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sábado, 2 de octubre de 2010

Versos: El Espiritismo


EL ESPIRITISMO

De Amalia Domingo Soler


A mi hermano en creencias, D. MANUEL AUSÓ

Es el Espiritismo, el gran consuelo
que los mortales hallan en la tierra,
sin el imbécil limbo, sin el cielo,
ni del infierno la espantosa guerra:
el hombre encuentra en él, clara y sin velo,
la lógica razón, donde se encierra
la causa y el efecto del problema
sin pecado de origen ni anatema.
Justa, evidente, fácil y sencilla
se ostenta la verdad sin duda alguna;
en él la preferencia a nadie humilla,
ni existen preeminencias de fortuna;
que en el Espiritismo sólo brilla
la nobleza del alma y no la cuna,
porque el espiritista es el obrero
del único progreso verdadero.

2
Las religiones todas han pintado
un Dios a su capricho y sus antojos;
en todas le busqué, pero no he hallado
quien calmara mi angustia y mis enojos;
que el Dios que los mortales han formado
le cercan de la duda los abrojos,
y nada más horrible que la duda...
¡Feliz aquél que tras la fe se escuda!
Yo en los templos, al pie de los altares,
quería hallar a Dios, oyendo misas,
y escuchando monótonos cantares
del incienso entre nubes indecisas.
Envidiaba a los hombres que, a millares,
escuchaban con plácidas sonrisas,
las historias de luengas tradiciones,
de milagros, de santos y visiones.
Los envidiaba, sí; porque en mi anhelo
yo no encontraba a Dios en mi agonía;
un mito para mí fue siempre el cielo,
y el purgatorio estafa y mercancía;
buscando a mi dolor algún consuelo
crucé los mares, y en tan fausto día,
al contemplar el piélago profundo
rendí homenaje al Hacedor del mundo.
Encontré a "Dios en medio de los mares,
en sus noches tranquilas y serenas,
dejé de recordar mis patrios lares
y olvidé mis dolores y mis penas;
yo no había visto a Dios en los altares
mas lo hallé de la playa en las arenas,
en las montañas de nevada espuma
y en las rocas veladas por la bruma.

3

Al conocer de Dios el poderío
y al comprender su sabia omnipotencia,
hallé en la humanidad un gran vacío:
que la unidad faltaba a esta existencia.
Entre honores y glorias, vi ni impío,
y a la virtud sumida en la indigencia,
y dije: la creación es una obra
en donde un algo falla, o algo sobra.
¿Por qué unos gozan mil y mil placeres
y otros sufren tormentos sin medida?
¿Por qué, Señor, distingues a los seres,
para unos muerte, y para esotros vida?
¿Por qué a los miserables los prefieres
dándoles recompensa inmerecida?
¿Y en tanto un alma pura y delicada,
no encuentra la felicidad soñada?
Tú que diste perfumes a las flores,
y a las eternas olas su murmullo,
y al refulgente sol sus resplandores,
y a enamorada tórtola su arrullo,
y a las aves plumaje de colores,
y al gusano de seda su capullo,
¿cómo hiciste al hombre desgraciado,
cuando tu misma esencia lo ha formado?
Estas quejas al viento yo lanzaba,
cuando escuché una voz, pura y suave,
que estas sentidas frases murmuraba:
«Dios ha querido que tu duda acabe;
si ves la humanidad gimiendo esclava,
sufriendo una expiación penosa y grave,
no creas que retrocede en su adelanto,
la perfección se riega con el llanto».

4
«Recuerda de Jesús la triste historia,
que diez y nueve siglos han pasado,
y aún los hombres veneran su memoria,
y sus leyes al mundo han dominado;
pues con la muerte conquistó su gloria;
y el que fue escarnecido y humillado,
¡ha sido de la tierra el gran profeta,
el regenerador de ese planeta...!
«No pienses que en la tumba está la muerte
porque ves disgregarse la materia
nada en la tierra permanece inerte
todo circula por distinta arteria;
en mi revelación vengo a ofrecerte,
la causa que da efecto a la miseria:
porque Dios en su justa omnipotencia
para ninguno tiene preferencia».
«A cada cual le da lo que ha ganado;
al espíritu dio libre albedrío,
y éste por sus antojos dominado
vive según su loco desvarío:
para el progreso eterno destinado,
prefiera el lodazal, o el limpio río,
que dure años o siglos su jornada,
hacia el Todo camina, no a la Nada».
«Hay mundos mil y mil donde los seres
encuentran elementos de arte y vida,
mezclados con acerbos padeceros,
armonía universal no comprendida:
pues si fueran eternos los placeres
sería su sensación desconocida;
y tienen peso igual en la balanza,
la realidad del bien y la esperanza».

5

«La esperanza es la voz de las edades
y es el Espiritismo su idioma,
manantial de las lógicas verdades
que en la fuente de Dios raudales toma,
consuela vuestras mil penalidades,
astro de luz que en el oriente asoma:
y es el Espiritismo la gran ciencia
que os puede definir vuestra existencia».
Cesó la voz de modular sonidos,
latió mi corazón, sentí en mi mente
brotar los pensamientos confundidos
cual brota del volcán su lava hirviente;
la luz fue penetrando en mis sentidos,
comprendí la justicia omnipotente,
y vi que la creación es una obra
que nada le hace falta ni le sobra.
¡Humanidad que vives sumergida
en la más dolorosa indiferencia,
y que por tu ignorancia eres deicida;
reconoce y admira a la gran ciencia,
que descifra el problema de la vida
demostrando el Por qué de esta existencia,
y el pasado, el presente y el mañana,
las tres edades de la raza humana!
¡Qué presentan cien mil generaciones
en sus dioses, sus ritos y misterios,
en las ruinas de pueblos y naciones,
y en los bosques, primeros monasterios,
las sectas de diversas religiones,
que existen en distintos hemisferios,
los mundos que en su eterno movimiento
obedecen a un solo pensamiento!

6
 Por el Espiritismo se eslabonan
formando una cadena bendecida,
los unos en los otros se aprisionan
y componen el Todo de la vida.
¡Atrás los orgullosos que blasonan
de haber marcado al tiempo una medida,
para el tiempo no hay límite prescrito,
porque éste, como Dios, es infinito!

Amalia Domingo Soler.
Año 1874.

Respuesta del Más Allá

Chico Xavier

Me pide la señora en el concurso de Espíritu desencarnado para la solución de problemas domésticos en el sector de educación de los hijitos que Dios le confió. Me conforma sobremanera, su generosidad; entre tanto, amiga mía, la opinión de los muertos, esclarecidos en la realidad que les constituye el nuevo ambiente, será muy diferente del concepto general.

La verdad es que el túmulo nos proporciona la renovación de los preceptos que nos pautaban las actitudes.

Allá en el mundo, vestidos con el viejo manto de las fantasías, raros padres consiguen huir de la ceguera de la sangre. De orientadores positivos, que deberíamos ser, pasamos a la condición de servidores menos dignos de los hijos que la providencia nos entregó, por algún tiempo, al cariño y a nuestro cuidado.

En Europa, trabajada por el sufrimiento, existen colectividades que ya se acautelan contra los peligros de la inconsciencia infantil entre niños y caprichos satisfechos. Conocemos, por ejemplo, un refrán ingles que recomienda: - “evita la vara y ríndete a la criatura”. Más en América, generalmente, evitamos los defectos de la criatura para que el joven nos deje la vara logrando que pueda vestirse sin nosotros. Naturalmente que los británicos no son padres desnaturalizados, ni monstruos que atormentan a los niños al anochecer, más comprendieron, antes que nosotros, que el amor, para educar, no prescinde de la energía y que la ternura por más valiosa que sea, no puede dispensar el esclarecimiento.

Dentro del Nuevo Mundo, y principalmente en nuestros País, las criaturas son pequeños y detestables señores del hogar que, a los pocos, se transforman en peligrosos verdugos. Los llenamos de juguetes inútiles y de cariños perjudiciales, sin vigilancia necesaria, ante el futuro incierto. Recuerdo, admirado, el tiempo en que se consideraba héroe al genitor que robase un guiso para satisfacer la impertinencia de algún pequeñín tragón y, muchas veces, recuerdo, avergonzado, la veneración sincera con que veía ciertas madres insensatas desboronarse en llanto por la imposibilidad de adquirir una gran muñeca para la hija exigente. La muerte, todavía, me enseño que todo eso no pasa de locura del corazón.
Es necesario despertar la alegría y encender la luz de la felicidad en torno de las almas que recomienzan la lucha humana, en tiernos cuerpos, y muchas veces enfermizos. Fuera la tiranía doméstica sustraerla al sol, al jardín, a la Naturaleza. Seria un crimen cerrarles la sonrisa graciosa, con los rayos inoportunos, cuando sus ojos ingenuos y confiados nos piden comprensión. Entre tanto, amiga mía, no dejemos de proporcionarles la alegría constructiva, ni de preocuparnos de su felicidad real. Las viciamos simplemente.

Comenzamos la tarea ingrata, habituando a las peores palabras en la boca de la astucia e incentivándolos a las más pequeñas agresividad risueña. Nos horrorizamos cuando alguien nos habla de corregir el trabajo. La palmeta y la oficina se destinan a los hijos ajenos. Convertimos el hogar, santuario edificante que la Majestad Divina nos confía en la Tierra, en una fortaleza odiosa, dentro de la cual enseñamos el menosprecio a los vecinos y la guerra sistemática a los semejantes. Satisfaciendo los caprichos, nos disponemos a pisar afectos sublimes, hiriendo a nuestros mejores amigos y descendiendo a los hondos abismos del ridículo y de la estupidez. Fieles a sus desproporcionadas exigencias, fallamos en el setenta por ciento de nuestras oportunidades de realización espiritual en la existencia terrestre. Envejecemos prematuramente, contraemos dolorosas enfermedades del alma, y, casi siempre, solo reconocen alguna cosa de nuestra renuncia frívola; cuando el matrimonio y la familia los afrontan, en el extenso camino de la vida, dilatándoles obligaciones y trabajos. Aun así, si la piedad no comparece en el cuadro de sus concepciones renovadas, nos convertimos en abuelos esclavos y sumisos.

La muerte, sin embargo, toma nuestra alma en su red infalible para que nos aconsejemos, de nuevo, con la verdad. Nos cae la venda de los ojos y observemos que nuestros supuestos sacrificios no representaban nada más que amargo engaño de la personalidad egoísta. Nuestras largas vigilias y atritos angustiosos eran, apenas, la defensa inútil del mentiroso sistema de protección familiar. Y humillados, vencidos intentamos en balde el ejercicio tardío de la corrección. Absolutamente desamparados de nuestra lealtad y de nuestra indeseable ternura, los hijos de nuestro amor real, en la vida fuera, aprendiendo en la aspereza del camino común. Es que, antes de ser los descendientes temporales de nuestra sangre, eran compañeros espirituales del campo infinito de la vida, y, se volvieron al internado de la encarnación, y que necesitaban atender el rescate, junto a nosotros, adquiriendo más luz y entendimiento. No debíamos rodearlos de mismos inútiles, más si de lecciones provechosas, preparándolos, cara a las exigencias de la evolución y del mejoramiento para la vida eterna.


De ese modo, amiga mía, use sus recursos educativos compatibles con el temperamento de cada bebe, encaminándoles el paso, desde la cuna, en el camino del trabajo y del bien, de la verdad y de la comprensión, porque las escuelas publicas o particulares instruyen la inteligencia, más no se pueden responsabilizar por la edificación del sentimiento. En cada ciudad del mundo puede haber un Pestalozzi que coopera en la formación del carácter infantil, más nadie puede sustituir a los padres en la esfera educativa del corazón.

Si la señora, sin embargo, no acredita en mis palabras, por ser hijas de la realidad, que no se indisfrazable y dura, ejercite exclusivamente el cariño y espere por la lección del futuro, sin incomodarse con mis consejos, porque yo también, si aun estuviese envuelto en la carne terrestre y si un amigo de “otro mundo” me viniese a trazar los avisos que le doy, probablemente no los aceptaría.


pelo Espírito Irmão X - Do livro "Luz no Lar" - psicografia de Francisco Cândido Xavier



Con mucho amor y cariño de


http://www.merchita926.divulgacion.org/

El valor de la Oración



Allan Kardec en el Libro de los Espíritus, en la pregunta 638, interroga a los Espíritus: “¿Agrada a Dios la oración?
Respuesta: La oración es siempre agradable a Dios, cuando es dictada por el corazón, pues para él, la intención lo es todo. Así, preferible le es que sea del interior a la oración leída, por muy bella que sea, si fuera leída sólo con los labios y no sentida con el corazón. Le agrada la oración cuando es dicha con fe, con fervor y sinceridad. Pero, no creáis en la que toque el hombre fútil, orgulloso y egoísta, a menos que signifique de su parte, un acto de sincero arrepentimiento y de verdadera humildad, pues, no siendo así, nada tendrá valor.” Oración es sentimiento. Podemos con las palabras, expresar lo que está en nuestro interior.    
   
Richard Simonetti, el conceptuado “Escritor Espírita”, nos habla de dos tipos de oraciones:
La oración horizontal y la oración vertical.
La primera tiene bastante significación con las oraciones proferidas, en algunas denominaciones religiosas, que son volcadas, exclusivamente, por promesas de ventajas en la vida material, con exorcismos, curas, ceremonias, culto a las imágenes, buscando el dinero del religioso. Y la oración vertical está directamente envuelta, con lo mejor del sentimiento de humildad y de sinceridad de quien ora, para el prójimo y para Dios. 
    
Así, lo que importa en la oración, no es su duración, la repetición, o ritual, la sofisticación de las expresiones, lo fundamental es la presencia del sentimiento y de la sinceridad.
 
Lo esencial no es orar mucho, sólo orar bien. Algunas personas, suponen que todo el mérito, está en el tamaño de la oración y cierran los ojos a sus propios defectos. Hacen de la oración una ocupación, un empleo, nunca sin embargo, un estudio de sí mismas. La ineficacia, en tales casos, no es del remedio, y sí, de la manera como la aplican
 
Aquellos que colocan en la oración, los ingredientes de la bondad y de la simplicidad y profunda voluntad de ayudar al prójimo, dispuestos a reconocer sus maldades con el propósito de la renovación, tienen sus dificultades disueltas, por los manantiales de bendiciones que se derraman sobre sus cabezas, emanadas del Creador.
 
  En la oración podemos: Pedir, loar y agradecer. Cuando pedimos directamente a Dios, sin el pago a alguien que sea intermediario, con el fervor del corazón y de acuerdo con nuestro merecimiento, por cierto, recibimos. Cuando loamos la obra Divina, las leyes que rigen la vida y el universo entramos en armonía con el Cosmo. Por último, cuando agradecemos estamos colocándonos en la condición de hijos, que tenemos la obligación de colaborar con el progreso material y espiritual de nuestra casa planetaria.
 
Finalmente, tener fe es guardar en el corazón la luminosa seguridad en Dios, seguridad que superó el ámbito de la creencia religiosa y haciendo el corazón reposar en una energía constante de realización en la vida y en el bien. ¡Piense en esto!
 

 João Batista Cabral - Presidente da ADE-SE. Jornalista. Radialista. Conferencista. Website: www.ade-sergipe.com.br

Publicado en el periódico Cinform de Aracaju en el dia 02.02.2009 con edicción de 22.000 ejemplares.

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta