BUSCANDO EL AUTOCONOCIMIENTO
Recomienda que cada uno de nosotros haga como el hizo cuando vivió en la Tierra. Cada noche hacia un análisis de cómo fue durante el día.
Se preguntaba si había hecho alguna cosa en contra de Dios, contra su prójimo y contra el mismo. Y siempre buscaba corregir lo que precisaba ser corregido, buscando ser cada día, mejor que el día anterior.
Es un largo camino de autodescubrimiento, no en tanto, necesario para nuestro perfeccionamiento. Allan Kardec codificador del Espiritismo preguntó a los espíritus:
¿Cuál es el medio más práctico y eficaz que tiene el hombre de mejorarse en esta vida y de resistir a la atracción del mal?
Los Benefactores de la Humanidad respondieron:
“Un sabio de la antigüedad os lo dijo: conócete a ti mismo”
La Doctrina Espirita nos muestra el camino que de vemos recorrer para conseguir ese intento: el autoconocimiento.
El camino, por tanto, es en sentido contrario al que hemos buscado hasta ahora. Es para dentro de nosotros mismos, y no en el exterior.
Alguno de nosotros no nos conocemos, no tenemos idea de quien somos, de cual será nuestro comportamiento ante determinada situación. En fin, somos un ilustre desconocido de nosotros mismos.
Por el desconocimiento de nuestros sentimientos algunas veces tomamos actitudes equivocadas que causan desagrado enseguida que nos damos cuenta de lo ocurrido.
Una señora afirmaba siempre que si un día fuese asaltada se quedaría inmovilizada, petrificada, más ciertamente no tendría fuerzas para cualquier actitud.
Su amiga, a su vez, decía que reaccionaria, que si fuese preciso lucharía, más no se quedaría de brazos cruzados.
Un día ambas estaban conversando en la calzada.
Un chaval paso y quito el bolso a aquella que dijo que reaccionaria. Ella quedo paralizada.
La otra, que afirmara que quedaría inmovilizada, salió corriendo detrás del chaval, dándole con su bolsa en las costillas y gritando para que se la devolviese.
El niño, que no esperaba tal reacción, soltó el bolso en el suelo y se fue, pues halló mejor salvar la propia vida.
Eso prueba que ambas desconocían sus tendencias, pues ante lo inesperado tuvieron reacciones contrarias a las que afirmaban que tendrían.
Muchos de nosotros también nos desconocemos, no acostumbramos a hacer un análisis profundo de nuestra intimidad.
Así, fácilmente nos sorprendemos con nosotros mismos ante situaciones inusitadas.
Para saber cuánto orgullo y egoísmo, las peores llagas de la sociedad, aún cargamos en nosotros, basta que nos observemos con sinceridad, en los pequeños actos de lo cotidiano, que percibiremos con claridad.
Observando nuestra reacción ante la indiferencia de un amigo. Del poco caso que hacen de un trabajo que ejecutamos, del pintado o de la ropa que vestimos, o cuando alguien nos llama la atención.
Cada persona es un universo que precisa ser descubierto, para que pueda hacer brillar la luz que yace latente en su interior.
Todos somos hijos de la luz, pues el Creador que es la Luz Suprema, nos hizo así a todos.
Si investigamos con atención en nuestro interior, percibiremos que ya tenemos muchas conquistas, mas también que aún nos falta algunos pasos para que brille de hecho nuestra luz. Es solo una cuestión de tiempo y de disposición.
San Agustín, uno de los padres de la Iglesia, colaboró en la codificación de la Doctrina Espirita.
La respuesta a la que nos referimos en el inicio, fue dada por él.
Redacción de Momento Espírita
EL MAYOR MANDAMIENTO
Mas los fariseos, sabiendo que él había hecho callar a los saduceos, reuniéronse; y uno de ellos, que era doctor de la ley,le hizo esta pregunta para tentarle: Maestro, ¿cuál es el mayor
mandamiento de la ley? Jesús le respondió: Amaréis al Señor,vuestro Dios, de todo vuestro corazón, de toda vuestra alma y de todo vuestro espíritu. Este es el mayor y el primer mandamiento. Y este es el segundo que es semejante a aquel: Amaréis a vuestro prójimo como a vosotros mismos. Toda la ley y los profetas están contenidos en estos dos mandamientos. (San Mateo, cap. XXII, v)
El Evangelio según el Espiritismo-
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PERDÓN DE LAS OFENSAS
14. ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano? Le perdonaréis no siete veces, sino setenta veces siete veces. He aquí una de estas máximas de Jesús que más debe alcanzar vuestra inteligencia y hablar muy alto a vuestro corazón. Comparad estas palabras de misericordia con las de la oración tan sencilla, tan resumida y tan grande en sus aspiraciones, que Jesús da a sus discípulos, y encontraréis siempre el mismo pensamiento. Jesús, el justo por excelencia, responde a Pedro: Perdonarás, pero sin límites; perdonarás cada ofensa, aunque la ofensa te sea hecha con frecuencia; enseñarás a tus hermanos ese olvido de sí mismo que los hace invulnerables contra el ataque, los malos procederes y las injurias; serás manso y humilde de corazón, no midiendo nunca tu mansedumbre; harás, en fin, lo que desees que el Padre celestial haga por ti; ¿no tiene Él que perdonarte muy a menudo, y cuenta, acaso, el número de veces que su perdón desciende a borrar tus faltas?
Escuchad, pues, esa respuesta de Jesús y, como Pedro, aplicárosla; perdonad, sed indulgentes, caritativos, generosos y hasta pródigos de vuestro amor. Dad, porque el Señor os restituirá; perdonad, porque el Señor os perdonará; rebajaos porque el Señor os levantará; humillaos, porque el Señor os hará sentar a su derecha. Id, mis muy amados, estudiad y comentad estas palabras que os dirijo, de parte de Aquél que, desde lo alto de los esplendores celestes, está siempre atento con vosotros, y continúa con amor la tarea ingrata que comenzó hace dieciocho siglos. Perdonad, pues,a vuestros hermanos, como tenéis necesidad de que os perdonen a vosotros. Si sus actos os han perjudicado personalmente, mayor motivo tenéis para ser indulgentes, porque el mérito del perdón es proporcionado a la gravedad del mal, y no habría ninguno en perdonar los errores de vuestros hermanos si sólo os hubiesen hecho pequeñas ofensas Espíritas, no olvidéis nunca que tanto en palabras como en acciones, el perdón de las injurias no debe ser una palabra vana. Si os llamáis espíritas, serlo pues; olvidad el mal que os hayan podido hacer y no penséis sino en una cosa: el bien que podéis hacer. El que entró en este camino, no debe apartarse de él y que esteis despojados de todo sentimiento de rencor; Dios sabe lo que permanece en el fondo del corazón de cada uno. Feliz, pues, aquél que cada noche puede dormirse diciendo: Nada tengo contra mi prójimo. (SIMEÓN, Bordeaux, 1862).
EL EVANGELIO SEGUN EL ESPIRITISMO - ALLAN KARDEC
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