inferiores.
El matrimonio en la tierra puede asumir variados aspectos, objetivando múltiples fines. Accidentalmente, tanto el hombre como la mujer encarnados pueden experimentar diversas veces el casamiento terrestre, sin por ello encontrar la compañía de las almas afines con las cuales realizar la unión ideal. Eso es porque comúnmente, el hombre necesita rescatar deudas que se contrajeron a causa de la energía sexual aplicada de forma inadecuada ante los principios de causa y efecto.
Cuando el matrimonio expiatorio ocurre en segundas nupcias, el cónyuge liberado de la vestimenta física, cuando se ajuste a la afección noble, frecuentemente se coloca al servicio de la compañera o del compañero en la retaguardia, en el que ejercita la comprensión y el amor puro. Si los viudos y las viudas de las efectuadas nupcias en grado menor de afinidad demuestran sana condición de entendimiento, son habitualmente conducidos, tras la muerte, a la convivencia del matrimonio restituido a la comunión, disfrutando posición análoga a la de los hijos queridos junto a los terrenos padres, que por ellos se someten a los más elocuentes y polifacéticos testimonios de cariño y sacrificio personal para que atiendan, dignamente, a la articulación de los propios destinos.
Si la desesperación de los celos o la nube del despecho ciegan a uno de los miembros del equipo fraterno, los cónyuges re asociados en el plano superior le amparan en la reencarnación, a la manera de benefactores ocultos, interpretándoles la rebelión por síntoma enfermizo, sin retirarles el apoyo amigo, hasta que se reajusten en el tiempo.
Cuando el hogar terrestre es analizado sin preconceptos, permanece estructurado en las mismas bases esenciales, al igual que los padres humanos, reciben, muchas veces, en el instituto domestico, por hijos e hijas, a aquellos mismos lazos del pasado, con los cuales atienden al rescate de antiguas cuentas, purificando emociones, renovando impulsos, dividiendo compromisos o esmerando relaciones afectivas del alma para el alma.
El divorcio, según conocimientos del Plano Espiritual, no debe ser facilitado o estimulado entre los hombres, porque no existen en la Tierra uniones conyugales, legalizadas o no, sin vínculos graves en el principio de la responsabilidad asumida en común.
Es imperioso, que la sociedad humana establezca regulaciones severas a beneficio de nuestros hermanos contumaces en la infidelidad a los compromisos asumidos consigo mismos, a beneficio de ellos, para que no se unan a mayor desgobierno, y a beneficio de sí mismos, a fin de que no regrese a la promiscuidad envilecida de las tabas oscuras, en que el principio y la dignidad de la familia aun son plenamente desconocidos.
Es imprescindible que el sentimiento de Humanidad interfiera en los casos especiales, en el que el divorcio es el mal menor que pueda surgir entre los grandes males pendientes sobre la frente del matrimonio, sabiéndose, por tanto, que los deudores de hoy volverán mañana al acierto de las propias cuentas.
Si el espirita debe ser prudente, virtuoso, tolerante, humilde y abnegado y caritativo, entre sus hermanos de ideal y en el seno de la Humanidad, ¡Cuánto más debe serlo en la familia! Si son sagrados los deberes que hemos de cumplir entre nuestros hermanos y en la Humanidad, mucho más lo son los que tenemos que cumplir en la familia. Porque debemos considerar que, más allá de los vínculos que en esta existencia nos unen con lazos indisolubles, tenemos siempre historias pasadas, que se enlazan con la historia presente.
Trabajo realizado por Merchita
********************...Ejercita el amor a cada paso.
Piensa con amor y habla amorosamente, predisponiéndote a comportarte en forma amable.
Al ampliar el sentimiento de amor perdonarás con facilidad, pues entenderás que el otro, el opositor, el adversario, el perseguidor, está mal con él mismo, está enfermo sin saberlo y necesita socorro...
Al perdonar sinceramente a aquellos que te generan dificultades y que se convierten en problemas para ti, estarás colaborando con el Bien, y de ese modo pasarás a la etapa de servidor de la solidaridad y de la acción edificante, a favor de todos, y del mundo terrenal donde te encuentras en proceso evolutivo.
No te eximas de amar, de perdonar y de servir, si realmente anhelas la autorrealización.
