En todo hombre vive un espíritu.
Por espíritu debe entenderse el alma revestida de su envoltura fluidica; esta tiene la forma del cuerpo mortal y participa de la inmortalidad del alma, de la cual es inseparable.
El estudio del periespiritu representa uno de los temas más interesantes para la comprensión de los fenómenos mediumnicos.
El periespiritu y el cuerpo físico tienen su origen en el fluido cósmico universal.
De la esencia del alma solo sabemos una cosa, y es, que siendo indivisible es imperecedero. El alma se revela por sus pensamientos y también por sus actos, más para poder obrar e impresionar nuestros sentidos fiscos, necesita un intermediario semimaterial, sin el cual su acción nos parecería incomprensible.
El cuerpo fluídico que cada hombre posee en si es el transmisor de sus impresiones, de sus sensaciones, de sus recuerdos. Anterior a la vida actual, es el instrumento admirable que el alma se construye, se modela a si misma, es el resultado de su largo pasado. En el conservamos los instintos, se acumulan las fuerzas, se agrupan las adquisiciones de nuestras multiples existencias, los frutos de nuestra lenta y penosa evolución.
El periespiritu es semimaterial, pertenece a la materia por su origen y, a la espiritualidad por su naturaleza etérea. Como toda materia, el es extraído del fluido cósmico universal que, en esa circunstancia, sufre modificación especial. Ese envoltorio, denominado periespiritu, hace de un ser abstracto, el espíritu, un ser concreto, definido, aprensible por el pensamiento. Te torna apto para actuar sobre la materia tangible.
Es extremadamente sutil, es la materia quintaesenciada, es más rarefacta que el éter, sus vibraciones, sus movimientos, superan en rapidez y en penetración a los de las sustancias más activas. Esto explica la facilidad de los espíritus para atravesar los cuerpos opacos, los obstáculos materiales y recorrer distancias considerables con la velocidad del pensamiento.
La unión del periespiritu al cuerpo físico encarnado, se procesa a través de un lazo fluídico, que es una expansión de su periespiritu, lo une al germen, que lo atrae por una fuerza irresistible, desde el momento de la concepción. A medida que el germen (o cigoto, en el lenguaje actual) se desenvuelve, el lazo se acorta. El periespiritu que posee ciertas propiedades, bajo la influencia del principio vito material del germen, se une a la materia molécula a molécula, al cuerpo en formación, donde puede decirse que el Espíritu, por intermedio de su periespiritu, se enraíza, en cierta manera, en ese germen, como una planta en la tierra. Cuando el germen llega a su pleno desarrollo, es decir, feto, se completa la unión, entonces es cuando nace el ser a la vida exterior.
Insensible a las causas de desagregación y destrucción que afectan al cuerpo físico, el periespiritu asegura la estabilidad de la vida en medio de la renovación continua de las células.
El útero representa un vaso anímico de elevado poder magnético destinado a la fundición y refundición de las formas, al soplo creador de la Bondad Divina que, en todas partes nos ofrece recursos para el desenvolvimiento para la Sabiduría y para el Amor. Ese vaso atrae al alma sedienta de renacimiento y que le es afín, reproduciéndole el cuerpo denso, en el tiempo y en el espacio.
El alma se desprende de la envoltura carnal durante el sueño como después de la muerte. La forma fluidica puede ser entonces percibida por los videntes en los casos de aparición de los difuntos o de los vivos exteriorizados. Durante la vida normal esta forma se revela por sus radiaciones en los fenómenos en que la sensibilidad y la motricidad se ejercen a distancia. En el estado de desprendimiento durante el sueño, el espíritu obra a veces sobre la materia, produce ruidos, cambia de sitio los objetos etc. Por último, se manifiesta después de la muerte en diversos grados de condensación, en las materializaciones parciales o totales, en las fotografías, en los vaciados, hasta el punto de producir ciertas deformidades.
El desligamiento del periespiritu en la desencarnación, se produce, molécula a molécula, conforme se uniera, y al Espíritu le es restituida la libertad. No es la partida del espíritu la que causa la muerte del cuerpo, es la muerte del cuerpo la que determina la partida del espíritu.
El espíritu extrae su periespiritu de los fluidos ambiéntales, por eso los elementos constitutivos del periespiritu varían conforme los mundos.
