Dr. Bezerra de Menezes |
Mensaje del Dr. Bezerra de Menezes a los miembros del Consejo Federativo Nacional en la clausura de la Reunión Ordinaria de 1998.
(Mensaje psicofónico recibido por el médium Divaldo Pereira Franco en la Reunión Ordinaria del Consejo Federativo Nacional, el día 8/ 11/1998, en la Federación Espírita Brasileña, en Brasilia, DF, Brasil y publicado en REFORMADOR, n° 2.038, pp. 20 y 21)
Hijos míos: ¡Que Jesús os bendiga!
Periódicamente la Tierra experimenta graves convulsiones, desde aquellas de naturaleza sísmica hasta aquellas otras de naturaleza moral.
La sociedad contemporánea se encuentra en grave crisis en la cual los valores humanos están siendo probados.
La ética moral avanza enloquecida en los brazos de la violencia y de la agresividad, de la conturbación y de los graves conflictos sexuales.
Hace menos de cincuenta años, la crisis de la post guerra eligió a los dioses de la incredulidad a través del desequilibrio de los pensadores que proclamaron cuán innecesarias eran para la vida las prácticas de los valores espirituales. Posteriormente, surge una nueva revolución contra el Espíritu Inmortal en la década de los años sesenta; y todavía hoy, los instrumentos del desequilibrio fomentan la guerras que se extienden de la intimidad de los corazones hacia las Naciones en pugnas constantes, amenazando la Paz del Planeta.
No es de extrañar la presencia de ese espectro truhanesco que amenaza a la civilización, elevada a su culminación por la Ciencia y la Tecnología.
Sucede que las conquistas de la inteligencia, cuando se apartan de Dios, se pervierten.
No podemos negar los valores adquiridos en los últimos siglos, en lo que respecta a los derechos humanos, la libertad de pensamiento, a la fraternidad, a la igualdad de los ciudadanos. Pero somos llamados a reconocer que el desarrollo espiritual no acompañó la gran jornada de las conquistas materiales.
El bienestar físico, la necesidad aparente y el ansia de poder se sobreponen a los dispositivos del ser profundo y el hombre y la mujer modernos distraídos en el goce de las conquistas de una vida fácil, tienen los ojos cerrados y los oídos sordos al dolor, a los lamentos y al hambre que se encuentran a su alrededor.
Corresponde al Espiritismo la extraordinaria misión de rehumanizar a la sociedad moderna; traer de regreso a Jesús, para que los hombres comprendan, definitivamente, el sentido del amor y sus consecuencias naturales; la fraternidad, el respecto a todos los seres sensibles.
Pero, nos encontramos en la noche de la gran transición, que cederá su lugar al amanecer de una nueva Era y vosotros, espíritas, desde hoy, estáis invitados al trabajo de edificación de los días venideros, por vuestra transformació n moral, por el empeño de cooperar con el Psiquismo Divino, que os llega por la inspiración o a través de las estrellas que descienden del cielo cayendo sobre la Tierra en la personificació n de los Espíritus que constituyen el grupo de la Verdad. Es una tarea ingente y sacrificada, pero en vuestra condición de cristianos, no podéis olvidar que la doctrina del Maestro crucificado alcanzó su momento glorioso en los días inolvidables del martirio. Las diez persecuciones iniciadas por el Emperador Nerón, en el año 54, y que se extendieron hasta el siglo III, señalan los momentos sublimes del testimonio, testimonio que siempre caracterizó a todos los seres del ideal cristiano.
Hijos míos, Espiritismo sin Jesús no va más allá de simple comunicación con las almas de los llamados difuntos. Espiritismo sin Evangelio no deja de ser la manifestación del viejo fenómeno metapsíquico o de las modernas conquistas de la parapsicología y de las demás doctrinas que la sucedieron.
El Evangelio es directriz de seguridad, aunque, muchas veces se diga que el Evangelio ha sido motivo de luchas aguerridas, evocando las horas tristes de las Cruzadas, del Santo Oficio y de la Inquisición. Sin embargo, conviene recordar que no se trata de la palabra de Jesús, sino de la enfermiza adaptación de los Espíritus infelices que la esgrimieron a beneficio de la dominación terrestre, a favor de sus imposiciones políticas y con objetivos de lograr el mayor goce personal en el Planeta.
El Maestro desdeñó el poder temporal y aceptó la cruz. Estuvo por encima de las coyunturas transitorias y se aferró al deber que lo trajo a la Tierra en nombre del Padre Celestial.
Es indispensable que los Espíritas –tanto encarnados como desencarnados– estemos convencidos, que ese Modelo Incomparable que nos sirve de Guía debe formar parte de nuestras aspiraciones, de nuestro ideal, de nuestra cotidianidad, y por amor a su amor, nos corresponde pagar el precio áspero de la incomprensión, soportar las tenazas de la calumnia, de la desmoralizació n, de las acusaciones indebidas, silenciando, porque, esa fue la conducta que Él se impuso y recomendó a sus discípulos, proponiéndonos que, a pesar de todo, nos amásemos unos a los otros.
Por su parte, el emérito Codificador, en su tiempo, experimentó en las carnes del alma las incomprensiones, fuera y dentro de las formaciones del Movimiento Espírita. Pero, tuvo el coraje de no desanimarse; tuvo elvalor moral de no arremeter contra nadie; supo exponer la Doctrina con elevación, y la vivió como verdadero cristiano, santamente, dándonos el legado incorruptible que debemos preservar, para pasar a la posteridad.
Consideremos, de una vez por todas, que el título que nos debe honrar – el de espírita– debe ser preservado con sacrificio, amando, amando siempre y conquistando los corazones a través de nuestras renuncias, con relación al egoísmo, al personalismo vacío y a las ambiciones transitorias de la fama.
En esta hora grave que todos vivís, es urgente practicar el Evangelio para lograr la más luminosa interpretació n de la Doctrina Espírita.
¡Porfiad, luchadores del Bien, cuyas armas son el amor, el perdón, la renuncia y la irrestricta confianza en Dios!
La hora más grave de la sombra, la media noche, que significa el apogeo de la obscuridad, pronto abre espacio al primer minuto del amanecer.
Preparaos para la madrugada y avanzad con el Astro Rey en dirección a la plenitud.
¡Mucha paz, hijos míos! ¡Que el Señor nos bendiga y nos guarde, hoy y siempre!
Son los votos del humildísimo y paternal servidor de siempre.
BEZERRA
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