El obispo de la
Serena, Chile, don Ramón Ángel Jara, tuvo la oportunidad de escribir un texto
muy poético que dice:
“Existe una
simple mujer que, por la inmensidad de su amor, tiene un poco de Dios:
Por la constancia
de su dedicación, tiene mucho de ángel.
Que, siendo
moza, piensa como una anciana y, siendo vieja, actúa con todas las fuerzas de
la juventud.
Aunque
ignorante, descubre los secretos de la vida
mejor que cualquier sabio.
Aunque sabía,
asume la simplicidad de las criaturas.
Pobre, sabe
enriquecerse con la felicidad de los que
ama.
Rica, sabe
empobrecerse para que su corazón no sangre herido por los ingratos.
Fuerte, se
estremece al llanto de la criatura.
Débil, se revela
con la bravura de los leones. Viva, no le sabemos dar e valor porque con su sombra a todos los dolores se apagan.
Muerta, todo lo
que somos y todo lo tenemos daríamos para verla de nuevo, y de ella recibir un
apretón de sus brazos, una palabra de sus labios.
No exijan de mí
que diga el nombre de esa mujer, si no quieren que empape de lágrimas ese
álbum.
Porque yo la vi
pasar en mi camino.
Cuando crezcan sus hijos, lean para ellos esta
página.
Díganles que un
pobre viandante, a cambio de suntuoso hospedaje recibido, aquí dejó para todos
el retrato de su propia madre.”
En la
actualidad, la mujer asumió muchos papeles. Se lanzó al mundo y se transformó en la operaria,
juez, científica, profesora, militar, policía, secretaria, empresaria,
presidente, general y todo lo más que en
el pasado era privilegio solo del hombre.
La mujer se
tornó en verdad en una súper mujer que más allá de los quehaceres domésticos,
conquistó su espacio en el mercado del trabajo.
Naturalmente, no
para competir con el hombre, más si para sumar con él, los esfuerzos de
ambos para el sustento y el bienestar de la familia.
La reina del
hogar se transformó en la mujer que actúa y desciende en la sociedad.
De las cuatro
paredes del hogar para el palco del mundo.
Con todo, esa
mujer soñadora, escritora, diputada, médica, administradora de empresa, no
perdió la ternura.
Ella prosigue en
su nido afectivo para acoger a su esposo y a los hijos.
Equilibrada y
consciente, ella brilla en el mundo y
dirige el hogar.
Y aunque interpreta muchos papeles, ella no olvidó de su más importante papel: el de ser
madre.
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De entre todas
las mujeres que se proyectaron en el mundo, realizando grandes hechos, nuestro
recuerdo busca en el tiempo una mujer especial.
La historia no
le registra grandes discursos, más el evangelio le anota gestos y palabras que
valen mucho más.
Madre de un hijo
muy especial, que revolucionó la historia, se mantuvo firme en la adversidad,
en el dolor, ejemplificando lo que él enseñó.
No dejó testamento, riquezas o haberes más legó a la humanidad la excelente lección de
la mujer que engendró el hijo, lo
alimentó y lo entregó al mundo para servir al mundo.
Su nombre era
María…
María de
Nazaret.
¿Qué es el espacio?
Es la inmensidad, es decir el infinito donde se mueven los mundos, la esfera sin límites que nuestro pensamiento limitado, no puede ni concebir ni definir.
Síntesis Doctrinal Y Práctica Del Espiritismo
Léon Denis
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