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viernes, 1 de agosto de 2014

El Periespíritu; formación, propiedades y funciones

El Periespíritu; formación, propiedades y funciones


El periespíritu o cuerpo fluídico de los Espíritus, es una condensación del fluido cósmico en torno del alma; el cuerpo carnal es resultado de una mayor condensación del mismo elemento, que lo transforma en materia tangible. Aunque tengan un origen común, el mismo elemento primitivo, las transformaciones moleculares son diferentes en esos dos cuerpos, resultando de eso que el periespíritu imponderable está dotado de cualidades etéreas. Ambos son materia sólo que en diferentes estados.
El Espíritu forma su envoltorio periespiritual con los fluidos ambientales en que vive. Como la naturaleza de los mundos varía, con su grado de evolución, será mayor o menor, la materialidad de los cuerpos físicos de sus habitantes, y los periespíritus guardan relación, en cuanto a su composición, con ese grado de materialidad.
Al admitir que un Espíritu emigre de La Tierra, queda allí su envoltorio fluídico y toma, en el mundo físico a donde se dirija, otro que sea apropiado al nuevo medio. La naturaleza del envoltorio fluídico, está siempre en relación con el grado de adelanto moral del Espíritu.
A la condición moral del Espíritu, corresponde, por así decirlo, una determinada densidad del periespíritu. A mayor elevación, menor densidad fluídica, a mayor inferioridad mayor densidad, es decir, un periespíritu más grosero, con mayor condensación fluídica. Los de mayor peso específico, retienen a los Espíritus en las regiones inferiores, imposibilitando su acceso a planos más elevados y, por eso mismo, la salida hacia mundos más elevados.
La acentuada densidad del periespíritu, de un gran número de Espíritus, los lleva a que lo confundan con el cuerpo físico.
Por eso se consideran todavía encarnados y viven en la Tierra, imaginándose y entregados a las ocupaciones que les eran habituales.
Los periespíritus de los Espíritus Superiores, de reducido peso específico, les confiere una liviandad que les permite vivir en los planos elevados, así como su desplazamiento a otros mundos. Claro está, que tales Espíritus pueden descender a los planos inferiores y normalmente, dada la sutileza de su envoltorio, no son percibidos por las entidades inferiores.
Cuando está encarnado, el Espíritu mantiene su envoltorio periespiritual y su cuerpo carnal, por consiguiente, constituye un segundo envoltorio, más grosero, apropiado al medio físico donde vive sus experiencias.
El periespíritu, en esa situación, sirve de intermediario entre el Espíritu y al cuerpo físico. Es el órgano de transmisión de todas las sensaciones; que partan del Espíritu o que vengan del exterior, a través del cuerpo físico.
Debido al tosco estado de la materia, los Espíritus no pueden actuar directamente sobre ella. Tienen que hacerlo a través de su periespíritu. “Es por medio del periespíritu que los Espíritus actúan sobre la materia inerte y producen los diversos fenómenos mediúmnicos”.
Los fluidos periespirituales se constituyen, por la acción de la voluntad de los Espíritus, en verdaderas palancas que les permiten producir golpes, ruidos, movimientos de objetos, etc.
En condiciones normales el periespíritu es invisible, pero en razón de las modificaciones que pueda experimentar, por acción de la voluntad del Espíritu, puede volverse visible. Esas modificaciones consisten en una especie de condensación, o en nuevas disposiciones de las moléculas que componen ese envoltorio fluídico.
La aparición de un Espíritu, resulta de su propósito de hacerse visible. Pero no basta con desear esa visibilidad para obtenerla: la modificación del periespíritu, requiere la existencia de ciertas circunstancias que no dependen del Espíritu; este necesita un permiso que no siempre le es concedido, para mostrarse a alguien.
En las apariciones, el periespíritu se presenta más o menos consistente. Pero en lo común tiene aspecto vaporoso y diáfano. Otras veces lo hace con las formas delineadas, con los trazos bien nítidos. En este último caso, puede hasta presentar la solidez de un cuerpo físico, siendo por eso mismo, tangible, lo que no le impide retornar instantáneamente al estado normal, de ser invisible y etéreo.
La materia no constituye un obstáculo para el periespíritu. Su condición etérea le confiere la propiedad de penetrabilidad. Atraviesa la materia densa como la luz a los cuerpos transparentes. Es por eso que las puertas y ventanas cerradas de una sala cualquiera, no impiden la penetración, a ese lugar de un Espíritu.
Como ya dijimos, de las capas de los fluidos espirituales que envuelven a la Tierra, sacan los Espíritus que allí viven, sus envoltorios periespirutales. Esos fluidos no son homogéneos: son una mezcla de moléculas de varias calidades. El Espíritu atrae las moléculas, que tengan afinidad con su modelo vibratorio.
Como consecuencia, la constitución íntima del periespíritu no es idéntica en todos los Espíritus encarnados o no encarnados que pueblan las diferentes esferas de la Tierra, cosa que no ocurre con el cuerpo carnal, que está formado por los mismos elementos, independientemente de la mayor o menor elevación de los Espíritus a los que revisten.
Otra consecuencia de la forma de composición del periespíritu, es que el envoltorio periespiritual de un Espíritu, se modifica con el progreso moral que éste realiza en cada encarnación, aunque encarne en el mismo medio; los Espíritus Superiores que encarnan excepcionalmente, en misión, en un mundo inferior, tiene un periespíritu menos grosero, que el de los nativos de ese mundo.

Trabajo encontrado en el boletín “Mensajero de Luz” Órgano de difusión de la Federación Espírita del Perú
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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EL ORIGEN DEL HOMBRE
CAMILO FLAMMARIÓN
 El problema del origen del hombre es indudablemente el más interesante, el más importante de cuantos pueden cautivar nuestra atención. ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? Son éstas cuestiones planteadas desde que en la superficie de la tierra hay hombres que piensan. No han faltado contestaciones, a decir verdad; pero en los tiempos antiguos sólo las daban las religiones, o sea las doctrinas no científicas, que ignoraban los términos mismos del problema y que eran absolutamente incapaces de dar una respuesta seria.
Así, por ejemplo, la Biblia proclama la serie de tonterías siguientes: Dios creó el hombre a su imagen y los creó macho y hembra. Génesis I, 27. Y los bendijo, diciéndoles: «Creced y multiplicaos.» Génesis I, 28. Dios dijo después: «No es conveniente que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda semejante a él». Génesis II, 18. Entonces envió a Adán a un profundo sueño, después le extrajo una de sus costillas y puso carne en su lugar. Génesis II, 21. Y el Señor Dios formó la mujer, de la costilla que había sacado a Adán. Génesis II, 22. Adán y su mujer estaban entonces completamente desnudos. Génesis II, 25. Y así por el estilo.
He aquí un libro que se nos presenta como sublime, como infalible, como verbo de Dios y que contiene estas... tonterías (seamos prudentes) exorbitantes. En el primer capítulo Jehová crea al hombre macho y hembra, en el segundo, volviendo sobre el mismo punto habla de la soledad de Adán y de la creación de Eva, que la fabrica con una costilla extraída del hombre sin dolor (el hombre debería tener, pues, una costilla menos que la mujer); confirma que estos recién nacidos de veinte años se hallan desnudos (lo creemos sin esfuerzo); habla a una serpiente, que también tiene el don de la palabra; la obliga a andar arrastrándose por castigo (¿Cómo andaba antes?); condena a Eva a parir con dolor (¿Podría parir toda mujer sin él?); confirma por sí mismo que hay muchos dioses y teme que Adán no lo sea inmediatamente; se pasea por el Paraíso; se toma la molestia de coser vestidos de pieles para el uso de la primera mujer y de su esposo, etc.
Es preciso haber leído estas cosas por los propios ojos para tener la seguridad de que han sido escritas. Tomémoslas por lo que son, por dos alegorías orientales yuxtapuestas y guardémonos de ver en estos antiguos relatos ninguna revelación divina. Tratemos por el contrario, de plantear el problema científicamente.