Joanna de Ângelis / Divaldo P. Franco - Libro Despierte y sea feliz - Editora LEAL
******************************
Alcohol y Obsesión
Por: J. Herculano Pires
La obsesión mundial por el alcohol, en el plano humano, corresponde a un cuadro espantoso de vampirismo en el plano espiritual. La medicina actual sigue siendo renuente – e infelizmente en los sectores más ligados al asunto, como lo es la psicoterapia – en aceptar la tesis espírita de la obsesión. Las investigaciones parapsicológicas ya revelaron, en los mayores centros culturales del mundo, la realidad de la obsesión. Desde Rhine, Wickland, Pratt, en los Estados Unidos, a Soal, Carington, Price, en Inglaterra, hasta los parapsicólogos materialistas, el descubrimiento del vampirismo se realizó en cadena. Todos los verdaderos parapsicólogos, de renombre científico y no marcados por la obsesión del sectarismo religioso, proclaman hoy la realidad de las influencias mentales entre las criaturas humanas, y entre estas y las “mentes desencarnadas”.
Jean Ehrenwald, psicoanalista, llegó a publicar un importante libro titulado: Nuevas Dimensiones del Análisis Profundo, corroborando las experiencias de Karl Wickland en Treinta Años Entre los Muertos. (Ed. Koogan), en la actualidad en Europa, acompañado por varios investigadores, efectuó experiencias a controle remoto de la conducta humana por medio de la telepatía, obteniendo resultados satisfactorios. Nada de eso vale para los que se obstinan en la negación pura y simple, como hacían los científicos y los médicos del tiempo de Pasteur en relación al mundo bacteriano.
Los cuadros de Cornélio Pires sobre la obsesión alcohólica son solo un juego poético. Ellos nos muestran – en un panorama del lado oculto de la vida – la mecánica de ese proceso obsesivo. Espíritus enemigos, (que ofendimos gravemente en existencias anteriores), nos excitan el deseo inocente de “tomarnos un trago”. Aceptamos la “idea loca” y Espíritus vampiros son atraídos por las emanaciones alcohólicas de nuestro cuerpo. A partir de entonces, como aconteció a Juca de João Dório, “nos dirigimos a la botella” y fuimos a terminar en el sanatorio. Los Espíritus vampiros son viciosos que murieron en el vicio y continúan en el mundo espiritual inferior, aquí en la Tierra, buscando ansiosamente sus “tragos”. Se satisfacen con las emanaciones alcohólicas de sus victimas y pasan a succionarlas como vampiros psíquicos.
En las instituciones espíritas bien dirigidas ese proceso es bastante conocido, y son muchos los infelices que se salvan después de un tratamiento serio. En los hospitales espíritas las curas son numerosas. Véase la obra del Dr. Ignacio Ferreira: Nuevos Rumbos de la Medicina, relatando las curas realizadas en el Hospital Espírita de Uberaba. No es solo la obsesión alcohólica la que está en juego en los procesos obsesivos. Los desvíos sexuales ofrecen un cuadro tal vez mayor y más trágico que el alcohol, porque es más difícil de ser tratado.
Tiene razón el poeta Caipira al advertir que el “alcohol, para ayudar, es cosa de la medicina”. Solo en las aplicaciones médicas el alcohol puede ser usado como remedio. Pero tenemos que añadir, infelizmente, que los médicos con los ojos cerrados hacia la realidad espiritual no están en condiciones de atender los casos de alcoholismo. Los grupos espíritas y las asociaciones alcohólicas obtienen resultados más positivos, cuando los tratamientos son bien dirigidos.
Tomado del libro: Diálogos de los Vivos – J. Herculano Pires y Chico Xavier
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
***********************
ATAVISMOS CULTURALES Y DESVIOS DOCTRINARIOS
En el capítulo primero de "El Evangelio según el Espiritismo", “Yo no he venido a destruir la ley”, encontramos en el ítem N° 5 la siguiente afirmación de Kardec: “El Espiritismo es la nueva ciencia que viene a revelar a los hombres, con pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corporal; nos lo presenta, no como una cosa sobrenatural, sino, al contrario, como una de las fuerzas vivas que incesantemente obran en la Naturaleza, como el origen de una multitud de fenómenos incomprensibles hasta ahora y relegados, por esta razón, al dominio de lo fantástico y de los maravilloso”.
Complementa aún más: “Así como Cristo dijo: “No penséis que he venido a destruir la ley, sino a cumplirla”, el Espiritismo dice también: “No he venido a destruir la ley cristiana, sino a cumplirla”. No enseña nada contrario a lo que enseño Cristo, pero desarrolla, completa y explica, en términos claros para todo el mundo, lo que se dijo bajo la forma alegórica; viene a cumplir en los tiempos predichos, lo que Cristo anunció, y a preparar el cumplimiento de las cosas futuras. Es pues la obra de Cristo, que el mismo preside, así como a la regeneración que se opera y prepara el reino de Dios en la Tierra como igualmente lo anunció”.
Bajo esta premisa, entendemos que el Espiritismo no puede caer en situaciones que desvirtúen la esencia doctrinaria, de la cual el Maestro Kardec fue muy explícito al recomendar mantener por encima de todo su pureza, y de esa forma evitar, como lo vamos a analizar, errores a causa de la falta de unión y cohesión doctrinaria.
El Cristianismo, que alcanzó su máxima expresión en las enseñanzas del Evangelio por parte de Jesucristo, utilizó la simplicidad en la organización de los primeros núcleos cristianos, conquistando gracias a ello a la sociedad de la época. Sin embargo, luego de la muerte de Jesús y con el paso del tiempo, sufrió un desgaste a causa de los intereses políticos, financieros e institucionales. Los nuevos adeptos y sus líderes, no consiguieron comprender la esencia del Evangelio, que es la regeneración del hombre, liberándose de los errores de su pasado culposo para reiniciar un nuevo ciclo donde la luz de la esperanza ilumine el camino de aquel que acoge con amor, las enseñanzas liberadoras del Maestro Jesús.
El resultado de todo eso es bien conocido: dos milenios de intolerancia, violencia, atraso espiritual, perpetuación de las injusticias sociales, agravamiento de los compromisos con la ley de acción y reacción y un fuerte comprometimiento con la regeneración de nuestro planeta.
El caso del Espiritismo no es muy diferente.
A pesar de las advertencias de los Espíritus y del mismo Allan Kardec, en cuanto a los períodos históricos y tendencias del movimiento, los Espíritas insisten en cometer los mismos errores del pasado. Los mismos errores porque probablemente somos las mismas almas que rechazaron y desviaron al Cristianismo de su verdadera senda y ahora posamos de puristas ortodoxos, enemigos ocultos del Espíritu de Verdad.
Negligentes con la oración y la vigilancia, cedemos constantemente a los tentáculos del poder y la vanidad, despreciando a toda hora el ideal del “amaos e instruíos”. No consiguiendo adaptarnos al Espiritismo, comprendiendo y vivenciando sus verdades, vamos adaptando la doctrina a nuestros límites, corrompiendo los textos de la codificación, ignorando la experiencia histórica de Allan Kardec y de sus colaboradores, trayendo a los Centros Espíritas las prácticas dogmáticas de nuestras preferencias religiosas, los hábitos políticos de las agremiaciones que frecuentamos y más comúnmente las interferencias negativas de nuestros caprichos personales.
Y así caminamos, unidos en nuestras displicencias y divididos en las responsabilidades. El Espiritismo fue, ciertamente, una doctrina elaborada por los Espíritus Superiores y esto nos tranquiliza en cuanto al futuro doctrinario. Pero el Movimiento Espírita viene siendo liderado por seres humanos, Espíritus aún inmaduros e inexpertos, lo cual preocupa, pues sabemos que, hoy los enemigos del Espiritismo están dentro del mismo movimiento.
¿Pero cómo evitar ese proceso de corrupción y, en algunos casos notorios, de sincretismo y mala conducta? ¿Cómo revertir la situación para reconducir esas experiencias hacia el rumbo verdaderamente Espírita? ¿Qué hacer con estas instituciones, con sus malos dirigentes, los malos médiums, en fin los malos Espíritas? ¿Debemos identificarlos y expulsarlos de nuestro movimiento? ¿Debemos denunciarlos y discriminarlos como hacia la Inquisición con los acusados de herejía?
¿Qué hacer con los libros que consideramos inconvenientes o fuera de contexto para el movimiento? ¿Debemos quemarlos en plaza pública, censurarlos en nuestras bibliotecas o dejar que la misma comunidad Espírita practique el libre albedrío y aprenda a hacer la elección correcta y adecuada a sus necesidades?
