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sábado, 9 de febrero de 2013

VISIÓN ESPIRITA DE LA SEMANA SANTA





¿Debe conmemorarse la Semana Santa – (La Pascua)?


¿Qué tipo de celebración, evento u homenaje está permitido  en las instituciones espiritas?

¿ Cómo visualiza el Espiritismo el acontecimiento de la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Jesús?


     El Espiritismo no celebra la Semana Santa (Pascua) pero si respeta las manifestaciones  religiosas de las diversas iglesias cristianas,  y tampoco   prohíbe que sus adeptos  manifiesten su religiosidad.

     La Semana Santa, o la Pascua, simboliza la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud sufrida durante siglos en Egipto, pero en el Cristianismo se conmemora la resurrección de Cristo, que sucedió en la Pascua judaica del año 33 de nuestra era, y celebra la continuidad de la vida.

     El Espiritismo, sin embargo siendo una Doctrina Cristiana, entiende de forma diferente  algunas de las enseñanzas de las Iglesias Cristianas. En la cuestión de la resurrección, para los espiritas, Jesús se apareció a María de Magdala  y a los discípulos, con su cuerpo espiritual, que nosotros  llamamos  periespiritu. Entendemos que no hubo una resurrección corporal, física. Jesús de Nazaret no precisó derogar las leyes naturales de nuestro mundo para afirmar su concepto de misionero. Su doctrina  de amor y perdón es mucho mayor que cualquier milagro, hasta incluso  la resurrección.

     Esto no invalida la fiesta de Semana Santa, (Pascua) si la encaramos en su simbolismo. La Pascua  Judaica puede ser interpretada  como nuestra liberación de la ignorancia, de las maldades humanas, para el conocimiento, el comportamiento ético-moral. La travesía del Mar Rojo representa las dificultades para la transformación. La Pascua Cristiana, representa la victoria de la vida sobre la muerte, del sacrificio por la verdad y por el amor. Jesús de Nazaret demostró que  pueden  ejecutar a los hombres, pero aun así  no se consigue matar las grandes ideas renovadoras, los grandes ejemplos de amor al prójimo  y de valoración de la vida.

    Como la Pascua Cristiana representa la victoria de la vida sobre la muerte, queremos  dejar firmado el concepto  que aprendemos en el Espiritismo, que la vida solo puede ser definida  por el amor, y el amor por la vida. Fue por eso que Jesús de Nazaret afirmó que vino al mundo para que tuviésemos vida en abundancia, esto es, llena de amor.

      En líneas generales, las instituciones espiritas no celebran la Pascua, ni programan situaciones especificas para “marcar” la fecha, como hacen las demás religiones o filosofías “cristianas”. El sentimiento de religiosidad que es particular de cada Ser  Espíritual, es respetado por la Doctrina Espirita, de modo que cualquier manifestación personal o,incluso colectiva  acerca de la Pascua,  no está prohibida,  ni es desaconsejada.

    Lo cierto es que la figura de Jesús asume  una posición privilegiada en el contexto espirita, diciéndose, inclusive, que la moral de Jesús sirve de base para la moral del Espiritismo. Así, como las personas, en general, son recordadas, en nuestra cultura, por lo que hicieron  y reverenciadas en las fechas conmemorativas  de su existencia corpórea (nacimiento y muerte), es absolutamente  cierto y normal  acordarnos  de las personas que nos son queridas o importantes en estas fechas. No  hay, francamente, ningún mal en eso.

    Pero como el Espiritismo no tiene dogmas, sacramentos, ritos o liturgias, la forma de encarar la Pascua (o Navidad) de Jesús, asume  una connotación bastante peculiar. Antes de mencionar la significación espirita de la Pascua, se hace necesario buscar, en la Historia de la Humanidad, las referencias del acontecimiento.

    La Pascua, primeramente, no es, inicialmente, relacionada con el  martirio  y sacrificio de Jesús. Véase, por ejemplo, en el Evangelio de Lucas (cap. 22 versículos 15 y 16), la mención,  del propio Cristo : “He deseado ansiosamente comer con vosotros en esta Pascua, antes de Mi pasión. Porque os declaro que no volveré a comer, hasta que ella se cumpla  en el Reino de Dios.” Es Evidente  que la Pascua ya era una “conmemoración”, en la época de Jesús, una fiesta cultural, y, por tanto, lo que hizo la iglesia fue “aprovecharse” del sentido de fiesta que tenía, para adaptarla, dándole un nuevo significado, asociándola a la “inmolación" de Jesús, después del juicio y  la ejecución de la sentencia de Pilatos.

     Históricamente, la Pascua es la unión de dos festividades muy antiguas, comunes entre los pueblos primitivos, y alimentada por los judíos, a la época de Jesús. Se habla del “pesah”, una danza cultural, representando la vida de los pueblos nómadas, en una fase en la que la vinculación en la tierra (con la noción  de propiedad) aun no era flagrante.  También estaba asociado a la “fiesta de los panes”, un homenaje que los agricultores sedentarios hacían  a las divinidades en razón  del inicio de la época de la cosecha del trigo, agradeciendo a los Cielos, por la frondosa producción agrícola, de la cual se saciaban el hambre de sus familias,  y propiciaban los cambios  en los mercados de la Época. Ambas eran conmemoradas  en el mes de Abril (nisán) y, a partir del evento bíblico denominado “éxodo” (huida del pueblo hebreo de Egipto), en torno al 1441 a. C, pasaron a ser celebradas  juntas. Es esta Pascua la que Cristo deseó conmemorar junto a sus seres más queridos, con ocasión de la última cena.

     Luego, tras la celebración, fueron todos para Getsemaní, donde los discípulos invigilantes se  adormecieron, y aconteció  la escena  del beso de la traición y del apresamiento  del Nazareno.

    Pero  hay otros elementos “evangélicos” que marcan la Pascua. Esto es porque las vinculaciones  religiosas apuntan para lel jueves o viernes santo, el sábado de aleluya y el domingo de Pascua. Los primeros se relacionaban  con el  “martirio”, al sufrimiento de Jesús- tan bien retratado en la Película de Holliwood (La Pasión de Cristo, según Mel Gibson) -, y los últimos, con la resurrección y ascensión de Jesús.

    En lo que concierne a la resurrección, podemos decir que la interpretación tradicional apunta para la posibilidad  del mantenimiento de la estructura del cuerpo de Cristo, en el post-mortem, situación totalmente rechazada por la ciencia, en virtud del  proceso de podredumbre  del envoltorio físico. Las Iglesias cristianas insisten en la hipótesis de que Cristo  “subió a los Cielos” en cuerpo y alma, y hará lo mismo en relación  a todos los  “elegidos” en el llamado “juicio final”. ". Es decir, personas que murieron a lo largo de los siglos, cuyos cuerpos han sido descompuestos y reaprovechados por la tierra, resurgirán, perfectos, reconstituyendo  las estructuras orgánicas, en el día del juicio, donde Cristo, separará  justos de impíos.

    La lógica y el buen sentido abominan tal teoría, por la imposibilidad física y por la injusticia moral. Pero finalmente,  con la ley de los renacimientos, se establece un criterio más justo para sólo para medir la competencia  u "homologación" de todos los espíritus. Con “tantas oportunidades como sean necesarias”, en el  “nacer de nuevo”, es posible el progreso para todos.                                                                                                                      

    Pero, ¿cómo explicar, entonces las “apariciones” de Jesús, en los cuarenta días posteriores a su muerte, mencionadas por los religiosos  en alusión a la Pascua?

     La fenomenología espirita (mediúmnica) apunta a  las manifestaciones psíquicas descritas como mediumnidades. En algunas ocasiones, como la conversación con María de Magdala, que había ido hasta el sepulcro para depositar  algunas flores  y orar, le preguntó  a Jesús – como si este fuese el jardinero- después al ver la lapida removida, “para donde habían llevado el cuerpo del Rabino”, podemos estar delante de la “materialización” esto es, la utilización de fluido ectoplasmico – de seres encarnados – para posibilitar que el Espíritu sea visto (por todos). Igual circunstancia se da, también,  en el coloquio de Tomás  con los demás discípulos, que ya habían  “visto” , afirmando que él solo creería si “colocase las manos en las llagas de Cristo”. Y esto, en verdad, según los relatos bíblicos, aconteció. En otras situaciones, estamos delante  de una u otra manifestación psíquica conocida, la mediúmnidad de videncia, cuando, por el uso de las facultades mediúmnicas, alguien puede ver a los Espíritus.

    La Pascua, en verdad, por la interpretación de las religiones  y sectas tradicionales, se halla envuelta en un  preocupante  y negativo contexto de culpa. Al final, se cree que Jesús había padecido en razón de  “nuestros” pecados, en una alusión fuera de lugar de que todo el sufrimiento de Jesús había sido realizado para “salvarnos” de nuestros propios errores, o de los errores cometidos por nuestros  ancestros, particularmente  los “bíblicos” Adán y Eva, en el Paraíso.   La presencia del “cordero inmolado”, que cumple las profecías del Antiguo Testamento, como la persecución y violencia contra el “hijo de Dios”, este fragmento colocado en todas las iglesias, en los crucifijos y en los cuadros que relatan – en colores vivos – las fases de la vía sacra.

     Esta traducción judaico-cristiana de la “culpa” es la gran diferencia entre la Pascua tradicional y la Pascua espirita, si es que esta ultima  existiese.  En verdad, los espiritas debemos reconocer  la fecha de Pascua como la gran – y última lección – de Jesús que vence las iniquidades y retorna triunfante, que prosigue su cátedra pedagógica, para aseverar que, “permanecería eternamente con nosotros” en la guía de nuestros pasos.

   En estos días de fiestas materiales o de recuerdos del sufrimiento del Rabí, podemos encarar la Pascua como el momento de transformación, de evocación a la verdadera libertad, pues, una vez  despojados del envoltorio corporal, pudo Jesús retornar al Plano Espiritual para, desde allá, continuar “coordinando” el proceso depurativo de nuestro orbe. Lejos de la remisión de la celebración de una fiesta pastoral o agrícola, o de la liberación de un pueblo oprimido, o de la resurrección de Jesús, la Pascua  puede ser encarada por nosotros, los espiritas, como la victoria real de la vida sobre la muerte, por la certeza de la inmortalidad y de la reencarnación, porque la vida, en esencia, solo puede ser conceptuada como el amor  al prójimo y de la valorización de la propia vida, mostrado en los grandes ejemplos de la propia existencia de Jesús.

     Así, cuando esta Semana Santa, estés al lado de tus seres más queridos, recuerda  a Jesús para honrarlos con sus mejores ejemplos, que lo inmortalizan y que nos guían para, un día, también estar nosotros en la condición experimentada por él, como es la de “ser dioses”, “haciendo brillar nuestra luz”.

     Conmemoremos este año, queridos amigos míos, “otra” Pascua.  La Pascua, de nuestra transformación, rumbo a una vida plena.

( Traducción y adaptación de Merchita y Jose Luis Martín)
Extraído de dos artículos de:  Amílcar Del Chiaro Filho
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“Aquellos que pasan su vida en la abundancia y en la felicidad humana son espíritus flojos que permanecen estacionarios.”
- Allan Kardec-

    
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