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domingo, 30 de junio de 2013

LEYES MORALES DE LA VIDA



Juana de Angelis
Las leyes morales de la vida, establecidas por el Padre, son de todos los tiempos.

Inviolables, constituyen el camino de felicidad por el rumbo evolutivo, imponiéndose, paulatinamente, a la inteligencia humana ayándose establecidas en las bases de la harmonía perfecta en que se equilibra la Creación.

Reveladas a través de los tiempos, poco a poco, no se someten a los juicios transitorios de las pasiones humanas, que siempre desearon estandarizarlas al propio talante, sometiéndolas a sus torpes determinaciones.

Inspiradas a la humanidad por las fuerzas vivas de la Naturaleza desde los días del “hombre primitivo, pasaron a constituir la ética religiosa superior de todas las naciones. Leyes naturales de amor, justicia y equidad, son el fiel de la conquista del espíritu que en la preservación de sus códigos sublimes y en la vivencia de su legislación, señala el propio engrandecimiento y plenitud. El desacato, la desobediencia de sus códigos engendran el sufrimiento y desequilibrio del infractor, que de forma alguna consigue huir al reajuste producido por la rebeldía o insania de que se hizo portador.

Profetas, legisladores y sabios han sido los maleables instrumentos de que se sirvió el Padre Amantísimo a través de los tiempos, a fin de que el hombre, en el calabozo carnal, pudiese encontrar la ruta segura para atender el reino venturoso que lo espera.

De entre todos, sin embargo, fue Jesús el prototipo de la misericordia divina, “El modelo más perfecto que Dios ha ofrecido al hombre, para servirle de guía y modelo” , el propio Rey Solar.

Viviendo con todo vigor el estatuto de las “leyes morales”, dio cumplimiento a las de orden humano, sometiéndose, pacíficamente, instaurando el periodo fundamentado del amor, que resume todas las demás y las comanda con sin igual maestría.

El modelo a ser seguido, enseñó por el ejemplo y por el sacrificio, señalando en testimonio supremo la excelencia de su misión amorosa, a través de la donación de la vida, incitándonos a incorporarnos en el día a día de la existencia a la irrecusable lección de su auto-ofrenda santificante.

Nos inspira para elaborar está Obra en el incomparable “El Libro de los Espíritus”, de Allan Kardec, Parte 3ª, “De las Leyes morales” (*).

No pretendemos producir un trabajo e exegesis doctrinaria, más si responder a algunos conceptos y opiniones actuales en las nobles y relevantes lecciones allí expuestas, por considerar insuperable y profunda momentáneamente la obra Kardeciana, repositorio fiel del Consolador, conforme prometió Jesús.

Dividimos, en once las leyes morales, conforme la clasificación y la renovación intima de aquellos que se interesan por la Doctrina espirita, o que en el báratro de estos días de inquietud padecen sed de Dios, requieren de lo Alto respuestas inmediatas para las interrogaciones afligentes, pidiendo orientación.

El hombre viaja con sus formidables bólidos espaciales fuera de la órbita de la Tierra, y, todavía, no se conoce a si mismo.

Descubre el mundo que lo fascina y no penetra en las responsabilidades morales que le caben cumplir.

Altera la faz del planeta que habita y pretende modificar las “leyes morales” que rigen el Universo, sumergiéndose, entonces, en profunda amargura.

Presenta conceptos valiosos y concepciones de audacia matemática, descubriendo las leyes de gravitación, de aglutinación de las moléculas, de la estructura genética de los seres y, todavía, impone absurdas determinaciones en el campo moral, legalizando el aborto, resucitando la pena de muerte, programando a la familia, mediante procesos creados, precipitados, abogando la disolución de los vínculos matrimoniales estimulado por terrible libertinaje, fomentando la guerra…

Hay dolor y locura, hambre, miseria moral y social en larga escala, en un atestado inequívoco del primitivismo moral que rige en individuos y colectividades dichos civilizados.

Las leyes de la vida son impostergables.

Nadie las derroca; no las subestimes impunemente; no las ignoras, aunque desees hacerlo. Están insculpidas en la conciencia de las criaturas. Aun mismo el bruto las siente en forma de impulsos o por el brillo de su grandeza transcendente en los pródromos de la inteligencia.

Leyes inmutables, son las leyes de la vida.

Joanna de Angelis “médium Divaldo Pereira franco
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NACER Y RENACER

La creencia en la Reencarnación ha estado presente desde la antigüedad en toda la humanidad, mayoritariamente en las religiones egipcias, griega, hindú, budista y romana. La respuesta a la incógnita a las desigualdades y los sufrimientos humanos, a todos los niveles, la encontramos en la doctrina de la Reencarnación, y en la ley análoga de causa efecto o de acción-reacción.

En el «Libro le los Espíritus» de Allan Kardec, maestro fundador del Espiritismo, se encuentra el siguiente mensaje: «Dios creó a todos los Espíritus simples e ignorantes, poseedores de tanta aptitud para el bien como para el mal, pero con idénticas oportunidades para evolucionar» En Kardec también leemos: «Sólo es inquebrantable aquella fe que pueda mirar frente a frente a la razón en todas las edades de la humanidad.» «Nacer, morir, renacer y progresar siempre. Esta es la Ley.»

He ahí la síntesis de la Reencarnación, a la que todos los seres humanos estamos sujetos ineludiblemente. Es evidente que renacemos, porque en esencia, somos inmortales. La continuidad de la Vida, la afirmó Víctor Hugo con estas palabras: «Los muertos son seres invisibles, pero no ausentes.» «La tumba que se cierra sobre los muertos, abre el firmamento, y lo que tomamos por el fin, es el comienzo. La muerte es la puerta de la Vida.» «La cuna tiene un ayer y la tumba tiene un mañana.»

A Voltaire esta doctrina no le pareció, «ni absurda ni inútil..., no es más sorprendente nacer dos o más veces que una.» Así mismo Camilo Flammarion aseveró: «La inmortalidad es la luz de la vida. El alma eterna sobrevive a los despojos mortales, como a ellos preexistió.»

Campoamor escribió: «A todo va la inmensidad unida/ entre el ser y no ser media un instante/ tiene el punto presente de la vida/ un infinito atrás y otro delante.»

El «Canto del Bienaventurado» compuesto hacia el siglo X antes de Jesucristo, desarrolla la doctrina de la Reencarnación o renacimientos. «Todo aquel que ha nacido tiene necesariamente que morir, y el que ha muerto debe renacer.»

Según Herodoto, los egipcios enseñaban la inmortalidad del alma, y un texto del (3000 a. C.), afirma: «...al final a un hombre se le revelaran todas sus vidas diferentes.» San Gregorio Nacianceno (329-389) aseguraba: «Hay necesidad material de que el alma sea curada y purificada, si no lo es en esta vida, lo será en otras siguientes y futuras.»

Amalia Domingo Soler, nació en Sevilla el 1835 y desencarnó en Barcelona el 1909, fue una mujer extraordinaria, sagaz y librepensadora, abogó con valentía, tesón y buen criterio, por la igualdad de los seres humanos, la inmortalidad del alma y la ley de Reencarnación, reconociéndola como: hija de la Justicia Infinita de un Padre de Amor y Bondad. Incansable propagadora del Espiritismo, afirmó: «La instrucción nos lleva a Dios y nos aparta de las religiones.»

De su fecunda obra, nos permitimos recoger las siguientes reflexiones: «Las comunicaciones con el Más Allá, levantan el velo que cubre el pasado.» «Una creencia debe ser la convicción propia de un conocimiento. Ni la negación por sistema, ni la credulidad por hábito.»

«El sentido común, está siempre al lado de los que someten al crisol de la razón las elucubraciones de la inteligencia. La lógica constituye la fuerza matemática del pensamiento. Y la lógica es lo que siempre ha faltado en todas las enseñanzas religiosas. Por la fuerza de la razón no puede aceptarse la existencia de una humanidad tan miserable, hija de una Inteligencia Suprema.» «Es necesario que la humanidad adquiera la certidumbre y el convencimiento que no quedan impunes los atropellos y los crímenes cometidos, preciso es poner coto a los desórdenes, porque dejan una herencia terrible, dejan el patrimonio de los remordimientos.»

«Cada existencia terrena es uno de los capítulos que escribe el Espíritu en sus memorias eternas. No hay más cielo ni infierno que nuestras obras, buenas o malas. Los grandes infractores de ayer, son los parias de hoy. Los que gozan matando, son los que luego viven muriendo. El fanatismo es la lepra del alma. El mal engendra el mal. Cada uno es hijo de sus obras.»

«No existe la injusticia, cada ser vive en la atmósfera que él mismo se ha creado. No hay culpa eterna, ni castigo perpetuo. Sólo a fuerza de sufrimiento aprende el Espíritu a ser bueno, no hay mejor código que la necesidad. Todo lo que el Espíritu rompe y desprecia, lo tiene luego que construir.» «Tenemos un pasado un presente y un mañana.

Nuestro presente es hijo de nuestro pasado. Todos al nacer tenemos deudas pendientes. No se dan los primeros pasos sin los andadores del dolor.» «Nadie redime a nadie; cada cual se redime a sí mismo. El ser humano se redime por sus actos. Pagar una deuda no es una desgracia, sino el cumplimiento de la ley de evolución. Lo que no se gana no se obtiene, pero basta querer para obtener. ¡Querer es poder!»

«No hay mancha del Espíritu que no borre la expiación. No hay deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla. Todo llega a su tiempo en el eterno día del Creador. La derrota y la victoria son obra de uno mismo. ¡Qué bueno es ser bueno! ¡Qué malo ser malo!» «La siembra es voluntaria, la cosecha obligatoria. No hay efecto sin causa. Toda acción produce una reacción. La muerte no existe. El Espíritu no puede dejar de ser; caer y levantarse, ser vencido y vencedor, este es su destino.» «Dos ambiciones deben agitar al Espíritu: ser sabio para ser grande, ser bueno para ser justo.»

Normalmente las personas objetan, que no recuerdan sus vidas pasadas, algo de suma importancia, según ellas, para aceptar las múltiples existencias. Recordar las vidas anteriores, sería una rémora que frenaría toda posibilidad de evolución. Espíritus endurecidos, enemigos de otras épocas, renacen en un mismo hogar, unidos por estrechos lazos familiares, porque sin amor previo y el olvido del pasado sería imposible cancelar odios o rencores y deseos de venganza. Gandhi (1869-1948) el hombre que predicaba la paz con la no violencia, escribió en una carta a un discípulo: «Es una amabilidad de la Naturaleza el que no recordemos nacimientos pasados.»

Según Allan Kardec: «El olvido de las vidas anteriores es un beneficio de Dios, quién en su bondad ha querido ahorrar al ser humano recuerdos casi siempre penosos.» No siempre la humanidad vagará esclava entre dudas y confusiones. Esta consoladora sentencia de Jesús, lo avala: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará.» (Jn. 8, 32). El Antiguo Testamento habla en exceso de un dios de la cólera y las maldiciones; del dios que desconoce la calidad de su obra y se «arrepiente» de haber creado al hombre. Evidencia una incomprensible ignorancia y falta de previsión, castigando inútilmente con un diluvio a sus hijos, ya que éstos no escarmentaron... En abismal y notoria oposición al antropomorfo dios de los «ejércitos», en el «Libro de los Espíritus» de Allan Kardec, aclara, afirmando: «Dios es la suprema y soberana inteligencia. Es único, eterno, inmutable, inmaterial, omnipotente, soberanamente justo y bueno, e infinito en todas sus perfecciones.» Esta sublime enseñanza la transmitieron, mediúmnicamente.

Espíritus Superiores.

Del maestro Allan Kardec leemos, de su libro «El Cielo y el Infierno»: «Por eso Dios, que es soberanamente justo y bueno, concede al espíritu todas las existencias necesarias para llegar al fin, que es la perfección.» «En cada nueva existencia, el espíritu trae lo que ha adquirido en las precedentes, en aptitudes, conocimientos intuitivos, inteligencia y moralidad. Cada existencia es así un paso adelante en la vía del progreso.» «En el intervalo de las existencias corporales, el espíritu vuelve por un tiempo más o menos largo, al mundo espiritual, en el cual es feliz o desgraciado según el bien o el mal que hizo.» «La felicidad de los espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa, que sería, como a menudo se ha dicho, una eterna y fastidiosa inutilidad.»

«La vida espiritual, en todos los grados es, por el contrario, una actividad constante; pero una actividad exenta de fatigas. En todas partes, pues, todo es vida y movimiento. Cada espíritu lleva consigo los elementos de su dicha, en proporción a la categoría en que le coloca su grado de adelanto.»

«La doctrina de las penas eternas absolutas conduce a la negación de algunos de los atributos de Dios, y en consecuencia, es inconciliable con la perfección infinita. Si Dios es perfecto la condenación eterna no existe. Si ésta existe, Dios no es perfecto.» «No hay una sola imperfección del alma que no lleve consigo sus consecuencias molestas e inevitables, ni buena cualidad que no sea origen de un goce.» «Toda falta cometida, todo mal realizado es una deuda que se ha contraído y debe de ser pagada. De este modo el espíritu es siempre árbitro de su propia suerte. Puede prolongar sus sufrimientos por su persistencia en el mal, endulzarlos o abreviarlos por sus esfuerzos en hacer el bien.»

«Arrepentimiento, expiación y reparación, son las tres condiciones necesarias para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias.»

«Cualesquiera que sean la inferioridad y la perversidad de los espíritus, Dios no les abandona jamás. Todos tienen su ángel guardián que vela por ellos, espía los movimientos de su alma y se esfuerza en suscitar en ellos buenos pensamientos, y el deseo de progresar y de reparar en una nueva existencia el mal que han hecho. Así se encuentra realizada la gran ley de unidad de la Creación.»

«Dios no ha estado jamás inactivo. Siempre ha tenido espíritus puros experimentados e iluminados para transmitirles sus órdenes y para la dirección de todas las partes del Universo, desde el gobierno de los mundos hasta los más ínfimos detalles. No ha tenido, pues, necesidad de crear seres privilegiados exentos de cargas. Todos, antiguos o nuevos, han conquistado sus grados en la lucha y por su propio mérito, todos, en fin, son hijos de sus obras. Así se cumple igualmente la soberana justicia de Dios.»

El Espíritu Inmortal, Evoluciona por medio de la Reencarnación, que es el innegable patrimonio del Creador.

M. Dolors Figueras
Centre de Divulgació Espírita - AMOR i PAU - c/ Mariano Cuiner, 5 - 08700 IGUALADA
Debido a la enfermedad que atravieso y a su tratamiento, algunos dias no os he podido publicar nada, pero mi intención es seguir haciéndolo siempre que mi  salud lo permita cada día.
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