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jueves, 20 de febrero de 2014

El joven que no quería ser médium



EL JOVEN QUE NO QUERÍA SER MÉDIUM

Entre los espiritistas que se reunían en las sesiones de la Buena Nueva en Barcelona había un joven maestro llamado Eduardo, que habiendo perdido a su madre, estudió el Espiritismo con el noble afán de ver si su madre vivía. Al comienzo de las sesiones, Eduardo se levantaba y se iba a la galería a un pequeño huerto y al preguntarle porque no se quedaba a la sesión contesto:

Porque en cuanto los médiums comienzan a hablar me entra un sueño irresistible, y yo reconozco que este sueño no es natural, porque siento frio, calor, angustia, ganas de gritar, un peso en la cabeza como si la tuviera llena de plomo. Y como no quiero ser médium por eso no quiero estar en la sesión, el caso es que me hago siempre el propósito de no acudir hasta que la sesión concluya, y estando en el café, me levanto maquinalmente y me vengo, pero como a mí nadie me hará hacer las cosas contra mi voluntad, lo que es ser médium no lo seré.

Todos escuchaban y Luis sonriendo nos contestó. Eduardo será un gran médium, a su tiempo. Los espíritus le dominarán. Si se le hubiera dicho quiero que seas médium, da media vuelta y no vuelve más al centro. No le digáis  nada, dejarle que entre y salga, suba y baje y que repita hasta la saciedad que no quiere ser médium, Eduardo es una buena adquisición para el espiritismo, pero si fuéramos impacientes todo se perdería, demos tiempo al tiempo.

Eduardo estuvo luchando con su mediúmnidad más de un año, cuando una noche, terminada la sesión, estaba sentado junto a la mesa que había en el centro del salón de sesiones, hablando y riendo. De pronto palideció, inclinó la cabeza sobre el pecho, cerró los ojos y exhaló un profundo suspiro, todos enmudecieron, y al poco tiempo se despertó diciendo:

Cuando yo digo que no quiero estar en este salón…

Vamos a tu cuarto, no me harán dormir.

Diez o doce personas siguieron a Eduardo, que al entrar en el aposento se sentó, quedándose dormido instantáneamente. Todos lo rodeamos, y el médium, después de guardar silencio largo rato, dijo con voz conmovida lo siguiente:

Eduardo era un gran médium y daría buenos resultados; refiriéndose a Amalia le dijo que era Benisia, un Espíritu que la dio a conocer donde no la conocían, le pronosticó que llevaba un mundo en su cabeza, que trabajaría con afán, porque ella estaba con ella. Que le habían concedido la dicha de presentar al nuevo médium, porque ella había sido  la que le había cabido la gloria de vencer la tenaz resistencia del médium. Aconsejándoles que se reunieran el grupo por el amor. Los que no se aman viven desterrados del Cielo. Dios es amor, el amor nos acerca a Él, el amor nos engrandece, el amor nos regenera. ¡Bendito sea Dios, que todo Él es amor!

La comunicación de la madre de Amália y la de Basania le hicieron sentir profunda satisfacción y lloró dulcemente, ella recordaba a Basania con inmensa gratitud. A él, debió que hicieran a sus humildes escritos en la revista espírita Española, un apartado. Le fue útil en la Tierra, y se lo seguía siendo en el espacio proporcionándole a Amália un buen médium, para hacer más fácil su trabajo y más agradable su vida.
Cuando Eduardo despertó, le contaron lo ocurrido y el preguntó a Luis que es lo que debería hacer. Luis le contestó, ¡muy sencillo! Acudir a las sesiones y dar tu comunicación, pero solamente allí, porque le lloverían peticiones, unos para saber del padre, otros de la madre, del nieto y siendo de buenas condiciones lo echarían a perder. La mediúmnidad es un tesoro, que si se sabe conservar, dura toda la vida en cambio el abuso se convierte en pesadilla, y pobre de aquel que llega a ser juguete de los Espíritus.

Eduardo a los dos o tres días entregó a Luis varias comunicaciones escritas muy buenas, más Luis le dijo que se dedicara solamente a la mediumnidad parlante, que con ella tenia bastante para dar luz a muchos ciegos. Desecha la escribiente, porque llegaría a serte muy perjudicial.

Vives de tu trabajo, necesitas las noches para descansar, los días para tus planos y medidas, la tarde del domingo es la que te queda libre y es la que puedes dedicar a las sesiones. Siguiendo mis instrucciones nunca te arrepentirás de ser médium parlante, harás mucho bien a la humanidad, y te lo harás a ti mismo.

Eduardo apreció mucho lo que valían los consejos de Luis, médium puramente mecánico, no recuerda jamás ni un solo pensamiento de sus discursos. Sus comunicaciones mejoran día a día. Esposo modelo y padre cariñoso cumplió una gran misión en la existencia que estamos relatando. Solo por enfermedad o atenciones perentorias de su carrera o de su destino dejaba de dar comunicaciones los días de la sesión mediumnica, aunque estuviera  en un banquete de familia, o reunión política, a la hora señalada todo lo dejaba para acudir al centro y dar su comunicación, sin obtener por este trabajo retribución alguna.

Con la adquisición de tan buen médium en la Buena Nueva, Amalia comenzó a oír comunicaciones sensatas profundas consoladoras. Sin ser ardientemente científicas, no llegaban tampoco a la sencillez de las familiares, eran instrucciones al alcance de todas las inteligencias sin llegar a la vulgaridad.

Amália inspirada por el Padre Germán recibió la comunicación de que el la protegería y que a través del médium Eduardo él le dictaría “Sus Memorias” y que en ellas aprendería a resignarse con la soledad de su alma, y daría lecciones a los desgraciados de la Tierra. No hay que impacientarse por entrar en el templo de la ciencia, es decir tratar de llegar a obtener la sabiduría que en otros vemos, el camino no se puede recorrer todo, en una existencia. Contentémonos con ser en esta encarnación unos obreros de buena voluntad.
El progreso debe ser íntimo, el mejoramiento que pasa desapercibido a los ojos de la generalidad, porque todos tenemos muchos defectos que se asemejan a millones de átomos que solo se ven con un microscopio de los más avanzados, pero que a simple vista no se adivinan siquiera, porque no hay la menor sombra de ellos. Esos defectos no los ve la multitud que nos rodea, pero el individuo siente sus efectos, puesto que obra dominado por ellos, y hay muchas personas celebres por su talento, por su ciencia, y hasta por sus virtudes, que miradas por dentro, son como decía Jesús, “sepulcros blanqueados”.

Decía nuestra querida Amalia, que cada defecto que se pierde, por pequeño que sea, es una hoja de laurel siempre lozana que se une a la gloriosa corona de nuestras virtudes. Nada vale el incienso del aplauso cuando uno se reconoce tan pequeño como los demás. No basta hacer el bien por rutina y por egoísmo, para adquirir fama de bueno. Es necesario sentir íntimamente el dolor de los demás y enjugar sus lágrimas diciendo: ¡que felicidad! ¡Aun sirvo de algo en la tierra, aun doy sombra a pesar de mi pequeñez!

Hay que hacer un estudio de uno mismo y decir sin menosprecio: tengo tantos defectos, con todos ellos no puedo ir por la senda del progreso. Es necesario destruir los más pequeños, por ejemplo, no es tarea fácil arrancar viejos vicios, porque tienen ondas raíces en nuestro modo de ser, y sucede muchas veces que se destruye un defecto infinitesimal y se crea uno nuevo de gran magnitud, lo que adelantamos ayer lo desandamos hoy y vuelta a empezar.Pero no hay mas remedio, sin el mejoramiento propio no se puede conseguir el progreso universal.

Si el hombre mirara continuamente como el científico, el mundo de lo infinitamente pequeño, sí muchos terrenales trabajaran en su progreso intimo, resultaría un conjunto de un gran numero de virtudes puestas al servicio de la fraternidad y de la unión de razas y pueblos uno mismo no corrige sus defectos, ningún redentor podrá conducirlo al reino de los cielos.La verdad es muy amarga, su sabor muy desagradable,pero solo el conocimiento de las verdades eternas nos da la libertad que ambicionamos y los efectos que necesitamos para vivir relativamente tranquilos y gozar de las dulzuras de la vida ,por eso el estudio razonado del espiritismo es tan útil porque solo el nos dice:

Nadie te salvara, no hay bastantes sacerdotes en la tierra para elevar plegarias y cantar responsos en bien del alma, todos los tesoros de la creación no son bastantes para comprar tu salvación eterna.

Es el hombre quien teje la tela de su negro ropón o de su blanca túnica; es él mismo quien ha de pulimentar las piedras preciosas que han de brillar sobre sus cabellos, es el mismo quien ha de sembrar las flores odoríferas que han de brindarle su aroma embriagador; es el mismo hombre quien ha de amar a los pequeñitos, para que los niños salgan a su encuentro. El mismo ha de escribir su historia, de nada le sirven las crónicas escritas por escritores, ni las grandiosas mentiras de las historias de los pueblos. Es el mismo hombre quien tiene que escribir en su conciencia las memorias de su ayer.

Estos consejos se los daba el Padre Germán a nuestra querida Amália con una paciencia que no hay en la Tierra.

Solo uno mismo puede ganar su propia batalla. Nadie puede darnos ni bueno ni malo que afecte a nuestro espíritu, pues nosotros tenemos siempre la libre decisión de elegir y crear en nosotros lo bueno que nos hace crecer y ver cada día un horizonte más amplio y atrayente, o por el contrario elegir lo malo y hacer el mal, cegándonos y tropezando con los obstáculos o piedras que nos harán caer y sufrir con las heridas de nuestra mala elección y nuestros malos hechos.

La siembra es libre, la cosecha obligatoria, y siempre está producirá los frutos de las semillas que el hombre haya plantado.

- ( Trabajo realizado de Merchita).
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CONCEPTO DE MEDIUMNIDAD


Médium quiere decir intermediario. Mediumnidad es la facultad humana, natural, por la cual se establecen las relaciones entre hombres y espíritus. No es un poder oculto que se pueda desarrollar a través de prácticas rituales o por el poder misterioso de un iniciado o de un gurú.
Se desenvuelve naturalmente en las personas de mayor sensibilidad para la captación mental y sensorial de cosas y hechos del mundo espiritual que nos rodea y nos afecta con sus vibraciones psíquicas y afectivas.
De la misma forma que la inteligencia y las demás facultades humanas, la Mediumnidad se desenvuelve en el proceso de relación. Generalmente su desenvolvimiento es cíclico, o sea, se procesa por etapas sucesivas, en forma de espiral.
Los niños la poseen, por así decir, a flor de piel, más resguardada por la influencia benéfica y controladora de los espíritus protectores, que las religiones llaman “ángel de la guarda”.
En esa fase infantil las manifestaciones mediúmnicas son más de carácter anímico; el niño proyecta su alma a las cosas y seres que le rodean, recibe las intuiciones orientadoras de sus protectores, a veces ven y denuncian la presencia de espíritus y no raramente transmiten avisos y recados de los espíritus a los familiares, de manera positiva y directa o de manera simbólica e indirecta.
Cuando pasan de los siete u ocho años se integran mejor en el condicionamiento de la vida terrena, desligándose progresivamente de las relaciones espirituales y dando más importancia a las relaciones humanas.
El espíritu se ajusta en su escafandra para enfrentar los problemas del mundo. Se cierra el primer ciclo mediúmnico, para seguidamente abrirse el segundo. Se considera entonces que el niño no tiene mediumnidad, la fase anterior es tomada en cuenta como imaginación y fabulación infantil.
Es generalmente en la adolescencia, a partir de los doce o trece años, que se inicia el segundo ciclo. En el primer ciclo sólo se debe intervenir en el proceso mediúmnico con oraciones y pases, para ablandar las excitaciones naturales del niño, casi siempre cargadas de reminiscencias extrañas del pasado carnal del espíritu.
En la adolescencia su cuerpo ya maduró lo suficiente para que las manifestaciones mediúmnicas se tornen más intensas y positivas.
Es tiempo de encaminarlo con informaciones más precisas sobre el problema mediúmnico. No se debe intentar su desenvolvimiento en sesiones, a no ser que se trate de un caso obsesivo.
En ese caso, es necesario mucho cuidado para orientar al adolescente sin excitar su imaginación, acostumbrándolo al proceso natural regido por las leyes del crecimiento.
El pase, la oración, las reuniones para estudio doctrinario son los medios de auxiliar el proceso sin forzarlo, dándole la orientación necesaria. Ciertos adolescentes se integran rápida y naturalmente en la nueva situación y se preparan en serio para la actividad mediúmnica. Otros rechazan la mediumnidad y procuran volcarse apenas para los sueños juveniles.
Es la hora de las actividades lúdicas, de los juegos y deportes, del estudio y adquisición de conocimientos generales, de la integración más completa en la realidad terrena.
No se debe forzarlos, más apenas estimularlos en lo tocante a las enseñanzas espíritas. Su mente se abre para el contacto más profundo y constante con la vida del mundo. Más él ya trae en su consciencia las directrices propias de su vida, que se manifestarán más o menos nítidas en sus tendencias y sus ansias.
Forzarlo a seguir un rumbo que repele es cometer una violencia de graves consecuencias futuras.
Los ejemplos de los familiares influyen más en sus opciones que las enseñanzas y exhortaciones orales. Él toma cuenta de sí mismo y afirma su personalidad. Es preciso respetarlo y ayudarlo con amor y comprensión.
En el caso de manifestaciones espontáneas de la mediumnidad es conveniente reducirlas al círculo privado de la familia o de un grupo de amigos en las instituciones juveniles, hasta que su mediumnidad se defina, imponiéndose por sí misma.
El tercer ciclo ocurre generalmente en el pase de la adolescencia a la juventud, entre los dieciocho y veinticinco años.
Es el tiempo, en esa fase, de los estudios serios del Espiritismo y de la Mediumnidad, como también de la práctica mediúmnica libre, en los centros y grupos espíritas.
Si la mediumnidad no se definió debidamente, no se debe tener preocupaciones. Hay procesos que duran hasta la proximidad de los 30 años, de la madurez corporal, para la verdadera eclosión de la mediumnidad. Basta mantenerlo unido a las actividades espíritas, sin forzarlo.
Si él no revela ninguna tendencia mediúmnica, lo mejor es darle apenas acceso a actividades sociales o asistenciales. Las sesiones de educación mediúmnica (impropiamente llamadas de desarrollo), se destinan apenas, a médiums ya caracterizados por manifestaciones espontáneas, por tanto ya desenvueltos.
Hay también un cuarto ciclo, correspondiente a mediumnidades que sólo aparecen después de la madurez, en la vejez o en su aproximación.
Se trata de manifestaciones que se tornan posibles debido a las condiciones de la edad: como enflaquecimiento físico, permitiendo más fácil expansión de las energías peri espirituales; mayor introversión de la mente, con la disminución de actividades de la vida práctica, estado de apatía neuropsíquica, provocado por los cambios orgánicos del envejecimiento.
Esos factores permiten mayor desprendimiento del Espíritu y su relación con entidades desencarnadas. Ese tipo de mediumnidad tardía tiene poca duración, constituyendo una especie de preparación mediúmnica para la muerte.
Se restringe a fenómenos de videncia, comunicación oral, intuición, percepción extrasensorial y psicográfica. Aunque sea una preparación, la muerte puede demorar varios años, durante los cuales el espíritu se adapta a los problemas espirituales con los que no se preocupó en el transcurrir de su vida. Esos hechos comprueban el concepto de mediumnidad, como simple modalidad de la relación hombre-espíritu.
Kardec recuerda que el hecho de el espíritu estar encarnado no lo priva de relacionarse con los espíritus libres de envoltura carnal, de la misma manera en que un ciudadano encarcelado puede conversar con los libres a través de las rejas.
No se trata de las conocidas visiones de moribundos en el lecho mortuorio, sino del típico desenvolvimiento tardío de mediumnidad que, por la completa integración del individuo en la vida carnal, imantado a los problemas del día a día, no consiguió aflorar.
Su manifestación tardía recuerda el adagio de que los extremos se tocan. La vejez nos devuelve la proximidad del Mundo Espiritual, en posición semejante a la de las criaturas.
En verdad, la potencialidad mediúmnica nunca permanece letárgica. Por el contrario, ella se actualiza con más frecuencia de lo que suponemos, pasa de potencia a acto en diversos momentos de la vida, a través de presentimientos, previsiones de acontecimientos simples, como el encuentro con un amigo hace mucho ausente, percepciones extrasensoriales que atribuimos a la imaginación o al recuerdo y así por el estilo.
Vivimos mediúmnicamente entre dos mundos y en relación permanente con entidades espirituales. Durante el sueño, como Kardec probó a través de pesquisas a lo largo de más de diez años, nos desprendemos del cuerpo carnal que reposa y pasamos al plano espiritual.
En los momentos de ausencia psíquica de distracción, adormecimiento, etc., nos distanciamos del cuerpo rápidamente , y a él retornamos como el pájaro que vuela y vuelve a su nido.
La Psicología procura explicar esos lapsos fisiológicamente, más las reacciones orgánicas a que atribuyen el hecho no son causa y si efecto de un acto mediúmnico de alejamiento del espíritu.
Los estudios de Hipnotismo comprueban eso, mostrando que la hipnosis interfiere en nuestra vigilia, haciéndonos dormir de pie y soñar despiertos, como generalmente se dice. La búsqueda científica de una esencia orgánica de la mediumnidad nunca dio ni dará resultado. Porque la mediumnidad tiene su esencia en la libertad del espíritu.
Llegado a este punto podemos colocar el problema en términos más precisos: la mediumnidad es la manifestación del espíritu a través del cuerpo. En el acto mediúmnico tanto se manifiesta el espíritu del médium como otro espíritu al cual él atiende y sirve.
Los problemas mediúmnicos consisten, por lo tanto, simplemente en la disciplinización de las relaciones espíritu-cuerpo. Es lo que llamamos educación mediúmnica.
En la proporción en que el médium aprende, como espíritu, a controlar su libertad y a seleccionar sus relaciones espirituales, su mediumnidad se aprimora y se vuelve segura. Así el buen médium es aquel que mantiene su equilibrio psicofísico y procede en su vida de manera de crear para sí mismo un ambiente espiritual de moralidad, amor y respeto por el prójimo.
La dificultad mayor está en hacer al médium comprender que, no precisa volverse santo, sino apenas un hombre de bien. Los objetivos de santidad perseguidos por las religiones, a través de los milenios, ha generado en el mundo una expectativa incomoda para todos los que se dedican a los problemas espirituales.
Ninguno se vuelve santo a través de la sofocación de los poderes vitales del hombre y la adopción de un comportamiento social de apariencia piadosa. El resultado de eso es el fingimiento, la hipocresía que Jesús condenó incesantemente en los fariseos, una actitud permanente de condescendencia y bondad que no corresponde a las condiciones íntimas de la criatura.
El médium debe ser espontáneo, natural, una criatura humana normal, que no tiene motivos para juzgarse superior a los demás.
Todo fingimiento y todo artificio en las relaciones sociales lleva a los individuos a la falsedad y a al engaño. La llamada reforma íntima esquematizada y forzada no modifica a ninguno, apenas artificializa engañosamente a los que la siguen.
Los cambios interiores de la criatura provienen de sus experiencias en la existencia, experiencias vitales y conciénciales que producen cambios profundos en la visión íntima del mundo y de la vida.
Esa posición de los problemas mediúmnicos sugiere un concepto de la mediumnidad que nos lleva a las propias raíces del Espiritismo. La mediumnidad nos aparece como el fundamento de toda la realidad.
El momento del fiat, la Creación del Cosmos, es un acto mediúmnico. Cuando el espíritu estructura la materia para manifestar una Creación, construye el elemento intermediario entre él y la realidad sensible o material.
La materia se torna el médium del espíritu. Así, la vida es una permanente manifestación mediúmnica del espíritu que, por ella, se proyecta y se manifiesta en el plano sensible o material.
Lo Inteligible, que es el espíritu, el principio inteligente del Universo, su mensaje inteligente a través de las infinitas formas de la Naturaleza, desde los reinos mineral, vegetal y animal, hasta el reino hominal, donde la mediumnidad se define en su plenitud. La responsabilidad del Hombre, de la Criatura Humana, expresión más elevada del Médium, adquiere dimensiones cósmicas.
Él es el producto de muchos milenios de la evolución universal y carga en su mediumnidad individual el pesado deber de contribuir para que la Humanidad realice su destino cósmico.
La comprensión de este problema es indispensable para que los médiums aprendan a celar por sus facultades.

Traducido de la Obra “MEDIUMNIDAD
(Vida y Comunicación)
Autor: J. Herculano Pires

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta


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               Riqueza y felicidad 


Hay ricos en dinero, tan ricos de usura que se tornan más pobres que los pobres mendigos de la vía pública que, muchas veces, no disponen siquiera de un pan.

Hay ricos en conocimiento, tan ricos de orgullo que se tornan más pobres que los pobres salvajes que todavía están aislados en las tinieblas de la inteligencia.

Hay ricos en tiempo, tan ricos de pereza que se tornan más pobres que los pobres esclavizados a las tareas sacrifi­ciales.

Hay ricos en posibilidades, tan ricos de egoísmo que se tornan más pobres que los pobres hermanos que en amargas luchas expiatorias carecen de todo para ayudar.

Hay ricos en afecto, tan ricos de celos que se tornan más pobres que los pobres compañeros en pruebas difíciles, relegados a la soledad.

Ten en cuenta, entonces, que todos somos ricos en algo en relación con el Suplemento Divino de la Divina Bondad, y si invirtieras los talentos que la vida te confía en la misión de hacer más felices a quienes te rodean, llegará el momento en que te encontrarás más rico que todos los ricos de la Tierra, porque habrás atesorado en tu corazón la eterna felicidad que fluye del amor de Dios.

Espíritu Emmanuel

Médium Francisco Cândido Xavier, Waldo Vieira
    Trabajo aportado por Gerardo A. Salgado,  Extraído del libro "Espíritu de Verdad"