Albert Barbens Brincau
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EL HOMBRE NO ES EXTRANJERO
EN NINGUNA PARTE
Por: María Di Matteo
Exponer este tema para aquellos que no tienen un conocimiento filosófico o que no pertenecen a alguna escuela espiritual o metafísica resulta una tarea arduo difícil. Sin este conocimiento espiritual sería casi imposible comprender por qué el hombre no es extranjero en ninguna parte.
Nuestro planeta se encuentra dividido en diferentes continentes, países, razas, idiomas, culturas, religiones, etc. Los pueblos están delimitados por fronteras que vienen a determinar un supuesto territorio sobre el cual se dice que existe soberanía; pero esta soberanía no es más que la consecuencia de los deseos de poder y ambición en la que está sumergido el hombre. Cegado por el mundo de los sentidos centró sus intereses en obtener riquezas y beneficios materiales, olvidándose de desarrollar la parte espiritual que lo conforma y obviando las palabras del sabio Galileo: “Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Remitiéndonos a la historia, vemos cómo para obtener esa soberanía ha prevalecido el dominio del hombre por el hombre. A base de guerras, conquistas, exterminios y violaciones, muchas de ellas en nombre de Dios, hemos producido todas estas divisiones étnicas, culturales y territoriales; pero ¿Somos realmente diferentes por tener diferentes culturas o creencias? ¿En qué nos diferenciamos los unos de los otros?
Parodiando a Hegel, ésta es una “diferencia que no es diferencia” porque el ser humano es un ser infinito-finito. En el mundo de los sentidos nos vemos deslindados de nuestro prójimo; pero en realidad estamos unidos por un lazo indisoluble, común a todos los seres que habitan el infinito Universo.
Si se tiene la oportunidad de conocer diferentes países, uno va poco a poco apropiándose de culturas y maneras de pensar distintas, aparentemente contradictorias, pero cuando se analiza al ser humano, se llega a comprender que las necesidades del hombre, son iguales en todas partes; que sus sueños e inquietudes espirituales son los mismos, no importa lo distante de un país de otro, no importan las fronteras, las creencias religiosas o los aprendizajes culturales. En esencia, todos los seres humanos buscan y trata de alcanzar un estado óptimo de bienestar, que es lo que llamamos felicidad.
Cuando el hombre ha experimentado lo suficiente y logra un nivel cognoscitivo superior, puede comprender la sabia sentencia de Jesús de Nazareth: “La casa de mi Padre tiene muchas moradas”; entonces entiende que en el mundo real no existen fronteras ni divisiones y que, como hombre, está en la necesidad de aprender y demostrar la vida a través de múltiples reencarnaciones y que en función de su plan de trabajo debe vivir no sólo en diferentes países de la tierra, sino también en distintos mundos del Universo, unas veces nacerá como blanco, otras como negro o mestizo, como rico o pobre, como hombre o mujer, según sea su actuación en la tierra y según sea su programa.
En cada existencia y de acuerdo con nuestro programa espiritual, escogemos la raza, el sexo, el país, los padres y circunstancias particulares que nos van a permitir desarrollar nuestro plan de vida; siempre en función de los compromisos y deudas contraídas en existencias anteriores. Esta experiencia de vida trae como lógica consecuencia que el ser humano se desarrolle como ente corpóreo-espiritual y alcance un grado elevado de conocimiento que le permitirá reconocer en los demás seres humanos a su hermano.
Para entonces ya su nivel de espiritualidad le hará comprender las leyes universales que lo llevarán a afirmar axiomáticamente que el hombre no es extranjero en ninguna parte y que su patria es el Universo.
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ACTUALIZACIÓN DEL ESPIRITISMO
Jon Aizpúrua
Una de las cuestiones más difíciles y delicadas que se han presentado en el Espiritismo desde sus propios inicios se relaciona con sus posibilidades para mantenerse actualizado frente a los avances que se producen continuamente en todas las áreas del conocimiento, y, al mismo tiempo, preservar los principios básicos que garantizan su identidad doctrinaria y constituyen la razón misma de su existencia.
Identidad y cambio, son pues, los términos de una ecuación que exige una actitud abierta, equilibrada y prudente. Una actitud, precisamente, como la que adoptó en su tiempo Allan Kardec, el ilustre fundador y codificador de la Doctrina Espírita , y es por eso, que la lectura de sus obras nos inspira tanta confianza y seguridad en la correcta orientación que él trazó, siguiendo además las pautas que le proporcionaron espíritus de altísima elevación moral e intelectual. En El Libro de los Espíritus y demás textos que integran la Suma Kardeciana, encontramos de manera explícita los criterios que definen los rasgos progresistas de la naciente idea:
Doctrina evolutiva:
“El Espiritismo, avanzando con el progreso, nunca quedará rezagado, porque, si nuevos descubrimientos le demostrasen que está en el error en algún punto, él se modificará en ese punto y si una nueva verdad se revelase, él la aceptará”
Científica, filosófica y moral:
“El Espiritismo es a la vez una ciencia de observación y una doctrina filosófica. Como ciencia práctica, consiste en las relaciones que pueden establecerse con los espíritus; como doctrina filosófica, comprende todas las consecuencias morales que se desprenden de semejantes relaciones”
Abierta:
“El Espiritismo, so pena de suicidio no puede cerrar las puertas a ningún progreso”
Dinámica:
“La inmovilidad, en vez de ser una fuerza, se convierte en una causa de debilidad y rutina para quien no sigue el movimiento general; rompe la unidad, porque quienes desean ir hacia adelante se separan de los que se obstinan en quedarse atrás”
Racionalista:
“La fuerza del Espiritismo reside en su filosofía, en el llamamiento que hace a la razón y al buen sentido”
Arreligiosa:
“No teniendo el Espiritismo ninguna de las características de una religión, en la acepción usual de la palabra, no podía ni debía presentarse con un título sobre cuyo valor inevitablemente se habría equivocado. Es por eso, que simplemente se dice doctrina filosófica”
Universalista y fraterna:
“La fraternidad debe ser la piedra angular del nuevo orden social. Pero, no habrá fraternidad real, sólida y efectiva si no estuviese apoyada sobre una base indestructible; esta base es la fe; no la fe en tales o cuales dogmas particulares, que cambian con los tiempos y los pueblos se lanzan piedras porque, anatematizándose, mantienen el antagonismo, sino la fe en los principios fundamentales que todo el mundo puede aceptar: Dios, el alma, el futuro, el progreso individual indefinido y la perpetuidad de las relaciones entre los seres. Esta es la fe que da el Espiritismo y que será de ahora en adelante el centro en torno del cual se moverá el género humano” Tales características, claramente puntualizadas en estas citas de Kardec, representan la mejor garantía de que el Espiritismo, no solamente vino en el momento oportuno, superando dialécticamente las carencias y errores tanto del materialismo como de la religión; sino que llegó para quedarse, mostrando a la humanidad un camino cierto hacia nuevos y superiores destinos.
Poco más de siglo y medio ha transcurrido desde que fue codificado, y en todo este tiempo, rico en transformaciones sociales, científicas, intelectuales, culturales, económicas y políticas, los postulados básicos que definen al Espiritismo, lejos de resultar lastimados por el impacto de esos cambios, se han fortalecido, pues han aparecido nuevas evidencias que confirman su autenticidad y veracidad.
Ahora, en pleno siglo XXI, con los nuevos enfoques de las ciencias naturales y de las ciencias sociales que han dado origen a concepciones emergentes como las que ofrecen la biología molecular, la física cuántica, la psicología transpersonal o la parapsicología, se está abriendo paso un nuevo paradigma del conocimiento que se define como holístico, sistémico, dialéctico, ecológico y profundamente espiritualista.
Un paradigma donde se representa al Universo como la cristalización del pensamiento y la voluntad de Dios, como un infinito sistema en continua evolución, y al hombre como una compleja unidad bio-psico-socio- espiritual. En ese paradigma, los principios fundamentales que integran el cuerpo doctrinario del Espiritismo: Dios, espíritu, supervivencia, reencarnación, evolución, mediumnidad y pluralidad de mundos habitados, se ubican con perfecta comodidad.
Si esto es así, ¿qué se debe entender, entonces, por actualización del Espiritismo? Pues, exactamente lo mismo que entendió y previó Kardec: mantenerlo siempre actualizado, de acuerdo con el progreso y no a sus espaldas. Y eso es lo mismo que ya consideraron como algo necesario pensadores de la estirpe de León Denis, Gabriel Delanne, Gustavo Geley, Ernesto Bozzano, Amalia Domingo Soler, Quintín López Gómez, Antonio Freire, Oliver Lodge, Cosme Mariño, Manuel Porteiro, Humberto Mariotti, Angelo Torteroli, Carlos Imbassahy, Herculano Pires, Deolindo Amorim, Soto Paz Basulto, Rosendo Matienzo Cintrón, Luis Zea Uribe, Ernesto Moog, Pedro Alvarez y Gasca, David Grossvater, Manuel Matos Romero, por mencionar solamente algunos de sus más insignes representantes en diversas épocas y naciones.
Actualizar el Espiritismo no implica, en forma alguna, la eliminación o la sustitución de ninguno de sus postulados centrales. Pero significa, eso sí, revisar la manera como son entendidos e interpretados, y adecuarlos a las nuevas conquistas del Conocimiento científico. Encontramos numerosos temas y conceptos que apenas fueron insinuados en las obras kardecianas, y que requieren ser completados y desarrollados. La ciencia y sus aplicaciones tecnológicas han abierto rumbos que antes no existían y que el Espiritismo debe también incorporar. Y el lenguaje con que se comunican las ideas, con todas sus implicaciones semánticas y semiológicas, debe ser revisado, modificado y perfeccionado. Eso, que es tan obvio y elemental, y que provoca tanto escozor a los espíritas de mentalidad conservadora y dogmática, ya lo hizo Kardec en su momento. En abril de 1857 publicó El Libro de los Espíritus conteniendo 501 preguntas y respuestas, y en 1860, dio a conocer la que sería la segunda y definitiva edición con 1018 cuestiones. ¡Había revisado diversas opiniones y más que duplicado el número de asuntos abordados! En 1858 publicó " Instrucción práctica sobre las manifestaciones espíritas," y después tomó la decisión de no editar más esa obra y refundirla en "El Libro de los Médiums". Tanto en sus libros como en la Revue Spirite, Kardec reconoce, con la honestidad que le caracterizaba, que en numerosas oportunidades se vio obligado a variar su opinión sobre ciertos temas e interpretaciones, e invita a los espíritas a actuar siempre de ese modo para evitar que la doctrina quede marginada del progreso en general.
Para nosotros está muy claro que se debe resguardar la integridad de la doctrina y la fidelidad a las directrices que fueron trazadas por la espiritualidad superior, y que se debe permanecer alerta ante las “innovaciones” de extrañas procedencias que han tratado de infiltrarla, presentándose a sí mismas como “revelaciones superiores”, y que en verdad, nada aportan de interesante o constructivo, y por el contrario, introducen ideas absurdas y extravagantes que desacreditan a quienes las admiten.
La actualización del Espiritismo es un planteamiento y una actitud que se sintonizan plenamente con la letra y con el espíritu de las enseñanzas de su ilustre Codificador. Otra cosa no haría él en estos momentos y no otra cosa nos está reclamando que hagamos en la actualidad. Esta convicción nos mueve a expresar con firmeza y serenidad que la vigencia de Kardec no está en discusión, que su pensamiento es muy actual, y que el sentido dinámico y progresista de su obra es la mayor garantía de que siempre estará en sintonía con el progreso. Es por eso, que la C. E. P. A. convoca periódicamente Congresos Espíritas en diversos puntos de Suramérica con la intención de seguir planteando el tema de la actualización, siguiendo un proceso que habrá de se continúa en otros eventos, con la participación de espíritas que aman esta hermosa doctrina y desean verla siempre fresca, dinámica y abierta.
La actualización del Espiritismo es una necesidad inaplazable y un desafío a la inteligencia, a la cultura y a la sensibilidad de los espíritas. Marchamos hacia ese proceso enarbolando la bandera de Kardec y sintiendo en nuestras almas la inspiración de ese mundo espiritual superior que orienta, anima e impulsa todo esfuerzo que contribuya a la superación de la humanidad.
Editorial da Revista América Espírita, número 56
Recopilación: Cassio Lopes
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta. y José L. Martín
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