De la enseñanza impartida por los espíritus resulta que los diversos mundos se encuentran en condiciones muy diferentes los unos de los otros, en lo que atañe al grado de adelanto o de inferioridad de sus moradores.
En el conjunto los hay cuyos habitantes son todavía inferiores a los de la Tierra, tanto en lo físico como en lo moral. Otros se encuentran en el mismo nivel que nuestro globo, y otros le son superiores bajo todos conceptos, en grado mayor o menor.
En los mundos inferiores la existencia es enteramente material, las pasiones reinan en ellos como soberanas, la vida moral es casi nula. Conforme esta última se va desarrollando, el influjo de la materia disminuye, de manera que en los mundos más adelantados la vida es, si así vale decirlo, del todo espiritual.
En los globos intermedios el bien y el mal se hallan mezclados, predominando uno u otro, según el grado de progreso de cada cual. Si bien no es posible hacer una clasificación absoluta de los diversos mundos, se puede, sin embargo, en virtud de su estado y de su destino, y basándose en los matices más destacados, dividirlos de una manera general como sigue:
1- Los mundos primitivos, dedicados a las primeras encarnaciones del alma humana.
2- Mundos de expiaciones y pruebas, en que el mal se enseñorea.
3- Mundos regeneradores, donde las almas que tienen todavía que expiar, cobran nuevas fuerzas, aun al descansar de las fatigas de la lucha.
4- Mundos felices, en que el bien predomina sobre el mal.
5- Mundos celestiales o divinos, morada de los espíritus depurados, donde el bien reina en absoluto. La Tierra pertenece a la segunda categoría, la de los mundos de expiación y pruebas, por eso en ella el hombre está expuesto a tantas miserias.
Los espíritus encarnados en un mundo no están en manera alguna, ligados a él indefinidamente y no cumplen allí todas las fases progresivas que deben superar para llegar a la perfección.
Cuando alcanzan en cierto globo, el grado de progreso que en él hay, pasan a otro más evolucionado, y así por el estilo, hasta que conquistan el estado de espíritus puros.
Son para ellos otras tantas estaciones, en cada una de las cuales encuentran elementos de progreso apropiados a su adelanto. Para ellos constituye una recompensa el hecho de pasar a un mundo de orden más elevado, así como representa un castigo el que prolongue su permanencia en un mundo de infelicidad, o el ser relegados a un globo más desventurado aún que aquel que se han visto obligados a dejar cuando se obstinaron en el mal.
( Autor desconocido)
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EL
BLANCO SEGURO
Uno
de los principales problemas en la relación entre las personas es la
falta en la manera de hablar.
No
todos conseguimos escoger la mejor forma de decir algo que nos
gustaría de decir, y por eso surgen los desentendimientos.
Hagamos
una comparación bien simple que podrá ayudarnos a resolver ese
problema.
Imaginemos
que una persona que esté con un serio problema de salud, va a
consultar a un médico. ¿Qué
espera ella? Ciertamente,
que él combata su enfermedad y le restituya la salud, ¿no es eso
mismo?
¿Pero,
si por el contrario, el médico comenzase a atacar al paciente, el
enfermo, qué ocurriría? Como mínimo diríamos que ese médico está
loco.
Pues
bien, en la relación entre las personas ocurre algo semejante.
Cuando notamos algún problema en el comportamiento de alguien,
partimos para la agresión al problemático y no al problema.
Si
nuestro hijo, por ejemplo, obra de forma incorrecta, ¿qué hacemos?
Llamamos al muchacho y lo atacamos con agresiones verbales,
directamente a su persona.
En
vez de combatir el problema en sí agredimos sus sentimientos, sus
emociones, su personalidad.
Cuando
el niño deja sus ropas sucias tiradas en el baño, ¿cuál es el
problema? La
ropa tirada. Entonces,
en una conversación, debemos intentar evitar que eso ocurra
nuevamente, y para eso no resolverá llamar al niño vago,
descuidado, irresponsable.
Si
nuestro hijo está usando drogas, debemos emplear todos los esfuerzos
para que él deje eso, y de nada vale llamarlo débil, enfermo, de
mal carácter. Al contrario, esa actitud lo hará sentirse aun más
dependiente.
Si
alguien siente celo, envidia, odio y queremos ayudar a ese alguien,
debemos atacar los malos sentimientos, y no al individuo.
