LA FE POR LAS OBRAS Y LA CONDUCTA ESPIRITA
“Así también la fe, si no tuviera las obras, es muerta en sí misma. Más alguien dirá: Tú tienes la fe, y yo tengo las obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostrará mi fe por mis obras.” (Tiago 2:17, 18)
El Espiritismo enseña que se reconoce al verdadero cristiano por sus obras (ESE, Cap. 18, Ítem 16). No adelanta adorar e idolatrar la figura de Jesús: Es necesario vivenciar el mensaje del cual el fue portador y ejemplificado. El Propio nazareno elucida: ¿“Y por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo?” (Lucas 6:46). Con estas palabras, dirigidas a los hipócritas y adoradores comodistas, el evidenció la necesidad de vivenciar el evangelio sin las ataduras de la pueril idolatría.
La beatitud es común dentro de las iglesias cristianas, con todo, notamos la infiltración de esta actitud en algunos sectores espiritas, yendo al encuentro de los postulados doctrinarios. Hay individuos que se tornan adeptos al Espiritismo, más, infelizmente, no consiguen desasociarse totalmente de los conceptos teológicos medievales. En realidad, la “principal causa de la deturpación y desvió de las grandes ideas filosóficas y concepciones religiosas es que los hombres, no esforzándose lo suficiente para comprenderlas, pasan a adaptarlas a su modo de ser y de actuar. No consiguiendo cambiar a sí mismos, emprenden por sus propios puntos de vista el cambio de los principios que no consiguieron asimilar.” (Nueva Historia del Espiritismo )
Es natural que los Espíritus de escuela ejerzan sobre nosotros, seres aun imperfectos, un “ascendente moral irresistible” (L.E, Q.274), más el deseo de ellos es de auxiliarnos en la conquista de nuestro progreso intelecto moral, y no ser livianamente adorados como mitos.
Al escribir en su frontispicio el lema “Fuera de la caridad no hay salvación”, la doctrina espirita restaura la moral cristiana en su expresión más pura. No existen más dogmas, rituales, ceremonias, sacerdocios, imágenes, o cualquier acción que evidencie la práctica del culto exterior y del formalismo institucional. Verificamos en la cuestión 886 de El Libro de los Espíritus cual es el verdadero sentido de la palabra caridad, como entendía el propio Jesús: “Benevolencia para con todos, indulgencia para las imperfecciones de los otros, perdón de las ofensas.”
Conforme observamos, el sentido de la palabra caridad, empleada por el Espiritismo, es bastante amplio y no se limita a la asistencia social, como algunos falsamente interpretan. Los dogmas, que fueron infiltrándose en las enseñanzas evangélicas, ahogaron las máximas grandes del cristianismo naciente. Poco a poco los cristianos fueron abandonando la esencia del Evangelio, cambiándolo por el culto exterior que nada exige del hombre a no ser la hipocresía de los fariseos.
Ocurre que, entre los cristianos protestantes y católicos, hay un predominio de la teología paulina de la justificación por la fe, según las palabras de Pablo de Tarso, la “salvación” (¿salvarse de qué?) vendría por la fe y no por las palabras. De acuerdo con datos históricos, Tiago, el hermano de Jesús, fue el verdadero coordinador del Cristianismo naciente, siendo su epístola una verdadera contestación para con la doctrina de la justificación por la fe enseñada por el apóstol de los Gentíos.
Todavía, defiende Herminio C. Miranda que el apóstol Paulo “no predica la fe sin obras, como entienden muchos de sus intérpretes hasta hoy; el no hace otra cosa sino enseñar que la fe, la nueva concepción del relacionamiento del hombre con Dios, dispensa la ritualista de la ley antigua, consubstanciada en el viejo testamento y en la tradición” y que “jamás encontró apoyo en el pensamiento de Paulo de que la fe pasiva y sin obras nos llevaría a la salvación. “ (Las marcas de Cristo – Paulo, el apóstol de los Gentiles). Por su vez, Severino Celestino adujo que “no podemos olvidar que Paulo es Jesús. Su mensaje fue dirigido a los Gentíos o paganos y el facilito muchas cosas para conquistar a aquellos a quien dirigió su mensaje, en nombre de Jesús.” (El evangelio y el Cristianismo primitivo)
Tal pensamiento tiene sentido, bastaríamos citar el capítulo 13 de la primera epístola de Paulo a los Corintios, considerada un verdadero himno a la caridad. Otros pasajes también evidencian que Paulo no predicaba la fe sin obras. 2 Corintios 5:10, 2 Timoteo 4: 14, 1 Corintios 3:8, entre otras.
No sabemos si la intención de Pablo de tarso era predicar la salvación gratuita o si los teólogos interpretaron mal (mala fe) sus palabras, entretanto, son en sus epistolas que la iglesia se fundamenta, para defender el dogma salvacionista gratuito, donde podemos decir que hay más paulinos que cristianos dentro de las iglesias.
Por Ricardo Malta
El Blog de los espíritas
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Dejad a los niños venir a mí.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
18. Cristo dijo: "Dejad a los niños venir a mí" Estas palabras profundas, en su...
sencillez, no se concretan al simple llamamiento de los niños, si que también al de las
almas que gravitan en los mundos o estados inferiores en donde la desgracia ignora la
esperanza. Jesús llamaba a El la infancia intelectual de la criatura formada; a los débiles,
a los esclavos, a los viciosos; nada podía enseñar a la infancia física, prisionera de la
materia, sometida al yugo del instinto y que no pertenecía al orden superior de la razón y
de la voluntad que se ejercen alrededor de ella y por ella.
Jesús quería que los hombres fuesen a El con la confianza de aquellos pequeños seres de vacilante paso, cuyo llamamiento le conquistaba el corazón de todas las mujeres que son madres: de este modo sometía las almas a su tierna y misteriosa autoridad.
Fué la antorcha que despeja las tinieblas, el clarín de la mañana que toca a despertar; fué el iniciador del Espiritismo, que debe a su vez llamar a él, no a los niños sino a los hombres de buena voluntad. La acciónviril está subyugada; ya no se trata de creer instintivamente, y obedecer maquinalmente;es menester que el hombre siga la ley inteligente que le revela su universalidad.
Pero, queridos mios, estamos ya en los tiempos en que los errores explicados serán verdades; nosotros os enseñaremos el sentido exacto de las parábolas, la correlación poderosa que une lo que fué y lo que es. En verdad os digo, la manifestación
espiritista dilata el horizonte y aquí está su enviado que va a resplandecer como el sol en
la cima de los montes. (Juan Evangelista. París, 1863).
19. "Dejad venir a mí a los niños", porque yo poseo la leche que fortifíca a los débiles. Dejad venir a mí a aquéllos que temerosos y débiles tienen necesidad de apoyo y de consuelo. Dejad venir a mí a los ignorantes, para que yo les ilustre; dejad venir a mí a todos los que sufren, a la multitud de afligidos y desgraciados, porque yo les enseñaré el
gran remedio para aliviar los males de la vida; yo les daré el secreto para curar sus heridas. ¿Cuál será, amigos mios, ese bálsamo soberano que posee la virtud por excelencia, ese bálsamo que se aplica a todas las llagas del corazón y las cierra? ¿Es el amor; es la caridad? Si tenéis ese fuego divino, ¿qué temeréis? Diréis en todos los instantes de vuestra vida: Padre mío, que se haga vuestra voluntad y no la mía, y si os place el probarme por el dolor y las tribulaciones, bendito seáis, porque es por mi bien, yo lo sé; que vuestra mano pese sobre mí. Si os conviene, Señor, tened piedad de vuestra frágil criatura; si dais a su corazón los goces permitidos, bendito seáis también; pero haced que el amor divino no duerma en nuestra alma, sino que sin cesar haga subir a vuestros pies la voz de su reconocimiento...
Si tenéis amor, tendréis todo lo que podáis desear en vuestra tierra, poseeréis la perla por excelencia, que ni los acontecimientos, ni las fechorías de los que os aborrecen y os persiguen podrán arrebataros. Si tenéisamor, habréis colocado vuestros tesoros, en donde la polilla y el orín no pueden alcanzarlos, y veréis borrar-se insensiblemente de vuestra alma todo lo que puede manchar la pureza; sentiréis que el peso de la materia se aligera de día en día, y, semejante al pájaro que cruza los aires y no se acuerda ya de la tierra, subiréis sin César,subiréis siempre hasta que vuestra alma embriágada pueda saturarse de su elemento de vida en el seno del Señor. (Un Espíritu protector. Bordeaux, 1861).
gran remedio para aliviar los males de la vida; yo les daré el secreto para curar sus heridas. ¿Cuál será, amigos mios, ese bálsamo soberano que posee la virtud por excelencia, ese bálsamo que se aplica a todas las llagas del corazón y las cierra? ¿Es el amor; es la caridad? Si tenéis ese fuego divino, ¿qué temeréis? Diréis en todos los instantes de vuestra vida: Padre mío, que se haga vuestra voluntad y no la mía, y si os place el probarme por el dolor y las tribulaciones, bendito seáis, porque es por mi bien, yo lo sé; que vuestra mano pese sobre mí. Si os conviene, Señor, tened piedad de vuestra frágil criatura; si dais a su corazón los goces permitidos, bendito seáis también; pero haced que el amor divino no duerma en nuestra alma, sino que sin cesar haga subir a vuestros pies la voz de su reconocimiento...
Si tenéis amor, tendréis todo lo que podáis desear en vuestra tierra, poseeréis la perla por excelencia, que ni los acontecimientos, ni las fechorías de los que os aborrecen y os persiguen podrán arrebataros. Si tenéisamor, habréis colocado vuestros tesoros, en donde la polilla y el orín no pueden alcanzarlos, y veréis borrar-se insensiblemente de vuestra alma todo lo que puede manchar la pureza; sentiréis que el peso de la materia se aligera de día en día, y, semejante al pájaro que cruza los aires y no se acuerda ya de la tierra, subiréis sin César,subiréis siempre hasta que vuestra alma embriágada pueda saturarse de su elemento de vida en el seno del Señor. (Un Espíritu protector. Bordeaux, 1861).
- Allan Kardec -
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MUNDOS INFERIORES Y MUNDOS SUPERIORES
La clasificación de mundos inferiores y mundos superiores es más bien relativa que absoluta, porque un mundo es inferior o superior con relación a los que están encima o debajo de él en la escala progresiva.
Tomando la tierra como un punto de comparación, podemos formarnos una idea del estado de un mundo inferior, suponiendo al hombre en el grado de las razas salvajes o de las naciones bárbaras que aun se encuentran en su superficie, y que son restos de su estado primitivo.
En los mundos más atrasados los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios; tienen la forma humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están templados por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones de lo justo y de lo injusto, la única ley es allí la fuerza brutal. Sin industria y sin invenciones, los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación. Sin embargo, Dios no abandona ninguna de sus criaturas: en el fondo de las tinieblas de la inteligencia yace latente la vaga intuición de un Ser supremo, más o menos desarrollada. Este instinto basta para hacer que unos sean superiores a otros, preparando su aparición a una vida más completa, porque éstos no son seres degradados, sino niños que crecen.
Entre estos grados inferiores y los más elevados, hay innumerables escalones, y entre los espíritus puros desmaterializados y resplandecientes de gloria con dificultad se reconocen aquellos que animaron esos seres primitivos, de la misma manera que en el hombre adulto es difícil reconocer el embrión.
En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes, lo mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es siempre, como en todas partes, la forma humana pero embellecida, perfeccionada, y sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre, y por consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos más exquisitos tienen percepciones que en la tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se deslizan, digámoslo así, por la superficie, o se suspenden en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, así es como se pintan los ángeles y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos.
Los hombres conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina y transformados por las impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos, demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.
La poca resistencia que ofrece la materia a los espíritus ya muy avanzados, hace que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra.
En principio la longevidad está proporcionada al grado de adelantos de los mundos. La muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición: lejos de ser un motivo de espanto, es considerada como una transformación feliz, porque allí no existe la duda sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materiac compacta, irradia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento.
En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo, siempre amistosas, nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra, consecuencia de aquélla.
Allí no hay ni amos, ni esclavos, ni privilegiados por nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que establece la diferencia de condición y da la supremacía. La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al mérito y porque siempre se ejerce con justicia.
El hombre no procura elevarse sobre el hombre, sino sobre sí mismo, perfeccionándose; y este deseo incesante no es un tormento, sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a igualarles. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana se encuentran allí aumentados y purificados; los enconos, los celos mezquinos y las bajas codicias de la envidia son desconocidas; un lazo de amor y fraternidad reune a todos los hombres, y los más fuertes ayudan a los más débiles. Poseen más o menos según lo que han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma procuran una eterna alegría el contacto de los malos que no tienen entrada.
Esto que no turban ni las angustias de la vida material, ni es lo que difícilmente comprende el espíritu humano; ha sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido representarse los goces del cielo; ¿y por qué?; porque siendo inferior sólo ha sufrido penas y miserias y no ha entrevisto los esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que conoce; pero a medida que se eleva y purifica, se esclarece el horizonte y comprende el bien que está delante de si, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.
Sin embargo, esos mundos afortunados no son mundos privilegiados porque Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y las mismas facilidades para llegar a ellos, a todos los hace partir de un mismo punto, y no dota a unos más que a otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde alcanzarlos lo más pronto posible, o languidecer durante siglos y siglos en lo más bajo de la humanidad. (Resumen de la enseñanza de todos los espíritus superiores).
Extraído de: "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec
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Si yo tuviese una segunda oportunidad
Una mujer que ya había perdido la lucha contra el cáncer, en sus últimos momentos de la existencia escribió un mensaje que podríamos titular: si yo tuviese una segunda oportunidad.
Decía más o menos así:
Si yo tuviese mi vida para vivir nuevamente yo hablaría menos y oiría más. Yo invitaría a los amigos para comer aun mismo que la alfombra estuviese sucia y el sofá desarreglado.
Yo comería palomitas de maíz en la sala de estar con los niños y me preocuparía menos con la suciedad cuando alguien pensó en encender la chimenea.
Yo tomaría un tiempo para oír a mi abuelo contarme sobre su juventud y jamás insistiría para que los niños cerrasen las ventanas del coche en el verano, por causa de mi cabello, que había terminado de peinar y arreglar.
Yo encendería aquella vela en forma de rosa, antes de ella deteriorarse. Yo me sentaría en el suelo con mis hijos, sin preocuparme por la ropa. Yo lloraría menos viendo la televisión y viviría más intensamente mi vida.
Yo me iría a la cama cuando estuviese enferma en vez de actuar como si el mundo fuese a acabarse, en el caso que no saliese aquel día.
En vez de quedar reclamando durante nueve meses de embarazo, yo aprovecharía cada momento pensando en cómo la vida que se desenvuelve dentro de mi era un milagro de Dios.
Cuando mis hijos me besasen y abrazasen espontáneamente, yo jamás diría: “¡Más tarde! Ahora vamos a lavar las manos para cenar”.
Habría más “te amo”… más “me disculpa”, más, principalmente, si tuviese mi existencia prolongada, yo iría a aprovechar cada minuto… vivirlo intensamente… y nunca desperdiciarlo.
Más todo eso, sería si yo tuviese una segunda oportunidad…
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Aquella mujer no tuvo su existencia prolongada para rehacer el camino y repensar en los valores, más usted está a tiempo. Piense en la importancia de cada minuto y utilícelo para construir su felicidad y la felicidad de aquellos que usted ama.
Conquiste nuevos amigos, de atención a los ya conquistados y conviva más con los hijos y demás familiares.
Adquiera el habito de la lectura saludable y busque aprender un poco más sobre las leyes que rigen la vida espiritual, que es para donde usted irá más tarde o más temprano.
Viva intensamente cada momento de su existencia, más con moderación. Preste atención a lo que las personas dicen y cuide bien de su salud.
Done un poco de su tiempo a los ancianos abandonados en los asilos.
De afecto a una criatura huérfana.
Distribuya alegrías a los que caminan solos y tristes.
Renueve la esperanza de alguien.
No de tanta importancia a las apariencias exteriores, ni a lo que piensen de usted.
Y recuerde que lo que realmente importa es estar bien con la propia conciencia.
¡Piense en eso!
El día que amanece es una oportunidad más que el creador le concede para que usted construya su felicidad.
Cada hora de ese día es oportunidad renovada cada sesenta segundos.
Cada minuto que pasa es siempre tiempo de pensar o repensar posturas, actitudes, valores.
Considerando todo eso, entendemos muy bien que Dios no nos ofrece apenas una segunda oportunidad, más si muchas oportunidades en un solo día. Para ser más exacto, veinticuatro horas de oportunidades por día, sesenta minutos de oportunidades y sesenta segundos por minuto.
Y sabemos que para tomar una decisión, no precisamos más que una decima de segundo.
¡Piense en eso!
Se desconoce su autor. Ofrecido por el Equipo de Momento espirita
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