E ahí, una serie de cuestionamientos que nos ayudan a comprender el gran compromiso que asumimos como dirigentes de un movimiento que, tal como lo plantea Allan Kardec en "La Génesis" : “abre a la Humanidad un nuevo camino, ofreciéndole infinitos horizontes; al iniciarlo en los misterios del Mundo Invisible, le señala su verdadero papel en la Creación, papel perpetuamente activo, tanto en el estado corporal como en el espiritual. El hombre no camina ya a ciegas: sabe de donde viene, a dónde va y porque está sobre la Tierra. El futuro se le presenta en su verdadera faz, exento de los prejuicios de la ignorancia y la superstición; ya no es una vaga esperanza: es una verdad palpable, tan cierta para él como la sucesión del día y la noche. Sabe que su Ser no está limitado a algunos instantes de una existencia efímera; que la vida espiritual no se interrumpe con la muerte; que ya ha vivido y que vivirá aún y que de todo lo que adquiere en perfección gracias al trabajo nada se pierde; encuentra en sus existencias anteriores la razón de lo que es hoy y, también, de lo que es hoy, sabrá deducir lo que será mañana”.
Son muchas las razones que llevan a un grupo Espírita, o a algunos de sus adeptos, a transitar por el difícil camino de los desvíos doctrinarios; entre ellos juega papel preponderante la cultura en nuestras sociedades, donde la “sobrenatural y maravilloso”, al decir de Kardec “es sinónimo de superstición”, y va aún más allá al expresar que ”muchos críticos juzgan el Espiritismo sobre los cuentos de hadas y las leyendas populares que son sus ficciones; es como si juzgáramos la historia sobre los romances históricos o las tragedias”.
El culto a los muertos, practicado por los pueblos primitivos, tenía, entre otros motivos, el de impedir las influencias maléficas de los muertos en la suerte de los vivos. También, la magia tenía por fin poner al servicio del hombre los seres invisibles, inclusive los Espíritus de los muertos. Las tradiciones folklóricas de todos los tiempos son ricas en historias sobre apariciones de difuntos, que llenan a los vivos de terror. El pavor que inspiran los cadáveres, el miedo de atravesar un cementerio durante la noche, la creencia en casas embrujadas, son otros tantos reflejos de una creencia en la posibilidad de que los muertos interfieran en la existencia de los vivos. La nigromancia o arte de evocación de los muertos es practicada por muchos pueblos, antiguos y actuales, causando, como es lógico, errores de interpretación que llevan a muchos a considerar la mediumnidad y por ende el Espiritismo, como algo pecaminoso o en el peor de los casos, como cosas del demonio.
Son muchos los cultos y las religiones que de alguna manera tienen entre sus prácticas la comunicación con los Espíritus y la creencia en la reencarnación, por lo que son confundidas erróneamente con el Espiritismo, es el caso de la Umbanda y el Candombe, prácticas muy comunes en el Brasil; la Santería en Cuba, esta última muy practicada en algunos pueblos de América Latina; el Vudú en Haití y otras que forman parte del arraigo popular de aquellos esclavos traídos de África y que han dejado en la cultura afroamericana un rico acervo de experiencias espirituales. Sin embargo, aunque estas prácticas merezcan de parte de los verdaderos Espíritas todo nuestro respeto, estas sectas son adeptas del espiritualismo o esoterismo, y no del Espiritismo.
El preclaro Espíritu Vianna de Carvalho, nos recuerda: es por ello que el "Movimiento Espírita crece y se propaga, pero la Doctrina Espírita permanece ignorada, cuando no adulterada en muchos de sus postulados". Tal es el caso de aquellos que asumen responsabilidades directivas, sin los recursos necesarios, tanto culturales como doctrinarios, por negligencia o hasta por omisión de muchos de sus miembros, lo que lleva a que muchos núcleos espiritistas terminen involucrados en prácticas extrañas y ajenas a los objetivos y propuestas del Espiritismo y de las Casas Espíritas, entre las cuales citamos: CROMOTERAPIA, PSICOTERAPIA, MUSICOTERAPIA, HIDROTERAPIA, CRISTALOTERAPIA, FITOTERAPIA, etc.
Es importante considerar que cuando se desee trabajar en CROMOTERAPIA, MUSICOTERAPIA u otras, se debe cumplir con los preceptos legales instituidos por nuestra sociedad, pagando impuestos, atendiendo con lealtad y ética a los pacientes interesados en el mercado profesional, pero, sin involucrar a las Casas Espíritas, utilizando sus dependencias, instalaciones o los recursos financieros que resultan de la contribución de los asociados para la manutención de la casa, desviando así los intereses de aquellos corazones que van en busca de lo que solo la Doctrina Espírita, les puede ofrecer.
El Espiritismo es la Doctrina de la educación integral, de la higiene mental y moral. Es el retorno de Cristo al atormentado hombre del siglo ciclópico de la tecnología, a través de sus emisarios, renovando la Tierra y multiplicando la esperanza y la paz en las mentes y en los corazones que le permanezcan fieles.
