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sábado, 11 de enero de 2014

La más necesaria de las "Revelaciones"

- Dr. Bezerra de Menezes- La más necesaria de las "Revelaciones" Hijos, cuantos permanecen en la expectativa de nuevas revelaciones del Mundo Espiritual por falta de la fe, olvidan que el Evangelio continua siendo el mensaje inédito de la vida que todos necesitamos asimilar. La ciencia, sin duda, enseñara a los hombres nuevos caminos y la luz de la Verdad poco a poco resplandecerá para las criaturas, sin embargo los preceptos básicos para la felicidad humana se resumen en la lección del amor que el Cristo enseño a la Humanidad. El mayor desafío para el hombre no se constituye en la conquista del Cosmos o en el pleno conocimiento de las leyes que rigen el mundo material: su mayor desafío es la conquista de sí mismo, en el dominio más amplio de las propias emociones y de los pensamientos que se originan en su mundo íntimo. La aplicación de las virtudes cristianas en lo cotidiano -paciencia, perdón y solidaridad-, ayer como hoy, de entre otras, es constante apelo a la auto-superación que a cada día se renueva. Habiéndonos sido entregado desde hace dos mil años, el Evangelio no pierde actualidad, por cuanto las palabras del Cristo, expresando la Verdad, que jamás se altera, son de vida eterna. Así, no condicionéis vuestra creencia en la Doctrina a las revelaciones que os sean formuladas sin criterio por los que habitan las dimensiones de la Vida Mas Alta. No hagáis vuestra fe depender de lo milagroso y de lo sobrenatural, como si, mentes enfermas, sintieseis siempre la necesidad de alimentaros de lo que excede los límites del buen sentido. Los espíritus que, de hábito, intercambian con vosotros, aun no se diferencian mucho de vosotros y poseen parcos conocimientos de la Vida que se desdobla fuera de la materia. Habilitados, en vuestro mundo moral, para el crecimiento que deseáis, al que ya sabéis de Verdad. Por otro lado, considerándoos, considerad la falta de instrumentación mediúmnica adecuada para que las realidades del Mas Allá del Túmulo os alcancen sin alteraciones significativas y sin comprometimiento de su autenticidad. Hijos, contentaos con lo que tenéis, convencidos de que aun no sois gleba para la más completa siembra. Bezerra de Menezes Extraído del libro “A coragen de Fé” Carlos A. Baccelli ******************** Nadie muere. El perfeccionamiento prosigue en todas partes. Emmanuel ****************
LECCIONES DE AMOR Y PERDÓN El mundo conoció el drama de la mujer nigeriana que, por haber concebido fuera del matrimonio, fue condenada a morir apedreada. Su historia conmovió al Mundo, pero pocos saben los detalles. Pocos saben que ella, a los 13 años fue dada en matrimonio, por los padres, a un hombre de más de 50 años. Después de tener a cuatro hijos, fue repudiada por ese marido, con la excusa de que no había cuidado de forma eficiente a los niños, permitiendo que dos murieran. En realidad, de varicela, en una región desolada, en la sabana nigeriana, con total falta de recursos. Cuando el médico llegó, era demasiado tarde. Más tarde, se casó tres veces más, y tuvo siete hijos en total. Conforme a la Ley Islámica, fue repudiada dos veces más y, del último marido, fue ella la que pidió el divorcio. Un primo lejano, de la familia de su padre empezó a cortejarla. Siempre que ella salía, él la encontraba. Le decía cosas amables, bonitas, que la fueron seduciendo. Le prometió matrimonio. Ella creyó que había encontrado la felicidad. Cuando quedó embarazada, feliz, le dio la noticia. Él le aconsejó hacer un aborto clandestino, que ella no aceptó. Cuando el embarazo no se podía más ocultar, la denunciaron a la Corte Islámica. ¿Quién la denunció? No fueron los vecinos, amigos o curiosos. Fue su hermano. El hermano más querido. Aquel que ella, cuando niña, había cuidado, llevando atado a la espalda muchas veces. El drama vivido por esa mujer fue pungente. Humillada varias veces, cuando se emitió su sentencia de muerte, su mayor pesar fue que su hijita, Adama, se quedaría sin una madre. Dos grandes lecciones esa mujer dejó al Mundo. La primera, es que el fruto da su relación