En
cualquier situación, cuando atacamos al enfermo en vez de la
enfermedad, estamos incentivando la baja auto-estima de la persona,
estamos diciendo que ella es el problema, que ella es incapaz, que es
un cero a la izquierda.
Pero
cuando la hacemos reflexionar sobre el problema, sobre el vicio,
sobre los desajustes, las oportunidades de resolver la cuestión son
bien mayores.
Diciendo
a la criatura que ella tiene problemas, es diferente a decir que él
es el problema. Demostrando que queremos ayudarlo a superar las
dificultades, él sentirá en nosotros un aliado, y no un inquisidor.
Cuando
nuestra hija tiene una crisis de ira, y después nos sentamos a su
lado y buscamos un diálogo sincero y afectuoso sobre el asunto,
haciéndola reflexionar sobre los inconvenientes de la liberación de
ese sentimiento, de los efectos físicos maléficos que acarrean,
tenemos una gran oportunidad de lograr éxito.
Cuando
ofrecemos el antídoto, el remedio contra la ira, que es la calma, la
tranquilidad, la benevolencia, estamos en el camino seguro.
Pero
si, al contrario, nos airamos también y la agredimos con palabras
amargas, sólo reforzaremos su actitud.
Por
todas esas razones, vale la pena dirigir nuestra mira para el blanco
seguro, atacando la enfermedad en vez del enfermo.
Estamos
en la era de la razón y no podemos continuar más equivocando el
blanco. Ya no hay más espacio para la negligencia en cuanto a la
auto-educación y la educación de los seres que están bajo nuestra
responsabilidad. Es preciso dedicar esfuerzos y buscar
esclarecimientos para que nuestra acción sea efectiva y tenga buenos
resultados.
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Es preciso que volvamos nuestra mirada para los verdaderos males sociales, que son el orgullo y el egoísmo, combatiéndolos sin tregua.
Una vez abatidos esos males, la humanidad estará apta para recibir el trofeo más valioso de todos los tiempos: la felicidad suprema.
Texto
del Equipo de Redacción del Momento Espírita.
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El paralítico de la piscina
21. – Después de esto, habiendo llegado la fiesta de los judíos, subió Jesús a Jerusalem. Y había en Jerusalem la piscina de las Ovejas, que se llama en hebreo: Bethsaida, que tenía cinco corredores, en los cuales eran acostados, en gran número, los enfermos, ciegos, cojos y otros que tenían los miembros resecos, y todos esperaban que el agua se agitase. Porque el ángel del Señor, descendía, en cierto tiempo, a la piscina y agitaba el agua; y el que primero entrase, después de estar el agua agitada, era curado, cualquiera que fuese la enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo: Y cuando Jesús lo vio acostado, y sabiendo que estaba enfermo desde hacia mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que me lance a la piscina, después que el agua es agitada; y; por que entre tanto que yo voy otro entra antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho y anda. Y al instante aquel hombre fue curado; y tomando su lecho, comenzó a caminar. Y era sábado aquel día. Entonces los Judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Sábado es y no te es lícito llevar tu lecho. El les respondió: Él que me sanó me dijo: Toma tu lecho y anda. Ellos le preguntaron: ¿Dónde está ese hombre que os dijo: Toma tu lecho y anda? Pero el que había sanado no sabía quién era; porque Jesús se había retirado de la multitud de pueblo que estaba allí Después halló Jesús a ese hombre en el templo, y le dijo: Mira que estás sanado, no peques más, para que no te acontezca algo peor. Este hombre fue a buscar a los Judíos y les dijo que había sido Jesús quien lo curara. – Por esta razón es que los Judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. – Y Jesús les dijo: Mi Padre hasta ahora no cesa de trabajar y yo trabajo también incesantemente. (San Juan, Cap. V, v. del 1 al 17).
22. – Piscina (de la palabra latina piscis, pecado). Se llamaba entre los romanos a los depósitos o viveros donde se alimentaban los peces. Más tarde la acepción de esta palabra se hizo extensiva a las piletas o grandes baños comunes. La piscina de Bethsaida, en Jerusalem, era una cisterna próxima al templo, surtida por una fuente natural, cuya agua parece haber tenido propiedades curativas. Era, sin duda, una fuente intermitente que, en ciertas épocas del año, brotaba con fuerza y agitaba el agua. Según la creencia vulgar, este momento era el más favorable para las curaciones; sea que, en realidad, en el momento de su salida, tuviese propiedades más activas, o que la agitación producida por el agua al brotar removiese los sedimentos saludables para ciertas enfermedades. Estos efectos son muy naturales y perfectamente conocidos hoy; pero, entonces, las ciencias estaban muy poco adelantadas, y se veía una causa sobrenatural en la mayoría de los fenómenos incomprendidos.