El hombre creado por la voluntad directa de Dios, en virtud de un milagro, o el hombre descendiendo de los animales, que le han precedido en la evolución de la naturaleza. He aquí los términos del problema; las dos únicas hipótesis posibles; no hay tres. Estas son, en efecto, aun en la actualidad, dos hipótesis; ninguna está probada. ¿Cuál de las dos es la más probable? Esto es lo que vamos a examinar, que es todo cuanto podemos hacer. La primera implica el milagro del origen sobrenatural del hombre; no solamente del hombre, sino de todos los animales, de todas las plantas, de todos los minerales, Dios lo ha creado todo por su árbitra voluntad, cómo y cuándo ha querido, lo mismo la pulga que el elefante, el buitre que el caballo, la primera brizna de la hierba que la sensitiva, así el diamante como el guijarro. Todos los seres vivientes han nacido adultos a la voz de Dios, en condiciones a propósito para poderse nutrir inmediatamente y reproducirse.
El primer caballo se ha lanzado a través de los campos en busca de la primera yegua salida también de un oasis fecundo; la primera vaca nació en el seno mismo del un abundante pasto, preparado para recibirla; la primer curruca no salió del huevo para morirse de hambre y de frío al cabo de unas horas, sino para volar ya completamente cubierta de pluma; la primera pulga, parásita del hombre, y no de todo otro animal, ha sido creada sobre un cuerpo humano, preparado para nutrirla; el primer gusano serpenteante que ha aparecido sobre el queso de Rocafort, ha sido creado expresamente para este comestible apreciado de los finos gourmets; la primera ballena ha hendido las ondas en espera de la llegada de Jonás.
 No existen milagros pequeños o milagros grandes y milagros fáciles y milagros difíciles. El verdadero Dios no puede fabricar medios milagros y cuartos de milagro, como los industriales de Lourdes, de la Saletta y de otros sitios gracias a medias y cuartos gracia, según la fortuna y el gusto de sus devotos. O la primera pareja humana ha sido creada en todas sus pieza en la edad adulta, en las mejores condiciones vitales, al abrigo de la acción del aire, del hielo, del trueno, de las inundaciones, de las bestias fieras y preservada milagrosamente durante algún tiempo del hambre, del calor del día, del frío de la noche y de todo cuanto podría atentar a la completa conservación de los dos cuerpos mallas llegados al mundo perfeccionados y totalmente sensibles, o el primer hombre nació niño del seno de una madre que tenía mucho de animal y que distaba mucho, por lo tanto, de haber llegado al grado de la actual mujer. O todas las especies animales han sido creadas separadamente, o han sido formadas naturalmente derivándose unas de otras por un lento progreso, por una lenta diferenciació n de los individuos y de las variedades.
No cabe, en este punto, confundir ni tergiversar. Se impone el radicalismo, lo mismo en un caso que en otro. ¿Cuál es el medió de conocer la verdad? 1º Tener el espíritu libre. 2º Observar lo que ocurre en la naturaleza. Examinemos, pues, al hombre, con la más completa independencia de espíritu y con la imparcialidad más absoluta. Empecemos por su vida embrionaria. Al principio de su formación, en el seno de su madre, aún una simple célula. El ovario humano es esencialmente parecido al de los otros mamíferos, en forma y en estructura, sino que lo es aún en diámetro. Este glóbulo mide aproximadamente 1’15 de milímetro y es visible sin auxilio del microscopio. De pronto se multiplica y se convierte en una frambuesa. Estas células son materiales de construcción que servirán para edificar el cuerpo del joven animal. Cada uno de nosotros hemos sido una de estas esferas simples, compuestas de pequeñas células transparentes.
En el primer estadio es absolutamente imposible distinguir el embrión del hombre del de otros mamíferos, de los pájaros y de los reptiles. El hombre pasa sucesivamente, en las primeras semanas de la vida embrionaria, por las principales especies animales que aun hoy existen.
