VERGÜENZA DE SER HONESTO
El brasileño Rui Barbosa, gran jurista y diplomático, notable escritor, además de un extraordinario orador, dejó un escrito que nos hace reflexionar sobre la actual situación de nuestra sociedad.
Él escribió: “de tanto ver triunfar las insignificancias, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto ver agigantase los poderes en las manos de los malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto…”
La indignación de Rui Barbosa, aunque haya sido hace mucho tiempo, tiene sentido y es digna de nuestras reflexiones.
Personas que se dejan llevar por la opinión de la mayoría, fácilmente se enredan en la falta de honestidad con la justificación de que “todo el mundo lo hace”.
Ese es un lamentable equívoco, fácil de percibir con algunas reflexiones.
Considere que usted es un espíritu libre e independiente, que sobrevive a la muerte del cuerpo físico, y que recibirá de las ideas de la vida, conforme sus obras.
Considere, aun, que usted llegó al mundo solo, y solo volverá, cuando llegue su hora.
Usted, y solamente usted, responderá por sus acciones, nadie más.
Incluso aunque “todo el mundo lo haga”, cada uno será responsable, individualmente, delante de la propia conciencia.
De esa forma, no permita que esa onda de falta de honestidad y corrupción, que asola gran parte de la población, le arrastre a usted también para el lodazal.
Acuérdese de que delante de su conciencia usted estará siempre solo, sin testimonio de defensa, a no ser sus actos nobles.
No vale la pena abrir la mano del único patrimonio que realmente le pertenece, que es la honradez, por algún dinero o beneficio oscuro, que tendrá que dejar en la aduana del túmulo.
La dignidad es el patrimonio más valioso que alguien puede tener. No lo desperdicie con cosas efímeras que pertenecen a la tierra.
Y lo que es más interesante, es que hasta las personas deshonestas cuentan con personas dignas, en quien puedan confiar... ¡Extraña paradoja!
Por más que se diga que la falta de honestidad está en alza, hemos visto verdaderos imperios desmoronarse por causa de la falta de ética.
Hemos visto empresas e instituciones de prestigio, bancos sólidos, viniéndose abajo por falsear resultados, defraudar documentos, engañar, extorsionar...
Empresas que no trabajaban con la transparencia están perdiendo a sus inversores, que prefieren apostar en una relación de confianza.
Se puede percibir que en el medio económico la confianza aún es el capital que más atrae y multiplica el dinero.
Nadie, en sana conciencia, invierte en instituciones o empresas en las que no confía.
Y es importante recordar que las empresas son dirigidas por personas. Y son las personas las que dan fiabilidad o no a los negocios.
Por tanto, es siempre el individuo el portador de los valores morales capaces de generar confianza, la única base capaz de sustentar tanto los negocios como la amistad.
Sin duda esas reflexiones son oportunas y deben hacernos pensar al respecto.
Al final, si la falta de honestidad se vuelve regla general de conducta, ¿qué será de nuestra sociedad?
Por tanto, vergüenza de ser honestos: ¡jamás!
Piense en eso, y no contribuya para turbar el lago de la esperanza con el detritus de la falta de honestidad.
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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Cada uno elegimos en nuestro interior el paraíso o el infierno que preferimos, y pasamos a vivirlo en la esfera de las realidades que transitamos.
La vida puede ser comparada a un rio de largo curso… Sus aguas salen de su nacimiento, y bajan continuamente hasta llegar al mar. Por un lado curva aquí, otra allí, obstáculos al frente, lodo y arena en el lecho, fragmentos rocosos y grandes piedras que quedan atrás, hasta la salida en el océano que lo aguarda.
“Son indispensables muchas etapas para la vida: ahora en el cuerpo, en varias experiencias o luego liberada, con nuevas conquistas. En cada fase, surgen barreas que deben ser superadas para alcanzar el Océano de la paz.
Son las reencarnaciones a las que todos nos encontramos sometidos las que nos hacen evolucionar. Con deseo y gran esfuerzo personal podemos superar innumerables repeticiones, venciendo los obstáculos a fuerza de decisión y trabajo continuo.
La precipitación, hermana de la rebeldía, es la responsable de muchos males que podrían ser evitados si las personas prefirieran el clima de concordia y de la calma. La amargura es otro factor que corrompe el comportamiento humano, por los desastres internos que ocasiona. Bajo su acción se desarticulan los equipos del sistema nervioso central, que sufren la acción de diluyentes de orden mental, interrumpiendo el ritmo de sus respuestas en el mantenimiento del equilibrio emocional y con el correr del tiempo, de orden fisiológica.