El envoltorio fluídico de algunos Espíritus, aunque etéreo e imponderable con relación a la materia tangible, es también por demás pesado, con relación al mundo espiritual, para no permitir que ellos salgan del medio que les es propio, es el caso de lo que tienen un periespiritu grosero, que se confunde con el cuerpo carnal, razón por la cual creen seguir vivos. Esos Espíritus, cuyo numero es grande, permanecen en la superficie de la Tierra , se creen vivos y se entregan a sus tareas terrenas.
Otros un poco más desmaterializados no lo son, hasta el punto de poder elevarse por encima de las regiones terrestres.
Los espíritus Superiores, por el contrario, pueden venir a los mundos inferiores, y hasta encarnar en ellos. Extraen, de los elementos constitutivos del mundo donde entran, los materiales para el envoltorio fluídico o carnal apropiado al medio en que se encuentran. Hacen como el noble que se despoja temporalmente de sus vestiduras para vestir los trajes plebeyos, sin dejar por eso de ser noble.
El Espíritu extrae del planeta donde vive encarnado, o desencarnado, los elementos necesarios para organizar su periespiritu.
Conforme sea más o menos puro el espíritu, su periespiritu se formará de las partes más puras o de las más groseras del fluido peculiar al mundo donde el encarna.
De esto se desprende que la constitución íntima del periespiritu no es idéntica en todos los espíritus encarnados o desencarnados que pueblan la Tierra o el espacio que la circunda.
La forma del periespiritu es flexible, comprensible, a voluntad, del periespiritu. Se presta, hasta cierto punto, a las exigencias del espíritu y le permite, en el espacio y según la extensión de sus poderes, adoptar las apariencias y trajes que fueron suyos en épocas pasadas, con los atributos propios para hacerle reconocer. Esto se observa a menudo en los casos de aparición. La voluntad crea; su acción sobre los fluidos es considerable. El espíritu avanzado puede someter la materia sutil a innumerables metamorfosis.
De estos e desprende que la naturaleza del envoltorio fluídico está siempre en relación con el grado de adelantamiento moral del espíritu. Los Espíritus inferiores no pueden cambiar de envoltorio a su placer, por lo que no pueden pasar de un mundo a otro.
Esto ocurre, porque los elementos constitutivos del periespiritu naturalmente varían, conforme los mundos. Siendo Júpiter un orbe muy adelantado en comparación con la tierra, donde la vida corpórea no representa la materialidad de la nuestra, los envoltorios materiales han de ser allá de naturaleza mucho más quintaesenciada que aquí.
El hombre no podría existir allí con su cuerpo carnal, tampoco podrían penetrar allí nuestro espíritu con el periespiritu terrestre que lo reviste. Emigrando de la Tierra, el espíritu deja ahí su envoltorio fluídico y toma otro apropiado al mundo donde va a habitar, de lo que se desprende que el envoltorio periespirítico del espíritu, se modifica con el progreso moral que este realiza en cada encarnación, aunque encarne en el mismo medio.
En la materia orgánica un principio especial, inaprensible y que aun no puede ser definido: el principio vital. Está activo en el ser viviente, extinguido en el ser muerto.
La actividad del principio vital es alimentada durante la vida por la acción del funcionamiento de los órganos. Cesada es acción, por motivo de la muerte, el principio vital se extingue. Pero el efecto producido por ese principio sobre el estado molecular del cuerpo subsiste, incluso después de extinguirse. El principio vital, es como una particular electricidad animal, que durante la vida se desprende por la acción de los órganos, y cuya producción cesa, cuando se produce la muerte, por extinguirse tal acción.
En el plano espiritual el hombre desencarnado va a trabajar, más directamente, con un fluido vivo (vital) y multiforme e inestancable por nacerle de la propia alma, es un subproducto del fluido cosmico universal, absorbido por la mente humana, en proceso vitalista, semejante a la respiración, por el cual la criatura asimila la fuerza emanante del Creador, esparcida por todo el Cosmo, transustanciándola, bajo la propia responsabilidad, para influenciar la creación, a partir de si Mismo.
Ese fluido es su propio pensamiento continuo, generando energéticos con los que no había soñado.
Las principales propiedades funcionales del periespiritu se resumen en lo siguiente:
Plasticidad, el espíritu es capaz de expandirse y exteriorizarse en los fenómenos de desdoblamiento y donaciones fluídicas.
Densidad, es la propiedad que trata de las medidas de peso (ponderabilidad) y de luminosidad (frecuencia vibratoria mental) ambas relacionadas a la evolución del espíritu.
