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jueves, 10 de marzo de 2011
El Arado
"Y Jesús le dijo: Nadie que echa mano del arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios." — (Lucas, 9:62.)
Aquí vemos a Jesús utilizar en la edificación del Reino Divino uno de los más bellos símbolos.
Efectivamente, si lo desease, el Maestro crearía otras imágenes. Podría reportarse a las leyes del mundo, a los deberes sociales, a los textos de la profecía, pero prefiere fijar la enseñanza en bases más simples, tan simples como un sencillo arado. El arado es la herramienta de todos los tiempos. Es pesado, demanda esfuerzo de colaboración entre el hombre y la máquina, provoca sudor y cuidado y, sobre todo, hiere la tierra para que produzca. Construye la cuna de las sementeras y, a su paso, el terreno cede para que la lluvia, el sol y los abonos sean convenientemente aprovechados.
Es necesario, pues, que el discípulo sincero tome las lecciones del Divino Cultivador, abrazándose al arado de la responsabilidad, en la lucha edificante, sin retirar de él las manos evitando de ese modo perjuicios graves a la "tierra de sí mismo".
Meditemos en tantas oportunidades perdidas, en las lluvias de misericordia que cayeron sobre nosotros y que se fueron sin ningún aprovechamiento para nuestro espíritu, en el sol del amor que nos viene vivificando hace muchos milenios, en los abonos preciosos que hemos rechazado, por preferir la ociosidad y la indiferencia.
Examinemos todo esto y reflexionemos en este símbolo que aquí emplea Jesús.
Un arado promete servicio, disciplina, aflicción y cansancio; no obstante, no se debe olvidar que, después de él, llegan siembras y cosechas, panes en el plato y graneros guarnecidos.
Comentario:.- Una vez más se pone de manifiesto que la misión principal que en general tenemos todos en la vida, es trabajar en la siembra y desarrollo de valores espirituales, para nuestro bien y el bien de los demás. Y este es el Reino de Dios, o mejor dicho, aquí es en donde comienza el Reino de Dios en la Tierra.
Este es un trabajo que necesita ser hecho con plena consciencia, con empeño, con firmeza, con ilusión, y sin mirar atrás deteniéndonos muchas veces ante las ilusiones vanas de la vida, con una imaginación desbordante que nos cuenta la historia ficticia de lo que tal vez pudo haber sido pero que no fue ni lo será jamás.
La mano en el arado viene a significar cuando nos ponemos “ manos a la obra”; el ponernos a trabajar con determinación y seriedad, en un trabajo que no siempre supone un esfuerzo físico, sino que muchas veces lo suele ser de esfuerzo y hasta sacrificio moral, mental y espiritual, pues es un trabajo de vencer nuestros propios defectos espirituales y de darnos a los demás cuanto nos sea posible.
El mirar atrás en la senda de esta importante labor que tenemos todos que desempeñar en la vida, cada uno según su medida, su capacidad y sus circunstancias, puede venir a significar que nosotros mismos muchas veces somos el mayor obstáculo que encontramos para nuestra autorealización, por comodismo o cuando paralizamos nuestra labor, desanimados ante nuestros fallos, errores y caídas; cuando parece que nos faltan las fuerzas para levantarnos de nuevo con ánimo y no perder más el tiempo. También ese mirar atrás lo es cuando en este camino de crecimiento y desarrollo espiritual, nos dejamos llevar por la pereza espiritual ante la atracción de las cosas materiales, y nos desanimamos con nosotros mismos y aflojamos el paso de nuestra ilusión y empeño, porque como en un espejismo falso y negativo, creemos que estamos solos en medio del dificil desierto de la vida. Y eso es un gran error, porque debemos tener muy en cuenta que jamás estamos solos; Dios nunca deja desamparados a sus hijos, aunque a veces nuestra falta de fe así nos lo haga creer; sino que siempre tenemos cerca amigos espirituales ( o también enemigos; eso depende de nuestra sintonía vibratoria, mental y espiritual que los atrae o los rechaza). Y estos seres que en buena sintonía nos acompañan e inspiran en cada instante, nos hacen tener siempre presente en cada circunstancia, cual es el camino correcto,o en donde nos hemos equivocado por ser tercos y no haber sabido escuchar sus voces en el fondo de nuestras consciencias.
No se puede servir a dos señores, tal como indicó Jesús: A Dios y al mundo. Estamos en el mundo, pero como aves de paso. Sabemos que en realidad no pertenecemos al mundo terreno sino al mundo espiritual que es nuestra verdadera Patria final. Por eso, ante la disyuntiva que esta vida nos presenta tantas veces, sepamos qué camino escoger siempre, poniendo la mano en el arado del trabajo espiritual, sin relentizarnos en nuestra labor, y sin volver la vista hacia las ilusiones efímeras de este mundo, pues recordemos que ya el Señor nos advirtió que los obreros somos pocos y la mies es mucha.
Vivimos actualmente en unos momentos críticos de cambio en los que no podemos perder ya mas tiempo; por tanto tenemos claro el camino y la postura a tomar firmemente: ! Vamos a trabajar en la viña del Señor ¡.
- Jose Luis -
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