Los enfermos psicosomáticos, sufren por su comportamiento psíquico, derivado de las flaquezas de su voluntad, así como de la conciliación mental.
Es necesario que el dolor no nos haga blasfemar, llegando al punto de hacernos dudar de la Soberana Bondad de Dios. Dios no es portador de caprichos humanos, fiscales ni castigadores de nuestros errores o gratificador liviano de nuestros pequeños aciertos, que no pasan de ser un comportamiento que solo nos hace bien.
El actuar correctamente no nos da créditos, laureles ni otros premios extras, por constituir en si misma, la acción digna y constructiva, una cosecha de bendiciones. De la misma forma el error, la humillación delictuosa, se convierte en espina clavada en la conciencia hasta el día de su expiación, cuando el infractor, por el bien restaure la paz a aquel que perjudicó, en consecuencia, así mismo. Dios se manifiesta al hombre en su interior, en la conciencia de cada uno, donde están escritas sus leyes. El grado de culpa o de razón de cada ser es medido por la responsabilidad, por la conciencia con que actúa. Lo cierto e ineludible es que nadie sufre sin una ponderable razón ni persona alguna que delinque, huirá de ser devuelto a la justicia vigente bajo la acción de la inderogable Justicia Divina.
Nuestra indiferencia hacia la vida recta, dejamos que se nos adormezcan los centros del discernimiento y caemos en la voluptuosidad de las pasiones groseras, practicando arbitrariedades y locuras, corrompiendo el cuerpo, la mente y el alma…
Dios, en cambio, nos da muchas oportunidades para redimirnos, que no las valoramos, nuestra rebeldía nos hace no fijarnos y no tomamos en cuenta los códigos de orden universal.
Por eso al hombre le es muy importante la fe religiosa, clara y racional, para influir en sus procedimientos honrados, aunque bajo la lluvia de incomprensiones, problemas y dolores físicos y morales, de los cuales saldremos hacia la paz y la felicidad, si actuamos con corrección.
La sabiduría de las Leyes, reúne a los personajes del viejo drama, en el escenario del mundo, a fin de que se eleven, por el amor y rescaten los delitos perpetrados. Cuando complican la situación, es necesario el sufrimiento en expiación oportuna a través de la cual se reeducan, creciendo en dirección al bien.
La oración nos inmuniza contra el mal, nos da fuerzas para soportarlo, pero no cambia nuestros necesarios procesos de evolución. En la necesidad de la depuración, y con la luz del conocimiento espirita que nos fortalece el ser, debemos disponernos a la renovación por el amor y por la acción del trabajo edificante, granjeando meritos para cambiar los factores Kármicos de la actual existencia.
El amor anula los errores y pecados, preparando al ser para cuando sea probado, pueda superar los impactos divergentes de comportamiento sano.
Siempre depende del hombre el resultado de sus iniciativas, aun cuando está bajo las fuerzas negativas que intentan llevarlo a la caída o de los Emisarios del Bien que lo estimulan a la conquista de su evolución.
Es verdad que ningún ruego honesto, dirigido al señor, queda sin respuesta de socorro inmediato. Quizás no nos llegue en la forma que pretendemos, pero si como sea mejor para nuestra necesidad, lo que expresa el grado de sabiduría de quien responde.
Si no fuese así, se establecería el cáos desde la infancia espiritual, cuando los seres no sabemos pedir, al solicitar muchas veces, para nosotros, lo que es bueno en un momento y luego deja de serlo, para transformarse más tarde en tribulación.
Debemos pedir ayuda sin exigir la forma de auxilio que deseamos recibir, orando, pura y simplemente, en una entrega confiada de amor y fe.
- Merchita -
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EL VALOR DEL PENSAMIENTO POSITIVO
Con claridad en el pensamiento, el espíritu puede obrar con mayor libertad y acierto en todos los aconteceres de la lucha diaria. Esa claridad mental que filtra solamente pensamientos nobles, de bien, de salud, pensamientos positivos, sólo se logra a través del dominio de nuestra propia mente, sólo conduciendo nuestros distintos cuerpos a través del motor que es el espíritu inmortal; chispa creada por Dios con todos sus atributos y con toda su potencia y su fuerza, que a veces la perdemos a través de los pasos equivocados.
¿Cómo podemos mejorar nuestro tonus vital...? A través de la correcta armonización de nuestras energías. Y ¿Cómo lograremos armonizar dichas energías...? A través de nuestro comportamiento.
Es decir, cualquiera sea nuestro accionar, la solución siempre es la misma: paz, serenidad, armonía desde el espíritu hacia la materia. Tal es el mandato que debemos dar a nuestra mente, para que ella no permita que las emociones nos dominen.
¿Qué hacéis cuando las aguas de un río se desbordan, se salen de su cauce e inundan los terrenos...? Pues colocáis la contención necesaria para que ésto no vuelva a ocurrir. Pues lo mismo debéis realizar con vuestros pensamientos, emociones y actitudes; debéis encauzarlos por la senda del bien, del deber, de la sanidad moral y espiritual y veréis que nuevas fuerzas fluirán a vuestra materia y sentiréis la plenitud de vuestro espíritu, que se podrá expresar en forma mucho más brillante de lo que lo ha hecho hasta ahora.
Entonces a pensar en cosas positivas, en el bien y en el amor para romper cadenas y grilletes que ya no tienen sentido; porque los tiempos son llegados y está en las leyes de Dios que debéis seguir evolucionando. ¡ A crecer, a pensar con claridad meridiana, a aprovechar la existencia concedida para alcanzar la tan ansiada paz y felicidad !.
Mensaje recibido por Nilda Serio, Federación Argentina de Mujeres Espíritas.
Aportación de Mario Roberto Salgado Barrientos |
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CONCEPTO
DE MEDIUMNIDAD
Médium
quiere decir intermediario. Mediumnidad es la facultad humana,
natural, por la cual se establecen las relaciones entre hombres y
espíritus. No es un poder oculto que se pueda desarrollar a través
de prácticas rituales o por el poder misterioso de un iniciado o de
un gurú.
Se
desenvuelve naturalmente en las personas de mayor sensibilidad para
la captación mental y sensorial de cosas y hechos del mundo
espiritual que nos rodea y nos afecta con sus vibraciones psíquicas
y afectivas.
De
la misma forma que la inteligencia y las demás facultades humanas,
la Mediumnidad se desenvuelve en el proceso de relación.
Generalmente su desenvolvimiento es cíclico, o sea, se procesa por
etapas sucesivas, en forma de espiral.
Los
niños la poseen, por así decir, a flor de piel, más resguardada
por la influencia benéfica y controladora de los espíritus
protectores, que las religiones llaman “ángel de la guarda”.
En
esa fase infantil las manifestaciones mediúmnicas son más de
carácter anímico; el niño proyecta su alma a las cosas y seres que
le rodean, recibe las intuiciones orientadoras de sus protectores, a
veces ven y denuncian la presencia de espíritus y no raramente
transmiten avisos y recados de los espíritus a los familiares, de
manera positiva y directa o de manera simbólica e indirecta.
Cuando
pasan de los siete u ocho años se integran mejor en el
condicionamiento de la vida terrena, desligándose progresivamente de
las relaciones espirituales y dando más importancia a las relaciones
humanas.
El
espíritu se ajusta en su escafandra para enfrentar los problemas del
mundo. Se cierra el primer ciclo mediúmnico, para seguidamente
abrirse el segundo. Se considera entonces que el niño no tiene
mediumnidad, la fase anterior es tomada en cuenta como imaginación y
fabulación infantil.
Es
generalmente en la adolescencia, a partir de los doce o trece años,
que se inicia el segundo ciclo. En el primer ciclo sólo se debe
intervenir en el proceso mediúmnico con oraciones
y pases,
para ablandar las excitaciones naturales del niño, casi siempre
cargadas de reminiscencias extrañas del pasado carnal del espíritu.
En
la adolescencia su cuerpo ya maduró lo suficiente para que las
manifestaciones mediúmnicas se tornen más intensas y positivas.
Es
tiempo de encaminarlo con informaciones más precisas sobre el
problema mediúmnico. No se debe intentar su desenvolvimiento en
sesiones, a no ser que se trate de un caso obsesivo.
En
ese caso, es necesario mucho cuidado para orientar al adolescente sin
excitar su imaginación, acostumbrándolo al proceso natural regido
por las leyes del crecimiento.