Penetrabilidad, se trata de la capacidad de atravesar barreras fisicas, si se hallan presentes las necesarias condiciones mentales.
Visibilidad, el periespiritu es normalmente invisible en los Espíritus encarnados; los desencarnados menos evolucionados perciben el periespiritu de sus semejantes y de los Espíritus que le son inferiores. La visibilidad es, no obstante, común, en los Espíritus Superiores.
Sensibilidad, es la propiedad de percibir sensaciones, sentimientos, emociones. Estas percepciones no son captadas por medio de órganos específicos, sino por todo el cuerpo periespiritual.
Bicorporiedad o desdoblamiento, representa la propiedad en que el Espíritu se hace en dos, es decir, el cuerpo físico es visto en un lugar (generalmente dormido en el lecho) y el periespiritu visto en otro lugar.
Unicidad, significa decir que cada persona trae el propio periespiritu la suma de sus adquisiciones evolutivas. No hay por tanto dos periespíritus iguales.
Mutabilidad, es la propiedad que permite cambios en el periespiritu en el transcurso del proceso evolutivo. La mutabilidad ocurre en lo que se refiere a la substancia, a la forma y a la estructura periespirituales
Las funciones del periespiritu pueden ser sintetizadas en cuatro: instrumental, individualizadora, organizadora y sustentadora.
La función individualizadora permite que el periespiritu sea el elemento de unión entre el espíritu y el cuerpo físico. La función instrumental permite la integración del espíritu con los mundos espiritual y físico.
La función individualizadora está relacionada a la historia y a las conquistas evolutivas de la persona y presenta características peculiares a la identificación de cada individuo.
La función organizadora se dice respecto al papel de modelo que el periespiritu ejerce, determinando las líneas morfológicas y hereditarias del cuerpo físico. Está función garantiza la manifestación de la ley de causa y efecto.
La función sustentadora, bajo el impulso de la mente espiritual, permite que el periespiritu transfiera, paulatinamente, la energia vital para el cuerpo físico, sustentándolo desde la formación hasta su completo desarrollo. Por medio de esta función el cuerpo físico tiene garantizada la vitalidad que lo sustentará durante el tiempo previsto para la reencarnación.
El periespiritu es un foco de potencias. La fuerza magnética que ciertos hombres proyectan en abundancia y que puede, de cerca o de lejos, influir, aliviar, curar, es una de sus propiedades. La fuerza psíquica, indispensable para la producción de los fenómenos espiritistas, tiene en el su asiento.
El cuerpo fluídico no es solo un receptáculo de fuerzas. Es también el registro vivo en donde se imprimen las imágenes y los recuerdos: sensaciones, impresiones y hechos, todo se fija en el, todo se graba. Cuando las condiciones de intensidad y duración son demasiado débiles, no llegan hasta nuestra conciencia, más por esto no dejan de ser grabadas en nuestro periespiritu donde permanecen latentes. Otro tanto sucede respecto a los hechos relacionados con nuestras vidas anteriores. El ser psíquico que se halla en estado de sonambulismo, desprendido parcialmente del cuerpo, puede volver a encontrar su encadenamiento. Así se explica el fenómeno de la memoria.
Las vibraciones del periespiritu se debilitan bajo la envoltura de la carne; pero vuelven a encontrar su amplitud cuando el espíritu se desprende de la materia y recobra su libertad. Bajo la intensidad de sus vibraciones, las impresiones almacenadas en el periespiritu reaparecen. Cuanto más completo es el desprendimiento, más se ensancha el campo de la memoria. Los recuerdos más lejanos se despiertan. El individuo puede revivir sus vidas pasadas; así lo hemos comprobado muchas veces en nuestras experiencias. Muchas personas sumidas por la influencia oculta en el sueño sonambúlico, reproducen los sentimientos, las ideas, los actos olvidados de la vida actual, de su primera juventud. Reviven hasta las escenas de sus vidas anteriores, con el lenguaje, las actitudes, las opiniones de la época y del centro.
En tales casos parece que se manifiesta un espíritu diferente, que otra entidad se revela. Estoa fenómenos mal observados por ciertos experimentadores, han podido dar origen a la teoría de las multiples personalidades coexistiendo en una misma envoltura, teniendo cada una de ellas su carácter y sus recuerdos propios.
