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sábado, 2 de octubre de 2010

El valor de la Oración



Allan Kardec en el Libro de los Espíritus, en la pregunta 638, interroga a los Espíritus: “¿Agrada a Dios la oración?
Respuesta: La oración es siempre agradable a Dios, cuando es dictada por el corazón, pues para él, la intención lo es todo. Así, preferible le es que sea del interior a la oración leída, por muy bella que sea, si fuera leída sólo con los labios y no sentida con el corazón. Le agrada la oración cuando es dicha con fe, con fervor y sinceridad. Pero, no creáis en la que toque el hombre fútil, orgulloso y egoísta, a menos que signifique de su parte, un acto de sincero arrepentimiento y de verdadera humildad, pues, no siendo así, nada tendrá valor.” Oración es sentimiento. Podemos con las palabras, expresar lo que está en nuestro interior.    
   
Richard Simonetti, el conceptuado “Escritor Espírita”, nos habla de dos tipos de oraciones:
La oración horizontal y la oración vertical.
La primera tiene bastante significación con las oraciones proferidas, en algunas denominaciones religiosas, que son volcadas, exclusivamente, por promesas de ventajas en la vida material, con exorcismos, curas, ceremonias, culto a las imágenes, buscando el dinero del religioso. Y la oración vertical está directamente envuelta, con lo mejor del sentimiento de humildad y de sinceridad de quien ora, para el prójimo y para Dios. 
    
Así, lo que importa en la oración, no es su duración, la repetición, o ritual, la sofisticación de las expresiones, lo fundamental es la presencia del sentimiento y de la sinceridad.
 
Lo esencial no es orar mucho, sólo orar bien. Algunas personas, suponen que todo el mérito, está en el tamaño de la oración y cierran los ojos a sus propios defectos. Hacen de la oración una ocupación, un empleo, nunca sin embargo, un estudio de sí mismas. La ineficacia, en tales casos, no es del remedio, y sí, de la manera como la aplican
 
Aquellos que colocan en la oración, los ingredientes de la bondad y de la simplicidad y profunda voluntad de ayudar al prójimo, dispuestos a reconocer sus maldades con el propósito de la renovación, tienen sus dificultades disueltas, por los manantiales de bendiciones que se derraman sobre sus cabezas, emanadas del Creador.
 
  En la oración podemos: Pedir, loar y agradecer. Cuando pedimos directamente a Dios, sin el pago a alguien que sea intermediario, con el fervor del corazón y de acuerdo con nuestro merecimiento, por cierto, recibimos. Cuando loamos la obra Divina, las leyes que rigen la vida y el universo entramos en armonía con el Cosmo. Por último, cuando agradecemos estamos colocándonos en la condición de hijos, que tenemos la obligación de colaborar con el progreso material y espiritual de nuestra casa planetaria.
 
Finalmente, tener fe es guardar en el corazón la luminosa seguridad en Dios, seguridad que superó el ámbito de la creencia religiosa y haciendo el corazón reposar en una energía constante de realización en la vida y en el bien. ¡Piense en esto!
 

 João Batista Cabral - Presidente da ADE-SE. Jornalista. Radialista. Conferencista. Website: www.ade-sergipe.com.br

Publicado en el periódico Cinform de Aracaju en el dia 02.02.2009 con edicción de 22.000 ejemplares.

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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