El
pase, la oración, las reuniones para estudio doctrinario son los
medios de auxiliar el proceso sin forzarlo, dándole la orientación
necesaria. Ciertos adolescentes se integran rápida y naturalmente
en la nueva situación y se preparan en serio para la actividad
mediúmnica. Otros rechazan la mediumnidad y procuran volcarse apenas
para los sueños juveniles.
Es
la hora de las actividades lúdicas, de los juegos y deportes, del
estudio y adquisición de conocimientos generales, de la integración
más completa en la realidad terrena.
No
se debe forzarlos, más apenas estimularlos en lo tocante a las
enseñanzas espíritas. Su mente se abre para el contacto más
profundo y constante con la vida del mundo. Más él ya trae en su
consciencia las directrices propias de su vida, que se manifestarán
más o menos nítidas en sus tendencias y sus ansias.
Forzarlo
a seguir un rumbo que repele es cometer una violencia de graves
consecuencias futuras.
Los
ejemplos de los familiares influyen más en sus opciones que las
enseñanzas y exhortaciones orales. Él toma cuenta de sí mismo y
afirma su personalidad. Es preciso respetarlo y ayudarlo con amor y
comprensión.
En
el caso de manifestaciones espontáneas de la mediumnidad es
conveniente reducirlas al círculo privado de la familia o de un
grupo de amigos en las instituciones juveniles, hasta que su
mediumnidad se defina, imponiéndose por sí misma.
El
tercer ciclo ocurre generalmente en el pase de la adolescencia a la
juventud, entre los dieciocho y veinticinco años.
Es
el tiempo, en esa fase, de los estudios serios del Espiritismo y de
la Mediumnidad, como también de la práctica mediúmnica libre, en
los centros y grupos espíritas.
Si
la mediumnidad no se definió debidamente, no se debe tener
preocupaciones. Hay procesos que duran hasta la proximidad de los 30
años, de la madurez corporal, para la verdadera eclosión de la
mediumnidad. Basta mantenerlo unido a las actividades espíritas,
sin forzarlo.
Si
él no revela ninguna tendencia mediúmnica, lo mejor es darle apenas
acceso a actividades sociales o asistenciales. Las sesiones de
educación mediúmnica (impropiamente llamadas de desarrollo), se
destinan apenas, a médiums ya caracterizados por manifestaciones
espontáneas, por tanto ya desenvueltos.
Hay
también un cuarto ciclo, correspondiente a mediumnidades que sólo
aparecen después de la madurez, en la vejez o en su aproximación.
Se
trata de manifestaciones que se tornan posibles debido a las
condiciones de la edad: como enflaquecimiento físico, permitiendo
más fácil expansión de las energías peri espirituales; mayor
introversión de la mente, con la disminución de actividades de la
vida práctica, estado de apatía neuropsíquica, provocado por los
cambios orgánicos del envejecimiento.
Esos
factores permiten mayor desprendimiento del Espíritu y su relación
con entidades desencarnadas. Ese tipo de mediumnidad tardía tiene
poca duración, constituyendo una especie de preparación mediúmnica
para la muerte.
Se
restringe a fenómenos de videncia, comunicación oral, intuición,
percepción extrasensorial y psicográfica. Aunque sea una
preparación, la muerte puede demorar varios años, durante los
cuales el espíritu se adapta a los problemas espirituales con los
que no se preocupó en el transcurrir de su vida. Esos hechos
comprueban el concepto de mediumnidad, como simple modalidad de la
relación hombre-espíritu.
Kardec
recuerda que el hecho de el espíritu estar encarnado no lo priva de
relacionarse con los espíritus libres de envoltura carnal, de la
misma manera en que un ciudadano encarcelado puede conversar con los
libres a través de las rejas.
No
se trata de las conocidas visiones de moribundos en el lecho
mortuorio, sino del típico desenvolvimiento tardío de mediumnidad
que, por la completa integración del individuo en la vida carnal,
imantado a los problemas del día a día, no consiguió aflorar.
Su
manifestación tardía recuerda el adagio de que los extremos se
tocan. La vejez nos devuelve la proximidad del Mundo Espiritual, en
posición semejante a la de las criaturas.
En
verdad, la potencialidad mediúmnica nunca permanece letárgica. Por
el contrario, ella se actualiza con más frecuencia de lo que
suponemos, pasa de potencia a acto en diversos momentos de la vida, a
través de presentimientos, previsiones de acontecimientos simples,
como el encuentro con un amigo hace mucho ausente, percepciones
extrasensoriales que atribuimos a la imaginación o al recuerdo y así
por el estilo.
