En cuanto al porvenir del Espiritismo, los espíritus afirman unánimemente que el triunfo está cercano, a pesar de los obstáculos que se le oponen. Esta profecía les resulta fácil, en principio, porque la propagación es obra personal de ellos. Ayudando al movimiento o dirigiéndolo, saben bien lo que deben hacer. Y en segundo término, les basta abarcar un período de corta duración para ver en él a los poderosos auxiliares que Dios enviará y que no tardarán en manifestarse.
Sin necesidad de ser espíritus desencarnados, vosotros, espíritas, podéis transportaros con vuestra imaginación treinta años en el futuro para encontraros en medio de la generación que se eleva. Considerad, entonces, lo que sucede hoy, seguid la marcha progresiva y veréis agotarse en vano esfuerzos a quienes se creen convocados para destruir al movimiento. Los veréis desaparecer poco a poco de la escena, al lado del árbol que crece y cuyas raíces se extienden cada día un poco más.
. Los acontecimientos comunes de la vida privada son, generalmente, consecuencia de la manera de actuar de cada cual; éste triunfará con su capacidad, su prudencia, su perseverancia y su energía. Aquél, en el mismo caso, fallará en razón de su ineptitud. De manera que se puede decir que cada uno es artífice de su propio destino, el cual no está sujeto a ninguna regla ciega y fatal independiente de la persona. Conociendo el carácter de un individuo, se puede intuir con facilidad la suerte que le espera en el camino tomado.*
. Los acontecimientos que se relacionan con los intereses generales de la Humanidad se encuentran reglamentados por la Providencia. Cuando algo se halla en los designios de Dios, ha de cumplirse, ya sea de una manera o de otra. Los hombres ayudan a su ejecución, pero ninguno es indispensable, ya que de lo contrario Dios estaría a merced de sus criaturas. Si quien está encargado de una misión comete errores, otro vendrá a reemplazarlo. No existe la misión fatal, obligatoria.
EL GENESIS
ALLAN KARDEC
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Saludos mañaneros
Queridos amigos hola buenos días, siempre en este mundo existen compañeros que se desarrollan con total normalidad, parecen dominarlo todo, su ánimo está siempre activado y a nada tienen miedo, en cambio otros, apocados y escondidos dentro de sí, apenas hacen ruido, el miedo les acompaña a todas partes, y huyen del bullicio, temiendo salir fuera y no saber reaccionar ni defenderse en la vida.
Todos cuando hablamos al respecto de esto, solemos decir que de todo tiene que haber en esta vida, y así es, nadie somos iguales, ni nuestro mundo es el mismo, entonces hay infinitas variedades de formas de ver la vida.
La timidez es uno de los estados más complicados que afecta el universo de las relaciones personales en su normalidad. Se le considera una pauta comportamental limitadora del desarrollo social de quienes la experimentan, en las diversas áreas de su realidad cotidiana.
La timidez se experimenta de forma frecuente y promueve una alteración de la normalidad del funcionamiento del sujeto y le impide mantener relaciones sociales abiertamente, mostrar todo su potencial, tomar decisiones, decir lo que piensa y otras acciones en un entorno donde estén involucradas muchas personas.
Todos hemos visto personalidades que surgen dominadoras en el palco terrestre. Afirmándose poderosas sin en amparo de Dios; sin embargo, la única realización que consiguen efectivamente es la dilatación ilusoria por el soplo del mundo, vaciándose a los primeros contactos con las verdades divinas. Cuando aparecen temibles, esos gigantes de viento esparcen ruinas materiales y aflicciones en el espíritu, el mismo mundo que les confiere pedestal los proyecta en el abismo del desprecio común; la misma multitud que los impulsa se incumbe de reponerlos en el lugar que les compete.
Muchos discípulos del Evangelio existen celosos, falsas concepciones les ensombrecen la vista y se inquietan por el reconocimiento de las virtudes que les exornan el carácter, guardan el secreto propósito de obtener la admiración de todos y se sienten perjudicados si las autoridades transitorias del mundo no les confieren aprecio.
Actúan olvidados de que el Reino de Dios no viene con apariencia exterior; no perciben que por el momento, solamente los personajes destacados, en las vanguardias financieras o políticas, se arbolan en detentoras de prerrogativas terrestres, siendo señores casi absolutos de los homenajes personales y de los elogios brillantes.
El hombre nada puede sin Dios.
Los discípulos sinceros no ignoran que todas sus posibilidades proceden del Padre que ofrece las posibilidades de edificación en la Tierra.
Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, porque solo así te salvaras. En todas partes hay hermanos pesimistas, de brazos cruzados, en desaliento.
No comprenden el trabajo y la confianza, la serenidad y la fe viva y acostumbran adoptar frases de gran efecto, condenando situaciones y criaturas.
Las dificultades terrestres son enormes y sus obstáculos reclaman gran esfuerzo de las almas nobles en tránsito en el planeta, más es imprescindible no perder el cuidado consigo mismo. Es indispensable vigilar el campo interno, valorizar las disciplinas y aceptarlas, al igual que examinar las necesidades del corazón. Ese procedimiento nos conduce a adquirir más amplios y vastos horizontes, ampliando nuestra comprensión, y mejorando la forma de ver las cosas, dilatando así, el patrimonio de la esperanza constructiva y del optimismo renovador.
Tener cuidado consigo mismo es trabajar en la propia salvación y en la redención ajena. Ese es el camino lógico para la adquisición de valores eternos.
Es indispensable organizar el santuario interior e iluminarlo, a fin de que las tinieblas no nos dominen.
Amigos os deseo que paséis un buen día Merchita
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Charles Richet
Por qué existes? No eres realmente curioso si nunca te has hecho esta pregunta. ¡Feliz negligencia, no obstante bien singular! Pues jamás habías pedido vivir y la existencia te ha sido imperiosamente impuesta.
¿Por quién? ¿Para qué? ¿Por qué?
Sin embargo tienes en parte el derecho de saberlo, o por lo menos de interrogar al destino, interrumpiendo el curso de tu trabajo, de tus placeres, de tus amores y de tus inquietudes.
¡Pero no! Conténtate con vivir, mejor dicho, vegetar, porque vivir sin reflexionar sobre nuestro destino es lamentable. Andas, duermes, comes, bebes, amas, lloras, ríes, estás triste o alegre y jamás te preocupas con la suerte que esperan tus bisnietos, ni con el universo misterioso que te rodea, universo ese extrañamente colosal, del cual no eres más que un átomo.
De este mundo, pese a tus pretensiones de ciencia, no ves más que las apariencias, porque de él no has comprendido gran cosa.
Entonces ¿nunca has procurado saber por qué existes?
Con todo, eres un ser sensible, que siente alegrías y pesares. ¿Para qué sirven esos pesares? ¿Para qué sirven esas alegrías?
He aquí lo que sería bueno saber. He aquí algo en que es justo profundizar. Pero no eres curioso.
¡Pues bien! Si no eres curioso, yo lo seré por ti y procuraré, sin frases vanas, ver si nuestra existencia, nuestra mezquina y fugaz existencia tiene una finalidad; si tenemos un papel que desempeñar, por pequeño que sea, en este inmenso Cosmos.
¡Todo es posible! Y quizá los hombres y los animales nada más sean que pequeños muñecos, que una fuerza misteriosa, sin duda caprichosa, se divierte en manejar. Sea como fuere, ella ha impuesto a todos el regalo de la vida y a nosotros nos ha asignado la consciencia.
Sin consultarnos, nos ha concedido ese don doloroso y sublime de sufrir, amar y pensar.
Puedes entonces preguntar a esa fuerza misteriosa: ¿por qué te has ocupado de nosotros? ¿Qué quieres?
Sabemos perfectamente, no por qué, pero sí cómo naciste.
Dos pequeñísimas células microscópicas se encontraron un día (o mejor, una noche) en una húmeda y sombría caverna y tú eres el resultado de esa unión silenciosa.
Bien, no había más que una célula hembra, entre cien millones de células macho que la rodeaban en torbellino.
¡El pequeño macho, que tuvo el privilegio de penetrar la célula hembra, fuiste tú! ¡Sí! Ya eras tú. De tal forma eras tú que ya nada más podría modificar tu forma y tu evolución.
Más tarde creciste, tomaste la forma de embrión, de feto, de hombre. Has adquirido hábitos, has ganado tu pan, has procurado ser amado o amar; has sentido la sed de placeres, de amores, de dinero o de gloria.
Las dos células, después de unidas para formar un ser humano, han seguido una ruta larga y complicada.
Pero si algún otro de los diez millones de machos que revoloteaban alrededor de la célula hembra, hubiese tenido más apetito, se hubiese mostrado más ágil o más vigoroso, ya no serías tú quien habría alcanzado la inefable felicidad de desarrollarse: sería tu hermano quien hubiera nacido. Por lo tanto, bien ves que en el momento fatídico de tu nacimiento, podían haber nacido miles de seres diferentes de ti.
A decir verdad, tú eres el resultado de una casualidad prodigiosa, porque nada podría hacer prever, que esa célula macho fuese la privilegiada; y ciertamente, bajo tu punto de vista personal, es muy interesante, pero desde el punto de vista general, que hayas sido tú o uno de los miles de tus posibles hermanos, eso nada significa.
Para la humanidad inmensa, ninguna importancia tendría el que hubiese nacido uno de tus hermanos, o que fuese algo mayor o menor que tú, o tuviese la nariz más larga o más corta.
- Charles Richet -
Comienzo del libro “LA GRAN ESPERANZA”
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Cada vez que la irritación se asoma a los escondrijos de tu mente, te encuentras al borde de una señal de peligro. Aunque todo parezca conspirar para tu perjuicio, no conviertas la emoción en una bomba de cólera que explote en tu boca. El desequilibrio que registras es un llamado de la vida para que cooperes con ella. Cuando las aguas en torrente embisten furiosas el sector de suelo que te sirve de habitación, eriges el dique capaz de controlar sus impulsos.
En relación con el fuego que te amenaza, recurres urgentemente a los extintores de incendio. Cada vez que el corto circuito aparece en la red eléctrica, desenchufas la toma de potencia para que la energía descontrolada no dé como resultado la destrucción. De esa misma manera, cuando la prueba te visite no transformes la lengua en un látigo para tus semejantes. Si las agresiones verbales te golpean los oídos, erige la muralla del deber fielmente cumplido para defenderte del asalto de la injuria. Si la calumnia te ataca, conserva la paz en el refugio de la plegaria.
Si la dignidad ofendida surge dentro de ti transformada en una mecha encendida para el estallido de la rebeldía, haz lugar para que el silencio te enmudezca hasta que la nube de la crisis se desplace de tu vista. Sobre todo, ante un compañero encolerizado, no agraves su distonía. Nadie cura a un loco si le apalea el cráneo. Si alguien te lanza al rostro el golpe del desenfreno de su espíritu o te arroja la pedrada del insulto, disculpa sin restricciones, y si volviera a herirte es indispensable que reconozcas que estás en presencia de un enfermo en estado grave, que requiere el amparo de la comprensión y el socorro de la compasión.
Emmanuel/ El Espíritu de la Verdad, Francisco Cándido Xavier, Waldo Vieira, Consejo Espírita Internacional
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