con el hombre que la abandonó, el motivo de su sentencia de muerte, es amado por ella intensamente. En ningún momento dejó de mirar a la niña con ojos de mucho amor. Aun condenada a la pena capital, continuó a amamantarla, acariciarla, considerándola un regalo de Dios. Mi hija me da fuerzas, ella es m aliento. - decía. Otra gran lección es la del perdón incondicional. Cuando se emitió su sentencia, el hermano que la había denunciado fue a visitarla. Sin esperar que él hablara, ella se asomó y lo abrazó. Él estaba arrepentido de lo que había hecho. Dio oídos a amigos, no pensó en las consecuencias finales. Se mezclaron las lágrimas. Él se ofreció para ayudar a pagar al abogado que haría la apelación ante la Corte Islámica. Safiya fue perdonada. Considerada inocente. Gracias al esfuerzo del abogado y de la gran presión internacional. Su historia ayudará, en su país, a otras mujeres, seguramente. Sus lecciones de amor, de perdón, sin embargo, son un ejemplo para todo el Mundo. Curiosidades Safiya vive en la misma aldea, al norte de Nigeria. Se volvió a casar. Un periodista italiano transformó en libro su historia. Parte de los ganancias obtenidas de la venta del libro se donaron a un proyecto de apoyo y asistencia a las mujeres y niños nigerianos. Todo se realizó por una ONG italiana, fundada en 1965. En total, esa ONG trabaja en 36 países de África, América Latina, Asia y en los Balcanes, abarcando casi 1.800 operadores. La solidaridad no tiene fronteras. Redacción del Momento Espírita, basada en el libro Eu, Zafia, de Raffaele Masto, ed. Verus. En 31.01.2011. ****************************** Discurso de Víctor Hugo junto a la tumba de una joven Aunque esta conmovedora oración fúnebre haya sido publicada en diversos diarios, la misma encuentra lugar igualmente en esta Revista, en razón de la naturaleza de los pensamientos que contiene, cuyo alcance cada uno podrá comprender. El diario del cual la hemos extraído relata la ceremonia fúnebre en los siguientes términos: “Una triste ceremonia reunió, el jueves pasado, a una multitud dolorosamente conmovida en el Cementerio de los Independientes, en Guernesey. Se inhumaba a una joven, que la muerte hubo sorprendido en medio de las alegrías de la familia, y cuya hermana se había casado algunos días antes. Era una jovencita feliz, a quien el Sr. François Hugo, uno de los hijos del gran poeta, había dedicado el decimocuarto volumen de su traducción de Shakespeare; ella murió en la víspera del lanzamiento de este volumen. “Como acabamos de decir, la asistencia era numerosa en este funeral, numerosa y simpática, y fue con una viva ternura, con las lágrimas que la amistad derramaba, que ella escuchó las palabras de adiós pronunciadas, junto a esa tumba tan prematuramente abierta, por el ilustre exiliado de Guernesey, por el propio Víctor Hugo. “He aquí el discurso pronunciado por el poeta: «En algunas semanas nos ocupamos de dos hermanas: hemos casado a una, y he aquí que enterramos a la otra. Es el perpetuo estremecimiento de la vida. Hermanos míos, inclinémonos ante el severo destino. «Inclinémonos con esperanza. Nuestros ojos han sido hechos para llorar, pero para ver; nuestro corazón ha sido hecho para sufrir, pero para creer. La fe en otra existencia nace de la facultad de amar. No lo olvidemos: en esta vida inquieta y consolada por el amor, el corazón es el que cree. El hijo cuenta con reencontrar a su padre; la madre no consiente en perder para siempre a su hijo. Este rechazo a la nada es la grandeza del hombre. «El corazón no puede errar. La carne es un sueño; ella se disipa. Si esta desaparición fuese el fin del hombre, le quitaría a nuestra existencia toda sanción; no nos contentamos con esta especie de humo que es la materia; necesitamos una certeza. Todo aquel que ama, sabe y siente que ninguno de los puntos de apoyo del hombre está en la Tierra. Amar es vivir más allá de la vida. Sin esta fe, ningún don perfecto del corazón sería posible; amar, que es el objetivo del hombre, sería su suplicio. Ese paraíso sería el infierno. Digamos bien alto: ¡no! La criatura que ama exige a la criatura inmortal. El corazón necesita del alma. «Hay un corazón en este ataúd, y ese corazón está vivo. En este momento, él escucha mis palabras. «La dulce Emily de Putron era el orgullo de una familia respetable y patriarcal. Sus amigos y parientes tenían por regocijo su gracia y por fiesta su sonrisa. Ella era como una flor de alegría que florecía en la casa. Desde la cuna fue rodeada de ternura; creció feliz y, al recibir felicidad, la daba a manos llenas; era amada, y amaba. Ella acaba de partir. «¿Adónde ha ido? ¿Hacia la sombra? No. «Somos nosotros los que estamos en la sombra. Ella, ella está en la aurora. «Ella está en el resplandor, en la verdad, en la realidad, en la recompensa. A esas jóvenes muertas, que no han hecho ningún mal en la vida, la tumba les da la bienvenida, y sus cabezas se levantan suavemente del sepulcro para recibir una corona misteriosa. Emily de Putron ha ido a buscar en lo alto la serenidad suprema, complemento de las existencias inocentes. Ella ha partido en la juventud, hacia la eternidad; en la belleza, hacia el ideal; en la esperanza, hacia la certeza; en el amor, hacia el infinito; como perla, hacia el Océano; como Espíritu, hacia Dios. «¡Ve, alma! «El prodigio de esta gran partida celestial que llaman muerte, hace conque aquellos que parten no se alejen. Están en un mundo de claridades, pero ellos asisten, como testigos enternecidos, a nuestro mundo de tinieblas. Están en lo alto, y muy cerca. Vosotros, que habéis visto desaparecer en la tumba a un ser querido: no creáis que fuisteis abandonado por él. Está siempre con vosotros. Más que nunca está a vuestro lado. La belleza de la muerte es la presencia. Una inefable presencia de las almas amadas, sonriendo a nuestros ojos en lágrimas. El ser llorado desapareció, pero no se fue. No percibimos más su dulce rostro... Los muertos son seres invisibles, pero no ausentes. «Hagamos justicia a la muerte. No seamos ingratos con ella. La muerte no es –como se dice– una aniquilación, una emboscada. Es un error creer que aquí, en la oscuridad de esta fosa abierta, todo se haya perdido. Aquí todo se recupera. La tumba es un lugar de restitución. Aquí el alma retoma el infinito; aquí ella recobra su plenitud; aquí toma posesión de su misteriosa naturaleza; se libera del cuerpo, se libera de la necesidad, se libera del fardo, se libera de la fatalidad. La muerte es la mayor de las libertades. Es también el mayor de los progresos. La muerte es la elevación de todo lo que ha vivido en grado superior. Ascensión admirable y sagrada. Cada uno recibe su recompensa. Todo se transfigura en la luz y por la luz. Aquel que ha sido honesto en la Tierra se vuelve bello; el que ha sido bello se vuelve sublime; el que ha sido sublime se vuelve bueno. «Y ahora digo: ¿por qué estoy aquí? ¿Qué traigo a esta fosa? ¿Con qué derecho vengo a dirigir la palabra a la muerte? ¿Quién soy yo? Nadie. Me equivoco, soy alguien. Soy un desterrado. Ayer, exiliado por la fuerza; hoy, exiliado voluntario. Un desterrado es un vencido, un calumniado, un perseguido, un herido del destino, un desheredado de la patria. Un desterrado es un inocente bajo el peso de una maldición. Su bendición debe ser buena. Yo bendigo esta tumba. «Bendigo al ser noble y gracioso que está en esta fosa. En el desierto se encuentran oasis; en el exilio se reencuentran almas. Emily de Putron ha sido una de esas encantadoras almas reencontradas. Vengo a pagarle la deuda del exilio consolado. Yo la bendigo en la profundidad de la sombra. En nombre de las aflicciones que ella confortó dulcemente; en nombre de las pruebas del destino, terminadas para ella y continuadas para nosotros; en nombre de todo lo que ella esperó antaño y de todo lo que obtiene hoy; en nombre de todo lo que ella amó, bendigo a esta muerta, la bendigo en su belleza, en su juventud, en su dulzura, en su vida y en su muerte; la bendigo en su blanca túnica sepulcral, en su casa que ella deja desolada, y en su ataúd, ¡que su madre llenó de flores y que Dios va a llenar de estrellas!»” (...) Allan Kardec > (Transcripción parcial de una noticia incluida por Allan Kardec en la Revue Spirite de febrero de 1865 y traducida del francés al español por Enrique Eliseo Baldovino.)