LOS ESCOLLOS DE LO PARANORMAL
Jacques Peccatte
En los medios espiritualistas de la videncia o de la New Age, existen efectos de moda que se suceden a partir de diferentes conceptos extraídos de antiguas creencias, y que acaban por confundir a todo el mundo. Y entre estas ideas que están en boga, recordemos una que es propagada por videntes, médiums o curanderos, la de una supuesta influencia de los Espíritus y que se resume más o menos así: “Ustedes están perturbados, deprimidos, tienen la piel enferma… Pues bien, son Espíritus parásitos que se pegan a ustedes y les sacan toda su energía”.
Por supuesto, la información habrá sido dada por un vidente o médium patentado que no duda en afirmar a su consultor que está bajo la influencia de varios Espíritus perturbadores, por lo general en número de cuatro, cinco o seis. Eso significaría entonces en lenguaje espírita, que estas personas serían víctimas de la obsesión de muchas entidades, sin que se puedan determinar las razones. Nos sucede que encontramos a estas personas supuestamente víctimas de obsesiones plurales y después del análisis, a menudo comprobamos la existencia de desórdenes psíquicos, perfectamente identificables en cuanto se conoce bien la trayectoria de vida de la persona. Y fuera de verdaderas perturbaciones con efectos físicos (Poltergeist, raps o apariciones fantasmales) con la mayor frecuencia se ven verdaderos problemas psico-afectivos que se traducen en desagradables sensaciones o malestares físicos.
Sin contar con que el entusiasmo por lo paranormal puede inducir a las personas frágiles a imaginar que sufren de persecuciones espirituales, y condicionarse así a una forma inconsciente de autosugestión; lo cual puede conducir a sensaciones o visiones totalmente subjetivas. El papel del espírita “cazador de fantasmas” es entonces separar el desorden psíquico de la manifestación obsesiva, lo que a veces parece complejo en el primer intento. De todas maneras, el desconocimiento del sujeto dentro de la mala interpretación que se hace, conduce a muchos desórdenes psíquicos, donde se esperarían manifestaciones más objetivas.
No obstante, en algunos casos estas últimas existen, allí donde muy a menudo hay efectos físicos externos a la persona y que igualmente son comprobados por el entorno. Puede tratarse entonces de manifestaciones provocadas por el espíritu de un antiguo arrendatario o propietario, que no comprende o no soporta, la presencia de nuevos habitantes en los lugares a los cuales se ha quedado apegado y que sigue frecuentando. Ocurre igualmente, que los fenómenos se desencadenan después de una tentativa de comunicación con el más allá, que ha atraído a un espíritu perturbador. Y si a veces hay obsesión de una influencia que subyuga a la persona involucrada, eso se manifiesta por desórdenes de la personalidad y el comportamiento.
Cuando se trata de picor, hormigueo en todo el cuerpo, zumbidos y silbidos en los oídos o sentir como una presión sobre un lugar del cuerpo, una opresión, etc., es preciso ser más cauteloso en la medida en que por estos no son propiamente los signos distintivos de una obsesión. La mayoría de los testimonios toma en cuenta todos estos tipos de sensaciones que, en general, no son acompañados por desórdenes de la personalidad. Entonces el único inconveniente es el temor que engendra, luego de un condicionamiento auto sugestivo que puede provocar diversas sensaciones (subjetivas en cuanto a su origen).
Los malos consejeros
El problema en esta circunstancia, es que los llamados videntes o médiums, solicitados por las personas perturbadas, tienen para cada una el mismo discurso, para una conclusión fácil: “Si están perturbados, es porque son médiums y los Espíritus están pegados a ustedes”. Por supuesto, no se trata de una información recibida sino de una deducción apresurada que se acompaña de algunos consejos como las tradicionales protecciones con agua bendita, sal u otros amuletos. O bien otros consejos más turbadores:
“Déjense ir a la escritura automática y pregunten al espíritu lo que quiere”. En cuyo caso, si la persona tiene cierta sensibilidad, se arriesga a abrir la puerta a una presencia importuna que ya estaba allí… o que no estaba. Y cuando se conoce la realidad de los Espíritus en turbación o mal intencionados, ellos son incapaces de la menor coherencia en sus palabras pudiendo arrastrar al intermediario humano a falsas interpretaciones.
Además, no es tratando de comunicarse con un espíritu que se consigue su liberación, y no se hace sino atraerlo más sin saber qué hacer con él. Es obvio lo que ciertos videntes y médiums ignoran, incitando a los que consultan a lanzarse en la boca del lobo sin darles la solución, pero agravando el problema.
He aquí la situación para una persona sensible que realmente haya vivido los fenómenos o sufrido una obsesión. Y luego, hay los casos de personas cuyas perturbaciones son únicamente psicológicas, a quienes se les dice que tienen varios Espíritus pegados a ellas. Y este error de diagnóstico agrava aún más la situación, pues el miedo a los Espíritus conllevará una amplificación de los desórdenes psíquicos.
Detengámonos un instante en esta palabra “pegado” que se ha convertido en común. ¿Habría que imaginar entonces que los Espíritus, varios, estarían prendidos de alguna manera a una persona como sanguijuelas o vampiros que se nutren con la energía vital de su víctima? Con lo que se ha sugerido, uno se aproxima, con una imagen chocante que tiene con qué desestabilizar las personas frágiles, pues al oír la palabra “pegado”, la gente genera naturalmente una terrible angustia, igual que lo haría el anuncio de una enfermedad irremediable.
