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domingo, 30 de septiembre de 2012

CUANTO DOLOR FUE NECESARIO







Un pequeño poema de Bertolt Brecht dice:

A mi madre.
Cuando ella pereció, fue colocada en la tierra.
Flores nacen, mariposas vuelan por encima...
Ella, liviana, no hizo presión sobre la tierra.
¡Cuánto dolor fue necesario para que quedase tan liviana!


El dolor nos hace más livianos cuando extraemos de él la esencia de la sabiduría.

De nada adelanta sufrir y seguir igual, con el mismo modo de pensar, con los mismos vicios...

El dolor siempre enseña. El dolor siempre esculpe. Corresponde al alumno dejarse moldear por él.

El dolor retira a golpes de cincel en el bloque de mármol de la vida, aquello que no es belleza ni es escultura.

En un primer momento y con una tímida mirada, los golpes son crueles, hieren, sangran.

Sin embargo, más tarde y sólo  más tarde, se puede mirar el bloque antes deformado, surgiendo con formas definidas y correctas.

Así también es el sufrimiento. Casi siempre es comprendido sólo en el transcurrir del tiempo y cuando la visión ya madura acerca de nosotros mismos, se sobrepone a la inmediatez persistente en el alma.

Sin duda, cuando aprendemos con el sufrimiento, cuando ya no repetimos los mismos errores o cuando no somos más esclavos de ellos, salimos de la vida más livianos.

Salimos de aquí más livianos, cuando retiramos de nosotros los peores vicios - esa carga perversa que insistimos en llevar de por vida.

Sí, salimos más aliviados cuando comprendemos que somos los grandes perjudicados cuando guardamos rencor, cuando permitimos que un sentimiento negativo cause pesar en nuestro pecho durante mucho tiempo.

Salimos aliviados de la existencia, cuando la enfermedad nos quita la vida del cuerpo, pero renueva la vitalidad del alma, que renace en nuevo cuerpo dejando en la enfermedad pretérita los débitos con la Ley Divina.

Es cierto que el dolor es el maestro enérgico e implacable, pero es también profesor indispensable para nuestras existencias inseguras e irresponsables.

Es de entendimiento general que cuanto más responsable y maduro es el estudiante más flexible y ameno puede ser el educador.

Vivimos aún en la época de los estudiantes rebeldes, aparentemente incorregibles, por eso el maestro dolor necesita actuar con tanta vehemencia y rigidez.

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El pantano y las aguas estancadas experimentan riguroso drenaje, a fin de transformarse en jardín y huerto.

El desierto siente la modificación de su estructura por medio de elementos químicos con el fin de reverdecer y coronarse de flores.

La semilla sufre el aplastamiento e irrumpe en vida exuberante.

En los animales, el parto es violencia orgánica dolorosa que libera la vida que llevaba encarcelada.

Por lo tanto, es comprensible que el florecimiento de la perfección comienza por la ruptura de lo grotesco que predomina en el ser humano.

Frecuentemente ocurren errores que generan calamitosos efectos que deben ser reparados, desafíos que promueven la conquista de los más altos niveles de logro.

Son inevitables los sucesos depuradores, los sufrimientos de sublimación.

El dolor es mensaje de vida cantando el himno de alabanza y gloria a la evolución. Recibirla con tranquilidad, constituye una admirable realización íntima de la lucidez intelecto-moral del ser humano.


 Redacción del Momento Espírita con citación del capítulo  El Dolor y Sus Bendiciones, del libro Fuente de luz, por el Espíritu Joanna de Ángelis, psicografia de Divaldo Pereira Franco, ed. Leal.









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