María de Nazaret |
Inmadurez psicológica
Muchos admiran que en la Tierra haya tanta maldad y tantas pasiones groseras, tantas miserias y enfermedades de toda naturaleza, y de ahí concluyen, que la especie humana es una cosa bien triste.
Ese juicio proviene del estrecho punto de vista, en el cual se colocan los que lo emiten y que les da una falsa idea del conjunto.
Se debe considerar que en la Tierra, no está toda la Humanidad, sino apenas una pequeña fracción de esta.
En efecto, la especie humana abarca a todos los seres dotados de razón, que pueblan las innumerables orbes del Universo.
En una síntesis de la enseñanza del Espiritismo, ya se puede ver que la vida no está toda en La Tierra y que la pluralidad de mundos habitados, es uno de los principios básicos de esta Doctrina.
Pues bien. Con la Doctrina de los Espíritus, aprendemos que, si tomamos como referencia a la Tierra, se puede decir que hay mundos inferiores y mundos superiores a ella, y que nuestro planeta es habitado, en su gran mayoría, por espíritus muy cercanos a la animalidad ancestral.
La angelitud o la plenitud espiritual están aún muy distantes de un importante porcentaje de los espíritus vinculados al Orbe.
Consonante con una de las clasificaciones de la ciencia psicológica, podemos decir que la mayoría de la humanidad está compuesta por criaturas que, por ahora, se encuentran en el estadio de la llamada conciencia del sueño.
Son, en el decir de Juana de Ángelis, los hombres fisiológicos, viviendo exclusivamente para la atención de las necesidades orgánicas.
Según otra definición, son criaturas subdiafragmáticas o sea, criaturas que tienen como objetivo, tan solo la atención de las necesidades del estómago y del sexo.
Por lo expuesto, se percibe que la humanidad vinculada a La Tierra, está compuesta de seres sin una gran estructura psicológica, y son en consecuencia, seres inmediatistas y o utilitaristas, viviendo para las necesidades orgánicas/materiales del hoy y del ahora sin ninguna o poca reflexión filosófico-religiosa, desatentas de las características espirituales de la vida, sin ocuparse con el aspecto inmortal del alma, consecuentemente, sin valores morales y espirituales para enfrentar las variadas situaciones.
Debido a su inmadurez psicológica, la criatura se tornará egoísta y al ser egoísta, se convertirá en una persona exigente, ingrata y rebelde, sobre todo cuando es contrariada en sus pasiones infantiles. Actuar., pues, de forma semejante a los niños caprichosos.
Con tal comportamiento, las enfermedades psicológicas se instalarán por fuerza de las consecuencias.
El inmaduro psicológico es alguien que presenta una gran preocupación con la máscara de la virtud, ocultando por medio de la apariencia barnizada, la realidad íntima.
Se comporta de manera desequilibrada y excéntrica, y además es inestable.
Dominado por esa inestabilidad, el inmaduro presenta un comportamiento alternado, en el cual el júbilo y la tristeza, la confianza y la sospecha, el amor y la animosidad se confunden... y por eso elabora estados de inestabilidad, de desdicha, que lo conducirán a enfermedades emocionales que son somatizadas, reapareciendo en el área orgánica con carácter destructor.
Así sucede con los inmaduros psicológicos
Sin resistencias morales para enfrentar las vicisitudes naturales del proceso evolutivo, tales personas se dejan consumir por la rebeldía, o sucumben bajo el peso de la depresión y de la amargura.
Izaias Claro
Traducción: Juan Antonio Durante
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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