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sábado, 18 de febrero de 2012

FUNCIONES DE LOS GUÍAS ESPIRITUALES


Para favorecer el trabajo de los guías el hombre ha de elevarse espiritualmente, expurgando sus pecados, abandonando sus vicios, dominando las pasiones peligrosas y despreciando los placeres lascivos de la carne. De esa forma, se sintoniza con los planos espirituales superiores y puede recibir de los espíritus benefactores la orientación segura y provechosa, para cumplir con su destino educativo en el mundo material.

 Aunque nunca  le faltan las enseñanzas adecuadas a cada pueblo de la tierra, pues por toda ella, han encarnado entidades excepcionales que se dedican heroicamente a orientar al hombre terrenal para que alcance su definitiva Ventura Espiritual.

Buda instruyó a los asiáticos, Hermes a los egipcios, Pitágoras  a los griegos, Zoroastro a los persas, mientras Jesús resumió todas sus enseñanzas en el Evangelio y Allan Kardec las popularizó por medio de la Codificación Espírita.

El habito del Bien  y la integración definitiva del Hombre a los preconceptos evangélicos de Jesús, despiertan las fuerzas creadoras del alma y la inmunizan  contra los ataques  perversos y capciosos de las entidades de las tinieblas. Solo la vida espiritual superior permite al hombre oír la voz de su guía vibrando en la intimidad de su alma, evitando los recursos drásticos y dolorosos que lo Alto, a veces, necesita movilizar para reprimir las actividades ilícitas y peligrosas.

Los guías, muchas veces se sirven de espíritus inferiores para perturbar a sus tutelados encarnados, para apartarlos de actividades que puedan perjudicarles, para conseguir su integridad espiritual. Ellos actúan sin sentimentalismo, con severidad, como el padre con el hijo indisciplinado, que está entregado a hábitos nocivos.

Los mentores espirituales recurren a los fluidos agresivos y algunas veces, hasta enfermizos, de los espíritus inferiores, a fin de retener en el lecho de sufrimiento a los tutelados imprudentes que no prestan atención a sus intuiciones benefactoras. A veces, cuando la necesidad lo impone, recurre hasta el accidente correctivo, como una medida de urgencia para interrumpir las actividades nocivas a terceros y así mismo.

Aunque nos parezcan estas providencias de los guías violentas y crueles, su  objetivo es el de obligar a los imprudentes a apartarse de los focos del mal, evitándoles mayores prejuicios para el espíritu, comprometido ya en el pasado.

Los guías, echan mano de los medios enérgicos, debilitando la integridad  fisica de los pupilos, cuando estos son refractarios a las sugestiones para liberarlos de los vicios y pasiones destructivas. De esa forma, los movilizan a través del sufrimiento, en el lecho del dolor, con el fin de desviarlos de los pecados y para que no le sucedan cosas peores.

Muchas personas van a los centros espiritas para que los espíritus inferiores que les perturban se alejen, quejándose de su influencia, ignorando muchos de ellos que es bueno pues su guías se valen de ello para preservarlos de mayores prejuicios.

Es solo apenas una interferencia compulsiva sobre los hombres imprudentes, y cuyo objetivo, es reducir sus actividades nocivas.

Subyugados por la carga de fluidos molestos de esos espíritus colaboradores, las personas dejan las aventuras extra conyugales censurables, se alejan de los vicios del juego y evitan los ambientes corrompidos donde domina el toxico del alcohol. Se sienten desanimados, febriles y buscan un lecho para descansar, completamente indispuestos, o imposibilitados para seguir en los deslices de sus compañeros. No siempre esto es así, a veces se trata de un proceso obsesivo dirigido por espíritus de las sombras. En ambos casos, los fluidos perniciosos o agresivos desaparecen en sus acciones indeseables;  en cuanto las victimas ejecutan objetivos constructivos.

Es como el padre severo, ante el hijo rebelde, que no hace caso de sus consejos, resolviendo adoptar métodos más rigurosos y eficaces. Esos recursos drásticos, aunque criticables en apariencia, muchas veces evitan que los encarnados ingresen en la senda criminal, que podría llevarlos a la cárcel, o impedirles las aventuras que machacarían el buen nombre y prestigio de la familia, evitándoles la unión ilícita con la mujer adultera, o apartándole de negocios sucios.

El saneamiento, no se refiere propiamente al cuerpo transitorio, sino al espíritu eterno. Alcanza al rico y al pobre, a la criatura culta y al ignorante.

Este mal no desaparecerá mientras  el espíritu rebelde no modifique su conducta beneficiosamente. Si la cura la disponen los guías, hasta parecerá fácil y en algunos casos milagrosa.

Los guías utilizan este método cuando fallan todos los recursos suaves, entonces convocan  a ciertos espíritus de graduación primaria, obedientes, aunque de graduación primaria, para que, con sus fluidos mortificantes actúen sobre sus negligentes pupilos encarnados.


Son muy pocos los hombres cuya conducta espiritual elevada les permite la sintonía constante con las fajas vibratorias espirituales de la intuición pura. La inestabilidad mental y emotiva, muy común entre los encarnados, los aísla de las intuiciones saludables de sus guías; por eso se hace necesaria la disciplina correctiva y drástica, capaz de anularles los impulsos pecaminosos.


La chispa Divina, cuando surge en el alma humana, en un momento de gran ternura o sensibilidad espiritual, atiza el fuego renovador del espíritu y transforma al “Harapo humano” en un héroe, o al tirano en santo.

Múltiples ejemplos hay de ello, Maria de Magdalena se despojó de sus joyas y abandono su palacio, Pedro le bastó una simple invitación para seguir al Maestro. No importan los siglos y los milenios que hayamos vivido en la materia en contacto con la animalidad, en el sentido de desenvolver nuestra conciencia, si en el momento oportuno, de madurez y progreso espiritual, el ángel que vive en nosotros asume definitivamente la dirección de nuestro ser.

Los credos, las religiones, los cursos iniciáticos y las doctrinas espiritualistas ayudan al hombre a distinguir el verdadero camino. Solamente la autorrealización el vivir en si mismo las enseñanzas evangélicas, es lo que nos eleva y permite divisar las alturas.

El hombre cuando está encarnado desaprovechar el tiempo, para su autorrealización superior, dado que ya conoce el programa que lo conduce a la felicidad.

Todo espíritu tiene el derecho de buscar el clima que le es más propicio, pero es obvio que ha de sufrir, en si mismo, los buenas o malos efectos del ambiente que su libre albedrío elige para vivir.
-Merchita-



                   

                    

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