El periespiritu no se halla encerrado en los límites del cuerpo, como si estuviera en una caja. Por su naturaleza fluidica es expansible, irradia para el exterior y forma en torno de cu cuerpo, una especie de atmósfera que el pensamiento y la fuerza de la voluntad pueden dilatar más o menos. Algunas personas sin estar en contacto corporal, pueden hallarse en contacto por su periespiritu e intercambiar, no obstante, impresiones, y algunas veces, pensamientos por medio de la intuición.
De manera semejante, los Espíritus se comunican con los encarnados, a través de la mediumnidad. El médium y el espíritu comunicante entran en contacto, uno con el otro, por los respectivos periespíritus y cambian impresiones y sentimientos.
El periespiritu también tiene papel fundamental en las apariciones vaporosas o tangibles.
En las comunicaciones mediumnicas corrientes, el espíritu sufriente o necesitado puede encontrarse en grado, moral e intelectualmente inferior al del médium que le transmite el mensaje. En esa situación, entre el médium y el Espíritu comunicante se establece una ligación de orden fluidica, en que el médium, a semejanza de un enfermero, permite que el Espíritu retrate y transmita a los circunstantes sus dolores, sus sentimientos, sus dificultades, su grado de entendimiento moral-intelectual. Esa ligación del Espíritu con el médium y la manifestación consecutiva de su estado – vía periespíritus - solo son posibles con el consentimiento del médium, que atiende a la solicitud (consciente o no) del Espíritu comunicante.
El estado psíquico del Espíritu es obra suya. El grado de percepción y comprensión es el fruto de largos esfuerzos. El espíritu es lo que el hace de si mismo en el recorrido del ciclo inmenso de sus vidas. La envoltura fluidica, grosera o sutil, opaca o radiante, representa el valor exacto y la suma de sus adquisiciones. Sus actos, los pensamientos persistentes, la tensión de la voluntad hacia un objeto, toda la evolución de su ser mental repercuten en el periespiritu del espíritu, y según sea su naturaleza baja o elevada, sórdida o generosa, dilatan, afinan o enturbian su sustancia. De ello resulta, que por la orientación constante de sus ideas, de sus aspiraciones, de sus gustos, por sus obras en un sentido u en otro, el espíritu va construyendo poco a poco una envoltura sutil, poblada de bellas y nobles imágenes, abierta a las más delicadas sensaciones, o bien una morada sombría, una cárcel oscura, en donde, después de la muerte, el alma, limitada en sus percepciones, está sepultada como en una tumba. Así es como el hombre labra su bien o su mal, su dicha o su pena. Lentamente día a día, edifica su destino. Su obra está grabada en si mismo, visible para todos en el más allá. Mediante esta admirable disposición de las cosas, tan sencilla como grandiosa, se realiza en el mundo de los seres la ley de causalidad o de la consecuencia de los actos, que no es otra que la del cumplimiento de la justicia.
Y, por un efecto de las mismas causas, desde esta vida, el hombre atrae a si las influencias de arriba, las radiaciones etéreas o los groseros efluvios de los espíritus de pasión, de desorden. Aquí esta la regla de las manifestaciones espiritas; no es otra que la ley misma de las atracciones y de las afinidades. Según el grado de sutileza de nuestra envoltura y la intensidad de sus radiaciones, podemos, sin embargo, en los momentos de desprendimiento, de éxtasis – y aun para algunos – en los de recogimiento y meditación – entrar en relación con el mundo invisible, percibir los ecos, recibir las inspiraciones, vislumbrar los esplendores de los mundos celestes, o bien sentir las influencias de los espíritus de la tinieblas.
La Doctrina Espirita, muestra la igualdad perfecta, absoluta, del punto de partida de todos los hombres, borra las separaciones artificiales elevadas por el orgullo y la ignorancia, y perentoriamente prueba que nadie tiene derecho a más respeto ajeno que aquel a que se haga acreedor por la nobleza de su conducta. El nacimiento y la posición social no son sino accidentes temporales de los que nadie puede envanecerse, puesto que del mismo modo se pueden adquirir que perder en cualquier momento de la evolución.
Verdades tan consoladoras es bueno que las esparzamos sin cesar a nuestro alrededor. Demostrando así que solo el esfuerzo individual puede proporcionarnos el progreso colectivo y que la misma Potencia que nos ha conducido al estado de hombres, nos abrirá las perspectivas infinitas de la vida espiritual, desenvolviéndose en la extensión sin limites del Cosmos.
( Merchita )
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