Los judíos, pues, atribuían la agitación de aquella agua a la intervención de un ángel; cuya creencia les parecía tanto más fundada, cuanto que en aquellos momentos el agua era más saludable. Después de haber curado a aquel hombre, Jesús le dijo: “En el futuro no peques más, para que no te acontezca algo peor”. Con estas palabras, le dio a entender que su enfermedad era un castigo, y que, si no se enmendaba, podría ser castigado de nuevo y con más rigor. Esta doctrina está enteramente conforme con la que enseña el Espiritismo.
23. – Jesús parece haber tomado con empeño la tarea de hacer esas curaciones en sábado, para tener la ocasión de protestar contra el rigor de los fariseos en lo relativo a la observación de aquel día. Quería mostrarles que la verdadera piedad no consiste en la observancia de las prácticas exteriores y en las cosas de forma, sino, en los sentimientos del corazón. Se justifica diciendo: “Mi Padre hasta ahora no cesa de trabajar y yo trabajo también, incesantemente”, es decir, que: Dios no suspende sus obras, ni su acción sobre las cosas de la naturaleza en el día sábado; continúa haciendo producir lo que es necesario a vuestro alimento y a vuestra salud y yo soy su ejemplo.
Allan Kardec
Extraído del libro "La Génesis"
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COMO CREAR A UN DELINCUENTE
Cuando se habla de delincuencia, muchos padres sufren sólo de pensar en lo que este término representa.
Algunos de nosotros pensamos y repensamos en cómo puede una criatura juiciosa, amable durante la infancia volverse un delincuente en la adolescencia y juventud. Nosotros no nos damos cuenta, pero somos, en cuanto a educadores, los mayores responsables por la delincuencia que existe en el mundo.
El Departamento de Policía de Houston, Texas, elaboró una lista enumerando 9 maneras fáciles de cómo crear a un delincuente. La lista es la siguiente:
1. Comience, en la infancia, dándole todo lo que su hijo quiera. Así, cuando crezca, creerá que el mundo tiene la obligación de darle todo lo que desea.
2. Cuando él diga palabrotas, ríale la gracia. Eso lo hará considerarse interesante.
3. Nunca le de orientaciones religiosa. Espere hasta que él llegue a los 21 años, y “decida por sí mismo”
4. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropas. Hágalo todo por él, para que aprenda a echar sobre los otros toda la responsabilidad.
5. Discuta con frecuencia, en presencia de él. Así, no quedará muy afectado cuando el hogar se deshaga más tarde.
6. Déle todo el dinero que quiera. Nunca lo deje ganar su propio dinero. ¿Por qué tendrá él que pasar por las mismas dificultades por las que pasó usted?
7. Satisfaga todos sus deseos de comida, bebida, confort (negar puede acarrear frustraciones perjudiciales).
8. Tome con él partido contra vecinos y policías (todos tienen mala voluntad con su hijo).
9. Cuando se metiera en alguna dificultad seria, de esta disculpa: “nunca conseguí dominarlo”.
Obre así, y prepárese para una vida de disgustos. Es su destino merecido. ¿Usted sabía que es en la adolescencia que el Espíritu retoma el bagaje de experiencias acumuladas a lo largo de su caminata evolutiva? Es que en la adolescencia el cuerpo y el psiquismo ya están preparados para recibir estas informaciones.
No es otro motivo por el cual muchos padres desconocen a los hijos, que pasan a ser otra persona, dicen, cuando llegan a la adolescencia. ¿Y usted sabía que hasta los siete años de edad la criatura es más susceptible a las enseñanzas?
Por esto debemos esmerarnos para darle una educación efectiva y espiritual de forma que pueda suplantar las informaciones equivocadas que, por ventura, traiga nuestro hijo de existencias anteriores. Consideremos siempre que nuestros hijos son Espíritus reencarnados. Amar, Educar es el remedio. Fuente: Momento Espírita.
João Cabral – Presidente de ADE-SERGIPE. Periodista y Locutor.
Publicado en el Jornal Cinform de Aracaju-Sergipe con una edición de 25.000 ejemplares
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