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jueves, 13 de febrero de 2014

Ley de Transformación y destrucción

                                         
   Ley de Transformación y destrucción

Por esta ley todos los Seres experimentamos un desgaste físico con el paso del tiempo. Esta ley natural supone una progresiva y necesaria destrucción de todas las formas vivas para su posterior transformación o renacimiento en otras formas nuevas o distintas, regenerando y renovando así su esencia.
Se trata de un mecanismo necesario para que pueda existir y continuar una posterior transformación y mejora de todos los seres vivos. Todas las formas materiales vivas son pasajeras y mas o menos efímeras, pues la muerte las termina y la vida continúa engrandeciendo su esencia.
En la Naturaleza esta ley se está cumpliendo continuamente mediante la cadena alimentaria de unos seres que dependen de otros para subsistir, manteniendo de este modo un equilibrio ecológico que a veces puede mostrarse como la cara cruel pero necesaria de la Naturaleza, en donde se aprecia claramente como la destrucción o muerte es necesaria para la vida, a la que acompaña siempre. La destrucción supone renovación con el objeto de ir mejorando los seres vivos.
Esta destrucción natural que supone renovación, es el complemento del proceso evolutivo por el que es preciso morir para después renacer , pasando así por millones de metamorfosis.
La vida está en constante renovación, Hasta en nuestro mismo cuerpo aun sin percibirlo, están las células de su organismo muriendo constantemente al tiempo que van siendo sustituidas por otras nuevas que nacen.
El equilibrio ecológico se produce en la Naturaleza entre los animales de un modo instintivo, controlando los excesos de nivel de individuos en poblaciones que así fluctúan en busca de un equilibrio necesario entre las especies animales y vegetales. Resulta paradójico observar como mediante la recíproca destrucción entre dos especies, dentro de una justa y equilibrada medida, ello conduce a la conservación recíproca de ambas especies mediante el equilibrio ecológico de su ecosistema.
Todos los seres vivos mantenemos los instintos de reproducción y de conservación, lo cual preserva el Principio Inteligente que existe en todos los seres vivos a fin de que su desarrollo evolutivo no se vea interrumpido antes de tiempo. Precisamente por esto, considerando la Vida como un continuo devenir de las formas físicas dentro de un proceso de transformación y desarrollo continuos, se comprende la necesidad de una permanente destrucción o desgaste de esas formas físicas para dar paso a otras nuevas.
Al observarse en la humanidad un nivel creciente de población, se podría creer que vamos al caos; sin embargo de alguna forma el Creador mantiene el equilibrio natural.
En el Ser humano de hace varios cientos o quizás miles de años, la necesidad de destrucción era mas intensa que ahora,- sin embargo actualmente es muchísimo mas intensa su capacidad destructora , y a pesar de esto, en el futuro , como resultado lógico de su evolución espiritual y moral, la Humanidad está abocada a llegar a alcanzar un nivel superior de conciencia , por lo que su instinto destructivo actual y su capacidad destructora, no tendrán finalmente razón de ser y terminarán por desaparecer por completo.
Los periodos de destrucción y regeneración a lo largo de la historia de los pueblos y civilizaciones, se han ido alternando. Así, a cada periodo de decadencia ,destrucción o calamidad, le han seguido a continuación periodos de regeneración, florecimiento y prosperidad, con grandes avances sociales e intelectuales, lo cual nos indica como esta ley de Destrucción también ha sido a su vez una gran colaboradora e impulsora en la evolución del Ser humano a lo largo de los tiempos.
También a lo largo de la Historia humana han habido muchas civilizaciones, razas y pueblos con cierto grado de desarrollo social y humano, que han llegado a desaparecer por completo, dando paso a otros que les han sucedido, a veces mas atrasados en sus comienzos, pero que conservaron como semilla de desarrollo social y como punto de partida, algún vestigio de herencia de esa civilización perdida en los recuerdos del pasado. Han exisido pueblos y civilizaciones , muchas de ellas desconocidas o que han llegado a nuestro conocimiento bajo forma mitológica, en los que tras un periodo de crecimiento floreciente tuvieron otro de decadencia hasta su total desaparición. Sin embargo finalmente otros pueblos normalmente mas adelantados o evolucionados, ocuparon posteriormente su lugar. Por la misma razón es normal creer que algún día llegará en el que nuestra actual civilización habrá pasado a la historia y otra nueva raza tal vez nos haya sustituido.

- José L. Martín -
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Nada perece en el universo; cuanto acontece en él no pasa de meras transformaciones.”
- Pitágoras-
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Joao Bautista Cabral
Venza la ansiedad


En los actuales dias que vivimos en la Tierra con tanto progreso material, el ser humano vive aturdido ante los graves conflictos: el miedo, la tristeza, la depresión y la ansiedad. Esto tiene asolado a millones de personas en todo el planeta y no son fáciles sus curas o alivio al amparo del ser humano.
Inicialmente pretendemos ofrecer algunas definiciones de este terrible drama:
"Ansiedad es la sensación , a veces vaga, de que algo desagradable está a punto de suceder". El diccionario Aurelio presenta estos conceptos: "Ansia, aflicción, angustia....Perturbación del Espíritu causada por la incertidumbre o por el recelo...; Ansiedad: estado afectivo caracterizado por un sentimiento de inseguridad."
Lector amigo, observe entonces, que la ansiedad está íntimamente ligada con las incertidumbres de la existencia en la Tierra y en la vida espiritual, solo que son muchos los que se afligen con lo que les podrá suceder después de la muerte.
Buda- el Iluminado- ya llamaba la atención para la impermanencia de todo cuanto se refiere al cuerpo orgánico o al espiritual, solo que son muchos los que se afligen con lo que les podrá suceder. Platón, filósofo de la antigüedad, afirmaba que la única cosaq que no cambia en el Universo es la Ley del Cambio.

Así, por la dinámica de la Vida, en movimiento contínuo, nada permanece estacionario. Criatura alguna, por fuerza de este movimiento incesante, experimenta seguridad absoluta y permanente del cuerpo. Todos estamos sujetos a cambios que pueden ocurrir en cualquier momento. En relación a esta impermanencia y a esta inseguridad, se comprende por qué la mayoría de los hombres vive abrazado a esa sensación de que algo desagradable está a punto de suceder.
El ansioso crónico sufre, entre otras razones, porque sueña en conseguir ciertos bienes y valores y sueña en conservar siempre lo que viene a conquistar. Como no consigue todo lo que desea, o como siente que no conservará para siempre lo eventualmente conquistado, se angustia. Sufre con la sensación de que no conseguirá alcanzar la meta o con la sensación de que en cualquier momento perderá lo poco que conquistó!

,Se puede pues, decir entonces que la ansiedad es una perturbación del espíritu causada por la incertidumbre o por el recelo. Los estudiosos hacen una distinción importante entre el miedo y la ansiedad; en cuanto el miedo es a la reacción al peligro externo y real, la ansiedad significa"una expresión de conflictos internos, la mayoría de las veces, inconsciente".

La ansiedad puede ser considerada normal o patológica. La ansiedadnormal es aquella en la que el indivíduo presentará las manifdestaciones psíquicas o físicas en intensidad leve o moderada, no frecuentes y con una duraci-on limitada de tiempo. La ansiedad será patológica siempre que las manifestaciones psíquicas mencionadas se presenten a un nivel acentuado, inaceptable. Traerá inclusive , maleficios para la económia oránica, En este grado, la ansiedad solamente perturba y perjudica.

El rencor y el resentimiento son otra enfermedad del alma. La cura del rencor exige una reforma íntima profunda. Aquellos que lo conservan, enferman, no solo no solo espiritual, sino físicamente. La mejor terapia es la del perdón, no solo de palabras sino sobre todo, del olvido del mal recibido.

La depresión es también una dolencia del alma y está vinculada la mayor parte de las veces, al presente y al pasado del Espíritu que vivió equivocado y contrarió esta u otras vivencias anteriores a la conciencia de culpa. ¿Cómo vamos nosotros a curar esas graves dolencias?. El Espiritismo,ampliando las enseñanzas morales del mensaje de Jesús para los tiempos actuales, nos ofrece alguna sugerencia?. Vamos a seguir algunas reglas que pueden cambiar su vida:

1.- Haga el bien a sí mismo y a sus semejantes;
2.- Confíe en Dios, planee una vida y hágala.
3.- Ame a su familia procurando mejorar sus relaciones familiares
4.-Aprenda a dominar sus emociones
5.- Sea Vd. Su psicoterapeuta descubriendo sus virtudes.
6.-Sea competente planeando sus acciones.
7.-Vaya más allá del bienestar material pensando en los valores de la educación
del Espíritu.
8.- Crézcase ante los obstáculos.
9.- Viva bien con todos.
10.- Cuide con celo de su cuerpo, pero principalmente, de la iluminación interior.

Finalmente, con el despertar del Espíritu y la vivencia del amor, creemos que podemos vencer estos males que han llevado a tantas personas al sufrimiento y así, podremos alcanzar un estado de plenitud.La Iluminación.
João Batista Cabral –
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EL LADO RELIGIOSO DEL ESPIRITISMO

...) Creer en  un Dios Todopoderoso, soberanamente justo y bueno; creer en al alma y en su inmortalidad; en la preexistencia del alma como única justificación del presente; en la pluralidad de existencias como medio de expiación, de reparación y adelanto intelectual y moral; en la perfectibilidad de seres más imperfectos; en la felicidad creciente  con la perfección; en la equitativa remuneración del bien y del mal, según el principio: “a cada cual según sus obras”;  en la igualdad de la justicia para todos, sin excepciones, favores ni privilegios para ninguna criatura; en la duración de la expiación limitada a las imperfecciones; en el libre arbitrio del hombre, que le deja siempre escoger entre el bien y el mal; creer en la continuidad de las relaciones entre el mundo visible y el mundo invisible; en la solidaridad que religa a todos los seres pasados, presentes y futuros, encarnados y desencarnados; considerar la vida terrestre como transitoria y una de las fases de la vida del Espíritu, que es eterno; aceptar valerosamente las pruebas, en vista de un futuro más deseable que el presente; practicar la caridad en pensamiento, en palabras y obras en las más amplia acepción del término; esforzarse cada día para ser mejor que en la víspera, extirpando toda imperfección de su alma; someter todas las creencias al control del libre examen y de la razón, y no aceptar nada por la fe ciega; respetar todas las creencias sinceras, por más irracionales que nos parezcan, y no violentar la conciencia de nadie; ver, en fin, los descubrimiento de la  Ciencia, la revelación de las leyes de la Naturaleza, que son las leyes de Dios: ese es el Credo, la religión del Espiritismo, religión que puede conciliarse con todos los cultos, esto es, con todas las maneras de adorar a Dios. Es el lazo que debe unir a todos los espíritas en una santa comunión de pensamientos, esperando que una a todos los hombres sobre la bandera de la fraternidad universal.
Con la fraternidad, hija de la caridad, los hombres vivirán en paz y se evitarán males innumerables, que nacen de la discordia, a su vez hija del orgullo, del egoísmo, de la ambición, de la envidia y de todas las imperfecciones de la Humanidad.
El Espiritismo da a los hombres todo lo que es preciso para su felicidad aquí en la Tierra, porque les enseña a contentarse con lo que tienen. 
Que los espíritas sean, pues, los primeros en aprovechar los beneficios que el les trae, y que inauguren entre sí el reino de la armonía, que resplandecerá en las generaciones futuras.
Los Espíritus que nos acompañan aquí  son innumerables, atraídos por el objetivo que nos propusimos  al reunirnos, a fin de dar a nuestros pensamientos la fuerza que nace de la unión. Ofrezcamos a los que nos son caros un buen recuerdo, y la garantía de nuestro afecto, coraje y consuelos a los que de ello necesiten. Hagamos de modo que cada uno recoja su parte de los sentimientos de caridad benevolente de que  estuviéremos animados, y que esta reunión de los frutos que todos tienen  derecho a esperar.
Allan Kardec

(Últimos cuatro párrafos. Extractado de Revista Espírita, diciembre de 1868)

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LA HUMILDAD DE SER HOMBRE
JOSE SANCHEZ JIMENEZ


La vida es el gran maestro del hombre, y como gran maestro, pone a disposición de todos sus discípulos, su inagotable capacidad de sabiduría.
 De él recibimos cada día, cada momento, una lección para nuestro aprendizaje en el gran oficio de ser hombre humilde.
Se extienden estas lecciones a todos los órdenes de la vida, pero principalmente, son las lecciones de observación, de percepción, de sensibilidad. Y, no podemos sacar buen provecho de ellas si no somos buenos y atentos observadores, perceptores y sensibles a todo cuanto nos rodea. Porque, si no observamos, no percibimos, y si no percibimos no sentimos, y sin sentimiento, la vida no tendría sentido.
Queda bien probado este hecho, no ya en el sentimiento que posee todo ser humano, por ser un ser racional, sino en el profundo sentimiento que existe en todo ser irracional o animal por feroz que éste sea. Es decir, que el sentimiento es fundamento primordial para el progreso humano.
Por eso, las lecciones más importantes que nos hace aprender el sabio maestro, que es la vida primero que ninguna, son las del sentimiento, porque es la que más falta nos hace para nuestra completa y mejor formación de hombre.
Para desgracia de todos, son éstas las lecciones menos asimiladas, menos percibidas por la generalidad de los hombres; son las que pasan constantemente junto a nosotros sin fijar en ellas los ojos de la sensibilidad que son los que recogen con mayor exactitud las realidades de la vida.
Por el contrario, las lecciones captadas con los ojos de la cara, con los ojos materiales, dejan mayor impresión en nosotros y somos arrastrados por ellas porque éstas suelen ser de mayor agrado a los apetitos, deseos o pasiones del cuerpo.
Por otra parte también recibimos en la vida las llamadas lecciones intelectuales y técnicas. Para mi concepto, éstas son el complemento de las anteriores. No obstante las anteponemos a ellas en la creencia de que las lecciones intelectuales son las principales y más importantes para el progreso del hombre.
Si como progreso entendemos solamente los conocimientos que se adquieren por el estudio de las ciencias y las artes, desde luego que sí; pero, si el conocimiento de la ciencia lo entendemos como complemento del progreso del hombre que ya de por sí es ciencia, sabiduría y entendimiento en su forma espiritual según la elevación adquirida por cada cual, llegaremos a la lógica conclusión de que el hombre progresa porque es causa y no efecto de la ciencia; porque es espíritu antes que materia.
Soy de los convencidos de que en el fondo de cada ser humano existe una gran porción de bondad, de predisposición a lo bueno, a lo razonable, a lo justo, ya que el ser esencial es el espíritu y éste procede de la inmaculada fuente del bien; pero al mismo tiempo, también lo estoy de que la mayoría de los seres humanos hacemos poco aprecio, poco uso de esas virtudes, porque tenemos la creencia de que no son agradables, que no satisfacen las necesidades del cuerpo.
Esta creencia es el producto de un error, y, como todas las cosas, tiene su causa en el desconocimiento de los placeres espirituales, producidos por la admiración de las cosas con los ojos del espíritu, que son los que nos trasmiten dichos placeres a través del sistema nervioso que es conductor de los placeres espirituales y materiales a la vez; pero en esta transmisión nos cabe a cada cual la obligación de distinguir estas sensaciones, estos placeres, porque el cuerpo material precisa y siente necesidades y placeres totalmente distintos a los placeres y necesidades del espíritu.
Por conducto del sistema nervioso, nos damos cuenta de la necesidad de comer, beber, dormir; sentimos el frío, el calor, el dolor y las sensaciones de agrado o desagrado que percibimos por el paladar, el olfato o la vista. De todas estas sensaciones rechazamos las que no nos agradan y nos quedamos con las que nos agradan.
Pues, exactamente igual ocurre con las sensaciones espirituales, las recibimos a través de los nervios, éstos nos las transmiten al corazón y  este las pasa al cerebro, que es el encargado, valiéndose de la inteligencia, que no tiene forma material, de transformarlas en acciones y obras. En la realización de esas obras y acciones está la parte directamente responsable del hombre. Por ellas, por las obras y acciones que realizamos, queda reflejado y comprobado quienes somos, porque con ellas demostramos si somos modestos u orgullosos; si somos sinceros o hipócritas; si leales o falsos; si tolerantes o intransigentes; si bondadosos o egoístas, virtudes y defectos adheridos al hombre como la sombra al cuerpo, y que le acusa como un severo fiscal que posee todas las pruebas acusatorias.
El hombre no quiere darse cuenta de este peso acusatorio, que, a través de los años de cada cual, se van acumulando y forman un pesado legajo en nuestra conciencia, cuyo peso no nos deja vivir tranquilamente, los que llamamos últimos días  de nuestra vida porque los años juveniles los pasamos con más irresponsabilidad, por lo que cometemos mayores desaciertos, ya que todas las cosas las vemos de color de rosa y las basamos en ilusiones vanas.
Cuando los años han pasado sobre nosotros y vemos la vejez acercarse, es cuando nos quisiéramos descargar del peso de nuestros errores, del peso de nuestras culpas. Por esta razón es por lo que el resto de la existencia la pasamos intranquilamente, en la mayoría de los casos, deseando que la muerte nos alivie de dicho peso. El deseo de morir es el mayor error que podemos cometer en nuestra vida, ya que la muerte es continuación y no fin de la existencia, y con ella no descansamos, sino que continuamos la marcha emprendida hacia nuestra propia regeneración, nuestra propia elevación y salvación.
Para llegar al punto de salvación no hay otros medios y procedimientos más sencillos y prácticos que los imperecederos que el gran maestro Jesús enseñó en el sermón de la montaña: «Amaos los unos a los otros y no quieras para otro lo que no quieras para ti.
Son estas palabras sencillas, pero profundas y sabias. Por su sencillez pueden penetrar en todos los corazones y cerebros humanos, por su filosófica sabiduría son insustituibles como procedimiento de salvación y convivencia humana.
En todos los tiempos han aparecido muchas doctrinas filosóficas con los sanos propósitos de redención y emancipación de la sociedad, pero ninguna, hasta hoy, ha conseguido su propósito de imponerse, ni tampoco el de eliminar aquella fértil semilla sembrada en el huerto del olivo, sino que, por el contrario, se van eliminando unas a otras a medida que los hombres van comprobando sus fracasos, y. las reponen o cambian por otras que pronto terminan también por agotarse o desaparecer, y, así, de esta manera ininterrumpida y errónea van los hombres desgastando sus fuerzas físicas, morales y espirituales, sin conseguir un resultado positivo que libre a la humanidad del peligro de destrucción que sobre ella se cierne.
Tiene el hombre en sus manos el poderoso instrumento de salvación contra ese peligro, pero el hombre cierra los ojos y no quiere verlo; no quiere ver que ser hombre es cosa humilde; no quiere admitir que mientras no emplee el arma de la humildad y no el de la soberbia y el egoísmo no puede haber paz ni seguridad en los bienes ni en las almas; no quiere comprender ni conocer que lo más grande, sabio y poderoso es saber valorar la humildad de ser hombre ante Dios, ante los demás hombres y ante sí mismo.
Humildad ante Dios como prueba del conocimiento de su sabiduría, de su justicia, de su amor, de su infalibilidad, de su omnipotencia; humildad ante los demás hombres en prueba del reconocimiento de que todos somos hermanos eternos y como tales nos debemos un recíproco amor, sin el cual no existe la forma de convivencia humana de la que tanto se habla ahora; y, humildad ante uno mismo, como prueba de conformidad de nuestra condición de hombres, que reconocemos la soberanía de las LEYES DIVINAS y nos encontramos dispuestos a cumplirlas, como único medio de salvación y felicidad humana.
 Tiene el hombre en sus manos el poderoso instrumento de salvación contra ese peligro, pero el hombre cierra los ojos y no quiere verlo; no quiere ver que ser hombre es cosa humilde; no quiere admitir que mientras no emplee el arma de la humildad y no el de la soberbia y el egoísmo no puede haber paz ni seguridad en los bienes ni en las almas; no quiere comprender ni conocer que lo más grande, sabio y poderoso es saber valorar la humildad de ser hombre ante Dios, ante los demás hombres y ante sí mismo.
Humildad ante Dios como prueba del conocimiento de su sabiduría, de su justicia, de su amor, de su infalibilidad, de su omnipotencia; humildad ante los demás hombres en prueba del reconocimiento de que todos somos hermanos eternos y como tales nos debemos un recíproco amor, sin el cual no existe la forma de convivencia humana de la que tanto se habla ahora; y, humildad ante uno mismo, como prueba de conformidad de nuestra condición de hombres, que reconocemos la soberanía de las LEYES DIVINAS y nos encontramos dispuestos a cumplirlas, como único medio de salvación y felicidad humana.
 Tomado del Congreso Nacional de Espiritismo 1981
Publicación De La Asociación Parapsicològica Villenense
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