Cuando reencarna el espíritu se adormece para despertar en la nueva experiencia, en los círculos de la vida humana.
El mismo Jesús, cuando penetró en la región terrena,. Fue obligado a aniquilarse en sacrificios pungentes. Las leyes planetarias no afectan solamente a los espíritus en aprendizaje o en reparación, sino también, a los misioneros, de la más elevada estirpe.
El Espíritu elevado, experimenta igualmente el olvido transitorio del pasado y aunque no tan agravados en virtud de sus conquistas, siente el mismo deseo de comprensión y la misma sed de afecto que palpitan en los otros mortales. Para esclarecimiento de esos problemas, el Maestro dejo a sus discípulos profundas enseñanzas en el Evangelio. El mundo, representado por malos sacerdotes y falsos doctores, buscó tentar al mismo Jesús.
Hay hermanos que sacrificándose y volviendo a la Tierra para auxiliar a sus hermanos y afectos queridos, después de pedir esa misión tan arriesgada, vuelven al plano espiritual cargados de mil problemas para resolver, retardando así preciosas adquisiciones. En esas misiones sublimes, la criatura disputa el derecho de acompañar al Maestro en sus pasos divinos. El discípulo de la verdad y del amor, en el mundo, es algo de Jesús y de Dios, y la masa vulgar no le perdona tal condición, sobrecargándolo de pesadas amarguras, porque sus sentimientos no son análogos a aquellos que conducen a incoherencias y desatinos. No podrá haber acuerdo entre la virtud y el pecado. Y como el pecado aun domina al mundo, la tarea apostólica en sus trámites será siempre un doloroso estectaculo de sacrificio para las almas comunes.
Todos los que siguieron a Jesús fueron obligados a identificar el destino con la señal del martirio. Los que no se desprenden de la Tierra, crucificados en dolores públicos, se retiran al desamparo, amargados por los oprobios humanos, calumniados, humillados, encarcelados, heridos, raros son los que triunfan conservando la serenidad y el amor inmaculado hasta el final.
El hombre común, en sus intereses mezquinos, no considera el dolor sino como rescate y pagamiento, desconociendo el gozo de padecer por cooperar sinceramente en la edificación del Reino de Cristo
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Recordemos los sacrificios de los pioneros del progreso que nso procedieron en la jornada humana, para que avances en la Tierra sin la ceguera de la ingratitud.
Recordemos las manos anónimas que nos irguieron el hogar, los brazos que nos mecieron la cuna y las voces amigas que nos enseñaron a mover los labios en el idioma del entendimiento.
No olvidemos aquellos que lloraron y sufrieron, labrando el suelo en el que ingerimos la primera bendición del pan no te olvides de cuantos se vieron estimulados en el trabajo para que el confort y la higiene nos sustentasen el cuerpo.
No releguemos a la indiferencia los que se vieron en suplicio para que tuviésemos el orden legal, garantizándonos la seguridad, y los que murieron en las cárceles, muchas veces, calumniados y traicionados, para que la libertad nos bendiga la existencia.
Consagremos en la memoria un altar de reverencia para aquellos que nos donaron los tesoros de la educación, a fin de que el aprendizaje en la Tierra se nos haga camino hacia la Espiritualidad Superior.
Usufructuarios del campo en el que fuimos acogidos por la bondad y la esperanza de los que nos vieron nacer, recogimos de ellos la experiencia que el sufrimiento les otorgó, reclamándonos tan bien sudor y buena voluntad en el mundo, para que la vida en el mundo se haga mejor.
No nos perdamos en los laberintos de la indagación sin provecho, preguntando si la crueldad es hoy mayor que la de ayer en el camino de las criaturas.
Cedamos a la Tierra lo mejor de nosotros, en el servicio desinteresado y constante para que el bien prevalezca, iniciando en la propia alma la obra redentora del amor que todo lo abarca, y, volviendo mañana a la gran escuela de la experiencia humana, la encontraremos más noble y más bella, convertida, con la parcela de nuestro esfuerzo, en antecámara para la Vida en Los cielos.
Trabajo realizado por Merchita extraído del Libro “Nacer y Renacer” y del de “Renuncia” ambos de Francisco Cándido Xavier
( Ver Inquietudes espiritas.- inquietudesespiritas.blogspot.com )
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