Recientemente la Radio Exploradora de Brasil llevó al hogar una serie de reportajes sobre el viejo problema de las drogas.
Varios profesionales del área fueron oídos y, infelizmente, por las consideraciones hechos, quedó entendido que gran parte de la responsabilidad por el uso de drogas en la adolescencia, recaía sobre los hombros de los padres.
Lo que generalmente acontece, es que los padres no observan algunas nociones básicas para formar a un individuo consciente de sus responsabilidades y resistir a la llamada de las drogas.
Pensando en hacer lo mejor, los padres comienzan por ausentar a los hijos de cualquier obligación.
Para arroparlos, ejecutan las tareas que les dicen al respecto.
Cuando los hijos son pequeños los padres se desdoblan para hacer todo, providenciar todo para que nada les falte y para que no tengan que enfrentar frustraciones en cualquier dificultad.
Si pudiesen, los padres los suplirían hasta incluso en las enfermedades, de los pequeños caídas, de los dolores, de los rasguños…
Cuando la criatura comienza su jornada en la escuela, los padres la acompañan y cargan su mochila y, algunos, hasta hacen las lecciones en casa para evitar posibles reprimendas de sus maestros.
Y así la criatura va creciendo en un mundo de ilusiones, pues esa no es la realidad que tendrán que enfrentar mas tarde, cuando tengan que caminar con las propias piernas.
¿Imaginemos a alguien que nunca tuvo oportunidad de dar algunos pasos, que siempre fue cargado a cuestas, que fuerza tendrá para mantenerse en pie?
Es evidente que esa criatura, cuando llegue a la adolescencia, no tendrá estructura alguna.
Ante la primera dificultad quedará vulnerable como una flor de invernadero a los primeros soplos del viento.
Ella no aprendió a soportar frustraciones, pues los padres las evitaron cuanto pudieron. Ella no tuvo ninguna responsabilidad pesándole en los hombros.
Jamás sufrió una decepción y siempre tuvo la razón a su favor, hasta aun mismo en las pequeñas riñas con los amiguitos de la infancia.
Criaturas criadas así, no están preparadas para pensar, ni para salir de las dificultades, ni para resolver problemas. Siempre esperan que alguien resuelva todo por ellas, pues esa fue la lección que recibieron de los padres o responsables.
¿Más, al final de cuentas, quien es el que puede pasar por el mundo sin dificultades?
Eso es imposible, y más en tratándose de nuestro mundo.
Y el problema está justamente cuando la criatura, ahora adolescente, sufre su primer fracaso, que puede hasta no ser tan grave, más es suficiente para dañar su estructura frágil, ahora lejos de la mirada vigilante de los padres.
Psicólogos y psiquiatras entre otros profesionales que se pronunciaron en el referido reportaje, aconsejan que los padres eviten que sus hijos vengan a usar drogas, dándoles una educación consciente, que prepara al individuo para vivir en un mundo real y no en un mundo ilusorio por ellos idealizado.
Es preciso que los padres mediten esa forma de amor sin raciocinio, ese amor permisivo, adulador y sin consistencia. Es preciso permitir que los hijos anden con las propias piernas, amparándolos siempre, más dejándolos fortalecer los propios “músculos”.
Es preciso dejarlos enfrentar pequeñas frustraciones, como no tener el juguete igual al del hijo del vecino, por ejemplo. Como no ganar el album de figuritas que todos los colegas del colegio tienen.
Educar es el arte de formar los caracteres del educado, y no de deformarlo.
Así, si usted es padre o madre y tien interés en mantener su hijo lejos de las drogas, piense con cariño al respecto de las recomendaciones que le hagan.
Por encima de todo, déle mucho amor y atención a sus pequeños, pues quien ama, verdaderamente, enseña a vivir y no hace sombra para impedir el crecimiento de sus amores.
Si usted quiere que su hijo tenga los pies en el suelo, coloque responsabilidades sobre sus hombros.
Si usted quiere que su hijo resista a los vendavales de la existencia y al invite mortal de las drogas, permita que el forme sus raíces en buen fondo, aun mismo que para eso tenga que doblarse de vez en cuando, como hace el pequeño árbol cuando su tronco está en formación.
Traducción realizada por (Merchita)
“Para hablar al viento, bastan las palabras; para hablar al corazón, es preciso las obras.”
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