La Casa Espírita es la bendita escuela de almas, enseñándolas a vivir, pues el Espiritismo tiene por objetivo la reforma moral del Hombre.
El Espírita debe ser un individuo de mentalidad abierta. No puede ser sectario, lo que lo llevaría fatalmente al fanatismo. Debe aceptar la verdad, venga ella de donde viniera. De igual manera, debe rechazar el error y la mentira, recordemos la enseñanza de Erasto “es preferible rechazar 10 verdades que aceptar una sola mentira”. Enfaticemos, en esta parte, la recomendación de Juan Evangelista, en su Carta: “(...) no creáis a todos los Espíritus; más, probad si los Espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se levantaron en el mundo” (San Juan, 1ª Epístola, cap. IV, v. 1).
La creencia en Dios, en la inmortalidad del alma, en la reencarnación, en la pluralidad de mundos habitados, en la comunicabilidad de los Espíritus, en la ley de causa y efecto y en las enseñanzas morales del Rabí de Galilea, constituyen los pilares maestros que forman ese maravilloso manantial de enriquecimiento espiritual, conocido como Espiritismo.
El Centro Espírita es el sitio donde estudiamos esos principios, intentando colocarlos en práctica, con la certeza de que eso nos llevará a la conquista de la felicidad, sirviendo también de iluminación y consuelo para todos cuantos buscan en su interior, muchas veces hasta como último recurso de ayuda ante las pruebas de la vida.
El compromiso del Centro Espírita con la divulgación y práctica de los postulados del Espiritismo se reviste de fundamental importancia ante la gama de principios de los cuales somos depositarios, así como los que trabajan en la siembra Espírita son responsables por la transmisión de esos preciosos conocimientos, debiendo preservar su pureza original, evitando a todo costo asumir prácticas que no guardan ningún contenido doctrinario.
Por lo tanto, es evidente que el Centro Espírita debe preocuparse única y exclusivamente del estudio y práctica del Espiritismo, pues en la Doctrina existen suficientes principios, que dispensan la aplicación de otros conceptos que no guardan relación con los de la Codificación.
Así, sin entrar a desconceptuar ninguna creencia en particular, práctica o terapia, dentro de la coherencia que debe primar en nuestro trato con la Doctrina, no tiene sentido mantener dentro de las instituciones Espíritas procesos de atendimiento o tratamiento que no poseen ninguna identificación con el Espiritismo y sus postulados.
Por consiguiente, el Centro Espírita debe ocuparse del estudio y práctica del Espiritismo, con la respectiva asistencia a los necesitados siendo hecha a la luz de sus postulados, pues si así no fuera, se corre el riesgo de ver instituciones que se denominan Espíritas lidiando con toda suerte de terapias, “mancias” y “logias”, menos con lo que tiene que ver con la Doctrina.
Nos dice Herculano Pires que: “Es increíble la liviandad con que oradores y articulistas Espíritas tratan ciertos temas, con una falsa suficiencia, lanzando confusiones ridículas en el medio doctrinario... Tenemos que comprender que eso no puede continuar, pues nada de eso es Espiritismo. Los conferencistas Espíritas deben enseñar Espiritismo, y para eso precisan, primero aprenderlo”.
Necesitamos de expositores didácticos, con buen conocimiento doctrinario, arduamente adquirido en estudios e investigaciones. Exponer los temas fundamentales de la Doctrina, no es hablar bonito, con poses literarias, que sólo sirven para satisfacer la vanidad y el orgullo de quien expone. Muchas veces ese palabrerío vació y presuntuoso no construye nada y sólo sirve para ridiculizar el Espiritismo ante la mentalidad positiva y analítica de nuestro tiempo, pues estamos en una fase avanzada de la evolución terrena.
Es por ello, que todo Centro Espírita debe aprovechar esos momentos de esclarecimiento doctrinario para enseñar la Codificación y el Evangelio de Jesús en una ligazón directa con nuestro cotidiano vivir. Debemos servir como apoyo y ayuda a los necesitados de amparo y esclarecimiento por medio de oraciones, tratamientos espirituales, pases (fluidoterapia) y orientaciones morales, intentando minimizar el sufrimiento ajeno, con la ayuda de Jesús y nuestro Padre eterno. Jamás prometer la cura ante los problemas espirituales o materiales que afecten a las personas que llegan a nuestras Casas Espíritas, lo cual sería una irresponsabilidad que generaría falsas expectativas entre las personas, llevándolas al descrédito. Es importante considerar además, que el verdadero Centro Espírita no cobra por orientación espiritual al público: “Dad gratuitamente, lo que recibís gratuitamente”, es la enseñanza de Jesús. Sus dirigentes y trabajadores tienen sus profesiones, que les dan el sustento financiero necesario para su manutención.