Sería pues deseable que los profesionales de la videncia asumieran sus responsabilidades a partir de un verdadero conocimiento de los principios espíritas. Y puesto que han aceptado un papel, que éste sea por lo menos el de tranquilizar antes que asustar, que sea una ayuda que ofrecer a las personas desamparadas y no decirles que son médiums perturbados por entidades, sino dando muestras de un espíritu de análisis, y luego hacerse cargo si realmente hay un problema.
Los escollos del elitismo
Dentro de la complejidad de estos asuntos, también se ha visto surgir otro tipo de problema. Personas atraídas por lo paranormal, o a quienes se les hecho creer en una sensibilidad mediúmnica, muy a menudo desean que las cosas no se detengan allí y que una perturbación pasajera pueda abrir otras posibilidades de contactos más tranquilos con los Espíritus. Y allí, nuestros consejos espíritas de prudencia son muy mal aceptados. Nuestro principio de precaución consiste en indicarles no intentar el contacto, o suspenderlo si ya se ha entablado. Se observa entonces una rebelión por parte de las personas que, persuadidas de su mediúmnidad, ante todo no quieren abandonarla, deseando sólo que se venga en su ayuda para quitarles los Espíritus que las perturban. Estas mediumnidades, reales o supuestas, son como regalos del cielo que habría que preservar a toda costa. Se ve entonces a personas “pegadas” (no ya en el sentido anterior) sino aferradas a lo que les daría una función particular, singularizándolas respecto a las demás. “Tener un don”, eso se convierte entonces en sentirse portador de una misión especial, eso se convierte en parte integrante de una nueva personalidad que se le da, es una aptitud que no puede ser abandonada. Y entonces, cuando aconsejamos detener todo, tenemos la impresión de que se despoja a la gente de lo que le es más precioso. Se entra allí en una fase psicológica que se explica muy simplemente: singularizarse por una facultad, es darse una personalidad diferente, es alcanzar lo que parecía transforma en complejo de superioridad, lo que más sencillamente se llama el orgullo del que finalmente puede decirse:
Pero existir como médium, es muy diferente, es la aceptación de lo bueno y de lo menos bueno, y es también una pesada carga que debe ser acompañada por otros y controlada en el seno de un grupo espírita. Ahora bien, los candidatos a médiums, a quienes algunos han hecho creer que tienen grandes posibilidades, mayormente no quieren ser objeto de análisis ni control dentro de un grupo, sino que quieren bastarse a sí mismos con la certeza de que, por sus propias sensaciones e intuiciones, la verdad se liberará por sí misma. Estamos frente a una desviación que, desde luego, no data de ayer sino que, a través de varios médiums o pseudo-médiums, ha dado lugar a toda una literatura en la que un espírita ya no puede reconocerse.
En todo eso se han olvidado los principios básicos que fueron definidos por el fundador del espiritismo. Allan Kardec insistía en el conocimiento de la filosofía espírita antes de todo otro paso. Ponía el acento sobre la formación de los espíritas, significando con ello que se necesitaban espíritas instruidos, conscientes, reflexivos y comprometidos con una causa a ser defendida. Y si había mediúmnidad que desarrollar, era necesario de antemano que las personas involucradas fueran ya verdaderos espíritas. Y es allí donde duele, cuando nuestros contemporáneos desinformados se imaginan que primero hay que convertirse en médium para asegurar mejor su avance espiritual. He aquí todavía un concepto que desnaturaliza completamente el sentido de una verdadera espiritualidad. ¿Habría pues que ser médium para sentirse evolucionar? Por consiguiente, ¿habría entonces que suponer que si no se es médium, la evolución se nos escapa? Tenemos que descartar esta idea turbadora que revela insidiosamente una forma de elitismo espiritual a partir de facultades. Los principios espíritas son los mismos para todo el mundo, médium o no médium; son humildad, donde sí, compartir, sin que se tenga que venerar a un médium que desempeñaría el papel de guía de pensamiento. Las mediumnidades, en su diversidad, son particularidades inherentes a las sensibilidades humanas. Pueden corresponder a misiones elegidas antes de la encarnación pero, de todas maneras, deben inscribirse dentro de un marco colectivo adecuado, a saber, el marco espírita, no conocemos otro.
Por supuesto podemos excusar a las personas que, ingenuamente, imaginan que la mediúmnidad les haría hacer un gran bien en la evolución, en la medida en que eso se dice y se escribe en todas partes en palabras espiritualistas influenciadas por diferentes modelos: son las altas espiritualidades de la canalización, son las creencias en una evolución rápida y artificial para llegar más pronto a las puertas del Nirvana. No, la evolución no será el fruto de un método personal para llegar más rápido a la serenidad. Muy por el contrario (y, además, no se trata de serenidad) la ley de la evolución universal enseñada por el más allá, es el camino áspero y difícil de la lucha en la humanidad y por la humanidad. Es volver a poner los pies bien sobre la Tierra, aunque se mantenga la cabeza en las estrellas, a fin de participar en el avance de una idea esencial.
Hay allí un principio espírita de fondo que no tiene que ser pervertido por la influencia de espiritualidades elitistas y personales. Y para volver a los médiums, pero “los verdaderos”, evidentemente su función forma parte de su evolución, de su camino elegido en esta vida para esa función. Lo que no significa que eso sea la calle real para alcanzar el absoluto divino más pronto que los demás. No hay calle real para nadie, sino la de un progreso lento y difícil para todo el mundo, que se realiza de vida en vida. Realizarse en esta vida haciendo lo que se debe, es una etapa importante para el progreso de cada uno, pero esa no es la realización total y trascendente de la pureza del espíritu.
- Fin-
*****************************
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario