¿LOS
ESPIRITAS PODRÍAN INGRESAR EN
LA POLÍTICA PARTIDARIA PARA SECUNDAR MEJORAS SOCIALES?...
Después
de leer cierto artículo sobre la necesidad de ingresar el espírita
en la política, fui instado a contraponer los argumentos leídos
que, en mi opinión, no se sustentaban en un análisis rápido.
Sabemos que en las proximidades de los debates para elecciones
políticas la discusión “irrita” sobre el tema si el espirita
debe o no participar de la política partidaria. No hay la mínima
necesidad de los espiritas ingresar forzosamente en el campo de la
política partidaria para las proposiciones de formulaciones sociales
a través de nuevos conceptos de vida, de convivencias y otras
relaciones sociales que puedan ser convertidos en hábitos
consagrados por la masa para que ulteriormente sean transformados en
leyes que regulen la vida en sociedad. Decir que los espiritas, por
ser “las personas más preparadas” para secundar los cambios
sociales a favor de un mundo más justo y fraterno y que no se puede
omitir de esa tarea es en lo mínimo presunción y vanidad aguzada al
límite de lo insoportable.
Por
la transformación del comportamiento individual, luchando por el
ideal del bien, en nombre del Evangelio, los espiritas no están
ajenos a la Política, se engañan quien piensa lo contrario. Los
espiritas honestos, fieles a la familia, a los compromisos morales
son integralmente ciudadanos activos, que ejercen el derecho y u
obligación (depende del punto de vista) de votar, sin embargo sin
vínculos con las querellas y cuestiones insignificantes
partidarias.
El
trabajador de la casa espirita, sea actuante en el área
mediúmnica, doctrinaria o administrativa, sabe, perfectamente, que
el centro espirita no es lugar de hacer campaña política, en
cualquier época, sobretodo próximo a las elecciones. El espirita,
definitivamente, no puede confundir las cosas. Si estuviera
vinculado a algún gremio partidario, si desea concurrir como
candidato a un cargo electivo, que lo haga bien lejos de las huestes
espiritas, para que todo lo que haga o diga, dentro de la casa
espirita, no vaya a tener una connotación de actitud de disfrazada
intención, visando conquistar los votos de sus compañeros.
Hay necesidad de distinguir la política terrenal, de la política de
Cristo. Cada situación, en su dimensión correcta. Política
partidaria, pertenece a los políticos, en cuanto la religión es
actividad para los religiosos. El argumento de que los parlamentarios
se sirven, con el pretexto de “defender” los postulados de la
Doctrina, o seducir prestigio Social para las huestes espiritas, o,
aun, ser una “luz” entre los legisladores, es argumento engañoso,
inverosímil.
A
titulo de tolerancia, muchas veces cerramos los ojos para esas
cuestiones, más la experiencia demuestra que, algunas veces, es
conveniente hasta cerrar un ojo, sin embargo, nunca los dos.
Considerando
que nuestro mundo es la morada de la opinión, es normal que tengamos
divergencias sobre ese asunto. Inaceptable, sin embargo, teniendo en
vista la propia orientación de la Doctrina Espirita, el clima de
imposiciones que se establece, no raro, envolviendo compañeros que
confunden vehemencia con agresividad, o defensa de la verdad con
hostilidad.
Es
inadmisible la utilización de la tribuna espirita, como palanca de
propaganda política.
El
Espiritismo no pacta con irrelevantes y transitorios intereses
terrenales. Por eso, no puede nadie esclavizarse por la procura de
favores de parlamentares, hasta el punto de, este, ejercer infausta
influencia en los conceptos espiritas. No tiene cabida, un líder de
partido, en el pulpito de la casa espirita, también no tienen el
menos sentido, un espirita en las calles y en los parlamentos,
implorando votos, como un mendigo, con sofismas y simulaciones de
modestia, de pobreza, de humildad, de desprendimiento, de tolerancia,
etc. con la finalidad demagógica, exaltando sus propias “virtudes”
y sus “obras” benéficas.
Puede
esa advertencia caracterizarse en un concepto en el dorso de sutiles
canticos de sirena, que arrastran algunos desatentos lideres para la
militancia político – partidaria, sin embargo, es un alerta
oportuno. ¡¡¡OPORTUNÍSIMO, DIRÍA YO!!!
Sería
bueno si esos “espiritas” (¡?), que mendigan votos, optasen por
otro credo, para que sea asegurada la no contaminación de ese
politiquismo en nuestras huestes, hasta porque, “A TITULO DE RIGOR,
NO HAY REPRESENTANTES OFICIALES DEL ESPIRITISMO EN SECTOR ALGUNO DE
LA POLÍTICA HUMANA”.
Nada
opta, repeler las actitudes extremas. No podemos abrir la mano a la
vigilancia exigida por la pureza de los postulados espiritas y no
hesitemos, cuando la situación se impone, en la alerta sobre la
fidelidad que debemos a Jesús y a Kardec. Es importante recordemos
que, en las pequeñas concesiones, vamos des caracterizando el
proyecto de la Tercera Revelación.
