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martes, 9 de noviembre de 2010

Cuando nos llegue el momento

                                    
                            ¿Cómo debiéramos afrontar la propia muerte si la sentimos llegar?

Creo que cuando a todos nos llegue el momento de partir, si Dios permite   que seamos conscientes del gran y transcendente momento al que nos vamos a enfrentar, debiéramos tratar de imitar el ejemplo que nos han dado siempre esos grandes Seres espirituales que de tarde en tarde han venido a este mundo con una elevada misión espiritual y humana, demostrando así su superior grado de evolución, ejemplificado con su vida y su muerte.
Esta clase de Seres, cuando se les acercó su hora, siempre afrontaron su circunstancia con serenidad y sin dramatizar, procurando tranquilizar a las personas de su alrededor y restando dramatismo a la situación, ofreciendo el ejemplo de su esperanza en el futuro, actuando con naturalidad y hasta con una sonrisa tranquilizadora para los demás , mostrando así el ejemplo de su confianza en la otra vida, en Dios y en su Justicia , así como en la continuidad de la existencia después de la muerte. Recordemos al respecto los últimos momentos de Sócrates antes de beber la cicuta para cumplir su condena a muerte, o esos grandes ejemplos de los mártires cristianos antes de morir en el circo arrojados a las fieras.

No obstante, el mejor ejemplo que nos han dejado estos elevados Seres, no ha sido el del momento de su muerte, sino el de su vida en el camino del bien, trabajando por su propia superación y ayudando siempre a los demás, forjando así un excelente bagaje de buenas obras como credencial para afrontar finalmente su paso a la otra vida, que así será mucho más fácil y esperanzador.

Cuando nos llegue el momento de la muerte, es muy importante que podamos vivir con plenitud de consciencia esta experiencia única y normalmente irrepetible en cada ser humano, y que nos podamos sentir en paz y tranquilidad con nosotros mismos, sintiéndonos perdonados por quien tenga algo que perdonarnos, y así mismo sepamos perdonar de corazón todo lo que tengamos que perdonar a otros.

Debemos rogar a Dios que la muerte nos sorprenda en un buen momento de nuestras vidas, donde nos sintamos llenos de paz, de alegría, de armonía y buen humor, porque cuando un Ser desencarna en medio de un acceso de amargura, ira u odio, es precisamente así como accede al mundo espiritual, por tanto debemos tener mucho cuidado en saber evitar esos malos momentos. No sabemos cuando nos iremos de este mundo, por lo que resulta preciso que estemos con el equipaje preparado lleno del sentimiento del deber cumplido cada día.

Esta paz y tranquilidad deseables cuando se acerca el final de la vida, la podremos conseguir en la medida en que nos acompañen en nuestra conciencia las buenas acciones y las virtudes, y en que así mismo nos hayamos despojado antes de algunos defectos morales que impiden la felicidad en mayor o menor medida, pues estos defectos o taras espirituales  acompañan al Ser más allá de la muerte y  lesiguen acompañando  cuando regresa de nuevo a esta vida.

Finalmente comprendamos que es importante saber vivir  correctamente  nuestra vida espiritual  por los senderos evangélicos de la ética y la moral, para poder vivir bien nuestra propia muerte cuando llegue.


¿ Acaso cuando dejáis una levita vieja y la tiráis, le hacéis honores, le lleváis flores o le cantáis rezos?; ¿ Por qué pues lo hacéis con vuestros cuerpos que no son sino la levita gastada que después de utilizada en el papel de la vida, se deja para tomar otra?”
Cayetano Arroyo ( Diálogos con Abul Beka)

-Jose Luis -

Relato mediúmnico




Un judío llamado Pekkand, fallecido accidentalmente, en el año 1874 hizo a su amigo Edmonds, médium psicógrafo, vidente y parlante , el siguiente relato pocos meses después de su muerte:

En el momento de la muerte reviví como en un panorama, los acontecimientos de mi existencia.Todas las escenas y acciones que yo hice, pasaron delante de mi vista ,como si se hubiesen grabado en mi mente,en fórmulas luminosas. Ni uno solo de mis amigos,desde la infancia hasta la muerte,faltó a la llamada. Cuando me hundí en el mar llevando en brazos a mi mujer, se me aparecieron mi padre y mi madre, y fue esta última la que nos sacó del agua, haciendo muestra de una energía cuya naturaleza solo ahora comprendo. No recuerdo haber sufrido. Cuando me sumergí en las aguas, no experimenté sensación alguna de miedo, ni siquiera de frío o de asfixia. No me acuerdo de oír el estruendo de las olas quebrando sobre nuestras cabezas. Me desprendí del cuerpo casi sin darme cuenta y, siempre abrazado a mi mujer, seguí a mi madre que había venido para acogernos y guiarnos.
El primer sentimiento triste no me asaltó hasta que no dirigí el pensamiento hacia mi querido hermano, por ello mi madre, sintiendo mi inquietud me anunció:”tu hermano tampoco tardará mucho en estar con nosotros”. A partir de ese instante toda sensación de tristeza desapareció de mi espíritu. Pensaba en la escena dramática que acababa de vivir, únicamente con el propósito de socorrer a mis compañeros de desgracia. De inmediato vi que estaban saliendo de las aguas del mismo modo que yo lo hacía. Todos los objetos me parecían tan reales a mi alrededor que, si no hubiese por la presencia de tantas personas que sabía muertas, habría corrido al lado de los náufragos.
Quise informarte de todo esto a fin de que puedas transmitir una palabra de consuelo a los que imaginan que sus seres amados y desaparecidos conmigo, sufrieron agonías terribles al verse presas de la muerte. No tengo palabras para describirte la felicidad que sentí cuando ví llegar a mi encuentro una a una, las personas que amé en la Tierra acudiendo a darme la bienvenida a las esferas inmortales. No habiendo estado enfermo y no habiendo sufrido, fácil me fue adaptarme inmediatamente a las nuevas condiciones de existencia....”

La cuna tiene un ayer y la tumba tiene un mañana”
- Victor Hugo -

Por Jose Luis