- Centro de estudios Espíritas Francisco de Asís-Colombia
**************************************
El respeto es una de las cosas mas importantes que puede existir en toda relación. No es obligatorio que aceptemos como nuestra la forma de vivir ajena. Pero si debe de ser nuestro deber el respetarla sin criticar o tratar de quitarle valor a aquello que lo tiene para otros
- Procedencia de Mercy Ingaro-
****************************
El valor de la fe
En varios pasajes del Evangelio, Jesús destaca la importancia del valor de se probar la propia fe.
Por ejemplo, en determinado punto de la narrativa evangélica, el Cristo afirma que nadie debe avergonzarse de Él y de Sus palabras.
De las exhortaciones del Maestro, se extrae que no basta creer en algo.
El hombre debe vivir en conformidad con sus creencias.
Adoptar un ideal es muy poco.
Es necesario ser fiel a ese ideal.
En un mundo corrompido, la fidelidad a una concepción de vida más pura no es normalmente fácil.
Los ejemplos que se recibe diariamente son bastante tristes.
La Humanidad vive un periodo de grave crisis moral.
Bajo el nombre de libertad, impera el libertinaje.
A título de diversidad de costumbres, las criaturas se permiten los más raros abusos.
Hay innúmeros deshonestos ocupando elevados cargos y viviendo en el lujo.
Seres viciosos posan de modelo para la sociedad.
Muchos artistas bonitos, pero livianos y desequilibrados, dictan modas y tendencias de comportamiento.
La promiscuidad y el cambio constante de novios o maridos nos chocan más.
En ese contexto, ser sobrio, trabajador, honesto y responsable parece casi exótico.
El hombre poco reflexivo puede sentirse tentado a seguir la ola de la modernidad.
Entretanto, es necesario ponderar un poco.
Hábitos que destruyen la integridad física y psíquica, el hogar y la propia dignidad de quién los adopta no pueden ser sanos.
La corrupción dilacera la sociedad.
A ella se la implica el desvío de dinero que podría salvar y mejorar innumerables vidas.
La promiscuidad sexual deja un rastro de desencanto y enfermedad en las vidas de quién se las adopta.
Delante de un Mundo conturbado y violento, el hombre necesita reflexionar respecto a sus ideales.
¿Cuáles son los valores que se consideran necesarios para una vida armoniosa y sana?
Identificados esos valores, se nos imponen la fidelidad.
Lo que no vale es vivir al sabor de las circunstancias, como un animal que se guía por el movimiento de la manada.
La inteligencia es un don demasiado precioso para ser desperdiciado.
Urge lanzar una mirada crítica sobre los hábitos de la sociedad y meditar sobre ellos.
¿Si todos adoptasen determinado patrón de comportamiento, será posible una convivencia pacífica y provechosa?
¿Cierto naipe de conducta es loable?
¿Sería agradable ver a los propios hijos o padres viviendo de manera disparatada?
¿O ver a un ser querido sufriendo las consecuencias de la conducta inconsecuente de otro?
Lo que no es bueno y honroso, lo que hace infelices los demás debe de ser combatido.
Ahí surge la necesidad de ser valeroso.
Vivir de acuerdo con padrones mundanos es fácil.
Difícil es esposar ideales nobles y vivir con nobleza.
Ser fiel a un Ideal no implica tornarse conversor compulsorio de los semejantes.
La libertad de consciencia es un imperativo de la vida en sociedad.
Entretanto, respetar la libertad de los demás no significa ser connivente con sus equívocos.
Para vivir en paz es necesario aprender a convivir con el diferente.
Pero vivir pacíficamente no es sinónimo de ser pasivo.
En ciertos momentos, la omisión es un escándalo.
Siempre que se es llamado a dar opinión sobre una cuestión ética, es importante ser honesto, pero manteniendo la gentileza.
Si la opinión no agradase, paciencia.
Delante de conductas que perjudican inocentes o al patrimonio público, se debe actuar en la defensa del bien y de la ética.
En todo y cualquier caso, actuar correctamente, aunque sea en perjuicio de los propios intereses inmediatos.
Una vida honrada es el mayor y más valeroso testimonio que un hombre puede dar de sus creencias.
Piense en eso.
Redacción del Momento Espírita.
*************************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario