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martes, 14 de febrero de 2012

Perdonar



¿CUANTAS VECES PERDONARÉ A MI HERMANO? UN  DILEMA ENTRE LA TOLERANCIA Y LA VENGANZA

“Aprendiste que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente.
- Yo, sin embargo, os digo que no resistáis al mal que os quieran hacer; que si alguien os golpea en la cara derecha , le presentéis también la otra; y que si alguien quisiera pleitear contra vosotros, para tomar la túnica, también le entreguéis el manto; y que si alguien os obliga a caminar mil pasos con él, caminéis dos mil más – Dad a aquel que os pida y no repeléis a aquel que os quiera tomar prestado”(1)


  ¿Cómo no revelarse, como hacer aun más de lo que nos exigen a los que nos ofenden? ¿Que entendemos por perdonar? ¿Cómo perdonar sin permitir que el mal nos envuelva, sin dejarnos quedar bajo las instancias de aquellos que nos dañan, que nos perjudican o que nos hieren? Esas cuestiones son instigantes. Todavía, el buen sentido nos impone la siguiente deducción: precisamos comprender y disculpar, ilimitadamente, porque todos nosotros necesitamos de comprensión y disculpa en las horas de desaciertos, más urge que analicemos los hechos para que los diques de la tolerancia no se rompan, corroídos por la displicencia sistemática, patrocinando desorden. 

     Diferente a las enseñanzas de Cristo, parece  ser parte del mecanismo instintivo de defensa de los seres humanos el devolver los golpes a un agresor. En este sentido, según algunos, poner la otra cara es una actitud de eficacia dudosa, contrariando lo que Jesús predicó hace más de dos mil años. Según opiniones de pesquisidores, más  próximos al l materialismo, las religiones, antes de Cristo, también, incentivaban a la venganza desproporcionada al agravio. Los Viejos Textos están repletos de pasajes del tipo de “ojo por ojo”, dicen esos estudios. Argumentan, además, que, como institución, la religión es mala consejera en el asunto de la tolerancia. Las guerras religiosas siempre fueron, y aun son  inexplicablemente, las más duras y las más crueles de la historia humana.

  ¿Por qué cargamos en nuestro interior el rencor y la inclinación a la venganza? Esto puede ser atribuido a perturbaciones mentales o morales, a padres ausentes en la infancia, o a cuestiones culturales. Para Jeffrie Murphy “la cultura es un factor determinante en la frecuencia donde los deseos de represalia se manifiestan en una sociedad.” Murphy afirma, aun, (¡admírense!) que  Brasil, considerado la Patria del Evangelio “aparece en tercer lugar en las estadísticas entre las naciones en las cuales el sentimiento de venganza es más acentuado, por detrás de Bielo-Rusia y de Bélgica”. (2) Para algunos estudiosos. El deseo de venganza es una parte perfectamente normal de la naturaleza humana y su supresión puede ser, uno de aquellos aspectos que la vida moderna en sociedad nos sugiere. Hay quien descubre cualidades en el resentimiento. Jeffrye sugiere tres (¡ asombrense !): auto respeto, auto defensa y respeto por el orden moral. “La persona que nunca se resiente, sea de la ofensa que sea, puede ser un santo.  Pero, la falta de resentimiento puede también revelar una personalidad servil sin respeto por sus derechos y su condición de individuo libre y moralmente respetable.” (3) Leona Helmsley, una millonaria norteamericana, usó el testamento para vengarse de la familia, que detestaba. Cuando desencarnó, destinó la mayor parte de la fortuna, de cinco billones de dólares, para instituciones de caridad (aquí actuó correctamente), sin embargo, también dejó doce millones de dólares para su cachorrillo maltes, Trouble. Dos, de sus cuatro nietos, recibieron cuantías equivalentes a la mitad de la donada al cachorro. Los demás parientes fueron, simplemente, ignorados. “Ellos saben porque”, escribió Leona como clara venganza en el testamento. (4)

     Perdonar cosas leves, contra nosotros mismos, es relativamente fácil, pero, cuando se trata de algo más serio, como un asesinato o un estupro, por ejemplo, la dificultad de superación de la amargura aumenta, considerablemente. Sabemos que refrenar el deseo de venganza no es fácil cuando alguien siente el corazón trasbordar de furia. Con todo, no podemos olvidar que, entre el deseo de venganza y  la ejecución de la acción vengativa, existe espacio suficiente para ejercer el libre albedrio, o sea, el elegir entre el bien y el mal. La venganza será siempre una actitud insensata e inútil,  porque, ningún beneficio traerá a nuestro progreso, y una vez consumada, habrá satisfecho, si acaso nuestra inconformidad ante los desconocidos motivos de nuestro infortunio.

     La convivencia con criaturas y sistemas imperfectos, capaces de infligirnos los más variados disgustos, cercenamientos, limitaciones, vicisitudes y agresiones, constituye el objetivo moral de la reencarnación, de forma que disciplinemos, en definitiva, los ideales superiores de la vida y los incorporemos al acervo de los valores que ya edificamos anteriormente en el espíritu. En ese sentido, “el perdón es la superación del sentimiento perturbador de venganza, de las figuras de venganza y de odio a través de la perfecta integración en si mismo, sin dejarse herir por las aflicciones provenientes de los relacionamientos interpersonales”. (5) Y, más aún, hay investigaciones que  indican que el acto de perdonar puede aplacar la tensión, reducir la presión sanguínea y disminuir la tasa de problemas cardiacos. Por tanto, el perdón  es una cuestión de salud. El perdón pasó a ser investigado por la medicina. Los variados estudios que hay en marcha siguen la tendencia de analizar la influencia de las emociones en la salud. Perdonar, supone, liberar el cuerpo de sustancias que solo hacen mal. Esa tesis hace parte del libro El poder del perdón de Luskin. (6)

     La intolerancia casi siempre da lugar a la agresividad. Las decisiones emocionales revientan rápidas como torrentes. Sin la participación del buen sentido, son capaces de damnificar la armonía de mucha gente. Si nos examináramos bien, llegaríamos a la conclusión de que siempre podremos ser más tolerantes de lo que hemos sido, habitualmente. Sin embargo, hay cosas que socialmente son intolerables, como la violación de los derechos humanos o la destrucción del planeta, la pedofilia, la corrupción, etc. Muchos “tolerantes” tibios, llevados de indolencia e inconsciencia, mantienen la actitud de quien no está “Para molestarse”, porque eso da trabajo y, a veces, hasta  exige alguna abnegación, pero, eso es ¡cobardía! Tolerancia no es indiferencia, ni connivencia, ni timidez. Por el contrario, la tolerancia presupone  un entendimiento superior, sin orgullo o vanidad que  se sienta en el coraje esclarecido para el beneficio de todos, inclusive de los adversarios. Un método enojoso de perdón fue colocado en práctica por Mahatma Gandhi, el Satyagraha (7), esto es, conquistar al adversario, tomando  para sí, el sufrimiento, tratando de despertar la conciencia moral de aquel que se quiere convencer de que el acto que practica es impropio. Es un método osado de perdón, porque implica  la tentativa de sensibilizar al agresor en el sentido de reverter su comportamiento. Jesús aconsejó amar a nuestros enemigos en el  sentido de no devolver con la misma moneda aquello que nos fue dirigido. Ofrecer, sin embargo, la otra cara (la cara del bien), pues así, se cortarían por la raíz, los sentimientos de venganza.

     ¿Delante de las agresiones recibidas, Cristo lo miró a los ojos y le pregunto: “si yo erre, apunta mi error, más si no erre, porque me golpeas?” (8) Es, ahí, el verdadero coraje. El Maestro sufrió la ingratitud de aquellos a los que había ayudado, enfrentó el cinismo de los agresores, fue ultrajado, calumniado, le escupieron en el rostro y lo crucificaron,  pero  El tomó una única actitud: la del perdón. (9) Recordó la importancia de no colocar límite al acto de perdonar. “Si vuestro hermano pecó contra vosotros, id y hablarle sobre la falta en particular, entre vosotros y el.

     Si os oyera, habréis ganado un hermano.” Entonces aproximándose a él, Pedro dijo: “¿Señor cuantas veces perdonare a mi hermano cuando él haya pecado contra mí? ¿Será hasta siete veces?

   Jesús le respondió: “Yo no digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.” (10)

     “En el Cristianismo se encuentran todas las verdades; son de origen humano los errores que en el se enraízan”. (11) Jesús no quiso decir que dejáramos de reprimir el mal, pero no pagar el mal con otro mal. Perdón es el pagamiento del mal con el Bien… El Perdón nivela a los hombres por lo que en ellos hay de mejor, liberando a quienes perdonan de los malos sentimientos que esclavizan a los que hieren.

     Mal por mal significa el eclipse absoluto de la razón. “Por más aflictivo que sea el recuerdo del adversario, recordémoslo en nuestras oraciones y en las meditaciones, por el hermano que necesita de nuestra asistencia fraterna.aun no readquirimos nuestra memoria integral del pasado y ni sabemos lo que nos ocurrirá en el futuro”. (12) ¿Qué sería de la Humanidad si no existiese la paciencia y la tolerancia del Creador para con las criaturas imperfectas y rebeldes que somos? perdonar es un acto inteligente, que nos libera de otras ansiedades y perturbaciones que no  precisamos enfrentar. ¡Entonces!... ¿Para qué guardar amarguras?
 Jorge Hessen




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