Entradas populares

sábado, 15 de enero de 2011

Las decepciones y la bondad Divina

Alipio Gonzalez


  La felicidad no es de este mundo es un dicho muy conocido.

        Eso corresponde a una realidad, pues es poco común que se conjugue en el mundo todo lo que se considera necesario para que alguien sea efectivamente feliz.

        Salud, juventud, belleza y dinero entran en esa ecuación.

        Sin embargo, aun en la presencia de dichos factores objetivos, muchas veces la persona padece de tormentos íntimos.

        Con frecuencia se percibe seres aparentemente privilegiados a reclamar de la vida.

        Las consultas de los psicólogos y psiquiatras también son frecuentadas por quienes imaginaríamos felices y saciados.

        Pero la mayoría de los seres humanos se debate con incontables problemas.

        En los más variados planes de la existencia los dramas se suceden.

        Dificultades financieras, de relaciones o de salud piden atención.

        Delante de las decepciones naturales del mundo a veces las personas se rebelan.

        Cuando son alcanzadas por experiencias dilacerantes se creen abandonadas por Dios.

        Ese modo de sentir revela una comprensión muy restricta de la vida. Eso seria hasta razonable si todo se agotase en una única existencia material.

        Delante de la vida que sigue magnificente más allá de la tumba, los problemas materiales disminuyen de importancia.

        Frente a ese amplio contexto, dificultades no son tragedias, solo simples desafíos.

        En cada hombre reside un Ángel en perspectiva.

        Él es brindado con las experiencias necesarias para alcanzar su elevado potencial.

        Los dolores, por más grandes que sean, siempre pasan.

        Aun mismo una enfermedad incurable tiene su término.

        Después de la muerte del cuerpo físico el Espíritu prosigue su jornada.

        Si logró superar con dignidad el examen, resurge más fuerte y virtuoso.

        En caso de que se haya permitido quejas y rebeldías tendrá que rehacer la lección.

        Es conveniente tener eso en cuenta al enfrentar las crisis de la vida.

        Dios es un Padre amoroso y bueno.

        Él no Se alegra torturando a Sus hijos.

        Los dolores del mundo poseen finalidades trascendentales.

        La mayoría es provocada por los propios hombres con sus pasiones y errores.

        Todos ellos constituyen desafíos.

        Nadie debe cultivar el masoquismo y alegrarse por sufrir.

        Es necesario luchar para salir de todas las dificultades y recuperar el bienestar.

        Pero delante de situaciones ineluctables, cuando nada se puede hacer, es necesario pensar en la Divina Bondad.

        Ella no se revela solamente cuando todo parece estar bajo un cielo azul, en las mesas hartas y en las sonrisas radiantes.

        La Bondad de Dios también se manifiesta en el sufrimiento que torna el hombre más apto para comprender el dolor del semejante.

        Ella está presente en las situaciones constrictoras que minan el orgullo, la vanidad y la indiferencia.

        La vida en la Tierra es pasajera y destinada al perfeccionamiento del ser.

        El vivir terrenal propicia el rescate de los errores del pasado y la preparación para las sublimes etapas de la vida inmortal.

        En un mundo material y aun muy inferior los entrechoques y las decepciones son inevitables.

        Solamente una fe viva en la Divina Bondad permite al hombre preservar su corazón libre de amarguras.

        Piensa en eso.

Redacción del Momento Espírita.
__._,_.___

Obsesión y Evangelio




A quien diga que el Espiritismo crea obsesión en la actualidad del mundo, respondamos con los propios Evangelios.

En los versículos 33 al 35, del capítulo 4, en el Evangelio de. Lucas, señalamos al hombre que se hallaba en la sinagoga, poseído de un Espíritu inmundo, que se puso a gritar a Jesús, tan pronto notó su presencia: ¿"qué tenemos que ver contigo Jesús Nazareno"? Y el Maestro, después de reprenderlo, consiguió retirarlo, restaurando el equilibrio del compañero que sufría el asedio.

Ahí tenemos la obsesión directa.

En los versículos 2 al 13, del capítulo 5, en el Evangelio de Marcos, encontramos el auxilio seguro prestado por el Cristo al pobre gadareno, tan íntimamente manipulado por entidades crueles, y que más se asemejaba a un animal feroz, refugiado en los sepulcros.

Ahí tenemos la obsesión, seguida de posesión y vampirismo.

En los versículos 32 y 33, del capítulo 9, en el Evangelio de Mateo, leemos la noticia de que el pueblo trajo al Divino Benefactor a un hombre mudo, de un Espíritu en profunda perturbación y, apartado el huésped extraño por la bondad del Señor, el enfermo recuperó inmediatamente la voz.

Ahí tenemos la obsesión compleja, alcanzando alma y cuerpo.

En el versículo 2, del capítulo 1.3, e3n el Evangelio de Juan, anotamos la palabra positiva del apóstol, aseverando que un Espíritu perverso había colocado en el sentimiento de Judas la idea de negación del apostolado.

Ahí tenemos obsesión indirecta, en que la víctima padece influencia envilecida, sin perder la propia responsabilidad.

En los versículos 5 al 7, del capítulo 8, en los Actos de los Apóstoles, nos informamos de que Felipe, transmitiendo el mensaje del Cristo, entre los samaritanos, consiguió que muchos cojos y paralíticos se curasen, de pronto, con la simple retirada de los Espíritus inferiores que los molestaban.

Ahí tenemos la obsesión colectiva, generando molestias fantasmas.

Y, de principio a fin, vemos que el Nuevo Testamento trata del problema de la obsesión con el mismo interés humanitario de la Doctrina Espírita.

No nos detengamos delante de los críticos contumaces.

Entendamos el servicio de socorro a los procesos obsesivos de cualquier procedencia, porque los principios de Allan Kardec reviven las enseñanzas de Jesús, en la antigua batalla de la luz contra la sombra y del bien contra el mal.


Con mucho amor y cariño de Merchita