Vivimos
mediúmnicamente entre dos mundos y en relación permanente con
entidades espirituales. Durante el sueño, como Kardec probó a
través de pesquisas a lo largo de más de diez años, nos
desprendemos del cuerpo carnal que reposa y pasamos al plano
espiritual.
En
los momentos de ausencia psíquica de distracción, adormecimiento,
etc., nos distanciamos del cuerpo rápidamente , y a él retornamos
como el pájaro que vuela y vuelve a su nido.
La
Psicología procura explicar esos lapsos fisiológicamente, más las
reacciones orgánicas a que atribuyen el hecho no son causa y si
efecto de un acto mediúmnico de alejamiento del espíritu.
Los
estudios de Hipnotismo comprueban eso, mostrando que la hipnosis
interfiere en nuestra vigilia, haciéndonos dormir de pie y soñar
despiertos, como generalmente se dice. La búsqueda científica de
una esencia orgánica de la mediumnidad nunca dio ni dará resultado.
Porque la mediumnidad tiene su esencia en la libertad del espíritu.
Llegado
a este punto podemos colocar el problema en términos más precisos:
la
mediumnidad es la manifestación del espíritu a través del cuerpo.
En el acto mediúmnico tanto se manifiesta el espíritu del médium
como otro espíritu al cual él atiende y sirve.
Los
problemas mediúmnicos consisten, por lo tanto, simplemente en la
disciplinización de las relaciones espíritu-cuerpo. Es lo que
llamamos educación mediúmnica.
En
la proporción en que el médium aprende, como espíritu, a controlar
su libertad y a seleccionar sus relaciones espirituales, su
mediumnidad se aprimora y se vuelve segura. Así el buen médium es
aquel que mantiene su equilibrio psicofísico y procede en su vida de
manera de crear para sí mismo un ambiente espiritual de moralidad,
amor y respeto por el prójimo.
La
dificultad mayor está en hacer al médium comprender que, no precisa
volverse santo, sino apenas un hombre de bien. Los objetivos de
santidad perseguidos por las religiones, a través de los milenios,
ha generado en el mundo una expectativa incomoda para todos los que
se dedican a los problemas espirituales.
Ninguno
se vuelve santo a través de la sofocación de los poderes vitales
del hombre y la adopción de un comportamiento social de apariencia
piadosa. El resultado de eso es el fingimiento, la hipocresía que
Jesús condenó incesantemente en los fariseos, una actitud
permanente de condescendencia y bondad que no corresponde a las
condiciones íntimas de la criatura.
El
médium debe ser espontáneo, natural, una criatura humana normal,
que no tiene motivos para juzgarse superior a los demás.
Todo
fingimiento y todo artificio en las relaciones sociales lleva a los
individuos a la falsedad y a al engaño. La llamada reforma íntima
esquematizada y forzada no modifica a ninguno, apenas artificializa
engañosamente a los que la siguen.
Los
cambios interiores de la criatura provienen de sus experiencias en la
existencia, experiencias vitales y conciénciales que producen
cambios profundos en la visión íntima del mundo y de la vida.
Esa
posición de los problemas mediúmnicos sugiere un concepto de la
mediumnidad que nos lleva a las propias raíces del Espiritismo. La
mediumnidad nos aparece como el fundamento de toda la realidad.
El
momento del fiat,
la Creación del Cosmos, es un acto mediúmnico. Cuando el espíritu
estructura la materia para manifestar una Creación, construye el
elemento intermediario entre él y la realidad sensible o material.
La
materia se torna el médium del espíritu. Así, la vida es una
permanente manifestación mediúmnica del espíritu que, por ella, se
proyecta y se manifiesta en el plano sensible o material.
Lo
Inteligible, que es el espíritu, el principio inteligente del
Universo, su mensaje inteligente a través de las infinitas formas
de la Naturaleza, desde los reinos mineral, vegetal y animal, hasta
el reino hominal, donde la mediumnidad se define en su plenitud. La
responsabilidad del Hombre, de la Criatura Humana, expresión más
elevada del Médium, adquiere dimensiones cósmicas.
Él
es el producto de muchos milenios de la evolución universal y carga
en su mediumnidad individual el pesado deber de contribuir para que
la Humanidad realice su destino cósmico.
La
comprensión de este problema es indispensable para que los médiums
aprendan a celar por sus facultades.
Adaptación:
Oswaldo E. Porras Dorta
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