Urge
que hagamos una profunda distinción entre Espiritismo y Politica.
¿Somos políticos desde que nacemos y vivimos en sociedad, yes, y
entonces? La Doctrina Espirita no podrá, jamás, ser vehículo de
especulación de las ambiciones personales, en ese campo. Si el mundo
gira en función de políticas económicas, administrativas y
sociales, no hay como tolerar militancia política dentro de la
religión. No se sustentan las tesis simplistas de que solo con
nuestra participación efectiva en los procesos políticos a nuestro
alcance, ayudaremos a mejorar el mundo.
Recordemos
que Jesús Reflexionó mucho de la mejora de la criatura en sí. No
nos consta que El hubiese abierto cualquier proceso político
partidario contra el poder constituido a la época. Nuestra conducta
apolítica no debe ser encarada como conformismo. Por el contrario,
esa actitud es sinónimo de paciencia operosa, que trabaja siempre
para mejorar las situaciones y cooperar con aquellos que reciben la
responsabilidad de la administración de nuestros intereses públicos.
“En nada adelanta dilapidar el trabajo de un hombre público,
cuando nuestro deber es prestigiarlo y respetarlo tanto como sea
posible y también colaborar con el, para que la misión de el sea
cumplida. Porque es siempre muy fácil subvertir las situaciones y
establecer criticas violentas, o no, en torno de las personas. (…)
no es que estemos batiendo palmas para ese o aquel, más porque
debemos reverenciar el principio de la autoridad”.
Estamos
investidos del compromiso más inmediato, en vez de sumergirnos en el
mundo de la política saturada, por equívocos lamentables. Por eso,
no debemos buscar una posición de destaque, para nosotros mismos, en
las administraciones transitorias de la Tierra. Si fuéramos
convocados por las circunstancias, debemos aceptarla, no por honra de
la Doctrina que profesamos, más si como experiencia compleja, donde
todo suceso es siempre muy difícil. “El espiritista sincero debe
comprender que la iluminación de una conciencia es como si fuera la
iluminación de un mundo, hasta el punto que la tarea del Evangelio,
junto a las almas encarnadas en la Tierra, es la más importante de
todas, visto que constituye una realización definitiva real. La
misión de la doctrina es consolar e instruir, en Jesús, para que
todos movilicen sus posibilidades divinas en el camino de la vida.
Cambiarla por un lugar en el banquete de los Estados es invertir el
valor de las enseñanzas, porque todas las organizaciones humanas son
pasajeras cara a la necesidad de renovación de todas las formulas
del hombre en la ley del progreso universal.” (3)
El
Espiritismo nos trae una nueva orden religiosa, que precisa ser
preservada. En ella, Cristo despunta como excelso y generoso
conductor de corazones y el Evangelio brilla como el Sol en su
grandeza mágica. Una doctrina que creció asustadizamente en los
últimos lustros, en sus huestes surgirán buenos lideres al mismo
tiempo en que, también, aparecerán imprudentes innovadores,
pregonando esas ideas de militancia política.
Si
abrazamos el Espiritismo, por el ideal cristiano, no podemos negarle
fidelidad. El legado de la tolerancia no se consustancia en la
omisión de la advertencia verbal ante de los injertos conceptuales
y practicas anómalas, que algunos compañeros intentan imponer en el
seno del Movimiento Espirita. Mantengamos el espíritu de paz,
preservando los objetivos abrazados y, si hubiera necesidad de sellar
nuestro compromiso con testimonio, no titubeemos y no nos omitamos,
jamás.
Jorge
Hessen
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SÓCRATES
Y LA INMORTALIDAD DEL ALMA
En al año 399 antes de la era cristiana, el Tribunal de los Heliastas, constituido por representantes de las diez tribus que componían la demócrata Atenas, se reunía con sus 501 integrantes para cumplir una obligación muy difícil.
Representantes del pueblo, escogidos al azar, estaban allí para juzgar el filósofo Sócrates.
El pensador era acusado de rechazar a los dioses del Estado y corromper a la juventud.
Figura muy controvertida Sócrates era admirado por unos, criticado por otros.
Tenía la costumbre de andar por las calles con grupos de jóvenes, enseñándolos a pensar, a cuestionar sus propios conocimientos acerca de las cosas y de ellos mismos.
Sócrates desarrolló el arte del dialogo, la mayéutica, ese momento del “parto”intelectual, de la búsqueda de la verdad en el interior del hombre.
Sus palabras “Sólo sé que no sé nada” representan la sabiduría más grande de un ser reconociendo su ignorancia, reconociendo la necesidad de aprender, buscar la verdad
Por eso, fue sabio y más allá de sabio, ofreció ejemplos inigualables de conducta moral.
Vivió sencillamente y siempre reflexionó acerca del mundo materialista, de los valores ilusorios del ser y de las creencias vigentes en la sociedad.
Delante de sus acusadores fue capaz de dejarles lecciones importantísimas, como cuando afirmó:
“No tengo otra ocupación sino esa de persuadiros a todos, jóvenes y viejos, para que cuidéis menos de vuestros cuerpos y de vuestros bienes que la perfección de vuestras almas.”