Determinadas fases primordiales del desenvolvimiento humano, corresponden absolutamente a algunas formaciones, que persisten durante toda la vida a los peces inferiores. La organización pisciforme, de momento se convierte después en anfibio. Sólo mucho más tarde aparecen los caracteres particulares a los mamíferos. Existe perfecto paralelismo entre la evolución embrionaria del individuo y la evolución paleontológica del grupo entero al cual pertenece. Recorriendo así una serie de formas transitorias, cada animal; cada planta resume en cierto punto, en una sucesión rápida y en sus contornos generales, la larga y lenta serie evolutiva de las formas por las cuales han pasado sus antecesores, desde las más remotas edades.
 El embrión de un niño en su cuarta semana, el de un perro y el de una tortuga de la misma edad o el de un pollo de cuatro días, se parecen hasta confundirse. Así la misma naturaleza contesta al problema con nuestra actual embriología. Hasta cuando nos hallamos completamente formados conservamos órganos rudimentarios o atrofiados que fisiológicamente son del todo inútiles y que no pueden ser más que legados de nuestros antecesores.
Los pelos que cubren nuestro cuerpo se hallan en este caso. Lo propio ocurre con los músculos de la oreja, que no pueden servirnos para moverla, mientras que los monos y algunos salvajes le imprimen movimiento aún. En el ángulo interno de nuestro ojo hay un repliegue semilunar que es el último vestigio del tercer párpado interno que existe entre los pájaros, los reptiles, los tiburones, etc. Durante los dos primeros meses de vida embrionaria conservamos aún la cola de los monos. Debajo de la piel y en distintas regiones del cuerpo conservamos músculos que no son inútiles pero que existen entre los mamíferos.
Un examen anatómico detallado del cuerpo humano pone de manifiesto la existencia de algunos otros órganos rudimentarios, que sólo la teoría de la descendencia puede explicar. Estos órganos son otras tantas pruebas que establecen la verdad acerca de la teoría de la transformació n natural. Si el hombre, o todo otro ser hubiesen sido construidos desde el principio con un objeto determinado; si hubiese sido llamado a la vida por un acto creador, entonces no tendrían ninguna razón de ser estos órganos rudimentarios. Por el contrario, la teoría de la descendencia explica su presencia con toda claridad.
Ella nos demuestra que los órganos rudimentarios son partes del cuerpo que en el transcurso de los siglos han quedado gradualmente fuera de servicio. Estos órganos cumplían funciones determinadas en nuestros antecesores animales, pero entre nosotros han perdido todo valor fisiológico. Nuevas adaptaciones les han hecho inútiles, pero no han podido menos que ser transmitidos de generación en generación, habiendo retrogradado, lentamente.
No sólo los órganos rudimentarios, sino todos los demás órganos de nuestro cuerpo nos han sido legados por los mamíferos, y en último término, por nuestros antecesores simios.
La anatomía comparada confirma las anteriores manifestaciones. El cuerpo del hombre está formado exactamente lo mismo que el de los animales que le han precedido. Haeckel ha publicado, en su obra sobre La creación natural, una lámina muy instructiva representando los monos, o mejor, las extremidades interiores de nueve mamíferos distintos; el hombre, el gorila, el orangután, el perro, la foca, el tiburón, etc. En estas nueve extremidades se encuentran siempre, cualquiera que sea la diversidad de las formas exteriores, los mismos huesos iguales en número, en igual posición y agrupados en el propio orden. Parecerá natural que la mano del hombre difiera poco de la del gorila y del orangután; pero que la pata del perro, la aleta pectoral de la foca y del tiburón estén esencialmente construidas en igual sentido, parecerá más sorprendente. Sin embargo, es así. El volumen y la forma de los huesos han sufrido notables modificaciones pero su número, su disposición y su manera de articular no han variado. ¿A qué causa natural podría atribuirse esta sorprendente analogía en medio de la diversidad de las formas exteriores, sino a un parentesco universal?
La geología y la paleontología confirman todas estas conclusiones. Existe progresión continua desde los organismos más simples a los más compuestos. La animalidad se eleva como un solo árbol cuyas ramas nacen unas de otras. Entre los diversos tipos de animales fósiles se observa una gradación sucesiva, como si alguna fuerza de organización se hubiese ingeniado en añadir, modificar y complicar incesantemente para llevar el número y la variedad de las especies hasta lo infinito. Sin embargo, los rasgos de la modificación subsisten; ¿no hereda el niño la facultad esencial del mono?
Cualquiera que sea el secreto del origen de los seres, lo cierto es que las cosas se presentancomo si derivasen unos de otros. Existen lagunas entre ellos, en efecto, pero el número de éstas disminuye de día en día ya por los descubrimientos imprevistos que se realizan en el seno de la tierra, en los abismos del Océano o en los lugares hasta ahora inexplorados de la tierra.
Se ha repetido hasta la saciedad que «la naturaleza no da saltos». «La especie, escribía Lamarck, en 1809, varia hasta el infinito, y, considerada con la relación al tiempo, no existe. Las especies pasan de una a otra por infinidad de transiciones, lo mismo en el reino animal que en el vegetal. Nacen por vía de transformació n o de divergencia. Remontando al origen de los seres, se llega así hasta un pequeño número de gérmenes primordiales, o nómadas aparecidos por generación espontánea. »El hombre no constituye ninguna excepción; es el resultado de la transformació n lenta de determinados monos. La escala en la cual se comparaban anteriormente los reinos orgánicos, no existe más que para las ramas principales. Las especies, por el contrario, son como las extremidades aisladas de las ramas, formando cada una un conjunto.»
 Esta grandiosa hipótesis es hija del cerebro de Lamarck en una época en que faltaban la mayor parte de los conocimientos en historia natural, en paleontología y en embriología, que después han vertido raudales de tan viva luz. Nada más se ha añadido a este principio; se han discutido los medios de transformación, se han aportado hechos y observaciones, se han propuesto listas genealógicas, pero el fondo persiste intacto.
Los medios de Lamarck se resumen en una frase: la adaptación de los órganos a las condiciones de existencia. Sabido es que los que se dedican a la cría de animales y los horticultores obtienen casi a voluntad las formas nuevas deseadas, escogiendo, primero en una misma especie y después entre los descendientes de un primer cruce, y así sucesivamente, los individuos que poseen el mayor grado de desviación deseada; así se desarrolla una especie nueva, negando a fijarla de modo definitivo a fuerza de perseverancia.
Las divergencias del tipo primitivo que se obtienen son inesperadas; reproducen el color, la forma de la cabeza, las proporciones del esqueleto, la configuración de los músculos y hasta las costumbres del animal. Determinados cultivadores se comprometen en tres años a producir tal o cual pluma de un pájaro y en seis años tal o cual forma de pico o de cabeza. Esta es la «selección artificial», puesto que se opera por la mano inteligente del hombre sobre animales en estado doméstico. En la naturaleza, dos individuos de una misma familia, no se parecen por completo; difieren por caracteres sin importancia o por circunstancias que les dan una ventaja en la lucha sobre aquellos cuyas necesidades son las mismas o con las condiciones del medio y de subsistencia de todo género. El animal que tiene un color protector, es decir parecido al de la tierra en que vive, escapará con mayor facilidad de los dientes de sus enemigos. El animal de pelo más espeso será más favorecido en los polos; el de piel lisa lo será en el ecuador, etcétera. De consiguiente, toda ventaja adquirida desde el nacimiento, y por consiguiente más fácilmente transmisible, pone al individuo en mejores condiciones de resistencia a las causas de destrucción y de esterilidad. Los órganos se desenvuelven o se alteran según el uso que de ellos se hace.
De ahí que determinados individuos sean como escogidos por un procedimiento natural que reemplaza la acción del hombre en la selección artificial, y que estos individuos sean precisamente los que se sobreponen a los demás por algún nuevo carácter.
Repitiéndose el hecho durante algunas generaciones, se acentúan las divergencias, la tendencia a la herencia aumenta y se forman tipos nuevos, siempre más alejados del punto de partida. Los procedimientos de formación de especies, deben ser, por otra parte, numerosos. Diremos con el doctor Topinard en su hermoso libro La Antropología, que el transformismo se impone como una necesidad. O el hombre es nacido de la nada, por encantamiento, o procede de lo que anteriormente existía.