El gran filósofo fue condenado a la muerte por cerca de 60 votos de diferencia.
La gran mayoría incentivaba a que él intentase negociar su pena, asumiendo el crimen, librándose así de la punición capital con el pago de algunas monedas.
Seguramente todos saldrían con las consciencias menos culpables.
Todos, menos Sócrates que, de ninguna manera, se permitió actuar en contra de sus principios de moralidad. Así, aceptó la pena impuesta.
Aprisionado durante 40 días, tuvo la oportunidad de huir, una vez que sus amigos encontraron una forma ilícita de darle la libertad.
No la aceptó. No se permitió ser deshonesto con la ley, aunque esta lo hubiera condenado injustamente. Una vez más ejemplificó la grandeza de su alma.
Y fueron extremadamente tranquilos los últimos instantes de Sócrates en La Tierra.
Una calma espantosa invadía su semblante y causaba la admiración en todos los que iban a visitarlo.
Indagado acerca de tal sentimiento, el pensador reveló lo que le animaba el espíritu:
“Todo hombre que llega adonde voy a ir ahora, ¡qué gran esperanza no tendrá, de que poseerá allí lo que buscamos en esta vida con tanto trabajo!
Este es el motivo que el viaje que me ordenan me llena de tan dulce esperanza.”
Si, Sócrates tenía la seguridad interior de la inmortalidad del alma y lo expresó claramente en varios momentos de sus diálogos.
La perspicacia de sus pensamientos y reflexiones ya había llegado a tal conclusión lógica.
El gran filósofo partía seguro que continuaría su tarea, que proseguiría pensando, dialogando y que desvendaría un nuevo mundo, una nueva perspectiva de la vida, que es una sola, sin muerte, sin destrucción.
El Codificador de la Doctrina Espírita, Allan Kardec, preguntó a los inmortales:
“En el instante de la muerte, ¿cuál es el sentimiento que prevalece en la gran mayoría de los hombres: la duda, el temor o la esperanza?”
Y los Espíritus le contestan: “La duda, para los escépticos empedernidos; el temor, para los que son culpables; la esperanza, para los hombres de bien.”
Que podamos todos, a ejemplo de Sócrates, dejar este mundo con el corazón lleno de esperanza.
Redacción del Momento Espírita
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tiempo...
Sabemos todos que el tiempo pasa muy pronto cuando estamos mentalmente concentrados y que, cuando estamos desocupados, parece arrastrarse lentamnte, ¿no es así?
Pues bien, es esta subjetividad del tiempo a la que me refiero.
Tengo claro que, en la medida en que aumentamos nuestra capacidad de concentración mental, el tiempo va disminuyendo para nosotros. O sea, vamos eliminando el tiempo en el decurso de la elevación vibratoria progresiva de nuestros pensamientos y sentimientos, determinada por el acumulo de conocimientos y aptitudes adquiridos en nuestra ya multi-milenaria excursión educativa por los diferentes reinos de la Naturaleza.
Tal expansión de la conciencia, intelecto-moral, nos da oportunidad de profundizar mentalmente, y cada vez mas hondo, en las cuestiones transcendentes a los aspectos materiales de la vida.
En otras palabras, con la siempre creciente aceleración de nuestras vibraciones psíquicas, aunque el tiempo continúe siendo lo que siempre fue, nosotros lo percibiremos cada vez mas diminuto, mas corto, mas escaso...
Es bueno recordar que, conforme Einstein, el tiempo es solamente un derivado del movimiento de las cosas materiales. Por eso la dimensión temporal es inexiste en los planos eternos, habitados por los espíritus elevados que ya pasaran, en el tiempo, por las condiciones existenciales en que hoy estamos nosotros , visto que no hay seres privilegiados en la Creación Divina.
Para ellos, para los altísimos padrones vibratorios que pulsan, los siglos son como, para nosotros los días. Y, al contrario de lo que pensábamos en nuestra infancia espiritual, la eternidad no es la sucesión interminable del tiempo; es la ausencia de las dimensiones materiales, entre ellas, ¡El tiempo!
Y cuando, por fuerza de la divina ley de evolución contínua e infinita de los seres, merezcamos vivir en las dimensiones espirituales puras, no tendrán ya más sentido para nosotros palabras como "futuro" y "pasado", pues estaremos viviendo el eterno presente.
Habremos, entonces, alcanzado el "fin de los tiempos" (fin = finalidad), y podremos entender la promesa de Jesús de que permanecerá con nosotros hasta el final de los tiempos, o sea, mientras necesitemos del condicionamiento espacio-temporal, en el cual ahora hacemos prácticas en sucesivas reencarnaciones.
¡Tengamos presente que la eliminación definitiva del tiempo es una perspectiva longitudinal en nuestro destino espiritual. Por ahora, nos corresponde aprovecharlo en la educación de nuestros pensamientos y sentimientos con vistas a la superación gradual de la animalidad ancestral que todavía nos ata a la costra de ese planeta.
Aureci Figueiredo Martins
– Porto Alegre/RS, mar/2005 (Traducción de Casio López)
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