Así, todas las ciencias antropológicas se unen unánimemente para afirmar que el género humano desciende de una serie de diversos antecesores mamíferos. ¿Cuál ha sido su precursor inmediato? No puede serlo ninguna de las actuales razas humanas inferiores, ni ninguna de las razas de monos de las que al presente existen. Pero con seguridad que los orangutanes, los chimpancés y los gorilas son nuestros parientes más próximos.
Los primeros hombres, salvajes, brutales, groseros, sin lenguaje, sin familia, sin tradiciones; los hombres de los primeros tiempos – de la edad de la piedra – eran aún monos. Razas mucho más recientes, los charrúas, los cariabos, los antiguos californianos han desaparecido. El único de los tasmanienses acaba de morir. Los australianos, los esquimales, los polinesios desaparecerán pronto a su vez. La tierra da vueltas, y el progreso transforma el mundo. Hay hombres que prefieren ser hechura de un Adán a ser descendientes de un antiguo simio. Es cuestión de gusto. El más hermoso elogio que pueda hacerse de la humanidad no es quizá el que se ostenta.
 ORÍGENES DE LA VIDA - Camilo Flammarión
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FUERZA VITAL


No vemos en la Fuerza Vital, sino una modificación todavía desconocida de la energía. Una modalidad de la Fuerza Universal, como modalidades de la misma fuerza son: el calor, la electricidad y la luz.
No admitimos que el Principio Vital, sea de creación sobrenatural, ni le hacemos una entidad  inmaterial, que haya aparecido sin antecedentes sobre ella exista, proviene de las innumerables modificaciones de la fuerza y la materia; y la Fuerza Vital, por consiguiente, debe entrar entre las leyes naturales…
La vida no es sino una modificación de la energía, en la cual preludia la naturaleza, con las construcciones geométricas de los cristales.
El principio inteligente ha recorrido paso a paso, toda la escala de la vida orgánica, y por esta ascensión no interrumpida, han podido ir fijando una envoltura fluídica, durante la innumerable serie de siglos transcurridos, todas las leyes de la vida vegetativa, de la vida orgánica y de la vida psíquica.

Tomado del libro
“LA EVOLUCIÓN ANÍMICA”
De Gabriel Delanne

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LA MEDIUMNIDAD NECESITA 

AFINIDAD CON ENTRE EL 

MÉDIUM Y EL COMUNICANTE



En la experiencia espírita,no olvidemos nunca,que los resultados dependen siempre de la protección oculta que podemos obtener,especialmente de la extensión y de la eficacia que esta protección tenga.   Además, ésta nunca se podrá ejercer sino en aquella medida que consienta el estado moral y mental en que nosotros nos coloquemos, en armonía psíquica que facilite la acción de los espíritus elevados. Sin afinidad de pensar y de sentir, sin existir comunión entre sí, las almas no pueden comunicarse sino accidental y confusamente.
En esto estriba la suprema ley y la suprema ciencia de las manifestaciones.  ¿Qué valen las críticas de los teóricos fantasiantes enfrente de la lección que nos dan los hechos? Los que ven únicamente en el Espiritismo una ciencia semejante a las demás ciencias, han de llegar forzosamente a reconocer la insuficiencia de su concepto, cuando, al pasar de la teoría a la práctica, vean patentes el fracaso de sus esfuerzos, o cuando menos la pobreza de los resultados obtenidos.
León Denis
En lo invisible.
Amigos en la luz, quien no vea en el Espiritismo como  pilar fundamental las enseñanzas de Jesús, de poco le servirá en la práctica el intelecto. En esta era, Allan Kardec, elegido por la voluntad de Dios como Él codificador entre los dos planos,  nos trajo las explicaciones de la máximas de Cristo y su concordancia con el Espiritismo.
LUZ, PROGRESO Y PAZ
marco antuan